Categoría: "Crayola"

EL NIÑO QUE QUISO SER AZUL. De Crayola

El circo azul, 1950  de Marc Chagall (Vitebsk, 1887 - Saint-Paul-de-Vence, 1985)

Contaré la historia de un niño especial. Chembo le llamaban. Nadie sabía de dónde había venido. No se conocían familiares, ni hogar, ni nada sobre este original chiquillo. Chembo era un pequeño esmirriado y medio feúcho. Flaco como espagueti. De ojos grandes y juguetones color negro azabache. No tenía pelo o, más bien dicho, parecía no tenerlo porque apenas se le notaba. Los que le conocieron, tenían que acercarse mucho a él para lograr distinguir unas mechas casi transparentes que cubrían su cabeza. Relatan que su piel era de un blanco enfermizo, casi cenizo. Le veían venir y le gritaban:
—Ahí viene el niño descolorido.
Y todos reían. Se mofaban del pequeño que entristecía con desespero cada vez que escuchaba esas palabras. Mi abuelo me contó que un día, después del solsticio, pasó frente a su casa. Tocó a la puerta y mendigó un pedazo de pan. El abuelo le hizo pasar y le dio de comer. Mientras Chembo comía, le contó al abuelo sobre el viaje que acababa de emprender. Dijo que una tarde, había arribado un circo cerca del pueblito de San Román. Grandes tiendas a rayas, payasos, animales, música y muchos globos de diferentes colores. Él no tenía dinero para ir al circo, así que se conformaba viendo de lejos la alegría de la gente. Inesperadamente, un globo color azul se escapó del circo y fue a parar a sus manos. El azul era intenso, brillante. Chembo nunca había visto un color así y fue tanta su admiración por el color, que decidió que él también quería ser azul. Le dijo al abuelo que llevaba días buscando ese color; en la floresta, en el río, bajo las piedras, pero que no había encontrado nada. Alguien le dijo que buscara el mar, que no había nada en el mundo más azul que el mar. El pueblo del abuelo estaba justo frente al mar. Chembo se despidió agradecido del viejo y se alejó.
Cuentan que Chembo cuando vio el inmenso océano, saltó de alegría y corrió hasta la orilla. Las olas lo mojaron con su continuo vaivén. El pequeño maravillado vio cómo su piel se fue tiñendo de un magnífico azul hasta cubrirlo por completo. Chembo se sumergió en el agua salada y desapareció. Algunos dicen que se ahogó, pero el abuelo cuenta que Chembo tan solo se transformó en un extraordinario pez con escamas color azul.

Crayola 03/06/2007

ROSITA Y EL TIEMPO De Crayola

Relojes de Salvador Dalí i Domènech (Figueras, 11 de mayo de 1904 – ibídem, 23 de enero de 1989)

Una noche descubrió Rosita con tristeza que su tiempo no era suficiente para llevar acabo tantas tareas, por ello decidió llevar a cabo una recolección un tanto original. Todo comenzó en su propia casa. La siguiente mañana, Rosita hurgaba desesperada los cajones de su cómoda. Buscaba un antiguo reloj de plata que su abuela le había regalado. Lo encontró guardado en su cofre de madera azabache. Cuando abrió la tapa, ahí estaba la prenda, resplandeciente. Sintió nostalgia, pero aun así lo tomó entre las manos y lo despanzurró de un golpe. El tiempo que contenía se desparramó y Rosita rápidamente lo recogió y metió en una bolsita que pendía de un cordel de su cuello. Guardó lo que quedaba del reloj y se dirigió al resto de la casa para hacer lo mismo con los demás relojes que encontrara. Desbarató al reloj cucú. Desarmó el reloj de pared en la cocina. Le quitó el tiempo al péndulo de la estancia y, cuando hubo terminado con todos los relojes de casa, salió a las calles en busca de más. Se encontró con el reloj del campanario de la escuela y lo dejó inerte. Después el reloj solar de la plaza central. Hasta un reloj de arena vació para quedarse con su tiempo. Engranajes, manecillas, caratulas, cuerdas y tornillos, yacían esparcidos por los empedrados del pueblo de San Juan de Moró. Pero Rosita no se había percatado de que todo se iba deteniendo a su paso. Nada se movía. No había viento que meciera los árboles en la floresta. Las estaciones se detuvieron y el solsticio se confundió con el equinoccio. Las personas quedaron petrificadas sin poder seguir con su continuo ir y venir. Rosita se detuvo a mirar. Ya tenía suficiente tiempo en su bolsita, pero no le servía de nada en un mundo paralizado. Entonces, mientras lloraba desconsolada, un duende se apareció frente a ella y le dijo: Rosita, pequeña, no necesitas quitarle el tiempo a la vida, es la vida la que te regala un tiempo hermoso para disfrutar. Cada segundo, minuto, y cada hora, son tuyas. En ti encontrarás la sabiduría para organizar cada momento. Rosita sonrió al darse cuenta de que era verdad, solo ella podría resolver su problema con el tiempo. Regresó el tiempo a sus relojes y todo volvió a funcionar. Rosita aprendió a disfrutar sin prisas ni angustias cada segundo de su vida.
Tic... tac

Crayola 31/05/2007

SAROS: EL LLANTO DE LOLO. De Crayola

La primavera se alejaba nostálgica de las grandes praderas de Alberta, Canadá, dando paso a un radiante y tibio verano. Izel y Anti salieron del portal de SAROS justo al iniciar el solsticio. Extasiados con la majestuosidad de verdes forestas y embriagados con un nuevo aire, caminaban por un camino paralelo al Lago Claire, donde salmones rosados navegaban río arriba.
Izel aún sentía su corazón angustiado. Escuchaba el continuo llanto de un ser que la llamaba con un desesperado clamor. Guiada por su mente, se dirigía hacia el lugar exacto de donde provenía el llamado. Anti la seguía atento sin perder detalle del entorno, vigilante y cuidadoso.
De improvisto, Izel dio un giro alejándose del cauce del río. Se internaron poco a poco en la espesura de un inmenso bosque de coníferas; grandes abetos negros y blancos, pinos, abedules, sauces temblorosos y alerces, todo un colorido de verde, amarillo y ocre.
Anti divisó a lo lejos un promontorio oscuro, parecía un animal.
—¡Es ella! La encontramos —dijo Izel, corriendo a toda prisa hacia el hallazgo, seguida muy de cerca por Anti.
Al llegar al lugar, descubrieron a un pequeño osezno llorando triste y asustado junto a su madre. Una osa negra tendida en una mullida cama de musgo, estaba herida.
—Soy Lolo. Gemía el osito. Mi madre y yo apenas terminamos de hibernar. Nos dirigíamos hacia el lago para que mi mamá me enseñara sobre la tierra y la naturaleza. Anti e Izel miraban con ternura al pequeño.
—¡Pero mi madre cayó en unas garras de metal! Lolo señaló hacia su madre. Miren, le está destrozando su pata, nunca podrá escapar.
Izel que había visto y escuchado en sus visiones lo que pasaba con Lolo y su mamá, estaba lista para ayudar.
—No te preocupes amigo, dijo Anti, nosotros les ayudaremos. Con mucho esfuerzo, hizo una palanca con su lanza que permitió abrir la trampa de hierro apenas lo suficiente para que mamá osa liberara su pata.
Izel colocó un emplaste azabache, que había preparado con hierbas y polvos que extrajo de su morral, sobre la herida y esta sanó casi de inmediato.
Mamá Osa agradeció la ayuda y Lolo se despidió con un gran abrazo de sus originales amigos. Anti les advirtió que se marcharan antes de que volvieran los cazadores humanos.
Satisfechos, Izel y Anti se tomaron de las manos y caminaron hacia un nuevo portal.

Crayola 30/05/2007

LAS TABLAS DE MULTIPLICAR. De Crayola

El solsticio de verano anunciaba el renacer. Nuevas flores y matorrales cubrían la floresta. La campiña celebraba después de una fresca primavera pintándose con más color. Todo ser viviente gozaba a plenitud del cambio de estación y reanudaban sus labores. La escuelita de la región no era la excepción y recordaba el regreso a clases con el inconfundible repicar de una campana.
Tilín…Talán… Y todos los escolares corrían a estudiar.
En el establo abandonado cerca del río, vivía Doña Teresa con su hijo Eladio. Eladio era un pequeño burrito gris, de grandes orejas y ojos azabache. Sería su primer año en la escuela, así que se levantó al alba, se dio un buen baño, desayunó su plato de alfalfa y con alegres rebuznos se despidió de mamá.
Tilín… Talán… La campana no dejaba de sonar.
Eladio apuró el paso para tarde no arribar. Trotaba continuo, sin mostrarse desesperado por llegar a la puerta de la escuela que ya veía desde lejos atiborrada de pequeños dispuestos a aprender la lección.
Tilín… Talán… Ese fue el último repicar, la clase va a comenzar.
El Profesor Conejo miraba perplejo a su nuevo alumno. Era la primera vez que un burro asistía a su clase. Con la nariz arrugada en muestra de disgusto por el estudiante recién llegado, empezó la clase de matemáticas.
Sumas y Restas, repitió el Profesor. Todos sacaron sus libros de aritmética dispuestos a estudiar. El Profesor Conejo lanzó una mirada furtiva hacia Eladio esperando verle sacar su libro. Pero Eladio no tenía libro, ni lápiz, ni cuaderno, ni bagatelas, solo la gran voluntad de aprender así sin más.
Toc… Toc… Sonó una descarga seguida por un grito gutural.
Eladio soltó un quejido al recibir los golpes del Profesor que gritaba sin parar por la falta de útiles escolares. Le sacó del salón de clase en medio de las burlas de todos. Las hermanas gallinas no paraban de parlotear; el mapache Pache se carcajeaba al verle pasar; los mininos le apuntaban con sus garras y los pericos remedaban su rebuznar.
Sniff…Sniff… Lloraba convulsivo el pobre Eladio sin parar.
Avergonzado caminó hasta la salida. Mientras, recitaba una a una las tablas de multiplicar. Entonces el Profesor Conejo mandó todos a callar. Solo Eladio repetía las tablas sin parar. Todos aplaudieron y fue así que Eladio se quedó con los niños a estudiar.
Tilín… Talán… Es hora de salir, repica la campana su sonido original.

Crayola 29/05/2007

SAROS: Tierra del Dragón de Truenos . De Crayola

Entre luces azules, Izel y Anti –diminutivo de Antinanco- aparecieron de súbito a través del portal mágico de SAROS, en una gran caverna cubierta de hielo. Frente a ellos, un pequeño corría a ocultarse asustado entre rocas congeladas.
-Ven, somos amigos –dijo Anti acercándose al chiquillo de ojos alargados azabache que les miraba de soslayo desde su escondite.
-Vienen aquí para ayudarme? Balbuceó el pequeño mientras tomaba la mano que amablemente le ofrecía Izel para salir del improvisado refugio.
- Es nuestra misión. –dijo Anti- Izel y yo poseemos un poder especial. Viajamos a través del tiempo y el espacio en el universo. Nos unimos para servir al bien.
El muchacho caminó hacia la entrada de la cueva. Ellos le siguieron.
–Dónde estamos? Preguntó Izel.
-Estamos en una caverna al borde de la cordillera del Himalaya. Allá, a las faldas de la serranía, se encuentra mi aldea. Pertenecemos a Druk Yul, la Tierra del Dragón de Truenos, el Reino de Bután. Soy Khado.
Izel y Anti miraban maravillados el hermoso paisaje de grandes montañas con sus picos nevados y vastas extensiones de florestas de verdes intensos.
–Como mis montañas y valles… -dijo Anti con un dejo de nostalgia en sus palabras. -Que haces en esta gruta Khado? -añadió.
-Salí hace días de mi pueblo con la promesa de regresar con un remedio antes del solsticio de invierno –sus ojos se humedecieron.- Hace unas semanas que la gente de la aldea está sufriendo un extraño y continuo mal. Mi padre me mandó a buscar las hojas de una flor que solo crece en estas montañas. Pero me perdí -gimió avergonzado. -Estoy desesperado! Si no encuentro las hierbas pronto, todos morirán.
-No temas más. Después de decir esto, Izel salió a la interperie donde el viento frío arremetía con furia; cerró sus ojos y recitó unas palabras en su dialecto original. Invocaba a su nahual.
Anti y Khado la vieron desaparecer. Solo divisaron a una pantera negra que subía con agilidad por los escarpados picos de la montaña.
Izel regresó a los minutos con un puñado de hojas de la extraña flor. Khado agradeció la ayuda y fue escoltado por Anti al bajar del glaciar.
El corazón de los niños rebosaba felicidad. Habían logrado la comunión de la paz y el bienestar. Unieron sus manos, y los medallones brillaron en sus pechos. SAROS se abría para iniciarlos a un nuevo viaje.

Crayola 21/06/2007

EL ENCUENTRO (La princesa Izel Capítulo 4) De Crayola

Izel miraba el enorme espejo de luz que oscilaba ante ella. Sin vacilar, estiró su mano para tocar el espectro luminoso. La punta de sus dedos se fusionaba en un denso ectoplasma azulino que parecía ir desapareciendo su mano en la luminiscencia, mientras una fuerza potente la atraía hacia el centro mismo del fenómeno. Un segundo después fue embestida violentamente por algo que salía justo del espejo líquido haciendo que la cámara de piedra se llenara de rayos y chispas brillantes.
Izel tardó unos minutos en reponerse y enfocar la habitación que iba recuperando sus sombras. El espejo de luz había desaparecido por completo y en su lugar se erguía una figura desconocida a la que observó detenidamente.
Un niño en posición de ataque. Cuerpo delgado pero de gran fuerza física. El cuerpo desnudo vestía tan solo un taparrabos de cuero que dejaba ver unas largas piernas. Pies descalzos y firmes. Brazos fuertes que terminaban en unas manos que empuñaban decididas una afilada lanza. La piel morena como el chocolate. El rostro ovalado enmaracado con una enmarañada cabellera azabache. Los ojos grandes y negros miraban con curiosidad a los ojos de Izel.
En el instante que se cruzaron las miradas, se fecundó una comunión entre las dos criaturas.
Mi nombre es Antinanco ―dijo el pequeño sin dejar de apuntar su lanza hacia la niña.
Mi nombre es Izel.
Se sentaron uno frente al otro y hablaron sobre su odisea. Izel contaba su historia a su nuevo amigo mientras este escuchaba callado sin dejar de observarla. Una niña de su misma edad, tan parecida a él pero de un mundo diferente. Sus ojos amarillos le sorprendían.
Después de un tiempo los dos niños estaban al tanto de sus procedencias y de la increíble coincidencia de haber abierto al mismo tiempo una puerta hacia el universo.
Pero su encuentro fue interrumpido abruptamente por los gritos de una pandilla de guerreros aztecas que buscaban a su princesa; era hora de huir.
El peligro alertó a los niños que se pusieron de pie. La alerta de sus sentidos encendió de pronto los medallones que pendían de sus cuellos. Estos se elevaban entiendo destellos. Los niños se acercaron mas, los medallones quedaron amalgamados de sus centros formando una unidad indivisible. El sol de Antinanco encajaba a la perfección en la luna de Izel creando un eclipse, creando un SAROS.

Crayola 16/05/2007

DÍA DE LAS MADRES de Crayola

Llegó el diez de mayo, día de las madres mexicanas. Todo el país desde las doce de la noche celebra a todas esas mujeres que han parido alguna vez. Desde las más jovencitas hasta las más ancianas, no hay mujer en México que se quede sin su regalo de madres. Pero no basta un abrazo dado con todo el corazón y el mejor de los besos de un hijo, hace falta siempre más.
Flores de todos colores inundan las esquinas de las calles. Docena de rosas rojas a cincuenta pesos el ramo. Docena de claveles a cuarenta pesos. Margaritas blancas a treinta pesos, y así baja el precio según la categoría de la flor, dicho esto por los expertos floristas.
Los que tienen mejor economía, se van directo a las grandes tiendas de flores. Hermosos ramos en canastas de mimbre por la mitad del sueldo. Exóticas flores arregladas en jarrones de porcelana, pagados con la tarjeta de crédito y enviados con pandillas de mensajeros para que sea mas grande la sorpresa, tal vez acompañados por alguna caja de chocolates rellenos de licor para darle un toquecito de sofisticación.
En la mayoría de los casos se regalaran un sin fin de electrodomésticos. Es casi una tradición.
Planchas a vapor que quitan las arrugas de la ropa casi instantáneamente.
Tostadores de pan con lugar para cuatro rebanadas, platinados como espejos –así terminan más rápido el desayuno de los chiquillos- y dejan la odisea de los comales.
Licuadoras con diez velocidades –sirven para todo tipo de salsas y licuados- para que el molcajete se vaya como rayo al olvido.
Las madres con mas suerte reciben lavadoras automáticas – lavan a un mismo tiempo hasta seis pantalones – para substituir al lavadero de piedra.
Y para aquellas que son mas queridas, un televisor de pantalla plana, con luminiscencia de 100 microvolteos con control a distancia es el máximo regalo.
Aparatos de hogar para que mamá no trabaje tanto dicen los hijos. Un televisor para que mamá vea sus telenovelas preferidas. Pero claro, lo usa solo cuando termina de lavar y planchar docenas de camisas y pantalones y preparar la cena de la familia.
Y mamá solo espera un abrazo cálido y sincero. Tal vez un beso y una sonrisa. Ellas fecundan el amor por los suyos cada día de su vida. Para ese infinito amor, no hay fechas ni más regalo que los propios hijos.

Crayola 10/05/2007

EL PORTAL (La princesa Izel Captítulo 3) de Crayola

Once ciclos se cumplieron. El gran día llegó con una aparición en el cielo de Tenochtitlán: un eclipse de sol y luna era la señal que la pandilla de huehues esperaron por años.
Los códigos tallados en piedra sagrada del templo de los sacrificios, ordenaban que la sangre intacta de una princesa debía ser entregada al dios Huitzilopotzli para el bienestar de los guerreros y salvación del imperio.
Izel sabía sobre la odisea de su destino, pero había decidido cambiarlo. La noche anterior huyó a Teotihuacan, la ciudad de los dioses, donde se ocultaría para siempre. Izel había reconocido en la luz de la luna el fenómeno esperado que indicaría la fecha para su sacrificio.
Teopanquixtli, su padrino, ya la esperaba. La princesa entró sigilosa al templo de la luna.
Padrino, llegó el día tan temido.
Lo sé pequeña Izel. Pero tu destino está escrito en el lado oculto de Metzli, solo tú lo has reconocido y has sabido fecundar confianza y paciencia para buscar la verdad. Sígueme.
El viejo Teopanquixtli llevó a la princesa por secretos pasadizos dentro de la pirámide. Llegaron hasta un gran muro que les impedía continuar. Ahí, el Teopanquixtli le habló a Izel:
Hasta aquí termina mi misión, tendrás que seguir sola. Detrás de éste muro encontrarás el camino a tu libertad.
El viejo presionó un recuadro sobresaliente con forma de luna del mural y este accionó un mecanismo de engranes que abría a una cámara semi oscura y húmeda.
Izel abrazó con emoción a su padrino, se volvió hacia el umbral del recinto y entró en la penumbra. Detrás de ella se cerró el muro con un estruendoso ruido, después, un silencio sepulcral.
Se trataba de una nave cuadrada, empedrada por sus cuatro lados donde las paredes estaban cubiertas de códices y figuras en relieve. Izel dio unos pasos, pisó el centro de la bóveda y una gran piedra circular se elevó unos centímetros del suelo haciendo que la pequeña saltara de inmediato hacia atrás. Del círculo surgió lentamente una tenue luminiscencia azulada que aumentaba de intensidad cada segundo que pasaba. Rayos de luz salían disparados en todas direcciones chocando contra los muros. Izel miraba desconcertada cómo se formaba un espejo de luz ovalado frente a ella. Sin temor pero con gran curiosidad, se acercaba al fenómeno luminoso mientras sujetaba fuertemente con su mano el medallón que colgaba de su cuello.

Crayola 07/05/2007

A LOS NIÑOS de Crayola

No se sabe si existió de verdad. Pero cuentan que vagaba por las calles de la ciudad buscando todo tipo de cosas que llevarse en un costal percudido que siempre cargaba con dificultad en su hombro izquierdo. Los que alguna vez llegaron a verle, dicen que era un viejo sin empatía entrado en años, desaliñado y mal oliente, con el pelo enmarañado lleno de piojos, la boca desdentada, los ojos hundidos, la piel llena de llagas, las uñas largas y filosas como las de una bestia, la mirada enfurecida y lascivia, y para rematar, algo cojo. Toda una facha. Para algunos se había convertido en el hazmerreír; para otros, era un brujo que practicaba magia negra y hacía desaparecer personas usando el roído costal. Otros cuentan que tan solo se trataba de un hombre caído en desgracia. Que había sido un soldado en las guerras de otros continentes, y que al verse sin fortuna y derrotado, emprendió un viaje sin final en tierras lejanas donde no fuera conocido. Un vagabundo errante sin sitio, sin familia, sin un hogar. Recorría todos los caminos, en todas direcciones, recolectando cachivaches, trebejos, pero sobre todo, niños.
No ha habido hogar en el que el viejo no sea conocido.
–Si te portas mal, te lleva el viejo del costal.
–Si no duermes la siesta, vendrá el viejo del costal.
Esas advertencias nunca fueron en vano, porque dicen que a los niños desobedientes se los llevaba el viejo.
Llega por las noches, escondido entre las sombras, entra en las habitaciones y mete al sucio costal a todos esos pequeños mal portados.
Al parecer el costal es tan solo una ventana a un mundo diferente. Ahí llegan chiquillos de diferentes lugares y razas, y son castigados por su pobre comportamiento. Los que perseveran y aprenden buena conducta, pueden regresar con sus padres. Los que no cambian su forma de ser, se convierten en grandes árboles con gruesas raíces bien metidas en la tierra para que no pueda moverse y nunca mas pueden volver a su mundo real.
Quizás tan solo sea un cuento, nunca se sabrá con certeza, por eso, es mejor portarse bien y no desear el mal. Tal vez allá afuera, oculto en los callejones, ande el viejo del costal.

Crayola 03/05/2007

Princesa Izel Capítulo 1). De Crayola

El sol brillaba en todo lo alto sobre el imponente imperio Azteca. Las sombras gigantescas de los templos se proyectaban sobre los callpulis –barrios – donde los mexicas llevaban acabo sus actividades diarias. La ciudad construida años atrás con dificultad y perseverancia sobre un lago, se conectaba entre sí por medio de grandes avenidas y canales que conducían a cada unos de los templos y recintos sagrados. Así pues, comerciantes y artesanos deambulaban por todo el sistema lacustre intercambiando sus productos en una simulada compra-venta abasteciendo los principales puntos de Tenochtitlan
El imperio era gobernado por un Taltoani –soberano – elegido por un consejo electoral llamado Tlacotan. De ahí se dividía la sociedad azteca entre los pipiltin- sacerdotes y militares – y los macehuales –gente del pueblo– . Los primeros se encargaban de gobernar y dirigir al pueblo con empatía, mientras que los segundos trabajan las tierras y pagaban tributo para mantener a la nobleza.
Aún con las diferencias de clase social, el pueblo azteca vivía en armonía conservando cada cual su lugar. Sin lascivia y sin ser el hazmerreír de nadie, cualquiera podía pretender ascender en esa escala dependiendo de sus logros y dedicación.
Pero también existía una parte en esa sociedad destinada solo a la realeza. Aquellos escogidos por los mismos dioses para gobernar al pueblo. Estos vivían en el Templo Mayor. Una arquitectura de tipo cuadriforme de más de quinientos metros cuadrados por lado, donde dentro se erguían numerosos templos y salones más pequeños rodeados de bellos jardines y manantiales.
En ese paraíso escondido entre gruesos muros de piedra sin ventanas, una pequeña llamada Izel, ocupaba un pequeño recinto rectangular con tres habitaciones que compartía con su cihtzin –abuela – y una macehuali llamada Xochitl.
El día en que Izel nació, su nantzin –honorada madre – la encomendó a su madre. Desde entonces, su Cihtzin se hizo cargo de la pequeña. Izel nació princesa, hija del emperador Azteca. Su vida era cuidada en forma especial por provenir de la misma Metzli –luna – lo cual significaba que era una elegida por los dioses para llevar acabo una misión importante para los suyos.
De tez blanca como luna, ojos amarillos, cabellos negros como la noche y una figura esbelta y danzarina, la Princesa Izel era una niña de siete años que no solo portaba con orgullo su título de realeza, sino que crecía con las inquietudes y fantasías de cualquier otra pequeña de esa edad.

Crayola 25/04/2007

Ausencia. De Crayola

El cariz en tus ojos cambió. Tu mirada se volvió indiferente. Pero no me di cuenta cuando paso. Y los besos se escondieron de los labios, y tampoco me di cuenta. Me ocupé tanto de ti que me olvidé de mí. Por estar pendiente de que me amaras, me olvidé de amarte. Por vigilar tus pasos, me olvidé de acompañarte. Y te até al pie de mi cama sin ver que la que no estaba era yo. Te poseí tanto que me quedé sin nada cuando te fuiste porque me llevaste contigo. Tal vez me pegué a tu piel, o tal vez solo me aferré a tus pies para no dejarte ir. El armario aún guarda tus camisas. Las sábanas aún tienen tu olor y tu humedad. El libro en el buró sigue esperando a que lo abras y lo leas. No sabe que te fuiste y lo dejaste esperando en la misma página. Tu taza sigue en el mismo lugar, todavía tiene un sorbo de café con miel sin sabor. El último que dejaste sin tomar. La casa está llena de ti. De todo lo que se quedó sin terminar. Inhóspita y sola. Las horas van y vienen errantes sin destino. El reloj de la sala se detuvo al momento en que saliste, cree que volverás. Te espera. Yo no te espero, solo te extraño. Todavía no se que hacer con tanto espacio vacío. He buscado en mi cama los restos de tus recuerdos pecaminosos porque me haces necesitarte en el cuerpo, y en el alma, y en mi vida. Pero te fuiste y solo te puedo extrañar.

Crayola 20/04/2007

Mujer rota. De Crayola

Bill Brandt (3 de mayo de 1904 - 20 de diciembre de 1983)

Las horas pasan tan lentas, tan sobrias y desenfadadas, tan pasmosas, que me irritan, me desesperan, me atormentan. ¿Por qué no sólo pasan y se van? Parecen detenerse frente a mí para burlarse con sus muecas. Les doy la espalda y las escucho reírse de mí, pecaminosas. Murmuran. Y me fastidio el carácter y me sumerjo en mi mar de silencios donde mis pensamientos flotan errantes, a la deriva. Y en la profundidad de ese mar negro escondo mis recuerdos. Esos recuerdos que duelen, que pesan como lastres y siguen aferrados en mi memoria, como tatuados en lo mas hondo de mi ser. Hay días que me levanto y no entiendo para qué. A la misma rutina agobiante. El marido, los hijos, el negocio, la vida sin sabor. Y la tarde llega y cae en otra rutina con el mismo cariz. A veces esperar la noche es un aliento, será porque tal vez mañana sea un buen día para despertar. Que inhóspita me parece esta casa. Los muebles insulsos que cambio una y otra vez de lugar para encontrar eso que busco y que quizás encuentre cambiándolo todo, pero no encuentro nada. Y esos cuadros en la pared descoloridos. Pero si tengo todo, por qué siento que no tengo nada. Estoy rodeada de personas que me aman y entonces, por qué me siento tan sola. ¿Cuándo perdí las sonrisas francas? ¿Cuándo se me fueron los sueños? ¿Y las ilusiones? Ni siquiera las recuerdo. Y que cansado tener que tragarme la angustia, la rabia que me invade, la tristeza que me ahoga. Y seguir adelante contestando una y otra vez que no me pasa nada, cuando en realidad me pasa todo. Me estoy desmoronado lento, quedito y nadie lo nota. Mi alma se a quebrado en cientos de pedazos que fueron a dar debajo de la cama. Temo buscarlos, porque temo no encontrarlos y quedarme incompleta, vacía, rota. Me aterra convertirme en sombra, en nada. Y que nadie me vea, y que nadie me sienta. Y que la miel de mis labios se transforme en hiel. Y que me desvanezca…y…
¿Alguien escuchará mis gritos en el silencio?

Crayola 19/04/2007

Hija de la luna. De Crayola

Montaje, fuente de imágenes Internet

La noche había caído sobre la gran Tenochtitlan cubriendo de sombras los templos y barrios. Los Mexicas corrían presurosos a refugiarse en sus viviendas para evitar mirar el pecaminoso fenómeno del cielo. La noche había traído consigo una inesperada luna llena amarilla, augurio de mala suerte. Los huehues –los viejos- no lo habían advertido en sus tantos estudios astronómicos y se encontraban nerviosos. Un inhóspito silencio reinaba en el imperio Azteca.
En una de las cámaras del Templo Mayor, Zeltzin luchaba con todas sus fuerzas para seguir aguantando dentro de su cuerpo a la criatura que estaba por dar a luz. La Nahoa –partera- llevaba horas impidiendo con infusiones de miel y maíz, que la delicada doncella pariera esa noche.
Zeltzin –flor delicada- era descendiente directa de Metztli –la luna– y quinta esposa del emperador azteca. Era su primer alumbramiento y se esperaba que pariera dentro de una luna más a un varón. Sin embargo, el cariz de su gestación cambió de pronto al comenzar el fenómeno celeste. La luna amarilla era invadida por las penumbras y Zeltzin daba a luz a una criatura prematura.
La habitación del parto estaba cubierta de pétalos de diversas flores y hojas de maíz. Varios sumarios despedían hileras de humos con olor a eucalipto y sabor menta. Zeltzin sentada en cuclillas en medio del cuarto, se sostenía con dolor de una cuerda que pendía de una viga en el techo para poder parir. La Nahoa detrás de ella, recibía entre mantas bordadas a la cría.
El llanto de la criatura rompió el silencio. La partera dio un grito guerrero entre cánticos errantes que indicaba que había nacido una mujer. Cortó el cordón umbilical y lo dio a la nanti –madre– para que lo enterrara junto al fogón como señal de que la niña sería buena para el hogar.
Zeltzin tomó en sus brazos a su hija y acarició su blanco rostro. Vio con asombro que la niña la miraba con unos ojos amarillos como luna llena.
Eres hija de la luna. Tepiltzin – hija privilegiada –Tu nombre será IZEL –única. La madre la besó y murió.
El emperador conoció a su hija tres días después como era costumbre. La pequeña fue llevada ante su padre y los huehues. El Teopixqui –sacerdote– la examinó y vio en sus ojos su destino. La bautizó Princesa Izel y su futuro se escribió en el amoxtli –libro- sagrado.

Crayola 18/04/2007

La misión de Aleezah. De Crayola

Aleezah se levantó con el alba. Después de rezar salió de la pieza donde dormían aún sus cuatro hijos y su esposo Alí y se dirigió a la otra habitación de su pequeña casa para preparar el desayuno. Encendió con cuidado el fogón y puso a calentar agua para el té. Mientras amasaba con harina de trigo y miel los panes que calmarían el hambre de su familia. Con amor y esmero arreglaba la desvencijada mesa de madera. Un raquítico ramo de flores recién cortadas a la orilla del camino llenaba de un fragante aroma la estancia. Al poco rato, uno a uno iban apareciendo los chiquillos dispuesto a devorar de inmediato su comida. Tal vez la única que tendrían durante todo el día. Seis panes y un poco de té era el alimento diario por semanas. A pesar de las limitaciones y la pobreza, Aleezah se sentía feliz de tener una familia unida y amorosa. Pero se sentía dichosa porque había llegado el gran día para todos. Su familia se llenaría de honor y tendrían dinero para no pasar más penurias.
A media mañana, Alí se despidió de su mujer con un beso en la frente y le repitió lo orgulloso que se sentía de ella. Aleezah, besó a cada uno de sus hijos y los vio marcharse por el inhóspito sendero hacia el poblado vecino en busca de trabajo.
Aleezah regresó a su casa. Cambió el cariz del lugar. Dejó su humilde hogar radiante y fresco y se sentó en medio de la estancia a rezar. Rodeada de varitas aromáticas, alejaba de su mente y cuerpo cualquier resto pecaminoso que tuviera.
Una hora después caminaba sin prisa hasta la gran ciudad de Bagdad. Como uno más de tantos caminantes errantes, pasó sin ser advertida por la seguridad de un custodiado edificio federal en el centro de la capital.
Minutos más tarde, Aleezah sentía el sabor de la pólvora en sus labios por tan solo unos segundos. Su cuerpo volaba en mil pedazos entre el humo y el fuego.
La muerte de Aleezah fue condenada por el mundo. Una suicida más. ¡Una terrorista! Esa noche, Alí y sus hijos cenaban cordero, pan, leche endulzada con azúcar y recibían las ofrendas de amigos y familiares por el honor recibido por la misión de Aleezah.

Crayola 13/04/2007

Penumbra. De Crayola

Femme assise, 1964 de Georges Malkine

Cada noche recurro al mismo ritual: pensar en ti antes de dormir. Pero no es tan solo pensarte, sino soñarte, y tratar de sentirte entre mis brazos que abrazan el vacío sin ti. Y me pregunto cada noche si acaso tú dedicaras tan solo un segundo de tus pensamientos en mí. Quiero creer que así es. Necesito creer que es así. Si supieras cuantas veces he imaginado tu silueta entre las sombras que se mueven sigilosas y silentes junto a mi lecho. Y cuantas otras veces he dibujado con mis dedos tu espalda en mis sábanas frías. Les hace falta tu piel. Les hace falta tu olor. Y te invento en mis desvelos. Tu recuerdo no me da tregua, me acedia, me acosa, y mis desvaríos toman un cariz que me convierte en un loco que desespera por tu ausencia. Grito callado tu nombre. Beso resignado la oscura soledad tratando de saborear tus labios de miel. La madrugada me ha sorprendido girando en mi cama de un lado a otro. Sudando. Mi cuerpo se afiebra con pecaminosas ideas con tan solo recordarte. Te deseo tanto que me duele el alma que se aprisiona en mi pecho. Y al final, tan solo me queda esperar el alba en mi inhóspita habitación con la esperanza de que tal vez un nuevo día me lleve a ti. Y tal vez un mañana mi corazón errante dejará de desearte porque te tendré al fin tan cerca que podré tocarte.

Crayola 11/04/2007

Morrison. De Crayola

Foto: ©Estefanía Pasamonte Sánchez 2007

Lo recuerdo aún lloriqueando en la ventana de la cocina. El pequeño felino arremetía con maullidos ensordecedores durante la noche para que le dejáramos entrar a la casa. Se callaba cuando recibía tremendo cubetazo de agua en plena cara. Pero después de varios minutos de silencio, empezaba el concierto de nuevo. Así pasaron tres días. Por las mañanas, David salía al patio a servirle un poco de leche en un platito, y el gatito respondía a su desayuno con un par de fieros zarpazos. La aversión era mutua. A David nunca le gustaron los peludos gatos y al cachorro no le gustaba ese hombre bigotón que le había estado bañando por las últimas noches. Pero dicen que del odio al amor hay un solo paso, así que esos dos terminaron siendo los mejores amigos. Morrison fue el nombre escogido para el minino y desde que sellaron su unión se hicieron casi inseparables. Morrison fue encontrado en un terreno empedrado entre matorrales. Al pobre lo habían tirado y olvidado. Pero sus quejidos llegaron hasta la ventana de nuestra habitación una tarde de lluvia y fue así como fuimos en su búsqueda. Al principio se negó a venir con nosotros, pero esa misma noche apareció con su maulladera y de ahí que insistió tanto que se quedó. Morrison fue un amigo especial para David. Después de tanta bañadera con la cubeta, Morrison le tomó gusto al agua, así que no se perdía de bañarse a diario en la regadera con David. A medio día esperaba atento el silbido de David al llegar del trabajo para correr presuroso y encontrarle en la puerta. Le saludaba con un suave ronroneo y le seguía por toda la casa. Por las tardes se tendía a los pies de David a ver televisión. Aunque ninguno de los dos veía nada porque se quedaban dormidos. Y ni pretender siquiera apagar el televisor, el uno despertaba alegando por el atrevimiento y el otro maullando. Eran un par de frescos. Era la primera vez que David había sido derrotado por esa especie animal y estaba prácticamente enamorado de Morrison. Pero el destino fabricó una traición. Después de un viaje en que Morrison no podía viajar con David, ocurrió la tragedia. Morrison fue atropellado y murió. Su presencia fue tan volátil para David, no pudo disfrutar más de su compañía. No hay día que pase que no le recuerde.

¡¡Miaauu!!

Crayola 04/04/2007

Foto: ©Estefanía Pasamonte Sánchez 2007

Su venganza. De Crayola

imagen extraída de artículos sobre violencia de género, fuente de imagen Internet

Un portazo activa la alarma en el cerebro. Y en el corazón que empieza a latir desenfrenado hasta casi doler. Y en la piel que suda el miedo en cada pequeña gota cristalina. El espacio en la habitación parece reducirse en cuanto más se aproxima él a ella. Y estallan las palabras y los golpes. Marina llora y grita casi por costumbre. Después de ser golpeada y sometida sexualmente por Jacinto su marido, camina tambaleante hacia la cocina a preparar algo de cenar para su esposo que quedó hambriento y exhausto tendido en el dormitorio. La mañana siguiente Marina sigue aterrada aún. Han pasado más de veinte años de maltrato y el dolor es el mismo de entonces. Mira por la ventana y siente que allá afuera ya no hay una vida para ella. Tarde o temprano morirá de alguna de esas golpizas, o tal vez contagiada por alguna enfermedad, o tal vez…
Así se quedan los recuerdos de Marina, colgados en un pasado que apenas dobló en la esquina. Ahora mira a Jacinto derrotado en esa silla de ruedas después de sufrir una embolia. Marina sonríe al verle. Llora de felicidad. No teme sentirse feliz por primera vez en tanto tiempo. La desgracia de su verdugo la hace sentir dichosa. Y esa dicha se mezcla con amargura. Y esa amargura le estruja el corazón. Jacinto está en sus manos. Depende de ella para seguir viviendo y él lo sabe, se lo dice con esa mirada de temor, con esos ojos que buscan desesperados un perdón.
El dolor envejecido y las cicatrices del alma no son suficientes para condenar una vida al rencor y el odio. Marina se levanta una mañana y decide olvidar y comenzar a vivir. Recoge en una maleta lo que quedaba de ella misma y se va.
Mientras camina por el sendero empedrado, Marina siente la volátil brisa fresca de aquella mañana de sol. Sonríe al cielo, sonríe al viento. Está viva! Su piel puede sentirlo. Su amor traicionado sanará con el tiempo, porque el tiempo cura las peores heridas.
Jacinto sigue postrado en su silla, viendo por la ventana, buscando los restos de la sombra de su Marina que se fue. Las lágrimas se le atoran en la conciencia y le duele. Sus quejidos serán atendidos en un centro de rehabilitación donde Marina le ingresó antes de partir.

Crayola 03/04/2007

Mal tiempo. De Crayola

Almada Negreiros- A Sesta (1939)

Sucede de pronto, como un torrentoso temporal que inesperadamente arremete contra todo, sin dar tregua, sin un minuto para buscar un refugio. Y al otro día, siempre sale el sol, y bajo su luz te das cuenta de las huellas imborrables que dejó aquel mal tiempo. Y aguantando los quejidos del corazón, hay que empezar de nuevo, buscar los pedazos y reconstruir, juntar cada piedra y volver a empedrar el camino. Así se asemeja tu silencio, tu voluntaria ausencia. Es tan extraño dormir a tu lado y no sentirte. Y cada beso que falta se va quedando en el olvido, y cada caricia se disuelve entre mis manos sin ti. Mis miradas derrotadas se esconden presurosas bajo mis pestañas para no sentir más la traición de tus ojos indolentes. Hasta tu olor es volátil, apenas perceptible. En sólo unos días nos convertimos en fantasmas, nos volvemos transparentes, lucimos descoloridos. Tiendes una barrera infranqueable que nos separa y, aun sabiendo que estas ahí, duele el no poder acercarse. Pero solo queda esperar. Sentarse a mirar por la ventana del tiempo, dejar que se calme el viento, dejar que la lluvia cese y que la noche caiga lentamente, sé que detrás de la azul luna te encontraré otra vez. Se que cuando abras los ojos la siguiente mañana, ahí estarás, con el mejor de tus besos en los labios. Porque al otro día, siempre sale el sol y el mal tiempo se va al cajón de los recuerdos.

Crayola 29/04/2007

Polizón. De Crayola

Un día solté las amarras y me eché a la mar. Cogí la brújula y la guardé en un cajón, y dejé experimentar al destino sin rumbo definido. Empaqué poco: una muda de esperanza, dos sonrisas, y una veintena de lágrimas. Todo en un pequeño carcaj que llevo sobre la espalda. Dejé a la soledad en el muelle diciéndome adiós con el gollete lleno de amargura preguntándose cuando volveré. Con grandilocuencia y arrogante mirada abandoné la orilla y me adentré en un profundo azul. ¡Qué sensación! ¡Qué libertad! ¡Qué fácil es sentir dicha! Sólo se necesita un pedazo de cielo para contemplar. Parada en un extremo de mi barco, navegué días y noches entre aguas calmosas y serenas sintiendo la suave brisa acariciando mi piel. Por las mañanas nadaba con delfines sobre la salada espuma, y por las tardes pintaba acuarelas de atardeceres en rojos y dorados. Una noche que contaba estrellas, un mimoso susurro llegó a mis oídos. Eran versos…Cerré los ojos y dejé que cada palabra paseara por mi mente, sin sospechar siquiera que cada una de ellas se anclaría en mi corazón. Y el tiempo se hizo lento, y el mar mas azul, y yo…yo aprendí a disfrutar de un nuevo lenguaje que me vicia. Sin saberlo, sin imaginarlo, un hombre escondido en mi tartana, navegaba a mi lado. Me acompañó a cada puerto. Me tendió la mano para no caer en cada tormenta. Veló mi sueño. Tragó en silencio mis saudades y miedos y los convirtió en destellos de felicidad. Me arropó cuando tuve frío. Me besó la frente. Me besó el alma. Pero tuve que volver un día a mi pretérito. Y tuve que regresar un día a una vida que tenía que seguir viviendo. Pero…y ahora… ¿Qué hago con ese polizón que se ha robado mi corazón?

Crayola 22/03/2007

En un barco de papel. De Crayola

Ahí se sentaba ella. En la misma banca de aquel viejo parque, bajo la sombra de un naranjo llegaba cada tarde y se sentaba a esperar. Llevaba consigo una caja de madera, tres hojas de periódico bien dobladas, y una lupa. Vestía siempre el mismo vestido. Entallado a su delgada figura, blanco con flores amarillas; unas sandalias y un chal de encaje color beige por si hacía frío. Su pelo recogido con un listón en una coleta que caía en su espalda. El gris de su pelo contrastaba con el color miel de sus ojos. Llegaba puntual a las seis de la tarde. Al sentarse, con grandilocuencia invertía varios minutos para acomodar su falda correctamente, su talle, su chal. Después colocaba los periódicos sobre sus piernas, y sobre ellos la cajita. Miraba a su alrededor, escudriñando con cuidado cada extremo del parque. Observaba detenidamente cada persona, cada rostro. Suspiraba con saudade al no encontrar lo que buscaba. Abría su cajita y tomaba la lupa en sus manos. Sacaba cartas que leía con la ayuda del lente. Leía cada una hasta terminar con todas. Luego guardaba todo en la cajita, metía la lupa y la cerraba. Volvía a mirar el parque, deteniéndose en cada detalle, en cada hombre que caminaba cerca de su mirada. Sin encontrar nada aún, tomaba los periódicos. Una hoja primero. La doblaba con destreza, despacio, midiendo cada movida y poco a poco aparecía entre sus manos un barco de papel. Si quedaba bien al primer intento, ya no utilizaría las otras dos hojas de periódico, las guardaba para el día siguiente. Se ponía de pie, andaba hasta una fuente, ponía el barquito de papel y lo veía alejarse ondeando entre el agua. Ahí emprendía cada tarde su viaje. Soñaba que se subía a la embarcación cargada de ilusiones. Se paraba siempre junto al mástil y buscaba el horizonte. En el navegaría hasta encontrar el mar mas azul. Pero el barco se hundía y desparecía en lo profundo de la fuente. Atrapando cada lágrima, regresaba a su banco. Recogía su cajita que guardaba el pretérito de su vida, su papel, y volvía sus pasos. Sus ojos daban una última mirada antes de partir. Su corazón aún conservaba la esperanza de verle llegar. No faltó un solo día al mismo lugar. El último día de su vida, se subió al barco de papel y se marchó para no volver.

Crayola 20/04/07

Melodía de media noche. De Crayola

Cuentan que hace mucho tiempo, en un lejano lugar –nadie sabe que tan lejano está- sucedió una historia que cambió para siempre las noches.
En un campo lleno de árboles, flores y un cantador río, vivía junto a una gran roca, Lucho el grillo. Pero no era un grillo cualquiera, no, que va, Lucho era un artista, tocaba la flauta con virtuosismo y cantaba, era admirado por todos los vecinos.
No lejos de ahí, entre unos girasoles vivía una familia de mariquitas. El señor Mariquito y su fina esposa eran muy respetados. Ellos tenían una linda hija que llevaba por nombre, Tita Mariquita. Se sabía bella, pero estaba llena de egoísmo y vanidad, nadie merecía siquiera otearla. Un hermoso cuerpo rojo brillante con perfectos puntos negros, un par de estables antenas que terminaban en una espiral que parecía perderse en el infinito, y un magnífico par de ojos azules enmarcados con unas largas pestañas, eran el martirio para más de un par de enamorados.
Pero nadie se le acercaba, no sólo porque el Señor Mariquito no lo permitía, sino porque ella misma no dejaba acercarse a nadie.
Una tarde, Tita mariquita se alejó de los girasoles y voló hasta el río. Ahí, una suave melodía le enterneció el corazón. Se trataba de Lucho el grillo que tocaba su flauta. Sin percatarse que alguien le observaba, siguió y siguió tocando hasta que la luna apareció. Tita Mariquita, embelesada ante majestuosa acutación, se acercó a Lucho el grillo y le hizo saber de su admiración.
Lucho el grillo dio un salto de la emoción. Tenía tiempo enamorado de Tita Mariquita, pero al saber que no tenía ninguna posibilidad, desistió de intentar llegar a ella y se conformó con inventar las más hermosas notas de amor y regalárselas al tocar su flauta.
Una historia de amor surgió, pero el desenlace fue terrible. El señor Mariquito se enteró de los amores entre Lucho el grillo y su hija, y le mandó desaparecer. Tita Mariquita, cabizbaja, regresó a encerrarse tras los girasoles, su postura fue la de nunca más salir.
Por otro lado, cuentan que desde aquel día, las noches se llenaron de melodías, dulces notas, murmullos y cantos diversos. Algunos aseguran que es Lucho el grillo que sigue vagando por los campos, tocando su flauta, repartiendo su mejor repertorio como una eterna ofrenda de amor.

Crayola 07/03/2007

Diez años después. De Crayola

Pasó el tiempo. Ni rápido, ni lento, y llegó el día señalado. Se cumplió la fecha de aquella cita que se prometiera en un arrebato de loca pasión un día tal de su juventud. Pero el destino ya tiene escrito nuestro camino. Ahí llegó él a cumplir con su promesa, con diez años más a cuestas, y más vida sobre sus hombros. El escenario, una plaza bulliciosa con el cantar de los pájaros sobre los naranjos y las ceibas. Un vendedor de fruta en una esquina. Otro mas vendiendo algodones de azúcar rosas y azules. Alejandro acostumbrado a su frío clima, se acongojaba dentro de su chaqueta, el sudor le picaba la piel, pero quería lucir lo mejor posible. Su pelo bien cuidado se alborotaba con el viento caliente y seco. No había su salina brisa tan conocida para que le bañara el rostro. Una banca se convirtió del lugar de encuentro, en su lugar de desconsuelo. Y el tiempo volvió a pasar. Se fueron a las seis de la tarde y con esa hora se fue el último rayo de sol. La noche cayó tras el campanario de la iglesia y la plazuela se iba quedando sola, tan sola como el alma de Alejandro que seguía esperando. Pero tuvo que reconocer al final que no había nada que esperar. ¿Cuánto tiempo había pasado sin hablarse después de aquel juramento? Tanto que ni siquiera notó que todo lo dicho se había olvidado. Inició su andar más lento que antes. Cabizbajo dejó de otear el norte. Se echó al bolsillo del pantalón su desdicha y caminó. Volvería a su querido sur, volvería a la orilla de aquel su mar azul. Su corazón sentía el mismo amor de siempre, la misma rabia de no tenerle. Ahora buscaría un mejor desenlace para su historia. Buscaría el amor más cerca, sin egoísmo, tal vez en la mujer que sigue a su lado, tomando su mano cuando caminan juntos por las calles de su ciudad. No volvería derrotado, ahí enterraría para siempre todo lo que soñó alguna vez. Eso lo haría regresar a su estabilidad emocional, no pensar en ella. Todo al olvido. Una nueva postura ante la vida. Solo que aún no sabía que haría cada vez que mirara al norte. No sabría que hacer cada vez que la luna le hablara de amor. Ya no sabría más que hacer al saberse definitivamente sin ella.

Crayola 06/03/2007

Ciego. De Crayola

Siento que sigo parado en medio del camino, esperando. No sé qué espero. Otear el horizonte no me sirvió de nada, nunca le vi pasar. Tal vez pasó a un lado mío y no me di cuenta. Tengo miedo al pensar que así fue, simplemente no lo vi. Es absurdo como se me fue la vida, como el tiempo se me escurrió como agua de mar dejando solo un rastro salado. ¿Tan ciego fui? O tal vez es que nunca le tuve cerca… Pero entonces, por qué me siento llorar por dentro, por qué lamento estar tan solo. Fue egoísmo tal vez, fue que quizás no nací para ello. De qué me sirvió aquella cama donde engañé a tantas, donde sacié mi carne caliente y apasionada. De qué me sirvieron tantos besos robados a aquellos labios que se me ofrecían con candor. Y aquella, la de piel más blanca, la de ojos color miel, aquella que se me clavó en el alma…le dije que se marchara. Y ahora, más solo que ese inmenso mar. Abandonado en esta vida que escogí. No supe cuando me casé con la soledad. Y tengo un bolsillo lleno de monedas y el otro, lleno de amargura. Y tengo todos los años encima que me roban la postura y estabilidad y me hacen caminar cabizbajo y de lado. Y tengo los puños cerrados, me angustia ver que si los abro en mi palma no tengo nada. Soy un pobre viejo dejado por el destino. ¿Cuándo me olvidé de mí? ¿Cuándo me quedé tan tristemente solo? Que desenlace más patético el mío. Ni siquiera el morir es un consuelo. Porque morir sabiendo que no fuiste capaz de amar, morir sabiendo que renegaste del amor…no es morir, es sólo continuar con la agonía después de la muerte. ¿Podría ser que encontraste algo mas allá? Podría ser. El amor pasó a mi lado y no lo reconocí.

Crayola 02/03/2007

Todo cambió. De Crayola

Ayer paseaba por ahí y la luna lloraba desconsolada. Me dijo que ya no hay parejas de enamorados que la quieran contemplar. Ya nadie le cuenta secretos. Su blanca luz se opaca con el psicodélico esplendor de las nuevas y artificiales luces. Las bancas de los parques están solas, tristes. La hierba está seca, no hay jóvenes ansiosos de amarse en el mullido verde. Y los pájaros escondidos en sus nidos, sus mañanas son menos alegres. El amanecer es igualmente hermoso que antaño, pero con tantos edificios no se puede apreciar. Y las azules nubes se tornan grises, se contaminan. Y el viento ya no soporta la indiferencia ante su cantar; el ruido se apoderó de la ciudad y el campo. Y el mismo tiempo se va presuroso, no se detiene a mirar un beso, no se detiene para eternizar una caricia. Hasta el mismo diablo, en intermitentes sollozos, se quejaba de la total soledad que sentía. Nadie le teme más, nadie le aprecia más. No hay dioses ni demonios para estas generaciones de hombres-máquinas. El estigma del pasado se está borrando lentamente. Solo importa el futuro. La velocidad. Llegar primero. Ser el mejor. Ya el corazón es solo un músculo más del organismo y es sustituido sin pena alguna por un pequeño pero eficaz motor de circuitos y cables. Ya la sangre no se entibia con un fuerte abrazo, ahora son tan distantes. La gente no se toca. Las personas no se miran. La unidad se quebró. Todo es apresurado, nada tiene sentido. Ya no hay amantes en los balcones, ni celestinas sonriendo con sorna detrás de las paredes mientras escuchan las promesas de los enamorados. El amor parece haber migrado, o tal vez se durmió en un sueño profundo para no despertar jamás. Desde que todo cambió, las sonrisas se me escaparon por los bolsillos rotos, las monedas que me quedaban, y los anillos aquellos que llenaban de fantasía mis tardes. Todo cambió y me quede ahí parada viendo como se vaciaban mis manos hasta quedar en nada.

Crayola 21/02/2007

Detrás del telón. De Crayola

Rellenar con cuidado mis párpados marchitos de sombra azul. Una fina línea negra delinenado mis ojos al borde de las pestañas postizas; mejillas rosadas, labios rojos encendidos. El cabello suelto, alborotado sobre mis hombros. El mismo ritual cada noche. Baño de cuarenta minutos en la tina. Asientos de agüita de hierbas: romero, lavanda, manzanilla y pachulí, como me aconsejó mi madre, y a esta su madre y así no sé por cuantas generaciones antes, para evitar embarazos no deseados. Supongo que en algún momento esto falla, nací yo, nacieron ellas. Después una crema para untar en mi vagina; según las viejas, esto elimina cualquier contagio. Esos hombres parecen estar podridos por dentro; son un asco. Mi madre al morir me dejó una unidad en el vecinadrio, sus prendas, sus tacones finos de aguja, sus medias de red! Imponderables. Su cajón de maquillaje, su collar de perlas. Unos cuantos trapos y unos pesos como herencia. Pero no imaginaba que también lo puta se heredaba. No imaginaba que llevaría un estigma ecuménico el resto de mi vida, cuando a los doce años mi vieja me rentó con el tendero a muy buen precio, mi virginal cuerpo costó muchas monedas entonces. Todavía recuerdo que fue la última vez que sentí un abrazo de ella…Pero ¡que va! No tengo tiempo para idioteces y cursilerías, en un par de horas dará comienzo mi actuación: la gran Madame, la gran Puta diría yo. La gran inventora de intermitentes orgasmos. La que lame con grima esos miembros hediondos y viscosos. La que grita de placer fingido y con sorna, mientras ellos brincan como ridículos chapulines para terminar con un lastimoso gemido; embarrados, exhaustos y bañados en sudor. Este maldito clima tropical que lo empapa todo. ¡Pobres diablos! Pobres ilusos. Carcamanes, sádicos, libidinosos, puercos…hombres. Si supieran cuanto los desprecio…pero que bien pagan por un par de buenas corridas. Y que lástima me doy yo. Ahí está la actriz de sueños. Es hora de levantar el telón. Es hora de derretir el hielo y cubrir mi cuerpo con calenturas ajenas. Cuánta repugnancia me provoca mi imagen en el espejo. Esa soy yo, la que se vende por un puñado de dinero, la que solo aprendió en la vida a comerciar con besos y caricias….Que mas da…que alguien pague por ellas.

Crayola 17/02/2007

Envidia. De Crayola

Ahí están ellos, los amantes perfectos. No conformes con ese amor que se tuvieron mientras vivían, al morir juraron permanecer por siempre juntos y el destino se los concedió haciéndolos inmortales. Los dejó como un estigma perenne, indelebles. Ahí están impregnados en la misma tierra de la que surgieron alguna vez. Tan perfectamente enlazados en un abrazo. Tan eternos. Formando una sola unidad indivisible a través del tiempo. ¿Cuántos amaneceres vieron juntos? ¿Cuántas lunas contaron en su sepulcral silencio? Se les ve felices aún. Los años que han pasado no han hecho mella en ninguno de los dos. Cuántas especulaciones han surgido desde su aparición. Dos esqueletos abrazados. Al desenterrarlos se descubrió toda una historia, pero también se despertó el diablo de la ambición y el del saber más. La primicia de estudiarlos, de indagar de donde vienen, quienes eran, cuales eran sus nombres. Y así, intermitentemente seguirán violando su íntima unión hasta que se cansen, o encuentren otra cosa mejor que hacer. Pero a ellos dos pareciera no importar cada flash, cada mirada atónita, cada exclamación de asombro y sorna, cada minuto que se invierte en verlos. Están tan enamorados que no tienen cabida para nada que no sea su amor. Se han ensimismado el uno con le otro a tal grado que se han convertido en un solo ser. Fundieron su amor en ese abrazo tan viejo como la vida misma. Sus cuerpos jóvenes y con olor a hierba, ahora están marchitos guardando el polvo de las décadas, con olor gastado. Que envidia da ver esa muestra de amor. Que envidia yacer abrazado a tu amado. Morir mirando sus ojos, morir tocando sus manos. Y volverse antiguos, y volverse siempre.

Crayola 13/02/2007

Jugando a la Mamá y el Papá. De Crayola

Fuente imagen Internet

La niña se pone el vestido con flores de mamá, usa sus tacones rojos y su collar de perlas. El niño se cuelga al cuello la corbata a rayas de su padre y se dibuja un gran bigote bajo su nariz. Con gran pompa desfilan frente a sus padres pretendiendo ser una pareja; esposo y esposa. Todos festejan la ocurrencia de los pequeños. Después el juego termina y se olvidan de él. El niño regresa con sus padres a casa y la niña se queda en la suya siguiendo con su ficticio juego de ser mamá. Ahora cambia pañales y da biberón a su muñeca Lola. La arrulla entre sus brazos y le promete cuidarla toda la vida.
Un día la niña crece. Su cuerpo se va transformando dando paso a una joven hermosa. La niña quedó hibernando allá en una esquina del olvido. Ahora la quinceañera pinta sus labios con carmín. Sus mejillas se arrebolan y sus cabellos negros ondulan con el viento. Y su olor a hembra nueva inunda su espacio.
Una tarde en la escuela se reencuentra con aquel pequeño que solía ser su compañero de juego. Las nuevas miradas provocan sensaciones desconocidas. Las hormonas empiezan una fiesta sorpresa para los dos. Surgen de sus corazones las nunca dichas frases de amor. Un poeta y su musa. Una poetisa y su amante.
Se han infectado con el virus del amor. ¡El amor lo justifica todo! Los besos y las caricias recién estrenadas caldean sus cuerpos. Sin conciencia se entregan al abismal deseo que les consume su desnudez. Felices retozan horas, y después cada día, y luego quieren mas.
Otro día la joven despierta asustada. Su período despareció de pronto. Su cuerpo le envía señales de que algo está pasando. Algo que nadie espera que pase. Eso le pasa a otros, no a ella.
Dos meses pasan y la joven ahora sabe que está embarazada. El perfecto amante se ha ido. No sabe explicar donde quedó aquella maravillosa fantasía que vivía. La realidad es tan cruel. Enfrentar a sus padres. La escuela sin terminar. Un hijo en su vientre. Sola. El miedo durmiendo cada noche con ella.
Parió la joven. Una hermosa niña de cabellos azabache. Ahora sus noches son cortas. Desvelos entre llanto, pañales y biberones de verdad. Una vicisitud tras otra para una adolescente pretendiendo crecer a prisa, antes de que su pequeña hija le de alcance.

Crayola 07/02/2007

Escapando. De Crayola

El baño, 1989. Fernando Botero

El ánimo en la sala se había caldeado y ella prefirió retirarse sin decir palabra. No pudo evitar estallar en coraje contra todas esas seudo poetisas que la miraban con lástima. Al pretender salir con prisa del recinto, torpemente tropezó con todo provocando un pomposo escándalo. Se atascó en la butaca, tiró sus papeles, un vaso con agua… Ni siquiera se pudo agachar a recoger sus notas y poemas. Fue la burla. Es una burla burda y deforme. Parada frente al espejo, viendo su figura, recuerda las miradas de aquellas que fueron sus compañeras en la facultad de Filosofía, miradas de asombro y desdén. Ese día la realidad se le estrelló en la cara. Su cuerpo era irreconocible para ella. Se desnudó para buscarse. Buscaba sus pequeños pechos redondos y perfectos. Buscaba su talle esbelto y su estrecha cintura que parecía apretar sus costillas. Y sus piernas largas y sus caderas en simétrica armonía. Ya nada estaba ahí, apenas y lo recordaba como en un sueño. Tal vez nunca fue delgada, ya no se recuerda hace unos años atrás. No se dio cuenta como las vicisitudes en su destino la habían marcado. Una gran masa de carne cubre ahora su ser. Una gordura que le ha desfigurado su imagen frente a sus ojos. Hoy con sus más de treinta libras apenas camina. No puede hacer las cosas más simples y cotidianas. Bañarse es toda una odisea. Asearse después de orinar o defecar es agotador. Su sexo no lo ha visto en mucho tiempo. Las llagas mal olientes en su entrepierna no dejan de arder. Pústulas entre los pliegues de su espalda sudan y se infectan. Hay lágrimas rodando en sus mejillas y una sonrisa boba le dice que no se preocupe, ella es la gordita simpática, la que les cae bien a todos. Desde hace tres años que se enorme presencia causa gracia y pena. ¿Dónde estará ella? Parece que se ha ido a hibernar bajo esa mole de grasa y piel. Se pregunta si será capaz de salir de ahí y recuperar su vida. Ahí, detrás de su reflejo, está atrapada su verdadera imagen. Ahí detrás de esa mirada triste, asoma un poco de esperanza para seguir viviendo. Esa noche, decide vivir un días más. Se coloca su bata de dormir y mete al bolsillo su arma. Hoy no la usará, tal vez mañana.

Crayola 06/02/2007

El pescador. De Crayola

Fuente imagen Internet

Ha caído la noche sobre el mar. El azul se transformó en un negro profundo con tenues destellos plateados. La luna deja ver un tímido pálido halo, se le ve triste. Sobre esas aguas calmosas y caldeadas, una barca se mece con el vaivén de las olas. Recostado sobre la embarcación, mirando al cielo, un hombre recorre cada espacio del infinito. Escoge estrellas para ella. Cuando encuentra entre todas la mas brillante, estira su mano y la toma delicadamente con sus dedos. Un ligero tirón y se desprende del firmamento, ahora la estrella está en su mano. La mira con detenimiento, tiene que ser perfecta. Pero esa hoy no le ha gustado y la arroja al mar. Y después es otra. Y luego otra. Las aguas se van iluminando con gran pompa de los pequeños astros que flotan entre la espuma. Los peces adornan sus escamas con diminutos puntos de luz, mientras una tortuga atrapa un lucero para meterlo a hibernar bajo su caparazón. Y el hombre sigue buscando la estrella más bella. Le falta una docena de ellas. Teje un collar para su amada, un collar de estrellas. Las une por una de sus puntas con hilos dorados y en cada una escribe un poema. Ella es su musa y él cuál aprendiz de poeta le regala versos que inventa en sus desvaríos de amor. Porque le ama. Le ama como una diosa. Le ama con un amor que le desnuda el corazón. Un amor que lo hace soñar y sufrir y llorar y reír, pero que le ha dejado una gran ilusión. Aún no la ha visto, pero él sabe que vendrá. Seguirán pasando las vicisitudes de la vida y él seguirá esperando en su orilla del mar. Se convirtió en pescador de estrellas para hacerle un collar. La barca se llena de luz, esta noche, el hombre ha encontrado su pieza, una hermosa estrella para ella.

Crayola 02/02/2007

Las monedas. De Crayola

Fuente imagen Internet

Hace tiempo, sentada en la cocina de casa, con una humeante taza de café con leche, con deliciosa espuma en el borde que me dejaba unos dulces bigotes, escuchaba atenta las historias que me contaba mi Nana mientras ella amasaba la mezcla de harina y agua para hacer tortillas tratando de eliminar todas las pompas de aire. Contaba que un día cuando tenía unos doce años, trabajaba en casa de una señorona ricachona del pueblo vecino al de ella. Por ahí pasaba todas las tardes para ayudarle con el quehacer y recibía a cambio un par de monedas. Me dijo que un día tuvo que quedarse a escribir una decena de versos en la escuela, su maestra se empeñaba en convertirla en poetisa. Nunca entendió porque tanto aferramiento con esa idea, el caso es que ese día de tarea extra, llegó tarde a su trabajo. La señora un tanto enfadada, con los ánimos caldeados, le ordenó limpiar la parte trasera de la casa. Había un gran patio lleno de maleza que se apresuró a desnudar con un rastrillo. Al tiempo de estar escarbando entre las hierbas, topó con una bolsita que estaba enterrada. Se hincó y la desenterró con sus manos. Al liberar el paquete de su centenario hibernar, lo abrió. Para su sorpresa, encontró que estaba lleno de monedas doradas. Mi Nana en su inocencia de niña, corrió a avisarle a su patrona del hallazgo. La mujer revisó el contenido de la talega que le entregaba la pequeña. Observó y catalogó las monedas y atinó a decir después de un rato que no tenían ningún valor, no servirían para nada. La hizo regresar a su faena sin más explicación y se quedó con el pequeño tesoro. Y si que lo fue. La mujer a los días había vendido las monedas y triplicado su fortuna. Nunca le dio algún reconocimiento a mi Nana, por lo contrario, la despidió. Argumenté a mi Nana que porqué no hizo algo, decirle a todos, ella sonrió y me dijo que se trataba solo de algo material. Al tiempo, por vicisitudes de la vida, aquella mujer murió sola con todo su dinero, en cambio ella, había encontrado el amor y tuvo una gran familia que la hacía feliz. —Eso es lo más valioso en la vida mijita— agregó. Y siguió en lo suyo. Ese día aprendí una gran lección.

Crayola 01/02/2007

Pensando sin ti. De Crayola

Lovers in Bistro Brassaï (pseudonym of Gyula Halász) (9 September 1899–8 July 1984)

Te vi un día construyendo sueños azules. A partir de aquel momento, no hubo un solo día en el que un te amo no saliera de tu boca, no había conocido un solo instante en que tus labios no me regalaran el mejor de tus besos, no sabía lo que era pasar unas horas sin sentir que me pensabas. Pero un día decidiste que habías tenido suficiente de mí. Te conocí el corazón y cada pensamiento que guardabas en él, hoy apenas encuentro un latido que sea mío. Te veo ahora tratando de salvar lo que queda de ti mismo, las vicisitudes en nuestro camino pesan mucho. No te culpo por alejarte así, por querer recuperar lo que tú llamas cordura y razón; es tan solo que te extraño tanto! Me acostumbraste a ti, al intercambio de palabras, a nuestras historias y aventuras; a aquellas frases que caldeaban los ánimos hasta quedar con la sangre hirviente de deseo; llenaste mi vida con un aroma que inventé para ti, aroma a verde y viento. No se que contarle a la luna por las noches. Si le pregunto por ti, oculta su rostro de plata y me deja ahí en la ventana con el alma desnuda. Ya no entro en el disfraz aquel de poetisa; ¿recuerdas cuando te escribía versos? El amor puede ser tan frágil, tan volátil…como esas pompas de jabón que te hacen sonreír cuando las sientes posarse en la punta de tu nariz, y al segundo, revientan frente a ti dejando solo el rastro de lo que fue. Te pregunté si te habías cansado de sentir, solo dijiste que tu corazón se ha ido a hibernar en lo profundo de tu ser, que no quiere sentir mas. Saber tu decisión me estremeció, tuve miedo de sentir aquella soledad una vez mas, tengo miedo de saber que estas allá, pero ya no pensando en mi. Tengo temor de saber que los sueños que inventamos se están deshaciendo lento. ¿Tu crees que nos quede alguno? ¿Tu crees que podremos sentarnos juntos a tejer otros? A veces imagino que son como trozos de algodón que puedes hacer jirones y después juntar otra vez…a veces pienso que solo te he imaginado.

Crayola 30/01/2007

Santas Marías. De Crayola

Encierro total. Una celda asignada con lo esencial. Un viejo y desvencijado camastro, una mesilla, una vela y una ventana. Su nueva vida comenzaba. María Lucía, resignada, se desnudaba en soledad. Lo último que escuchó de su padre, fue que era una pervertida, mientras su madre se escondía debajo del velo que cubría su rostro. En el convento expurgaría su corrompida alma. Las órdenes superiores fueron determinantes: claustro obligatorio por seis meses; comería en su celda; se asearía allí; rezar todo el día; sanar su cuerpo con flagelación. Esa misma noche, María se revolcaba en sus ansias. Sudaba, se estremecía. Se arrodilló frente a su catre para rezar. La tenue luz de luna ancestral bañaba su translúcida cara. En medio de la plegaria, la puerta de su cárcel se abrió. Era María la criada. Una púbera cubierta con su hábito de inocencia y hastío. Un balde con agua y estropajo servirían para el lavado. En silencio, la criada María pasaba el trapo mojado por debajo del vestido de María Lucía. Recorría sus blancos muslos y rozaba con cuidado su vientre que temblaba. Las dos se miraban calladas. Las dos se necesitaban. María Lucía se despojó de su vestidura quedando completamente desnuda. Convido de su piel a María la criada. María la criada la acariciaba. Deslizaba sus manos por la entrepierna de María Lucía, curioseando, manoseando el pubis rasurado, inundando sus dedos de humedad. María Lucía sentía la alegría del pirata que respira la libertad del mar. Su propia libertad. La calentura de sus cuerpos se desfogó. Sus manos enloquecidas se recorrían enteras. Sus pezones ensalivados endurecían al contacto de sus lenguas alborotadas. De pronto, fueron antonomasia de amazonas guerreras. Las Marías se amaban. Por el día, María Lucía rezaba. Por las noches, sucumbía a sus arrebatos morbosos con María la criada. Seis meses después, María Lucía se alejaba para siempre del monasterio. La primera noche sola, María la criada se masturbaba en aquel camastro, consumida por las ganas del blanco cuerpo de María Lucía. Se conformaba con sus propias manos, soñando en aquellas noches de pin up plasmadas en los rincones de su memoria. Marías amantes, Marías amadas.

Crayola 26/07/06

Olor a ti. De Crayola

Es tu abrazo tan tibio. Me invitas a seguir. A continuar con esa lluvia de besos. A besar tu lengua desnuda. Tu espalda desnuda. Hueles a miel, a bosque. Sabes a río de noche. Eres perfecto. Amante. Cómplice. Eres el pirata que me embarca en su buque siniestro. Me montas con la ferocidad de las tempestades. Me abarcas con la plenitud de los mares. Me fundes en tu pecho de hombre. Mis pechos al aire se erizan con la humedad de tus labios. Me mojas de tus ganas. Me inundas con tus ansias. Es tan fácil sucumbir al placer. Enredarse en tu entrepierna, y aferrarse a tus caderas. El ancestral deseo de tenernos se convierte en alegre carnaval. Máscaras al viento. Música en la piel. Bebes mis alientos. Te sumerges en el agua de mi vientre urgido que te grita. Estremeces mis adentros con la explosión de tu sexo. De tu virilidad antonomasia de un cuento. Posamos con la desnudez del alma, con la libertad del amor. Tu cuerpo convida a más. Mi cuerpo ardiente te pide más. Tu sonrisa coqueta y mi pelo suelto se confabulan y se retratan como pin-ups antiguos. Las manos tocan, palpan, recorren los rincones secretos. Hurgan de nuevo en los antojos. Mi piel es tuya. Tiene tú olor. Me gustas así, tan ausente, y tan presente cuando nos hacemos el amor.

Crayola 26/07/06

La mancha. De Crayola

Una noche profunda y sobria. Me senté con comodidad frente a mi escritorio. La tormenta que se nos debía de hace tiempo, arreciaba con furia. El jardín se transformaba en una nava. Mi escritorio está justo frente a un ventanal. El cristal se empaña con facilidad y dificulta la visión hacia fuera. No me importa mucho, no me gusta ver hacia fuera en una noche así. Me olvidé de la lluvia y me sumergí de nuevo en mi escritura. Al releer lo escrito, no dejaba de sentir frustración ante la diatriba que salía de mi lápiz. Me quedé así, agachada mirando el papel. Una vela sobre la repisa difundía una tenue luz. Trémula y pálida. Las sombras cada vez eran más misteriosas. Danzaban en un silencioso vaivén. Sin quererlo distinguí una extraña mancha en el suelo. Como a un metro de distancia. Estaba cerca de la pared. Era una mancha alargada. Oscura. Parecía un bicho. Pero no lo era me dije. Es una mancha de pintura, recuerdo el día que pintamos la madera. Quise volver al papel y no pude concentrarme. De reojo miraba la mancha. Por impulso contraje mis pies. Volvía a la hoja sobre mi escritorio. Vi claramente que la mancha se movió. Ya no era una mancha, estaba segura. Se había movido, tenía que ser algún insecto. El terror se apoderó de mí. Tengo fobia ante esos bichos. Simplemente me paralizo. Miré de nuevo, solo una mancha. Mi corazón ya aceleraba. Un frío sudor me recorría la frente. Me tranquilicé, decidí levantarme y encender la luz. Me puse de pie y la mancha se movió. Se movía despacio, esperando. Parecía que se agrandaba. Mi respiración se cortaba. Como puntas de alfileres el miedo se metía por mis poros. Quería correr, pero parecía que había un sujetador entre mis pies. Era imposible moverme. La vela se apagó de pronto. La penumbra se mezclo con el miedo. Mi pie descalzo palpó algo. Me horroricé aun más. Era un insecto. Subía despacio por mi pie. El roce de sus patas en mi piel. Un duro caparazón. Unas antenas. Un grito agudo salió de mi pecho. Mi garganta seca me dolía. Corría dando tumbos en la oscuridad. Pude encender la luz, y ahí estaba. La mancha seguía en su lugar. No se había movido. Siempre fue una mancha. Pero se que me asecha. Se transforma. Vive. Me quiere matar de miedo.

Crayola 30/06/06

En penumbras. De Crayola

Ahí quedaron las copas. Dos. Con el cristal aun empañado por la espera. Se aburrieron. Se hastiaron. Se quedaron aguantando las ganas. La humedad nos las tocó. Ahí también quedó la botella. Aguardando paciente el contenido de su barriga. Reposando el dulce licor que altera los sentidos. Todo estaba perfecto. La luz sin alumbrar demasiado. Las sombras apenas oscureciendo los ángulos. Los destellos rasgando a contraluz como finos alfileres. No había de más. No faltaba nada. Allí se quedó ella. Esperando entre los espectros de las dudas. Solo se escuchaba la diatriba que profanaba el silencio. El tedioso silencio que la ahogaba. La sobriedad de la escena que la burlaba. Gritaba callada. Gritaba con los ojos. Y su corazón se partía en pedazos con la presión del sujetador. Miró el cuadro de su ventana. Miró el gris del cielo. Con la mirada morbosa, ella se tumbo en el sofá. Sonreía. Se carcajeaba de sí misma. De su estúpida credulidad. De su eterna paciencia fingida. Ahí en penumbras, ella palpaba los deseos sepultados en olvidadas navas. Fisgoneaba en su conciencia buscando rastros de dignidad. El telón bajó. El acto quedó sin continuar. Hacían falta dos. Solo estaba ella.

Crayola 23/06/06

La vieja cabina. De Crayola

Año 2050. El tiempo ya no es aquel de antaño. Aquel que recorría lento los senderos de la vida. La vida ya no es la misma. Todo parece ahora desplazarse sin sentido. La velocidad tomó posesión hasta de los más mínimos pensamientos.

Los autos vuelan con un nuevo sistema de propulsión. La comunicación se da mediante holográficas imágenes. La música es distinta. Ya no son aquellas pequeñas notas saltando rítmicamente en un pentagrama y produciendo bellas melodías. Ahora son solo sonidos acústicos que penetran y flamean directamente al cerebro y simulan una sonoridad.

El uso de teléfonos quedó descontinuado. Ahora las personas utilizan la telepatía para hablarse a distancia. Es una técnica un tanto compleja, pero para aquellos que se les complica, ya está disponible un casco especializado en estimular las ondas eléctricas cerebrales y así lograr la telepática comunicación.

Pero hay todavía en una vieja calle de mi barrio, una cabina de teléfono. Está roja desteñida. Milagrosamente los cristales han sobrevivido a la cuadrilla de lolailos que rondan las esquinas. Recuerdo tanto ese lugar. Siempre esperaba una llamada. Y aunque tenía teléfono en casa, me gustaba escaparme de la mirada atenta de mi madre para poder hablar con aquel que había robado mi corazón.

Escuché que remodelaran el vecindario. Seguro destruirán la vieja cabina. Y ahí, se quedaran para siempre enterrados en un zulo, todos mis recuerdos, todas aquellas conversaciones y suspiros que aun pendían de esos vidrios. Un nuevo arco vendrá a coronar los restos de aquella voz que tanto amé.

Crayola 14/06/06

Sombra. De Crayola

Ahí debe estar. En el callejón. Cubierta de penumbra, cubierta de polvo cansado. Ahí tras la figura poderosa de ese caballo, que resignado espera paciente a su amo mientras imagina que se aleja de ese zulo y trota libre por las praderas. En esa pequeña calle vagaba sin rumbos. Topándose con esos muros desquebrajados por el tiempo. Ahí perdí mi sombra, entre tantas otras sombras. Ahí se colgó un día de ese balcón, cuando era mi cómplice, cuando juntas esperábamos la cuadrilla de lolailos y nos escapábamos para ir detrás de amoríos efímeros. En ese pasadizo se me fue la vida esperando aquel guripa que me robó la razón. Mis sentidos flamearon y ese episodio dio paso a la locura. Soy un alma sin sombra. Sigo buscando en cada ladrillo un rastro mío. En ese paso estrecho donde las paredes parecen caerme encima y aplastarme, desaparecerme en la oscuridad de sus ruinas. Tal vez sería lo mejor, desaparecer como el sol al caer la noche. Dejarse caer como esas tejas viejas que se sujetan tímidamente de los techos sombríos. Aquí quisiera dejar de existir. En este sitio donde perdí mi sombra. Sin ella, no puedo seguir. Bajo el arco de la desesperanza solo morir. Mi añorada calle recordará mis pasos, mi andar.

Crayola 09/06/06

Beso lunar. De Crayola

Una noche profunda ataviada de negro, adornada con arcos de estrellas. Una noche íntima que guardaba en un zulo los secretos de las hadas y los cuentos de príncipes. Una noche donde solo bastaba un cielo, una arboleda, un paraje, tú y yo. Protagonistas de una mágica entrega. Una invitación a mirar de cerca el firmamento. En silencio y con miradas de complicidad caminamos tomados de la mano hasta el lugar. Al llegar, un concierto nocturno fue el preámbulo para los nuevos abrazos y los conocidos besos. Ahí, despojados de las prendas que flameaban en nuestros cuerpos, dimos paso al deseo y una inmensa pasión que nos embriagó. No hizo falta una gran cama vestida de seda, si al mismo tiempo la brisa noctámbula nos arropaba. No hizo falta la luz de las velas, si cada lucero alumbraba nuestras sombras entrelazadas. Una cuadrilla de luciérnagas ofrecía sus faros de luz trémula. Hojarasca crujía con el vaivén del ritmo del amor. Gotas de rocío confundidas con el sudor de la piel. Ahí, surgíamos como lolailos danzarines del crepúsculo bailando alrededor una fogata imaginaria. No hubo guripas, ni entrometidos, ni celestinos, solo tu carnal deseo convirtiéndose en mas que amor. Solo mi inocencia alborotada, aprendiendo a amar y a vestirse de caricias. Esa noche tan especial, la luna también me besó.

Crayola 08/06/06

La casa de las imágenes. De Crayola

Paredes viejas y cansadas. Ladrillos guardando en su polvoriento rojo grandes secretos. Grietas ocultando voces insospechadas. Todo el lugar encierra el misterio del tiempo sobre el tiempo. El marco ideal para un nuevo refugio que sirve de escape a una cuadrilla de intelectuales, de locos creadores, y de musas perdidas. En ese mismo lugar, paseaba por largos pasillos coronados por grandes arcos con olor a pasado, con aroma a vida añeja. Un par de galerías con sus blancos paredones vestidos de cuadros del artista en turno. Las recorría despacio, en silencio, perdiéndome en cada pincelada. Después era escoger una mesita. Alejada del tráfico de lolailos y guripas que como yo, también buscaban huir del mundo de afuera. Un café me acompañaba en esas tardes. Un café negro con un pintadito de leche. Dos de azúcar. Una servilleta y un bolígrafo hacían de herramientas. Entre sorbo y sorbo de bebida, dejaba salir de mi mente lo que mi corazón sentía. Escribía palabras que sin ser poemas formaban frases únicas para él. En esa vieja casona, soñaba con sus ojos color miel, sus labios delineados y su bigote dorado. Ahí imaginaba las miles de escenas que podríamos vivir juntos. Ahora entiendo el nombre del lugar: “La casa de las imágenes”. Sí, así se formaban frente a mí todas las imágenes posibles del amor. Ahí flameaba con mi mente y mis hormonas la sensualidad y la sexualidad que despertaban en mí, cuando lo conocí a él. Un estanque con peces de colores. Un cantante narrando historias de hadas. Era un espacio donde el reloj sucumbía ante las sensaciones. Un día lo llevé a conocer el sitio. Lo invité a entrar en mi mundo. Fue como dejar salir de un zulo toda una vida. Le mostré mi interior. Mi verdad. Mi pasión. Estoy segura de que ahí nos enamoramos aún más. Entre símbolos. Entre su imagen y mi imagen.

Crayola 06/06/06