Categoría: "CONTEMOS CUENTOS 10"

Espectro punzante. De Lirio

Entre el crepúsculo impenetrable, en la insinuación de mis recuerdos y fantasías, me sentía transportada hacia el lugar en que cada noche exhalaba de mi boca un pequeño gemido, una diatriba como si fuera dicha por mil demonios poseídos apunto de lanzar fuera de mi.
Sin poder pedir auxilio, en mi mente casi trastornada no sabía reconocer si era realidad o un sueño. Sólo me observaba solitaria en la nava, casi inerte, perpleja, distraída, desprotegida, a punto de ser devorada por el horrible espectro de ojos centellantes, afilados caninos ensangrentados, un largo y sobrio abrigo, y garras que a la luz de la luna parecían espadas.
Me ataba a su furia, a su fuego asesino, a su insaciable hambre de matar. Se divertía con mi dolor, con mis aullidos casi inhumanos, con mis ojos desorbitados y a cada paso del tiempo desgarraba mi carne.
Ante espantoso acto, al palpar mis heridas profundas, mis pupilas envenenadas de su sonrisa, mi cuerpo maltratado y destrozado, daba cuenta de que aún me quedaba vida.
En una daga clavada en mi lecho de muerte, sentí una intensa punzada, y recordé, recordé, que el día anterior me había puesto el viejo sujetador con un alfiler y me desperté.

Lirio 03/07/06

Noche de Fiesta. De Suprunaman

Jesús estaba sentado frente al ordenador viendo la película “Rocco Tarzán” y haciéndose una gayola, estaba a punto de eyacular cuando se abrió la puerta de la sala, de un salto quedó de pié encima de la silla de ruedas. Enfrente de él estaba su abuela, de pie y con camisón, con su piel arrugada, la boca desencajada y las cuencas de los ojos vacías, acercándose hacia el con un cuchillo en la mano. Jesús con la mano aún en su pene decía:
¡Coño, coño, coño!
El miedo y la excitación hicieron que su pene estallara en la cara de aquel zombi con cara de su abuela. La vieja empezó a gritar, a gesticular y su piel empezó a derretirse hasta que en el suelo sólo quedó un caldo verde y viscoso.
Ya estaba más sobrio y a oscuras, palpando por el pasillo tropezó con algo. Velozmente encendió la luz, su padre y su madre estaban allí, tenían el mismo aspecto que su abuela, y empezó una diatriba entre ellos
Noche de Fiesta, Noche de Fiesta, repetían una y otra vez.
¡Maldito José Luís Moreno!
Te vamos a matar Jesús.
¿A mi? Y una mierda, y cogiéndose de nuevo su porra les tiró un chorro de semen que también a ellos empezó a derretirlos.
El abuelo estaba sentado en el sofá, dormido, el abuelo siempre se dormía viendo Noche de Fiesta, así que era su esperanza.
Abuelo, abuelo despierta, necesito tu semen.
Vaya hijo, pues lo tienes crudo, yo ni con la Vinagra esa, que ya tengo 90 años.
Pero aún así y con la asiática que lo estaba matando accedió a ayudarlo.
Fueron al trastero, allí encontró una “recortá”, prepararon unos cartuchos con una mezcla de pólvora y semen.
¡Ahora verán esos malditos!
La calle era una nava, pasaron cerca del barrio chino, y una chinita con cara de zombi empezó a acercárseles, se quitó el sujetador, al parecer le apretaba y le cortaba la circulación. El abuelo se tragó tres visagras, se bajó los pantalones y dijo:
Vete Jesús, ya me encargo yo.
Dios en la puerta de la discoteca no cabía ni un alfiler, alguien se había encargado de enchufar Noche de Fiesta en la pantalla gigante y miles de zombis salían de aquella sala, el mundo estaba a punto de perecer. Jesús no iba a tener tanto semen.
¿CONTINUARÁ?

Suprunaman 30/06/06

La mancha. De Crayola

Una noche profunda y sobria. Me senté con comodidad frente a mi escritorio. La tormenta que se nos debía de hace tiempo, arreciaba con furia. El jardín se transformaba en una nava. Mi escritorio está justo frente a un ventanal. El cristal se empaña con facilidad y dificulta la visión hacia fuera. No me importa mucho, no me gusta ver hacia fuera en una noche así. Me olvidé de la lluvia y me sumergí de nuevo en mi escritura. Al releer lo escrito, no dejaba de sentir frustración ante la diatriba que salía de mi lápiz. Me quedé así, agachada mirando el papel. Una vela sobre la repisa difundía una tenue luz. Trémula y pálida. Las sombras cada vez eran más misteriosas. Danzaban en un silencioso vaivén. Sin quererlo distinguí una extraña mancha en el suelo. Como a un metro de distancia. Estaba cerca de la pared. Era una mancha alargada. Oscura. Parecía un bicho. Pero no lo era me dije. Es una mancha de pintura, recuerdo el día que pintamos la madera. Quise volver al papel y no pude concentrarme. De reojo miraba la mancha. Por impulso contraje mis pies. Volvía a la hoja sobre mi escritorio. Vi claramente que la mancha se movió. Ya no era una mancha, estaba segura. Se había movido, tenía que ser algún insecto. El terror se apoderó de mí. Tengo fobia ante esos bichos. Simplemente me paralizo. Miré de nuevo, solo una mancha. Mi corazón ya aceleraba. Un frío sudor me recorría la frente. Me tranquilicé, decidí levantarme y encender la luz. Me puse de pie y la mancha se movió. Se movía despacio, esperando. Parecía que se agrandaba. Mi respiración se cortaba. Como puntas de alfileres el miedo se metía por mis poros. Quería correr, pero parecía que había un sujetador entre mis pies. Era imposible moverme. La vela se apagó de pronto. La penumbra se mezclo con el miedo. Mi pie descalzo palpó algo. Me horroricé aun más. Era un insecto. Subía despacio por mi pie. El roce de sus patas en mi piel. Un duro caparazón. Unas antenas. Un grito agudo salió de mi pecho. Mi garganta seca me dolía. Corría dando tumbos en la oscuridad. Pude encender la luz, y ahí estaba. La mancha seguía en su lugar. No se había movido. Siempre fue una mancha. Pero se que me asecha. Se transforma. Vive. Me quiere matar de miedo.

Crayola 30/06/06

Sala de Juntas. De Monelle

“Regresaron a la inseguridad de sus ciudades. Pese a todo, sabían cómo se llamaba el monstruo que acechaba en ellas. Cuál era su rostro.”
Parroquia del Sagrado Corazón, Año de Nuestro Señor 1550.

Lo encontraron agazapado al abrigo de unas rocas, en el fondo de la nava.
Recogieron su cuerpo con extremo cuidado. Precaución necesaria, pues en la primera inspección, cuando se disponían a palparle el pulso, el lóbulo de la oreja se fragmentó.
El médico certificó su muerte sin poder dictaminar las causas de su aparente acristalamiento. De esa imposible congelación a mediados del mes de julio.
El velatorio se hizo más emotivo ante las incógnitas que hacían referencia al misterio que acechaba a la población desde hacía centenares de años.

Corría el año 1863, España combatía con el cólera por tercera vez en cincuenta años y los muertos se amontonaban por doquier.
Por extraño que parezca, en aquella comarca, nadie contrajo la temible enfermedad, es por ello que ante la diatriba de permanecer junto al foco de infección o resguardarse del mismo, muchos fueron los que huyendo de la epidemia se acercaron hasta allí.
Con tanta animación, pronto olvidaron aquél extraño suceso.

A más gente mayor progreso.- Musitaba el alcalde que ya presentía un sobrio aumento en las arcas municipales.
Podré remozar la iglesia. —Comentaba el párroco mientras colocaba más bancos ante el altar.

Pero no tardó mucho en volver a suceder. Durante dos días, las batidas se alargaron hasta altas horas de la madrugada. Cansados de no obtener resultados, resignados ante lo que ya sabían, decidieron abandonar la búsqueda.
Dos días más tarde se volvió a repetir el suceso, y así una y otra vez.
Los familiares de los fallecidos desesperados pedían explicaciones. Les hablaron de extrañas luces nocturnas; bolas de fuego; duendecillos; e incluso espectros. Argumentos injustificables. Ni tan siquiera la certeza de que los cuerpos serían encontrados, de que podían ser enterrados, les consolaba.

¿Qué podemos hacer?

Aquellos sueños de progreso se desvanecían con cada familia que abandonaba el pueblo.

¿Qué hicieron nuestros predecesores? —Se preguntaban.
Nada, como nosotros. No hicieron nada.

En ese momento, un grupo de vecinos portaban en una carreta repleta de heno, los cuerpos cristalizados de los últimos desaparecidos. Cuerpos que nadie reclamó y que, como sucedía desde hacía cuatrocientos años, fueron a enriquecer, con su presencia, la “Sala de Juntas” del Ayuntamiento de aquel misterioso pueblo de Castilla que espero nunca encontrar.

Monelle/CRSignes 290606

El retrato. De Naza

Tuve que mirar dos veces el rótulo de la calle para cerciorarme de que estaba en la dirección correcta. Calle Nava, esta es, me dije.
Qué distinta podía llegar a ser una calle cuando cierran los comercios. La gente desaparece, el sonido de mis pasos me recordaba que el encanto del bullicio de la mañana se convirtió en inquietud a esas horas de la noche.
¡Qué idiota eres!, me dije. ¿Toda una vida viviendo en internados y va a resultar que te da miedo una calle desierta? No debería empezar con diatribas contra todo lo que fuera nuevo en mi vida
El portal olía a cerrado y el ascensor desvencijado me pareció mucho más viejo que esta mañana. Palpé la barandilla de la escalera y sentí la vejez del edificio en mis manos.
Al abrir la puerta de casa la oscuridad del interior invadió el rellano del ascensor; subió por mis pies y me envolvió llenando mi cuerpo de frío y miedo. Cómo podía cambiar tanto un estudio visto esa misma mañana y que me pareció una autentica ganga que no debía rechazar. El piso reunía todas las ventajas que un soltero como yo desearía. Eso fue lo que hizo me decidiera por esta vivienda, bueno eso y la vecina, una preciosidad en sujetador que esperaba conocer en breve.
Cuando cerré la puerta tras de mí me acerqué a la cocina para ver si disfrutaba de la misma visión y me resultó curioso observar que no había ni una sola luz en el ojo patio. Sólo eran las nueve de la noche.
De las pocas cosas a las que presté atención esa mañana, fueron el pensar cómo podía mantener el hombre de la inmobiliaria el cartel con su nombre sobre su solapa si el alfiler estaba a punto de caerse, y lo segundo y más importante, cómo funcionaba el mando de la televisión.
Uno de esos canales emitía un sobrio mensaje. Una chica repetía de manera insistente “…estarás a salvo mientras no me recuerdes”. Comencé a adormilarme, el cansancio de una dura jornada me pasaba factura. ¿Quienes serán todos esos que aparecen en esa foto encima del aparador? ¿Y esa chica no es...?

Cuando desperté comencé a verlo todo de forma distinta, lo veía todo desde el interior de un retrato encima de un aparador.
Sentada frente al televisor una chica en sujetador nos sonreía a todos los de la foto.

Naza 28/06/06

Alicia y la felicidad. De Gulivert

La felicidad de Alicia tenía, en esta ocasión, una consistencia que no era habitual. Había que reconocer que Alejandro superaba de largo el nivel medio de sus últimas relaciones. Era, quizá, excesivamente sobrio vistiendo para lo que su mente alocada, soñadora podría esperar. Pero ello no influyó en su decisión cuando se encontró en la diatriba de aceptar una invitación como la que le había hecho el martes anterior. ¿Qué mejor manera de conocerlo que pasar el fin de semana en la casita de campo que él tenía cerca de Laredo?
El viernes pasó a recogerla con su magnífico coche italiano. De las pocas cosas que sabía de él, se había quedado con que era arquitecto y que estaba involucrado en un proyecto descomunal en la capital.

Sí, vamos a desecar diez hectáreas de pantano para transformarlas en navas de frutales. En el centro de la propiedad construiremos un centro industrial modernísimo.

Alicia escuchaba su maravillosa voz y la colocaba en las miles de palabras que, antes de llegar a verse, le había escrito en el chat en que coincidieron. Se habían ido enredando poco a poco en horas de insomnio y veladas de amor tecleado. Hasta que llegaron a la primera cita nerviosa donde se palparon en el silencio de las miradas que daban la conformidad a un futuro interesante, pensó Alicia.
Y allí estaba, viernes noche, en una preciosa casa solariega, en medio del campo más verde que jamás había visto. La estancia estaba decorada con gusto exquisito y en el comedor, enorme, la mesa estaba preparada para una cena romántica.

Subiré tu maleta a la habitación, ponte cómoda en el salón. Tienes, si te apetece, música al fondo, sobre el equipo –le dijo mientras se alejaba camino de la escalera que, supuso Alicia, llevaba a las habitaciones.

Le analizó mientras subía. Era alto y mucho más guapo que en aquellas fotos que le envió al principio por correo. El carísimo traje que llevaba le quedaba impecable, con aquella preciosa camisa rosa y la fina corbata que remataba un anacrónico alfiler de oro.
Ella fue al salón pero optó por la televisión. Puso las noticias y se aflojó el sujetador, un poco por comodidad, un poco por prevención. Él apareció al rato y se situó detrás del sofá donde ella miraba la tele.

¿Qué ves?
El telediario. Mira, ha aparecido otra víctima del asesino de la A.
¿El asesino de la A?
Sí, así le llaman porque todas las mujeres que ha matado tenían un nombre que empezaba por A. Ana, Azucena, Antonia, Alina...
Ya –atajó él mientras se soltaba la corbata.
¿Cómo las matará? –preguntó la chica, absorta en las imágenes del noticiero.
Muy fácil. Les clava un alfiler de oro en la nuca... ¡Alicia!

Pero la muchacha no tuvo tiempo de escuchar su nombre.

Gulivert 27/06/06

El jardín de la luz. Suprunaman

Nació de madre muerta. Su cabello era del color de la luna y su piel pálida tan fría como el hielo. Pronto la vistieron con un negro crespón.
Vivía en tierra de navas donde gobernaba la oscuridad. Decidió entonces coger su larga guadaña y abandonar aquel siniestro lugar. Quería encontrar las flores más bellas, de colores vibrantes y aromas dulces; deseaba llevárselas a su jardín que ahora se le antojaba triste, sobrio, gris.

No es violenta, no le gustan las diatribas, su acto es como quien corta el hilo que aún pende del alfiler.
Un llanto de bebé se esconde entre la mugre de la calle, ella lo recoge, lo acuna y le da su amor.
Un hombre mayor ha vivido la guerra, a muchos amigos y patriotas ha visto morir. Ve llegar a la sujetadora de la guadaña, ni siquiera tiene que preguntar, ya sabe quien es y su calor lo llena de gozo.
Una hermosa mujer se palpaba la vena, la heroína hace el resto y con los brazos abiertos la espera la muerte.
Muerte, su nombre está unido a su destino, día y noche Muerte recoge incansablemente las flores más bellas, flores que iluminan su jardín.

Suprunaman 26/06/06

Al filo de la madrugada. De Pez burbuja

Cierro la puerta. Me voy desprendiendo rápidamente de las dos piezas de mi sobrio traje de chaqueta. Tiro sin miramientos los zapatos de tacón al aire, mientras me desabrocho la camisa que cae desmadejada al suelo. Me palpo la espalda buscando el broche del sujetador mientras me dirijo al baño. Acabo de desnudarme y me meto en la ducha. Siento las gotas de agua como pequeños alfileres traspasándome, todo mi cuerpo se queja dolorido, exhausto.

Al filo de la madrugada me siento por fin, después de un arduo día de trabajo. Resulta tan agotadora la retahíla de tareas encadenadas en cada jornada, que a veces me siento como si en vez de caminar hacia delante, fuera caminando hacia atrás como los cangrejos. A lo largo del día, me sitian los problemas cotidianos, las responsabilidades, el trabajo, las diatribas de mi jefe, las tareas pendientes, conformando a mi alrededor una vorágine de la que no puedo salir.

Intento robarle unos minutos al tiempo para sentarme en mi rincón favorito con una taza de chocolate caliente, y ver pasar la vida a través de la ventana. Hasta esta parada me resulta costosa, como si fuera una pelota rodando por una cuesta, al llegar al final sigo rodando por inercia. Debo recurrir a mi instinto de supervivencia para quedarme aquí sentada. Entonces cierro los ojos, y me imagino aún como una muchacha pizpireta, correteando por las navas y sin más problemas que aprobar en el colegio y conseguir que el chico que me gusta me haga caso.

Y me voy a la cama con una sonrisa en los labios, y dispuesta a afrontar otro día con lo mejor de mí.

Pez Burbuja 26/06/06

Recuerdos del pasado. De Suprunaman

Rick estaba sentado frente a Sam, bebiendo una copa de bourbon.
Tócala Sam, dijo.
Éste, mirándolo con ojos de tristeza comenzó a acaricias las teclas del piano, su voz ronca y armoniosa iluminaba el local con recuerdos del pasado, sus ojos se llenaron de lágrimas.
Hacía varios años que Ilsa había cogido aquel avión. Una vez más, Rick pensaba en la forma tan sobria en la que se despidió de Ilsa. Una diatriba había en su interior, tendría que haberle dicho a Ilsa que se quedara. “Ahora ambos seríamos felices, Laszlo hubiera continuado igualmente con su guerra, pero nosotros…”
Sam terminó su canción, y un silencio inquietante se cernió en la sala, era como una tierra de navas, vacía e inhóspita. Esta noche Rick también dormiría en su café.
Era por la mañana, en la barra lucían varias botellas de bourbon. A Rick todo le daba vueltas, se sentía como si miles de alfileres se le clavaran en el estomago, se palpó la cabeza para intentar que aquella gran noria dejara de rodar. No pudo evitar vomitar. Maldito Victor Laszlo.
Eran las nueve de la tarde y el café de Rick estaba a reventar. Casablanca es el sujetador de aquellos que no saben donde ir, un alto en el camino que a veces es demasiado prolongado.

Suprunaman 23/06/06

La aguja de coser. De Naza

¿Somos todos iguales? Rotundamente tengo que decir que no. Si fuese así no estaría ahora encerrado en mi cuarto y con una perpetua que está a punto de caerme encima.

Los padres de Sara están abajo. Han venido a ver a mis padres y a pedirles explicaciones por mi actuación. Yo estoy arrepentido de haber hecho lo que hice. Ahora tengo que documentar mi defensa, es mi última oportunidad para redimirme ante ellos y sobre todo ante mi Sara.

Si algo había en el mundo que me gustara más que todo, eso era estar al lado de mi mejor amiga. Con ella aprendí el concepto de la amistad, indivisibles desde la guardería, nos buscábamos todos los días. Por las mañanas yo me sentaba en el escalón de su portal esperando a que saliera para ir juntos al colegio. Prefería jugar a cosas de niñas en lugar de practicar fútbol con mis compañeros de clase. Soportar las diatribas sobre mi persona fue algo a lo que me acostumbré pronto.

¿Te gustan las verduras? —Me preguntó un día la madre de Sara.
Si señora, me encantan las verduras —le respondí

Aún recuerdo la cara de sorpresa de mi madre ante mi respuesta. Cualquier cosa para estar junto a ella.

Pero un día todo fue distinto. Aquella mañana Sara se plantó frente a mí. Yo estaba sentado en mi escalón y cuando levanté la vista vi que ella ya no era ella. Durante el camino a clase la miraba de refilón. Algo había en ella que la hacía distinta. Ella me sacó de dudas.

¿Te gusta?
El qué.
¿No me notas nada?
Pues no, le respondí.

Entonces ella se paró frente a mí. En su rostro se reflejaba un tenue color rosa y debajo de sus ojos unas leves líneas negras, pero lo más sorprendente fue que su torso ya no era una tierra nava.

¿Llevas sujetador?
—dijo arrebolada de pudor.

Inocente de mí quise palparlo

¡No! — Gritó sobresaltada, —no puedes hacer eso. A partir de hoy todo será diferente.

Y bien distinto que fue. Los gustos comenzaron a separarnos y yo la echaba de menos. Todo por culpa de aquellas pequeñas prominencias que la distanciaron de mí.

¿Porqué llevas ese alfiler tan grande, Pedro?

Mis padres y los de Sara me observaban mientras yo bajaba las escaleras. Tenían todos un aspecto tan sobrio que daba miedo.

Naza 23/06/06

La quiosquera. De Chajaira

Quiero dedicarlo a los Castelloneses que me abrieron esta puerta aunque el pago fuera un barril de cerveza bien fría

Ramón, partía por primera vez a Escocia. Quería salir de la ciudad después de la diatriba a la que fue expuesto durante años tanto por su entorno familiar como por sus compañeros de trabajo.
Sólo le quedaba una joven amiga, una quiosquera de su manzana donde compraba el diario, siempre le sonreía cada mañana y le regalaba un caramelo mentolado. –Para refrescar su mañana- le decía, con ese característico acento británico.
Estaba dispuesto acabar con todo, desaparecería de allí aunque no sabía donde. Era su último periódico y seguramente la última vez que vería a Victoria. Casi como un impulso le preguntó –Disculpe, ¿su acento es inglés?No, respondió ella, escocés.
Creo que me marcharé a su país señorita— su mundo iba a cambiar.
Ella sacó algo que tenía dentro de su sujetador introduciendo su mano por la blusa. Era un alfiler plateado con la cabeza de un caballo celta, "le dará suerte", pronunció esta frase sin quitarle la mirada.
Agradeció el detalle con un beso en su mejilla y partió.

Aquel pequeño hotelito sobrio, de madera y decoración cutre con olor a humedad, estaba anclado en una nava, junto a un lago de agua dulce que parecía un gran estanque rellenado por los arroyuelos que bajaban por las colinas.
Una tarde, después de repasar sin éxito los anuncios de ofertas de trabajo, decidió dar un paseo por el lugar, un tanto irresistible y tenebroso a la vez, pero sin duda, hermoso. Un lugar de olores a musgo y sonido de ranas.

Se sorprendió y medio se asustó cuando al intentar sobrepasar por encima de los pedregales un pequeño riachuelo, salió de los helechos una hermosa mujer de cabellera inmensa y blanca, cubierta por un manto de seda verde que cubría sus pies y ocultaba su silueta. Lo sedujo sólo con la mirada, palpando su rostro. Y sin apenas darse cuenta estaba bailando con ella sobre las aguas.

Ramón pasó así a la vida eterna, tras el beso de una diosa de las aguas, La Glaistig, vampira con cuerpo de cabra, que acecha en las orillas en busca de su sustento. Pero antes de desfallecer recordó el alfiler que introdujo a través de aquellos vaporosos ropajes, comprendió entonces que su lugar estaba tras un montón de periódicos en la Plaza María Agustina de Castellón.

Chajaira 23/06/06

En penumbras. De Crayola

Ahí quedaron las copas. Dos. Con el cristal aun empañado por la espera. Se aburrieron. Se hastiaron. Se quedaron aguantando las ganas. La humedad nos las tocó. Ahí también quedó la botella. Aguardando paciente el contenido de su barriga. Reposando el dulce licor que altera los sentidos. Todo estaba perfecto. La luz sin alumbrar demasiado. Las sombras apenas oscureciendo los ángulos. Los destellos rasgando a contraluz como finos alfileres. No había de más. No faltaba nada. Allí se quedó ella. Esperando entre los espectros de las dudas. Solo se escuchaba la diatriba que profanaba el silencio. El tedioso silencio que la ahogaba. La sobriedad de la escena que la burlaba. Gritaba callada. Gritaba con los ojos. Y su corazón se partía en pedazos con la presión del sujetador. Miró el cuadro de su ventana. Miró el gris del cielo. Con la mirada morbosa, ella se tumbo en el sofá. Sonreía. Se carcajeaba de sí misma. De su estúpida credulidad. De su eterna paciencia fingida. Ahí en penumbras, ella palpaba los deseos sepultados en olvidadas navas. Fisgoneaba en su conciencia buscando rastros de dignidad. El telón bajó. El acto quedó sin continuar. Hacían falta dos. Solo estaba ella.

Crayola 23/06/06

Los cuatro psicodélicos. De Mon

En memoria de Trainspotting y de unos amigos.
A veces la psychodelia los tenía confundidos.
Yo estoy aquí.

Renton, Angie, Begbie y Spud

Maldita sea Spud, apaga esa puta música (los machaca calabazas), tengo un frío del demonio y la furcia de tu hermana no para de follar con Renton, por si fuera poco el jodido frío no me deja ni pincharme, haz algo joder, mírala, no se ha quitado ni el sujetador y la chuta aun le cuelga del brazo. Mierda.

Bahh —Spud ni se mueve, está tan colocado que solo puede concentrarse en un vaivén de colores orgásmicos que le recuerdan su primera paja, también tiene frío pero prefiere no moverse para notarlo menos. Mira la aguja manchada de sangre y le recuerda a su madre cuando tejía con un alfiler los calcetines de su primo que se marchó a la guerra de Vietnam para volver colgado como una mula, sin piernas y cantando canciones de los Rolings...

Si, si, Dios..Begbie, es el mejor polvo de mi vida, aun así no es ni comparable con un buen viaje, aparta que pesas un huevo, siempre te duermes cuando no estas sobrio.

Spud, grita: “Angie…, vamos a casa de La Madre Superiora (le llaman así porque nunca dejó el hábito, jajaja) estamos tiesos, llega el fin de semana y puede que se marche a las navas de Glasgow a ver pasar el puto tren. Esta colgado”.

Un día de estos dejaran en la calle a los cuatro psicodélicos, la casa esta cada vez más sucia, las paredes llenas de pintadas contra el dueño de la casa. “Por esta bazofia de casa y lo que nos sangra, qué más quiere”, babea Renton, que acaba de despertar con las piernas aun pegajosas por la marcha atrás.

Puag, Renton, la próxima lo haces en mi boca, mira como te has puesto. Date aire antes que el dueño formule una diatriba, debemos estar de vuelta con la pasta. Jamás permitiré que vendas tu culo al gordo del videoclub, qué asco pensar que luego le saco 20 dólares por vaciarlo un poco más. Maldito Hijo de Puta.

Salen dando tumbos y entre risas desencajadas corren escalera abajo, es hora de hacer crujir la madera de los escalones, ir a casa, tomar algo caliente, una ducha y mañana al cole, hay examen de selectividad.

Spud no te olvides la corbata, tus padres se enojaran.

Mon 22/06/06

Tema 1. De Locomotoro

"Queridos alumnos... No, no es un buen comienzo, ¿queridos alumnos? Os doy la bienvenida al cursillo de... Tampoco, qué chorradas son esas de bienvenida... además, todo el mundo sabe de qué es el cursillo. Y este dolor de cabeza que me pincha como si me estuvieran metiendo un alfiler en las sienes. Como alguno se me ponga chulo se va a enterar, me va a copiar todas las charlas de Ingres a sus discípulos unas quinientas veces. No... que yo, a buenas lo que quieran, pero cuando se me ponen tontos... una buena diatriba y en marcha." Todas estas meditaciones pasaban por su cabeza mientras hacía tiempo para entrar en la sala. Aún no había llegado nadie... pero tampoco quería entrar allí solo. Luego se le harían las horas eternas.
Abrió la botella de Remy Martin y se sirvió una copa. El frío hizo que se entumecieran sus dedos, pero sólo fue consciente de ello cuando distraídamente tomó un lápiz e inició unos primeros trazos.
Las fangosas navas que había en su mente, no le dejaban pensar con claridad, pero no le importaba... sólo trazaba, lo que fuera.
Los hielos se fueron consumiendo haciendo el licor más voluminoso en la copa. Al final, sin saber porqué, se levantó y dirigió sus pasos hacia la sala.
Era un lugar sobrio, lleno de luz, caballetes, sillas y figuras desordenadas. Se sentó ante uno de los caballetes y mientras trazaba al discóbolo en un amplio papel continuó dándole vueltas.

Me llamo An.... — Bueno, y qué coño les importará cómo me llamo.
Cuando comencé...— Ala, otra gilipollez.

Y continuó dibujando sin pensar demasiado. Estaba dando los últimos retoques cuando oyó un ruido como el que hacen los ganchitos de los sujetadores, pero pensó que sería algún ruido de la calle. Finalmente paró el agitar de trazos, ante el discóbolo que parecía vivo ante sus ojos.
Alguien detrás de él se atrevió a palpar su hombro, y entonces se giró asustado. Ante su sorpresa, estaba rodeado por un grupito de jóvenes que estaban contemplando su trabajo.
Entonces, se vio a si mismo en otra escuela, más joven y más tonto y vomitó lo primero que pasó por su cabeza.

Está bien, comencemos, saquen sus lápices y siéntense al lado mío. Esto es muy sencillo, pero vamos a ver de qué madera están hechos.

Locomotoro 22/06/06

¡AY, AMPARO! De Aquarella

¡Hoy entra oficialmente el verano! — Lo dicen con tono alegre en la radio, como si fuese una novedad. ¿Qué llega hoy? Hace más de quince días que se nos ha caído encima y nos está aplastando.

¡Qué calor! Ni siquiera son las ocho y los termómetros andan ya con el mercurio marcando valores superiores a los que puede soportar el ser humano, como sigamos así no voy a durar ni dos telediarios. Soy de Burgos pero vivo en Almería... no se puede doblar así el mapa, el cuerpo no está acostumbrado y se resiente. Otra noche sin dormir por culpa del calor y paso de la diatriba publicitaria contra los aires acondicionados y me instalo uno en casa. Bueno, seré sincero, además del calor la culpa de mi insomnio la tiene Amparo... metro y medio de sensualidad que se pasea por la oficina con una forma de moverse que nos tiene a todos descolocados. ¡Pero qué buena está Amparo!

Ahora que no nos oye nadie os diré algo, la única ventaja que tiene venir a trabajar es el aire acondicionado, así que hoy he venido pronto – más de treinta minutos antes de la hora de entrada – para estar fresquito y descansar un poco; ya sabéis, la típica “siesta de después del desayuno”... menudo invento, cuando lo descubran los japoneses seguro que lo patentan. Qué raro, alguien ha llegado antes que yo… encuentro en mi mesa una nota “El alfiler que sujeta este papel estaba antes en mi blusa, sigue las pistas y encontrarás un regalo” ¡No me lo puedo creer! ¡Es la letra de Amparo!

Estoy sobrio ¿verdad? – Me lo pregunto a mí mismo porque empiezo a dudarlo. Me siento como el personaje del cuento buscando las migas de pan para encontrar el camino pero ¡Ay de mí! A Garbancito no le pasaban estas cosas, la siguiente pista con la que tropiezo es un sujetador negro que hace que mi tensión arterial se dispare. La imaginación se desata y ya pienso en palpar esa parte de su anatomía que ahora mismo carece de sujeción... Un grito me sobresalta

¡Rigoberto Nava Palacios! ¿Se puede saber qué coño haces durmiendo en mi mesa?

¿Eh? Durmiendo... tu mesa... Amparo... — Incapaz de articular palabra, balbuceo una ridícula disculpa mientras mi encogido ego y yo huimos de su mirada – Si cuando yo digo que este calor me está matando...

Aquarella 22/06/06

La mala fortuna. De Monelle

El sudor resbalaba por su rostro proporcionándole una falsa sensación de frescor; cargaba sobre la espalda el fruto de la jornada. Se detuvo unos instantes para sentarse bajo un olivo. Registró sus bolsillos confiando en que tal vez algún mendrugo de pan hubiese resbalado hasta allí, pero no halló nada. Desprendió del sujetador la bota de vino, y la estrujó sobre su boca, apenas un par de gotas cayeron, había bebido más de la cuenta. No alcanzaba a comprender el porqué de su agotamiento, el día no había sido más duro que los anteriores; le echó la culpa al calor, aunque distaba mucho de hallarse sobrio.
El cielo soleado se había transformado; la sombra de unas nubes, inusualmente oscuras, presagiaba una torrencial lluvia que podía dificultar su paso por la nava. Aceleró el ritmo al sentir la primera gota; pensó dejar su carga en algún recoveco de la montaña, de esa forma llegaría antes a su hogar; el aguacero hacía impracticable algunos tramos de la senda. Tomó el saco portador de su sustento, y cuando se disponía a dejarlo bajo una roca, vio algo brillante que asomaba por entre la tierra mojada, justo al borde del precipicio.

-¡Maldita sea! Tenía que estar precisamente ahí. ¿Es que nada me va a salir bien hoy?

Con esta diatriba, pegó un salto para alcanzar un punto más próximo desde el cuál averiguar de qué se trataba. Se agachó palpando con fuerza por entre el fango, y lo prendió.

- ¡Ah! –Gritó mientras comprobaba qué le había causado tanto mal.

La sangre mezclada con el agua que caía apenas si dejaba ver aquel alfiler que semejaba de oro.

-¡Qué bello es!

Pudo comprobar que se trataba de una verdadera joya. De la herida continuaba manando sangre, pero no le importaba. Se sentía demasiado atrapado por el brillo áureo. No contento con su hallazgo, pensó que algo tan hermoso no podía estar sólo. El torrente había continuado su camino destructor lo que hacía peligrosa la estabilidad del terreno. Retornó la vista y el corazón le dio un vuelco. La fuerza del agua arrastraba oro, plata y piedras preciosas hasta el desfiladero.
Se sentía torpe, pesado. Aún así saltó. La fuerza del impulso y lo endeble del terreno hicieron el resto. Las gotas de lluvia resbalaron por su rostro que descansaba al fin.

CRSignes 20/06/06

La chica de mi vida. De Suprunaman

Después de la diatriba en el casino, Rick salió de la sala de juegos escoltado por dos vigilantes que lo cogían por los brazos.
En el aparcamiento restaba su Mustang de color rojo fuego. No estaba demasiado sobrio, pero de igual modo se dirigió a casa de Mad.
Mad vivía en las afueras, en una casa rodeada de navas, un lugar donde sus matones eran jueces y verdugos.
Ya estaba cerca, así que apagó las luces del flamante Mustang y se acercó algunos metros más. Palpó bajo del asiento y sacó su revolver.
Uno hacía guardia en la entrada. Rick se abalanzó sobre él, un golpe con la culata dejó al vigilante sin sentido.
El chirriar de la puerta alertó a Mad que salió al pasillo. Fue entonces que se encontró con el cañón de Rick en la frente. Lentamente empezó a retroceder hasta la estancia.

Tranquilo Rick, dime, ¿que es lo que quieres, dinero?— y metiéndose la mano en el bolsillo sacó un buen fajo de billetes.
No quiero tu asqueroso dinero, he venido a por Wonderly.
¿Wonderly?, no está aquí.
Dile que salga, se que está detrás de la cortina, desde aquí le puedo ver sus zapatos.
Wonderly, sal.

Wonderly salió de su escondite metiéndose la mano en el sujetador, sacó una pequeña pistola y apuntó a Rick.

No lo harás Wonderly, tira el arma— dijo Rick — Déjame en paz. Eres un fracasado. — Rick prosiguió —¿No te acuerdas de nuestros sueños?, París, abandonar este asqueroso país...

Aprovechando su estado melancólico, Mad se echó encima de Rick, ambos forcejearon con el arma hasta que se les escapó de las manos; frente a frente empezaron una pelea. Rick mareado por su estado etílico lanzaba los puños al aire. Como si de un alfiler se tratara, Rick notó un pinchazo en la nuca y cayó al suelo.

Bien hecho Calatraba, borracho como estaba y casi no puedo con él, menuda mole. Deshazte de él.
No Mad, por favor, ya me tienes a mi que es lo que querías, —dijo Wonderly, —haré lo que tu quieras, pero no lo mates.

Al despertar, Rick estaba atado de pies y manos, Wonderly lloriqueaba frente a él.

¿Por qué lloras preciosa? ¿No tienes lo que querías?
No —dijo ella. —Lo que quiero es a ti.
Pues desátame y seamos felices para siempre.

Suprunaman 20/06/06

Palabras para el "contemos cuentos 10"

El tiempo pasa rápido y más cuando uno se divierte, a punto como estamos ahora (vamos por el juego 89), de llegar al 100, el contemos cuentos 10 llegó con nuevas incorporaciones y las misma ganas que aún seguimos teniendo.
Las palabras seleccionadas para el mismo fueron:

ALFILER

DIATRIBA

NAVA

PALPAR

SOBRIO

SUJETADOR

Y por si alguien aún le quedaban dudas sobre nuestros gustos por los temas fantásticos, para la segunda semana nos pusimos la obligación de intentar escribir una historia de TERROR.