LA PATADA Y LOS JUBILADOS. De Marta
Por monelle elFeb 20, 2014 | EnMarta, CONTEMOS CUENTOS 34
A Venancio y a mí nos gusta ir a pasear al rompeolas. A lo largo de éste ha puesto el Ayuntamiento unos pocos bancos, para descanso de los paseantes más sedentarios. Éstos buscan desesperados un sitio donde descansar de los largos paseos, tras atravesar toda la floresta de los jardines, antesala del puerto. A nosotros nos gusta sentarnos en un banco del final del espigón, a la altura del faro, dónde la original patada. Disfrutamos de nuestro tiempo de jubilados intentando catalogar a las personas que de continuo llegan al muro final, antesala del faro, si dan una patada o no antes de volverse. Y ensayamos nuestras dotes de adivinación.
—Ese tiene pinta de patada —digo yo, viendo a un joven de cabello azabache dirigirse veloz al punto en dónde se da el puntapié de la buena fortuna, y cuando veo que efectivamente golpea el muro con las deportivas, grito con voz de ganador, — ¿lo ves?
—Pues esos no creo que ni se acerquen —comenta Venancio sobre un grupo de mamás y papás conduciendo cochecitos y niños, pero esta vez se equivoca y van todos en tropel a martirizar la pared.
—¿Y ese guiri? Como no tiene ni idea, se va a dar la vuelta sin más —y ocurre lo profetizado por mi modesta persona.
—Pues ese del chucho es patada seguro —asegura mi amigo.
Pero ocurre algo que nos deja paralizados: el perro da una patada a la pared a la vez que el amo y juntos, sincronizados, dan media vuelta y al unísono emprenden el regreso.
Y así pasamos las horas de buen tiempo, a partir del solsticio de verano. Días en los que, entre pasear, mirar a la mar y sentarnos en los banquitos de observación de patadas de personas y perro, echamos la tarde.
Marta 31/05/2007
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