Categoría: "CONTEMOS CUENTOS 34"

DE ZARKOV, FLASH GORDON Y BATALLAS ESTELARES. De Monelle

El alivio llegaba como el día, al abrigo de un sol que perfilaba el azabache nocturno de las montañas en ocre y rojo, resaltando las nubes. Precisamente, ese era el momento en el que dejábamos escapar la imaginación, despertando los sueños con los que disfrazar la realidad. Batallas estelares y conquistas del espacio corrían parejas entre las sombreadas nubes que adquirían la forma original de nuestros caprichos. Poníamos imágenes a la continua lectura de los cuentos y aventuras de unos héroes de tebeo: Flash Gordon o El Hombre Enmascarado que incansable le leía a Rafael. Horas de espera mitigadas haciendo tiempo hasta la llegada de Don Esteban, portador del remedio.
Si el cielo nos era grato, podía disimular mi desespero. A sus nueve años, Rafael, tenía que soportar un lastre que le alejaba por una ruta sin retorno. Él era consciente de su debilidad; sabía que las promesas de ayer se convertían en los juegos de una mañana cada vez más corta, como el día al acercarse el solsticio de invierno.
Don Esteban siempre llegaba con una sonrisa y alguna bagatela entre las manos con la que obsequiarle. Era entonces que descargaba en su cuerpo la pequeña dosis química con la que soportar hasta su próxima visita y que nunca era suficiente. Por ello inventamos los juegos.
Cuando el dolor arreciaba era fácil hacer de los quejidos los gritos de una guerra lejana, o convertirlos en las aclamaciones por la conquista de un espacio misterioso que, dibujado a nuestro antojo, se mostraba en el cielo y en el que las naves de unos enemigos —aquellas nubes que cruzaban el firmamento— luchaban hasta que los dragones o monstruos, que defendían su territorio entre las montañas y la floresta, se disolvían barridos por el viento enemigo capaz de aniquilarlo todo. En ocasiones, la naturaleza nos regalaba con los efectos especiales de rayos, centellas y estrellas fugaces.
—Mañana, Rafael, —le dijo Don Esteban —intentaré venir más pronto para jugar con vosotros. Siempre quise pilotar mientras combato a Mingo como el profesor Zarkov. Estoy convencido de que entre los tres lograremos cazar a esos furtivos que se resisten.
—Será estupendo —comentó entusiasmado.
Por la noche, Rafael se durmió planeando la batalla del día siguiente. Aquella mañana, se disolvió prendido de las naves de sus héroes por última vez.

Monelle/CRSignes 03/06/2007

EL NIÑO QUE QUISO SER AZUL. De Crayola

El circo azul, 1950  de Marc Chagall (Vitebsk, 1887 - Saint-Paul-de-Vence, 1985)

Contaré la historia de un niño especial. Chembo le llamaban. Nadie sabía de dónde había venido. No se conocían familiares, ni hogar, ni nada sobre este original chiquillo. Chembo era un pequeño esmirriado y medio feúcho. Flaco como espagueti. De ojos grandes y juguetones color negro azabache. No tenía pelo o, más bien dicho, parecía no tenerlo porque apenas se le notaba. Los que le conocieron, tenían que acercarse mucho a él para lograr distinguir unas mechas casi transparentes que cubrían su cabeza. Relatan que su piel era de un blanco enfermizo, casi cenizo. Le veían venir y le gritaban:
—Ahí viene el niño descolorido.
Y todos reían. Se mofaban del pequeño que entristecía con desespero cada vez que escuchaba esas palabras. Mi abuelo me contó que un día, después del solsticio, pasó frente a su casa. Tocó a la puerta y mendigó un pedazo de pan. El abuelo le hizo pasar y le dio de comer. Mientras Chembo comía, le contó al abuelo sobre el viaje que acababa de emprender. Dijo que una tarde, había arribado un circo cerca del pueblito de San Román. Grandes tiendas a rayas, payasos, animales, música y muchos globos de diferentes colores. Él no tenía dinero para ir al circo, así que se conformaba viendo de lejos la alegría de la gente. Inesperadamente, un globo color azul se escapó del circo y fue a parar a sus manos. El azul era intenso, brillante. Chembo nunca había visto un color así y fue tanta su admiración por el color, que decidió que él también quería ser azul. Le dijo al abuelo que llevaba días buscando ese color; en la floresta, en el río, bajo las piedras, pero que no había encontrado nada. Alguien le dijo que buscara el mar, que no había nada en el mundo más azul que el mar. El pueblo del abuelo estaba justo frente al mar. Chembo se despidió agradecido del viejo y se alejó.
Cuentan que Chembo cuando vio el inmenso océano, saltó de alegría y corrió hasta la orilla. Las olas lo mojaron con su continuo vaivén. El pequeño maravillado vio cómo su piel se fue tiñendo de un magnífico azul hasta cubrirlo por completo. Chembo se sumergió en el agua salada y desapareció. Algunos dicen que se ahogó, pero el abuelo cuenta que Chembo tan solo se transformó en un extraordinario pez con escamas color azul.

Crayola 03/06/2007

DE COLOR AZABACHE . De Mon

Especialmente un hombre también puede sentirse apollardado y desesperado cuando se le aplican unas normas que se dan por dictadas, cosa que un hombre por defecto no puede hacer. Y me refiero a esto para atacar dura y continuamente al FEMINISMO ya que personalmente, siendo anti-machista, no puedo comprender cómo se puede mostrar a la sociedad el feminismo como un arte victorioso sobre el machismo. Y es que, señoras y señores, estamos en el s. XXI, el siglo de la igualdad de oportunidades para todo el mundo, el solsticio cultural del respeto y del entendimiento entre seres humanos.
Tengo la sensación de que el hombre de hoy está siendo injustamente vapuleado tanto por leyes como por la opinión pública mayoritariamente femenina y la radicalmente feminista. Todo esto comienza a cansar ya a muchos hombres (entre los que me incluyo) que, sin saber ni practicar las injustas indecencias machistas, estamos siendo continuamente evaluados, enjuiciados y en muchas ocasiones vejados ante la NO justa repartición de los roles de este tiempo.
Si queremos una sociedad justa, debemos creer en las igualdades y apostar fuerte por ello, pero de nada sirve cambiar de dictador, machismo por feminismo, lo que hay que hacer es terminar con el dictador y pensar en una nueva floresta de oportunidades.
Sabéis que se acaba de aprobar una ley en la cual a un marido maltratador (que puede ser presunto) se le retirará la pensión de por vida y ¿por qué no a una mujer maltratadora? Vamos es que ni se menciona. Y a todo esto hay que añadir que a un amigo el cual está pasando por el apollardamiento más cruel, fue amenazado de denuncia por malos tratos sin estos haber ocurrido y es más durante el proceso de "puesta en la calle", la señorita amablemente le invitaba a que le pegara, ¡muy original, ella! ¿Quién es aquí el maltratado?
¿No nos estaremos equivocando señoras feministas? ¿No estaremos usando la ley para algo más?
Creo en la MUJER como persona y por ser hombre la considero una maravilla de la creación, tengo la sensación de que algo o algunos la siguen utilizando para no sé qué fin y a eso no hay derecho, menos aun si encima otros resulta perjudicados por esta manipulación.
Naturalidad y educación, amigos y amigas.

Mon 01/06/2007

ROSITA Y EL TIEMPO De Crayola

Relojes de Salvador Dalí i Domènech (Figueras, 11 de mayo de 1904 – ibídem, 23 de enero de 1989)

Una noche descubrió Rosita con tristeza que su tiempo no era suficiente para llevar acabo tantas tareas, por ello decidió llevar a cabo una recolección un tanto original. Todo comenzó en su propia casa. La siguiente mañana, Rosita hurgaba desesperada los cajones de su cómoda. Buscaba un antiguo reloj de plata que su abuela le había regalado. Lo encontró guardado en su cofre de madera azabache. Cuando abrió la tapa, ahí estaba la prenda, resplandeciente. Sintió nostalgia, pero aun así lo tomó entre las manos y lo despanzurró de un golpe. El tiempo que contenía se desparramó y Rosita rápidamente lo recogió y metió en una bolsita que pendía de un cordel de su cuello. Guardó lo que quedaba del reloj y se dirigió al resto de la casa para hacer lo mismo con los demás relojes que encontrara. Desbarató al reloj cucú. Desarmó el reloj de pared en la cocina. Le quitó el tiempo al péndulo de la estancia y, cuando hubo terminado con todos los relojes de casa, salió a las calles en busca de más. Se encontró con el reloj del campanario de la escuela y lo dejó inerte. Después el reloj solar de la plaza central. Hasta un reloj de arena vació para quedarse con su tiempo. Engranajes, manecillas, caratulas, cuerdas y tornillos, yacían esparcidos por los empedrados del pueblo de San Juan de Moró. Pero Rosita no se había percatado de que todo se iba deteniendo a su paso. Nada se movía. No había viento que meciera los árboles en la floresta. Las estaciones se detuvieron y el solsticio se confundió con el equinoccio. Las personas quedaron petrificadas sin poder seguir con su continuo ir y venir. Rosita se detuvo a mirar. Ya tenía suficiente tiempo en su bolsita, pero no le servía de nada en un mundo paralizado. Entonces, mientras lloraba desconsolada, un duende se apareció frente a ella y le dijo: Rosita, pequeña, no necesitas quitarle el tiempo a la vida, es la vida la que te regala un tiempo hermoso para disfrutar. Cada segundo, minuto, y cada hora, son tuyas. En ti encontrarás la sabiduría para organizar cada momento. Rosita sonrió al darse cuenta de que era verdad, solo ella podría resolver su problema con el tiempo. Regresó el tiempo a sus relojes y todo volvió a funcionar. Rosita aprendió a disfrutar sin prisas ni angustias cada segundo de su vida.
Tic... tac

Crayola 31/05/2007

SAROS: EL PEQUEÑO EMPERADOR. De Espantapájaros

De pronto la enorme habitación se iluminó haciendo resaltar las vivaces tonalidades de sus muros. Las imágenes de coloridos dragones y serpientes, por segundos adquirieron vida al igual que las figuras humanas de las pinturas, que parecían moverse entre juegos de luces y sombras.
Extinguido el resplandor, el silencio vuelve a apoderarse del entorno y envueltos en este manto de tranquilidad aparecen las figuras de Izel y Anti que observan con detención el lugar. A pesar de los constantes viajes, aun a los pequeños les toma un tiempo acostumbrarse a los cambios, así que por unos minutos se sientan en el suelo, acariciando la tersa suavidad de la loza que brillan al contacto de los continuos rayos solares que entran por un ventanal.
Pero la quietud es repentinamente rota por el sonido de unos pasos. Instante seguido entra corriendo al cuarto un niño vestido con una elegante y original túnica roja adornada por exquisitos bordados en oro. El muchacho de aproximadamente nueve años, desesperado se deja caer al suelo sollozando sin percatarse de la presencia de los niños. Izel, se acerca y tomándolo por el hombro le pregunta susurrante que le sucedía, pero el niño asustado se aleja.
—Tranquilo, no te haremos daño — le dice Anti extendiéndole su mano. Los extraños ojos rasgados y de un intenso color azabache le llaman la atención. —Mi nombre es Anti y mi amiga es Izel… ¿cómo te llamas?-
—Mi nombre es Pu yi —contesta temeroso.
—¡Precioso nombre! —acota Izel con una gran sonrisa que le da más tranquilidad al muchacho.
Pasado el nerviosismo, Pu yi les cuenta que ellos están en uno de los salones del palacio imperial, en la Ciudad púrpura prohibida, perteneciente a la dinastía Qing.
—¿Pero por qué lloras? —insiste Anti.
—Terminado el solsticio de invierno y cumplido los tres años —entre lágrimas relata —fui sometido a un régimen especial por ser heredero de esta dinastía. Desde aquél entonces perdí contacto con otros niños, no sé de juegos y jamás he corrido por las florestas que rodean el palacio.
Consternados por su relato, Izel y Anti lo invitan a jugar y corretear alegres por los pasillos de palacio hasta muy entrada la tarde, tiempo en que los niños deciden retornar a SAROS.
Lo que Izel y Anti no sabrán hasta mucho tiempo después, es que esos breves instantes permanecerán grabados por siempre en la memoria de Pu yi…el último Emperador de China.

Espantapájaros 31/05/2007

LA PATADA Y LOS JUBILADOS. De Marta

(Fuente de imagen Internet)

A Venancio y a mí nos gusta ir a pasear al rompeolas. A lo largo de éste ha puesto el Ayuntamiento unos pocos bancos, para descanso de los paseantes más sedentarios. Éstos buscan desesperados un sitio donde descansar de los largos paseos, tras atravesar toda la floresta de los jardines, antesala del puerto. A nosotros nos gusta sentarnos en un banco del final del espigón, a la altura del faro, dónde la original patada. Disfrutamos de nuestro tiempo de jubilados intentando catalogar a las personas que de continuo llegan al muro final, antesala del faro, si dan una patada o no antes de volverse. Y ensayamos nuestras dotes de adivinación.
—Ese tiene pinta de patada —digo yo, viendo a un joven de cabello azabache dirigirse veloz al punto en dónde se da el puntapié de la buena fortuna, y cuando veo que efectivamente golpea el muro con las deportivas, grito con voz de ganador, — ¿lo ves?
—Pues esos no creo que ni se acerquen —comenta Venancio sobre un grupo de mamás y papás conduciendo cochecitos y niños, pero esta vez se equivoca y van todos en tropel a martirizar la pared.
—¿Y ese guiri? Como no tiene ni idea, se va a dar la vuelta sin más —y ocurre lo profetizado por mi modesta persona.
—Pues ese del chucho es patada seguro —asegura mi amigo.
Pero ocurre algo que nos deja paralizados: el perro da una patada a la pared a la vez que el amo y juntos, sincronizados, dan media vuelta y al unísono emprenden el regreso.
Y así pasamos las horas de buen tiempo, a partir del solsticio de verano. Días en los que, entre pasear, mirar a la mar y sentarnos en los banquitos de observación de patadas de personas y perro, echamos la tarde.

Marta 31/05/2007

SAROS: EL LLANTO DE LOLO. De Crayola

La primavera se alejaba nostálgica de las grandes praderas de Alberta, Canadá, dando paso a un radiante y tibio verano. Izel y Anti salieron del portal de SAROS justo al iniciar el solsticio. Extasiados con la majestuosidad de verdes forestas y embriagados con un nuevo aire, caminaban por un camino paralelo al Lago Claire, donde salmones rosados navegaban río arriba.
Izel aún sentía su corazón angustiado. Escuchaba el continuo llanto de un ser que la llamaba con un desesperado clamor. Guiada por su mente, se dirigía hacia el lugar exacto de donde provenía el llamado. Anti la seguía atento sin perder detalle del entorno, vigilante y cuidadoso.
De improvisto, Izel dio un giro alejándose del cauce del río. Se internaron poco a poco en la espesura de un inmenso bosque de coníferas; grandes abetos negros y blancos, pinos, abedules, sauces temblorosos y alerces, todo un colorido de verde, amarillo y ocre.
Anti divisó a lo lejos un promontorio oscuro, parecía un animal.
—¡Es ella! La encontramos —dijo Izel, corriendo a toda prisa hacia el hallazgo, seguida muy de cerca por Anti.
Al llegar al lugar, descubrieron a un pequeño osezno llorando triste y asustado junto a su madre. Una osa negra tendida en una mullida cama de musgo, estaba herida.
—Soy Lolo. Gemía el osito. Mi madre y yo apenas terminamos de hibernar. Nos dirigíamos hacia el lago para que mi mamá me enseñara sobre la tierra y la naturaleza. Anti e Izel miraban con ternura al pequeño.
—¡Pero mi madre cayó en unas garras de metal! Lolo señaló hacia su madre. Miren, le está destrozando su pata, nunca podrá escapar.
Izel que había visto y escuchado en sus visiones lo que pasaba con Lolo y su mamá, estaba lista para ayudar.
—No te preocupes amigo, dijo Anti, nosotros les ayudaremos. Con mucho esfuerzo, hizo una palanca con su lanza que permitió abrir la trampa de hierro apenas lo suficiente para que mamá osa liberara su pata.
Izel colocó un emplaste azabache, que había preparado con hierbas y polvos que extrajo de su morral, sobre la herida y esta sanó casi de inmediato.
Mamá Osa agradeció la ayuda y Lolo se despidió con un gran abrazo de sus originales amigos. Anti les advirtió que se marcharan antes de que volvieran los cazadores humanos.
Satisfechos, Izel y Anti se tomaron de las manos y caminaron hacia un nuevo portal.

Crayola 30/05/2007

LAS TABLAS DE MULTIPLICAR. De Crayola

El solsticio de verano anunciaba el renacer. Nuevas flores y matorrales cubrían la floresta. La campiña celebraba después de una fresca primavera pintándose con más color. Todo ser viviente gozaba a plenitud del cambio de estación y reanudaban sus labores. La escuelita de la región no era la excepción y recordaba el regreso a clases con el inconfundible repicar de una campana.
Tilín…Talán… Y todos los escolares corrían a estudiar.
En el establo abandonado cerca del río, vivía Doña Teresa con su hijo Eladio. Eladio era un pequeño burrito gris, de grandes orejas y ojos azabache. Sería su primer año en la escuela, así que se levantó al alba, se dio un buen baño, desayunó su plato de alfalfa y con alegres rebuznos se despidió de mamá.
Tilín… Talán… La campana no dejaba de sonar.
Eladio apuró el paso para tarde no arribar. Trotaba continuo, sin mostrarse desesperado por llegar a la puerta de la escuela que ya veía desde lejos atiborrada de pequeños dispuestos a aprender la lección.
Tilín… Talán… Ese fue el último repicar, la clase va a comenzar.
El Profesor Conejo miraba perplejo a su nuevo alumno. Era la primera vez que un burro asistía a su clase. Con la nariz arrugada en muestra de disgusto por el estudiante recién llegado, empezó la clase de matemáticas.
Sumas y Restas, repitió el Profesor. Todos sacaron sus libros de aritmética dispuestos a estudiar. El Profesor Conejo lanzó una mirada furtiva hacia Eladio esperando verle sacar su libro. Pero Eladio no tenía libro, ni lápiz, ni cuaderno, ni bagatelas, solo la gran voluntad de aprender así sin más.
Toc… Toc… Sonó una descarga seguida por un grito gutural.
Eladio soltó un quejido al recibir los golpes del Profesor que gritaba sin parar por la falta de útiles escolares. Le sacó del salón de clase en medio de las burlas de todos. Las hermanas gallinas no paraban de parlotear; el mapache Pache se carcajeaba al verle pasar; los mininos le apuntaban con sus garras y los pericos remedaban su rebuznar.
Sniff…Sniff… Lloraba convulsivo el pobre Eladio sin parar.
Avergonzado caminó hasta la salida. Mientras, recitaba una a una las tablas de multiplicar. Entonces el Profesor Conejo mandó todos a callar. Solo Eladio repetía las tablas sin parar. Todos aplaudieron y fue así que Eladio se quedó con los niños a estudiar.
Tilín… Talán… Es hora de salir, repica la campana su sonido original.

Crayola 29/05/2007

TREN AL SUR: LLEGADA AL PUEBLO. De Espantapájaros

Aferrada a rieles y durmientes, la vieja estación trataba a duras penas de permanecer erguida, quizás tratando de mantener la orgullosa estampa de tiempos idos. Cuando era el punto de embarque obligado para el tráfico de cereales hacia todo el país. Pero hoy era solo un ruinoso pabellón oscuro como el azabache, de vidrios quebrados y puertas caídas…en fin, ya habíamos llegado al pueblo de Mulchen. Me sentía gratamente contento de aquella travesía en el coche de los comerciantes. En mi mente solo había un pensamiento: El viaje de retorno.
Nos habíamos alejado algunas cuadras de la estación, internándonos de lleno en el pueblo cuando a lo lejos escucho el silbato del tren con su original chu chu que anunciaba su partida.
El solsticio de verano traía consigo los agobiantes calores y el sol de medio día caía implacable y desesperado sobre las polvorientas calles del pueblo, que más que pueblo era un villorrio campesino de viejas casas de adobe con sus blanquecinas fachadas y tejas de arcilla. Por sus resecas calles transitaban una que otras tartanas tiradas por famélicos caballos y quiltros que salían rabiosos a ladrarle a su paso.
Algunos somnolientos lugareños capeaban el calor bajo la sombra de los aleros. Curiosos levantaban la vista al vernos pasar para luego volverla a bajar, como si dijeran: —Aquí no a pasao na`-.
—¿Cuánto falta mamá? —fue la angustiosa pregunta que le hice a mi madre mientras sentía en mis brazo el peso de los grandes bolsos con ropa usada.
—Falta poco —fue su escueta respuesta dirigiéndome una tierna y piadosa sonrisa
—Llegando a la plaza tomaremos la micro —acotó.
—¡La micro! —le dije mostrándole una desalentadora mirada. Ella solo sonrió
Así fue, minutos más tarde estaba sentado en un viejo autobús Caterpillar, el que entre tumbos y tumbos nos hacía saltar sobre nuestros asientos al transitar por los disparejos caminos de tierra. El corto viaje medió entre los continuos y molestos ronquidos del motor, los cacareos de las gallinas, los chillidos de los cerdos y el parloteo de los bulliciosos pasajeros, nuestro destino, -según mi mamá- estaba a tan solo a 30 minutos.
Álamo viejo, así se llamaba el lugar. Era una gran floresta de estos árboles, que uno al lado del otro, formando una hilera se perdían en la distancia.
—Aquí esperaremos hasta que nos vengan a buscar —dijo mi madre mientras tomaba asiento bajo la sombras.

Espantapájaros 30/05/2007

SAROS : El hombre pájaro. De Espantapájaros

En medio de una densa floresta y atado a un árbol, Ariki cumple su tercera jornada de cautiverio. Tan solo faltan horas para el comienzo del solsticio de primavera y para el inicio del Manutara. Él era el único representante de su pueblo capaz de derrotar al hijo del rey y así evitar un nuevo año de continua tiranía. Pero el rey se había asegurado su triunfo tomando prisionero a Ariki.
No muy lejos de allí, frente al mar donde se elevan las majestuosas figuras de roca llamadas Moai, se había abierto el portal de SAROS. En ese lugar Izel y Anti contemplaban extasiados la vastedad de sus aguas; maravillas de las cuales solo habían oído hablar en ocasiones a los sabios.
—¿Dónde estaremos Izel? —pregunta Anti aun pasmado por la extraordinaria belleza del entorno.
—No lo sé, pero he oído hablar tanto del mar que lo único que deseo es hundir mis pies en la arena y nadar —sí, tomando la mano de Anti corren hacia la playa.
Luego de jugar sobre las mullidas arenas y nadar en sus aguas deciden retomar el camino internándose en el bosque.
Al poco andar encuentran a un joven moreno de larga cabellera azabache atado a un árbol y custodiado por un centinela que lo atormenta a golpes.
Anti se aproxima en sigiloso susurrando palabras en su dialecto original.
En ese momento desde el árbol comienzan a descender ramas que terminan atrapando al guardia, el que desesperado trata de zafarse; mientras, Izel rápidamente libera al joven.
Más tarde, Ariki les cuenta que ellos están en una isla llamada Rapa Nui. También les comenta el motivo de su cautiverio y la necesidad de participar en la competencia para conseguir el primer huevo del ave Manutara. Si lograba derrotar al hijo del rey lo nombrarían Tangata Manu, o representante del dios Make Make, de esa forma guiaría a su gente con justicia y verdad
Al amanecer Ariki ingresa junto a sus dos amigos al pueblo frente a los sorprendidos ojos del tirano rey y su hijo, ya nada podría evitar que él compitiese. Pero Izel y Anti no acudirían a la competencia, tenían que seguir su camino. Entre abrazos de agradecimientos y buenos deseos se despiden de su nuevo amigo.
Poco antes de iniciar el viaje a través de SAROS, nuevamente se dirigen a la playa, a jugar entre las arenas y el mar.

Espantapájaros 24/06/2007

TREN AL SUR: EL VIAJE. De Espantapájaros

El continuo vaivén del carro, sumado a los rayos del sol de comienzos del solsticio de verano y que entraban tibios por la ventanilla a esa hora de la mañana, me llevaron a un estado de profunda somnolencia.
Realizaba desesperados esfuerzos para evitar que mis párpados cayeran, pero al final me dormí.
—¡¡Cafeee…el rico cafeee!!
Fueron los gritos que me arrancaron bruscamente de mis sueños. Se trataba de un señor de aspecto un tanto curioso que se paseaba a lo largo del carro meneándose de un lado a otro tratando de mantener el equilibrio y portando un enorme termo colgado al cuello. Desde uno de sus brazos colgaban unos pequeños vasos plásticos mientras que del otro un frasco de azúcar.
—Toma un poco de café para que calientes la guatita- me dice sonriente mi madre, extendiéndome un vasito humeante.
Con mi vaso en una mano y una rebanada de pan en la otra me acomodé a contemplar el exterior. Afuera aún las verdes campiñas estaban cubiertas por una grácil neblina donde pastaban placidos algunos caballos de colores blanco y azabache. Mientras que las copas de las florestas bañadas de rocío brillaban al contacto de los rayos del sol.
A ratos mi madre me entretenía hablándome de los anteriores viajes al tiempo que me ofrecía otra rebanada de pan amasado. De pronto el ruido producido por el zigzagueo del tren aumento su intensidad distrayéndome de la platica; una de las puertas del fondo del carro se abrió ingresando por ella una corriente de aire olor a humo de carbón, y envuelto a ese aroma un señor de original vestidura: su cuerpo estaba totalmente cubierto de chucherías; donde destacaban pequeños espejos, algunos corta uñas, peinetas, barajas de naipe, y un sin fin de cosillas para atraer la curiosidad y el dinero de los pasajeros. Por supuesto mi mamá no fue la excepción.
En realidad el viaje no estaba siendo para nada aburrido. Cada cierto tiempo aparecían estos curiosos personajes. Como el que entró a eso de las doce del día vestido de mozo de restauran y gritando a voz en cuello:
—¡¡Las pilsener…heladitas la pilsener!!
En un canasto que hábilmente sostenía con sus brazos acarreaba algunas gaseosas y por supuesto las cervezas que los mayores solicitaban con premura.
—Falta poco para llegar- escucho decir a mi madre, quien para esta hora ya había entablado amistad con una señora de junto.

Espantapájaros 23/06/2007

HISTORIA DE UNA PATADA CANINA. De Marta

Yo soy “Cuco” un original perro azabache nacido de una terrier y chucho desconocido. Pero no por eso soy menos listo y si no escuchad y aprended. Constituyo una atracción en mi pueblo costero, vamos que soy un perro popular por mis múltiples virtudes. En mis paseos suelo hacer continuas gracias que acaparan la atención de los humanos, tanto en la floresta, como en las calles, como en la playa.
Pero la que me ha hecho más famoso ha sido la imitación de la patada que dan todos los que pasean por el Rompeolas cuando llegan al final, rematado en un faro. Venía observando en las últimas semanas la tontería esa y me dije, ¿por qué yo no? Al fin y al cabo, soy como un mono de repetición, desesperado por llamar la atención, según mis queridos amos. Y si a ellos les da buena suerte golpear con las fundas de los pies el muro final del espigón, a un perrito lindo ni te cuento.
Cuando, un solsticio de verano, golpeé con mi patita el dichoso muro, se quedaron sorprendidos, se rieron un poco, y pensaron que, o no habían visto bien, o era una casualidad. Pero el segundo día, ya atentos, descubrieron mi don pataleador. Poco a poco, se fue haciendo conocida mi hazaña, de tal manera que cuando me acercaba al faro ya había varias personas haciéndose las remolonas a la espera de la patada canina. Sus aplausos son los que mantienen mi alma de payaso y no hay día que paseemos por el Rompeolas en el que no de gusto a mis fans. Guau.

Marta 22/06/2007

SAROS: Tierra del Dragón de Truenos . De Crayola

Entre luces azules, Izel y Anti –diminutivo de Antinanco- aparecieron de súbito a través del portal mágico de SAROS, en una gran caverna cubierta de hielo. Frente a ellos, un pequeño corría a ocultarse asustado entre rocas congeladas.
-Ven, somos amigos –dijo Anti acercándose al chiquillo de ojos alargados azabache que les miraba de soslayo desde su escondite.
-Vienen aquí para ayudarme? Balbuceó el pequeño mientras tomaba la mano que amablemente le ofrecía Izel para salir del improvisado refugio.
- Es nuestra misión. –dijo Anti- Izel y yo poseemos un poder especial. Viajamos a través del tiempo y el espacio en el universo. Nos unimos para servir al bien.
El muchacho caminó hacia la entrada de la cueva. Ellos le siguieron.
–Dónde estamos? Preguntó Izel.
-Estamos en una caverna al borde de la cordillera del Himalaya. Allá, a las faldas de la serranía, se encuentra mi aldea. Pertenecemos a Druk Yul, la Tierra del Dragón de Truenos, el Reino de Bután. Soy Khado.
Izel y Anti miraban maravillados el hermoso paisaje de grandes montañas con sus picos nevados y vastas extensiones de florestas de verdes intensos.
–Como mis montañas y valles… -dijo Anti con un dejo de nostalgia en sus palabras. -Que haces en esta gruta Khado? -añadió.
-Salí hace días de mi pueblo con la promesa de regresar con un remedio antes del solsticio de invierno –sus ojos se humedecieron.- Hace unas semanas que la gente de la aldea está sufriendo un extraño y continuo mal. Mi padre me mandó a buscar las hojas de una flor que solo crece en estas montañas. Pero me perdí -gimió avergonzado. -Estoy desesperado! Si no encuentro las hierbas pronto, todos morirán.
-No temas más. Después de decir esto, Izel salió a la interperie donde el viento frío arremetía con furia; cerró sus ojos y recitó unas palabras en su dialecto original. Invocaba a su nahual.
Anti y Khado la vieron desaparecer. Solo divisaron a una pantera negra que subía con agilidad por los escarpados picos de la montaña.
Izel regresó a los minutos con un puñado de hojas de la extraña flor. Khado agradeció la ayuda y fue escoltado por Anti al bajar del glaciar.
El corazón de los niños rebosaba felicidad. Habían logrado la comunión de la paz y el bienestar. Unieron sus manos, y los medallones brillaron en sus pechos. SAROS se abría para iniciarlos a un nuevo viaje.

Crayola 21/06/2007

Palabras para el "contemos cuentos 34"

La lista de palabras para esa quincena quedó así:

AZABACHE

CONTINUO

DESESPERADO

FLORESTA

ORIGINAL

SOLSTICIO