Categoría: "CONTEMOS CUENTOS 28"

El secreto de la luna. De Espantapájaros

La luna, redondota en toda su extensión, brilla con su carita llenita de luz alargando las sombras de los abetos y esparciendo por todos los rincones su claridad, iluminando las lechugas, las mazorcas y las calabazas que estables y tranquilas duermen dentro del huerto. En un pequeño riachuelo proveedor de cristalinas aguas para la granja, hay unos sapos que muy afinados, a la luna sus mejores tonadas le cantan, junto a los grillos que con mucho esmero hacen chirriar hermosas melodías de sus violonchelos. Desde lo alto de un pino un búho no deja de otear y los sigue muy despierto tarareando en susurros sus uuh uuh, que para él es un canto de alegría aunque se le escuche como un lamento. En el huerto se respira armonía y felicidad, sin egoísmos, llenando a todos sus habitantes de un gran contento.
Pero la luna que no se cansa de brillar radiante, en su corazón de queso guarda un enorme pesar. Pues conoce un secreto, un triste secreto que les voy a desenlazar. En el centro del huerto una silueta alargada y opaca contra la luz de la luna se recorta. De un largo abrigo color azabache azafrán que se mece suave al compás de la brisa nocturna. Un sombrero de ala ancha igual de negro que su gabán le cubre su cabizbajo rostro desdentado, de sonrisa obligada y de tristeza escondida bajo una profunda y oscura mirada. Los brazos extendidos de par en par esperando, tal vez, quizás, un abrazo que nunca a de llegar
Este extraño ser que en medio del huerto se levanta tiene una misión y este es cuidar de las aves a todos los frutos que la tierra ha de germinar. Impávido aguanta día y noche en la misma postura, ni el intenso calor, ni las torrenciales lluvias significan para él una tortura La naturaleza no pudo elegir a mejor protector. Y es eso lo que tiene a la luna acongojada, ya que sabe el secreto de ese solitario señor, ella sabe que debajo de ese oscuro aspecto de valiente guerrero y misteriosa mirada, el espantapájaros sufre porque no tiene alma, ni tiene un corazón para regalar. Pero yo sé otro secreto; y es que ella, la luna, jamás va a confesar que de él está enamorada.

Espantapájaros 09/03/2007

Desde una “óptica” especial. De Edurne

El señor Casimiro, un hombre bonachón y rechonchote, tenía un trabajo estable en una fábrica de cristales para gafas. Le encantaba su trabajo, investigaba y experimentaba nuevos tipos de cristales hasta que un buen día descubrió un material distinto que hacía que los cristales fueran de mayor calidad.
Decidió abrir una óptica para vender sus propias gafas, a pesar de que el egoísmo de su jefe quería retenerle.
ÓPTICA CASIMIRO
Entró un cliente interesado en unas gafas de sol:
Pruebe usted éstas, verá qué a gusto se siente.
El cliente se las puso y comenzó a otear desde esa postura a su alrededor, moviendo su cabeza a derecha e izquierda para comprobar la visión. Un rictus de desagrado se dibujó en su cara y Casimiro le inquirió:
¿No siente usted cómo le descansan los ojos?
Ni hablar, todo se ve muy oscuro, me duele detrás de las orejas y me pesan en la nariz. ¿Cuánto cuestan?
Verá usted, el material es muy bueno y son un poco caras…
Entonces, ni hablar.
Y con desagrado, las arrojó de nuevo sobre el mostrador, saliendo de la tienda con un brusco portazo.
Entonces, cabizbajo, Casimiro se las probó y de pronto empezó a encontrar problemas en las gafas. Era cierto, pesaban y la montura era demasiado grande, muy oscuras para llevar por la tarde y el precio desorbitado.
Investigando, descubrió que el material era tan bueno y que la oscuridad que producía era tan perfecta, que se calaba dentro de uno, oscureciendo también su carácter y transformándole en una persona pesimista que veía el mundo fuliginoso.
Así pues, una genial idea le iluminó, se haría rico si conseguía llevarla a un feliz desenlace. Se puso manos a la obra y fabricó otro tipo de cristales, más claros, con un tinte rosado que tapaban poco el sol y eran aún más caras que las otras. Pero….
¡Qué maravilla, me las quedo!
Me sientan estupendamente…
No me importa el precio.
¡Qué bonito se ve todo con ellas!
Y así todos los clientes iban desfilando por su tienda, saliendo con las gafas nuevas más contentos que unas pascuas, saludando a troche y moche, con una sonrisa de oreja a oreja y desprendiendo un optimismo inusitado.
Porqué, claro está,… veían la vida “de color de rosa”.

Edurne 07/03/2007

Melodía de media noche. De Crayola

Cuentan que hace mucho tiempo, en un lejano lugar –nadie sabe que tan lejano está- sucedió una historia que cambió para siempre las noches.
En un campo lleno de árboles, flores y un cantador río, vivía junto a una gran roca, Lucho el grillo. Pero no era un grillo cualquiera, no, que va, Lucho era un artista, tocaba la flauta con virtuosismo y cantaba, era admirado por todos los vecinos.
No lejos de ahí, entre unos girasoles vivía una familia de mariquitas. El señor Mariquito y su fina esposa eran muy respetados. Ellos tenían una linda hija que llevaba por nombre, Tita Mariquita. Se sabía bella, pero estaba llena de egoísmo y vanidad, nadie merecía siquiera otearla. Un hermoso cuerpo rojo brillante con perfectos puntos negros, un par de estables antenas que terminaban en una espiral que parecía perderse en el infinito, y un magnífico par de ojos azules enmarcados con unas largas pestañas, eran el martirio para más de un par de enamorados.
Pero nadie se le acercaba, no sólo porque el Señor Mariquito no lo permitía, sino porque ella misma no dejaba acercarse a nadie.
Una tarde, Tita mariquita se alejó de los girasoles y voló hasta el río. Ahí, una suave melodía le enterneció el corazón. Se trataba de Lucho el grillo que tocaba su flauta. Sin percatarse que alguien le observaba, siguió y siguió tocando hasta que la luna apareció. Tita Mariquita, embelesada ante majestuosa acutación, se acercó a Lucho el grillo y le hizo saber de su admiración.
Lucho el grillo dio un salto de la emoción. Tenía tiempo enamorado de Tita Mariquita, pero al saber que no tenía ninguna posibilidad, desistió de intentar llegar a ella y se conformó con inventar las más hermosas notas de amor y regalárselas al tocar su flauta.
Una historia de amor surgió, pero el desenlace fue terrible. El señor Mariquito se enteró de los amores entre Lucho el grillo y su hija, y le mandó desaparecer. Tita Mariquita, cabizbaja, regresó a encerrarse tras los girasoles, su postura fue la de nunca más salir.
Por otro lado, cuentan que desde aquel día, las noches se llenaron de melodías, dulces notas, murmullos y cantos diversos. Algunos aseguran que es Lucho el grillo que sigue vagando por los campos, tocando su flauta, repartiendo su mejor repertorio como una eterna ofrenda de amor.

Crayola 07/03/2007

Diez años después. De Crayola

Pasó el tiempo. Ni rápido, ni lento, y llegó el día señalado. Se cumplió la fecha de aquella cita que se prometiera en un arrebato de loca pasión un día tal de su juventud. Pero el destino ya tiene escrito nuestro camino. Ahí llegó él a cumplir con su promesa, con diez años más a cuestas, y más vida sobre sus hombros. El escenario, una plaza bulliciosa con el cantar de los pájaros sobre los naranjos y las ceibas. Un vendedor de fruta en una esquina. Otro mas vendiendo algodones de azúcar rosas y azules. Alejandro acostumbrado a su frío clima, se acongojaba dentro de su chaqueta, el sudor le picaba la piel, pero quería lucir lo mejor posible. Su pelo bien cuidado se alborotaba con el viento caliente y seco. No había su salina brisa tan conocida para que le bañara el rostro. Una banca se convirtió del lugar de encuentro, en su lugar de desconsuelo. Y el tiempo volvió a pasar. Se fueron a las seis de la tarde y con esa hora se fue el último rayo de sol. La noche cayó tras el campanario de la iglesia y la plazuela se iba quedando sola, tan sola como el alma de Alejandro que seguía esperando. Pero tuvo que reconocer al final que no había nada que esperar. ¿Cuánto tiempo había pasado sin hablarse después de aquel juramento? Tanto que ni siquiera notó que todo lo dicho se había olvidado. Inició su andar más lento que antes. Cabizbajo dejó de otear el norte. Se echó al bolsillo del pantalón su desdicha y caminó. Volvería a su querido sur, volvería a la orilla de aquel su mar azul. Su corazón sentía el mismo amor de siempre, la misma rabia de no tenerle. Ahora buscaría un mejor desenlace para su historia. Buscaría el amor más cerca, sin egoísmo, tal vez en la mujer que sigue a su lado, tomando su mano cuando caminan juntos por las calles de su ciudad. No volvería derrotado, ahí enterraría para siempre todo lo que soñó alguna vez. Eso lo haría regresar a su estabilidad emocional, no pensar en ella. Todo al olvido. Una nueva postura ante la vida. Solo que aún no sabía que haría cada vez que mirara al norte. No sabría que hacer cada vez que la luna le hablara de amor. Ya no sabría más que hacer al saberse definitivamente sin ella.

Crayola 06/03/2007

Los elementales Capítulo cuarenta y siete: El encargo. De Monelle

Tuve miedo de volver a coger aquel objeto. Anna se acercó todo lo que pudo. La reina oteaba desde lo alto al ver sus esfuerzos, hizo que volviese a volar hasta su altura.
Mi querida, creo que usted será la más indicada para custodiarla.
Majestad, será un placer.
Y la regresó hasta el suelo con la urna entre sus manos.
Pero Anna, ¡estás loca! ¿Sabes la responsabilidad que esa postura representa? –Le dije cabizbajo y susurrando, para que nadie nos oyera. Una risa suave y fina se dejó sentir.
He sido yo –las palabras y risitas de la ondina sonaban divertidas; se movía traviesa en su medio acuoso, haciendo volteretas, y chapoteando entre las burbujas de colores que provocaba su juego.
Hola, me llamo Seren, y me alegra que me vayas a custodiar tú –con su movimiento resultaba difícil mantener el recipiente estable. ─No me gusta estar encerrada y en tu mundo podré ser un poco más libre, hasta mi regreso a casa.
Hola Seren, mi nombre... –Julien se acercó.
Lo sé –volvió a reír –tengo instrucciones y le ayudaré a reencontrarse con los míos y con los demás. Y tú –dijo señalándome –no temas, ya me cuido de eso. Ya veréis lo bien que nos lo vamos a pasar. Las corrientes de agua vaporosa de este entorno eran dañinas, pero en su mundo el agua si que se concentra, necesito estar rodeada de mi elemento. Ya les indico. Tenéis hijos ¿no?
¡Seren! No te hagas ilusiones que no podrás conocerlos –le aseguró la reina de los silfos. ─No están preparadas las criaturas. Debes comprenderlo, no seas egoísta, y ustedes discúlpenla es como una niña, le encanta jugar. Por ser traviesa y no hacer nunca caso, está aquí.
Sí, me encanta jugar. ¿Qué tiene de malo?
Nada Seren –dijo Anna, mirándola con dulzura. ─Ojalá pudiera presentártelos, pero comprende son muy pequeños. Quizás en otra ocasión.
Claro –el brillo de sus ojos competía con la luminosidad de su cuerpo, el tono casi lila de su piel cambió al verde, se puso seria para decir ─Lo prometo.
Mi presencia ante ustedes ha llegado a su fin –la reina hablaba mientras seguía columpiándose ─Nos veremos pronto, este es el desenlace de nuestro encuentro.
La bruma espesa lo cubrió todo, la urna brillaba y al instante nuestra casa comenzó a hacerse visible.

Monelle/CRSignes 04/03/2007

Ciego. De Crayola

Siento que sigo parado en medio del camino, esperando. No sé qué espero. Otear el horizonte no me sirvió de nada, nunca le vi pasar. Tal vez pasó a un lado mío y no me di cuenta. Tengo miedo al pensar que así fue, simplemente no lo vi. Es absurdo como se me fue la vida, como el tiempo se me escurrió como agua de mar dejando solo un rastro salado. ¿Tan ciego fui? O tal vez es que nunca le tuve cerca… Pero entonces, por qué me siento llorar por dentro, por qué lamento estar tan solo. Fue egoísmo tal vez, fue que quizás no nací para ello. De qué me sirvió aquella cama donde engañé a tantas, donde sacié mi carne caliente y apasionada. De qué me sirvieron tantos besos robados a aquellos labios que se me ofrecían con candor. Y aquella, la de piel más blanca, la de ojos color miel, aquella que se me clavó en el alma…le dije que se marchara. Y ahora, más solo que ese inmenso mar. Abandonado en esta vida que escogí. No supe cuando me casé con la soledad. Y tengo un bolsillo lleno de monedas y el otro, lleno de amargura. Y tengo todos los años encima que me roban la postura y estabilidad y me hacen caminar cabizbajo y de lado. Y tengo los puños cerrados, me angustia ver que si los abro en mi palma no tengo nada. Soy un pobre viejo dejado por el destino. ¿Cuándo me olvidé de mí? ¿Cuándo me quedé tan tristemente solo? Que desenlace más patético el mío. Ni siquiera el morir es un consuelo. Porque morir sabiendo que no fuiste capaz de amar, morir sabiendo que renegaste del amor…no es morir, es sólo continuar con la agonía después de la muerte. ¿Podría ser que encontraste algo mas allá? Podría ser. El amor pasó a mi lado y no lo reconocí.

Crayola 02/03/2007

El Reloj Sentimental. De Edurne

Allí estaba, en una repisa de la habitación de Jana y Luís, con su cuerpecito redondo y sus tres tornillos incrustados en la espalda. Dos antenas de aluminio sobresalían de su parte superior, rematadas por dos bolitas brillantes de colores, una rosa y otra azul, y las dos manecillas pegadas a su nariz se movían al compás del tiempo.
Su posición era alta y estable para que los niños no llegaran a él. Desde esa postura, oteaba cada rincón de la habitación, era feliz en ese recodo pero necesitaba el cálido abrazo de alguien querido.
No fue su egoísmo el que le incitó a saltar aquella noche… simplemente deseaba acercarse a la mejilla de Jana y notar su calidez, rozar los deditos de Luís y conseguir que su piel de plástico duro se estremeciera al contacto humano.
Adoraba a esos niños… Veía como le observaban todos los días con su barbilla elevada y su expresión de deseo, sí, él lo sabía, deseaban, como él, apretarle entre sus manitas, zarandearle, analizarle detenidamente y descubrir lo que escondía en su interior que hacía tic-tac, ese sonido que oían cuando todo estaba en silencio y que provenía de él.
Esa noche no pudo resistir la tentación y se decidió a dar ese salto estudiado de antemano, debía caer sobre la almohada del niño y, de rebote, ir a parar a los pies de su cama.
El desenlace no se sucedió como estaba previsto, quiso agacharse para darse impulso pero una de sus patitas se desenganchó y la caía fue fatal… cerca de la cabeza de Luisito. En el rebote se dio un trastazo contra el suelo y su barriguita se abrió quedando al descubierto todo su engranaje.
Luís sintió que algo le rozaba la oreja y se despertó asustado, gimoteando y tanteando a su alrededor para llegar hasta su hermana en la oscuridad. Jana abrió la luz y le abrazó al verle cabizbajo y lloroso, creyó que estaba soñando, advirtió que se tocaba la oreja y le apartó la mano para ver. Un simple rasguño, tal vez él mismo durmiendo… Cuando de pronto tocó un objeto frío con su pie y vio al pobrecito reloj espachurrado por el suelo.
Así se cumplieron los deseos de ambos, el reloj pudo sentir la calidez de las manos de los niños mientras le recomponían y ellos descubrieron qué había en su interior que hacía tic-tac.

Edurne 01/03/2007

PARÉNTESIS. De Aquarella

El día amanece gris desesperanza, como el estado de ánimo que pasea cabizbajo por la habitación. Tu mirada se dedica a otear más allá de las cuatro paredes en las que se ha convertido nuestro mundo, más allá de la ventana, incluso más allá de la vida. Salgo de la habitación para escuchar una frase que no quiero oír
-Su situación parece estable, pero no se confíe, las próximas 48 horas son críticas. - Vuelvo con una sonrisa fingida y me acerco a la cama
-¿No estás harto de esa postura? ¿Quieres otra almohada? Estarías más cómodo...
-Te quiero a ti, y quiero que seas feliz... aunque yo no esté.
-No digas tonterías. ¿Es que piensas irte a algún sitio sin mí? Ni se te ocurra, no pienso consentirlo, prohibido escaquearse -el teléfono interrumpe la conversación y la cobardía agradece la llamada que me permitirá huir, que me prestará unos minutos para llorar.
-Toma, es tu madre... voy a por un café a la máquina -antes de salir por la puerta las lágrimas ya corren a sus anchas, la debilidad que oculto frente a ti se hace ahora palpable.
Me siento en la sala de espera para tomar ese asqueroso café al que ya me voy acostumbrando y me dejo envolver por la soledad para iniciar una charla con mis pensamientos. El primero acude a los ojos de la memoria para hablarme del pasado, de nuestra forma de cultivar ilusiones, de mi necesidad de ti, y de pronto me asalta una pregunta que no quiero admitir ¿Se nos está muriendo el tiempo? Me invade ese dolor que sólo puede ser fruto del egoísmo, porque me niego a saber lo que sería echarte de menos.
Me visto nuevamente de aparente alegría para mostrarme serena y jugar contigo a que no pasa nada, a que sólo estamos en un paréntesis
-¿Qué? ¿Ya te ha dado mimitos tu mamá? Pues ahora me toca a mí… - y vuelvo a ser la jardinera que cultiva con ternura los brotes de esperanza, arrancando las malas hierbas de tristeza que no tienen cabida aquí. No me atrevo a pensar en el desenlace, le daría alas a un miedo que no puedo permitirme porque soy incapaz de imaginar lo cotidiano sin ti. No niego la realidad, no necesito consultar ningún oráculo, sé positivamente que esto no puede terminar así.

Aquarella 28/02/2007

El Doctor Flúor y su mascota Caries. De Mon

©CRSignes 2006

Eran las tres de la mañana, la tormenta nuclear había cesado, hoy día de San Ignacio del año 2107 se conmemoraba el centenario del descubrimiento del inhibidor de partículas gamma. El Doctor Rampa, como siempre desvelado y cabizbajo, aprovechaba las últimas y más débiles reminiscencias de radiación para desarrollar un nuevo dentífrico.
El egoísmo de la sociedad no dejaba ver más allá de sus propias narices, era muy alto el coste de vidas humanas que se tuvo que pagar para desarrollar semejante pasta de dientes. Pero todo valía en una sociedad en la que lo más importante era una sonrisa clara, limpia y blanca, a ser posible de brillo cegador.
Rampa siempre había estado interesado por los derivados del Uranio para uso blanqueante, no obstante desenlazar los átomos para conseguir una fórmula estable no era tarea fácil. La solución la encontró en una prueba nuclear que hicieron unos Boy-Scouts en las orillas del Río Mare, allí, después del invierno nuclear, quedaron intactos los pañuelos verdes que portaban en el cuello, todo lo demás resultó arrasado. Pues bien, el material del que estaba confeccionada la tela resultó ser una seda de un gusano ibérico que habitaba en Corea del Norte. El doctor consiguió en pocas semanas aislar la molécula que inhibía las emisiones alfa, beta y gamma, con lo cual pudo desarrollar la confección de unos delantales que protegían a los seres humanos.
Todo esto por una sonrisa, una Tierra sembrada de explosiones nucleares con el único fin de extraer más y más radiación para alimentar los gusanos y así producir cantidades ingentes de fibra protectora a la par que se daban los últimos toques al detergente bucal.
El resultado llegó, resultaba casi imposible otear el horizonte, era tan grande el brillo de los dientes que se confundía con las detonaciones.
Hoy día de San Ignacio la humanidad ha vencido, podemos sonreír…somos mejores.

Mon 27/02/2007

Sueños de amor eterno. De Suprunaman

Rebuscaba en el altillo del armario un delantal horroroso que su madre le había regalado hacía mucho tiempo, cuando aún era soltera. Ya sólo quedaban las mantas del final que tocaban la pared del fondo. Al meter la mano bajo ellas encontró una pequeña caja de metal fría y amarilla. Las bisagras estaban oxidadas. Al abrirla, un pequeño chirrido sonó como si bisbiseara un gran secreto.
Moni-Pony se puso a otear las fotos del estuche, en ellas, se reconoció cabizbaja, con una sonrisa picarona, entretanto Pumpin con un bañador a cuadros verdes hacía posturitas mientras aspiraba las últimas caladas de un cigarrillo. Eran las fotos del 92, el año que se conocieron . Había un rollo de papel, parecía un pergamino antiguo de tan arrugado que estaba. Al desenrollarlo, con una letra estable se podía leer:

TeQuieroTeQuieroTeQuieroTeQuieroTeQuieroTeQuiero
TeQuieroTeQuieroTeQuieroTeQuieroTeQuieroTeQuiero.

También descubrió una carta secreta, olía a papel húmedo. Era una carta de amor, de rosas y de risas.
Pumpin había guardado egoístamente para él estos preciosos recuerdos.
Sonó la llave rodando la cerradura y Pumpin entró, vestido de negro y con su maletín de trabajo.
Pumpin, le dijo ella mostrándole la caja.
Sabes Moni-Poni, ahora te quiero tanto como entonces. Y sus labios se fundieron en un beso apasionado presagiando un desenlace feliz

Suprunaman 27/02/2007

Palabras para el "contemos cuentos 28"

Se seleccionaron las siguientes palabras:


CABIZBAJO

DESENLAZAR

EGOÍSMO

ESTABLE

OTEAR

POSTURA

Las normas se mantienen: relatos de entre 200 a 400 palabras, entre las que deben estar incluidas las seleccionadas, el título es obligatorio y el tema libre.