Desde una “óptica” especial. De Edurne
Por monelle elMay 30, 2012 | EnEdurne, CONTEMOS CUENTOS 28
El señor Casimiro, un hombre bonachón y rechonchote, tenía un trabajo estable en una fábrica de cristales para gafas. Le encantaba su trabajo, investigaba y experimentaba nuevos tipos de cristales hasta que un buen día descubrió un material distinto que hacía que los cristales fueran de mayor calidad.
Decidió abrir una óptica para vender sus propias gafas, a pesar de que el egoísmo de su jefe quería retenerle.
ÓPTICA CASIMIRO
Entró un cliente interesado en unas gafas de sol:
─Pruebe usted éstas, verá qué a gusto se siente.
El cliente se las puso y comenzó a otear desde esa postura a su alrededor, moviendo su cabeza a derecha e izquierda para comprobar la visión. Un rictus de desagrado se dibujó en su cara y Casimiro le inquirió:
─¿No siente usted cómo le descansan los ojos?
─Ni hablar, todo se ve muy oscuro, me duele detrás de las orejas y me pesan en la nariz. ¿Cuánto cuestan?
─Verá usted, el material es muy bueno y son un poco caras…
─Entonces, ni hablar.
Y con desagrado, las arrojó de nuevo sobre el mostrador, saliendo de la tienda con un brusco portazo.
Entonces, cabizbajo, Casimiro se las probó y de pronto empezó a encontrar problemas en las gafas. Era cierto, pesaban y la montura era demasiado grande, muy oscuras para llevar por la tarde y el precio desorbitado.
Investigando, descubrió que el material era tan bueno y que la oscuridad que producía era tan perfecta, que se calaba dentro de uno, oscureciendo también su carácter y transformándole en una persona pesimista que veía el mundo fuliginoso.
Así pues, una genial idea le iluminó, se haría rico si conseguía llevarla a un feliz desenlace. Se puso manos a la obra y fabricó otro tipo de cristales, más claros, con un tinte rosado que tapaban poco el sol y eran aún más caras que las otras. Pero….
─¡Qué maravilla, me las quedo!
─Me sientan estupendamente…
─No me importa el precio.
─¡Qué bonito se ve todo con ellas!
Y así todos los clientes iban desfilando por su tienda, saliendo con las gafas nuevas más contentos que unas pascuas, saludando a troche y moche, con una sonrisa de oreja a oreja y desprendiendo un optimismo inusitado.
Porqué, claro está,… veían la vida “de color de rosa”.
Edurne 07/03/2007
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