Categoría: "CONTEMOS CUENTOS 7"

El rey de la selva. De Naza

El cielo se pintarrajea de caprichosos tonos pastel, las acacias reciben la visita de los leopardos que guardan las presas en sus gruesas ramas. Las cebras inquietas intentan alejarse de las altas hierbas que esconden los instintos homicidas de los grandes depredadores y una vez más, el atardecer reproduce la escena que se viene repitiendo día tras día desde el inicio de los tiempos.
Con aire mohíno observo a mi madre. Yo deseo salir a jugar, me gusta perseguir gacelas, me divierten sus saltos y sus quiebros, pero ella no está dispuesta a dejarme hacer lo que yo quiera. Hoy me está enseñando a menguar mi cuerpo hasta confundirlo con la tierra, dice que es la mejor táctica para comenzar un rápido ataque.

¿Y cómo tenemos que hacer ese ataque? —Su pregunta casi me coge por sorpresa.
Yo lo sé. —Ya está el impertinente de mi hermano.
Me ha preguntado a mí, tontorrón.

Y entonces comenzamos a pelear y a revolcarnos. Me gusta jugar con mi hermano. Un día, nos dice nuestra madre, seremos los dueños de todo esto. Nadie estará por encima de nosotros. Todo lo que debemos hacer es pasearnos por el amplio espacio de la sabana y orinarnos donde nos plazca. Eso es muy divertido, a mi hermano y a mi nos gusta hacer esas guarrerías y cuando seamos mayores...
No me di cuenta, mi hermano pudo saltar y no lo atraparon por muy poco. Yo sufrí heridas en las patas que me hizo perder mucha sangre y el conocimiento. Cuando desperté me encontraba en una jaula mal oliente sobre un cojín enguatado que me servía de cama. Y ahí sigo, sin saber cuantos tacos tengo.
Un domador presume de ser mi amigo me hace pasar por un aro ardiendo y a cambio me da de comer ese día. Pienso mucho en mi hermano. ¿Qué habrá sido de él? Ojalá sea el rey de ese territorio que íbamos a compartir.
Yo he esperado mucho tiempo que los propios humanos me devolvieran al lugar de donde me secuestraron. Pero los años se suceden, me paso el día entre rejas, mi única satisfacción es lamerme el prepucio; yo, que soñaba con un delicioso harem que me alimentara y me produjera el deleite que alguien como yo se merecía por su condición de rey de la selva.
Esta noche tomaré una decisión. El domador será mi cena.

Naza 18/05/06

El circo… mejor en casa. De Aquarella

La mañana del domingo se despereza lentamente, todavía no son las ocho cuando una voz infantil entra en la habitación alborotándolo todo con sus gritos

Papá papá papá despierta hoy tienes que llevarme al circo —mínima pausa para respirar— Venga, levántate... jooooo venga, muévete!!! Mamá, dile algo, no me hace caso.

Detrás del niño entra mi mujer con su esa horrible batita de guata que le regaló su madre, supongo que le tengo tanta manía porque esa imagen es una premonición del futuro que me espera: suegra versus rulos y bata ¡Da grima sólo imaginarlo! Su mirada inquisitiva lo dice todo

Ni se te ocurra buscar una excusa para escaquearte, se lo prometiste al niño - y con un gesto mohíno da por terminada la conversación, mejor dicho el monólogo porque no me da tiempo a pronunciar palabra.

Y aquí estoy yo, rodeado de caras tan aburridas como la mía... hasta que el espectáculo pasa de la pista al asiento de al lado. Cualquier día es malo para descubrir que tu hijo, a pesar de su corta edad, tiene instintos homicidas, pero hacerlo un domingo y rodeado de numeroso público resulta aún más incómodo.

Joder papá, este circo es muy aburrido, menudo coñazo —El gesto de desaprobación de los demás padres me empuja a recriminarle.
Niño, haz el favor de no decir tacos, no sé dónde aprendes ese tipo de lenguaje.
Pero papá, esto es un rollo, los leones no se comen a nadie. Yo creía que iba a haber mucha sangre.

La gente me mira como si mi hijo fuese la reencarnación de Damien (creo que yo también lo pienso) y en ese instante sólo deseo menguar rápidamente hasta desaparecer en el espacio para no tener que enfrentarme a los gestos de repulsa que me rodean. ¡Por Dios! Pero si su madre y yo somos pacifistas, personas de lo más normales. ¿Cómo hemos podido engendrar un monstruo como éste? ¡Lástima de nudo en el prepucio a tiempo!

Manu, hijo, no digas tonterías. ¿De dónde sacas esas ideas?
Jo papá, en la peli que me pusiste el otro día para que te dejara jugar con mi Play los romanos tenían un circo mucho más divertido que éste y los leones se comían a todo el mundo ¡Eso si que molaba!

Una única frase se repite en mi cabeza ¡Tierra trágame!

Aquarella 17/05/06

Un largo trayecto, un corto final. De Mon

Desde las alturas podía adivinar que había dejado de existir, su alma pareció golpearle fuertemente en su dispuesta huida hacia arriba, un ligero hilillo de sangre evadía todo ápice de esperanza, la gente enmudeció, mohína y asustada.

Él, que la conoció cuando contaban apenas 5 años en la cama elástica con esa magia que solo Andrea imprimía al saltar, con sus trenzas acompasando como las alas de un pájaro al viento, no podía resignarse no quería abandonar el espacio de ese trapecio que poco a poco iba perdiendo movilidad entre el silencio del publico.
Miro su propia mano como impotente quedó tendida al vacío, a la nada, a la proyección de su futuro sin sentido. Había perdido a su amada.

Unos meses después el color y el calor del circo volvían a girar como una vieja noria a la que le cuesta arrancar, todos desfilaban pero nadie se atrevía a mirar hacia arriba, los payasos se ajustaban las guatas ocultando su falsa sonrisa pintarrajeada, la música sonaba menguando en cada nota hasta el infinito….aquel lugar ya nunca sería el mismo.

"¡Pasen y vean, la función va a comenzar! ¡En la pista central nuestro magnífico domador de caballos venido de Turquía!¡A la derecha el hombre prepucio!¡Y a la izquierda la mujer barbuda de Sumatra!....la función vaaaa a comenzaaaaarrrr…."

Un minuto, un foco de luz hacia lo alto y la historia se repite, es la actuación estrella, los malabaristas están preparados, el reloj espera homicida y el taco de entradas ya exhausto, inexistente. Suena la música…

Show most go on

(Con el permiso de Freddy Mercuri, q.e.p.d)

Mon 17/05/06

Cabecera de cartel. De Monelle

Las voces procedentes del despacho del director eclipsaron las últimas notas de la marcha circense con la que concluía el desfile de cierre de pista. Apagadas las bambalinas todo recuperó la calma. Los animales encerrados recibían su alimento, y los mozos barrían la pista. Gabriel, el payaso más conocido del circo, salió refunfuñando de la caravana dando un portazo. El maquillaje no podía disimular su rostro mohíno. El director asomó por la puerta, soltando tacos a grito pelado. Gabriel caminaba arrastrando los zapatones, mientras con la mano intentaba borrarse el maquillaje. Se cruzó con los malabarista que revolotearon pelotas y aros por delante de sus narices; estuvo a punto de tropezar con el forzudo, mientras éste dejaba resbalar hasta el suelo una de sus pesas; traspasó por entre las piernas de los saltimbanquis en una de sus acrobacias; rozó las patas del elefante y saltó al domador que, tumbado, esperaba el paso del paquidermo. Su maquillaje iba menguando tan lentamente como su enfado.
Se detuvo un instante para limpiar, con una guata, el excremento que acabada de aplastar.

Algo de suerte parece que si que voy a tener —se repitió para sí. — ¡Es tan difícil no pisar el mundo que con estos zapatones...!

El humor ácido recuperaba el espacio que, momentos atrás, ocupaba el enfado en su mente.
Viró en redondo y aligeró sus pasos. Se desprendió primero de los pensamientos homicidas en contra de su jefe; de la chaqueta a cuadros; de los pantalones a rayas, rojas y verdes; de la camisa morada que, hecha una pelota junto con la corbata amarilla, lanzó hasta la jaula de los monos; los inmensos zapatos acabaron en el abrevadero de los caballos; y los calcetines se los ofreció a la equilibrista que perdió el equilibrio al no poder aguantar la risa y el hedor.
Cuando llegó nuevamente frente a la caravana del director medio en cueros, tan sólo conservaba los calzoncillos, aunque por poco tiempo pues, ante el asombro de todos sus compañeros, se los quitó al tiempo que los lanzaba hasta la ventana del despacho del jefe, que salió ante la algarabía formada.

Me marcho de aquí. Y se lo digo así, pues con el traje de faena no me toma en serio.

Tapando sus partes con la mano se alejó hasta su caravana. Al día siguiente, su nombre volvía a encabezar el cartel.

Monelle/CRSignes 16/05/06

El día que fui al circo. De Suprunaman

Los carromatos invadieron las calles, la cabalgata mostraba un sinfín de criaturas, payasos, trapecistas todos ellos desfilando alegremente; la gente salió de sus casas para verlos y unirse a la música festiva y a la lluvia de confeti, había llegado el circo.
En un par de horas el circo mostraba un aspecto extraordinario y los primeros visitantes se acercaban con curiosidad.

Pasen y vean señores el hombre menguante, cada año se reduce más y más. La mujer de cuatro tetas venida del espacio exterior.
¿Y que le pasará cuando no pueda empequeñecer más? —preguntó una niña
¿Cómo?
El hombre menguante, ¿que pasará?
¿Has venido sola niña? —dijo el presentador
Si – contestó ella
Pues… que se convertirá en un prepucio y desaparecerá para siempre, venga niña, ves y compra una entrada —dijo el presentador

Mari se coló por debajo de una tienda y allí observó algo realmente insólito, ¿era una mujer o un pez? Sentada en una pecera cantaba una canción mohína sobre un marinero del cual se enamoró, entonces entró un hombre gordo, llevaba unas guatas que lo hacían más corpulento, vestía de rojo, un sombrero de copa le cubría la testa.

Te he dicho que no cuentes historias a nadie, ¿crees que te dejaré marchar?, ni en un millón de años, mi tesoro es mío.

La joven sirena se metió en la pecera llorando. Mari se aproximó a la sirena.

No llores, yo te ayudaré —le dijo
Este es mi sitio, no hay lugar donde pueda ir, ya no hay sirenas en la tierra.

Y Mari salió de aquella tienda llorando, corría tan sofocada que tropezó, y al alzar la vista se encontró con el hocico de un león homicida que le rugía en su misma cara.

Quieto Simba, —dijo el domador, — ¿que te pasa niña?

Y entre sollozos le explicó lo que había sucedido.

Esto es el circo pequeña, cada uno tiene su historia.

La acompañó hasta donde estaban reunidos todos los compañeros, el domador explicó al hombre gordo que la pequeña Mari los había oído, este se acercó a la pequeña y se disculpó, luego la invitó a sentarse con ellos junto a los carromatos donde una fogata crepitaba tacos de madera vieja, los gitanos a su alrededor cantaban y bailaban.
Poco a poco Mari fue cerrando los ojos, al despertar, ya estaba muy lejos del pueblo.

Suprunaman 16/05/06

La isla del Indico. De Mon

El Capitán Prepucio era un hombre singular, no fumaba pipa y le gustaba rascarse la espalda con cáscaras de coco.
La ruta comercial del Este del Índico llevaba al fracaso a muchos mercantes, faltos de personal con experiencia y medios. El Capitán era un hombre experimentado que no menguaba fácilmente ante cualquier adversidad.
Corrían los años 70 cuando una buena mañana el mar se encontraba algo más grueso de lo habitual, Chester, el contramaestre, había preparado tacos de panza de caribú asado, el cocinero tenia la jornada libre y era el turno del segundo de abordo preparar alguna delicia para los oficiales. La comida transcurrió entre risas y brindis en el limitado espacio del comedor de popa, solo el viejo capitán se encontraba algo mohíno, preocupado. ¿Quizás su experiencia sincronizaba con su intuición o algo extraño iba a ocurrir?
De repente un golpe seco hizo tambalear el mercante que poco a poco iba perdiendo velocidad.

¡Paren máquinas, todo atrás! —ordenó Prepucio

Un islote aparecido de la nada fue el motivo de tal incidente, nunca había estado allí. Era el momento de desembarcar y ver que era aquello y sobre todo quien pedía auxilio desde tierra firme.
Una dotación de cinco hombres se dispone a bajar a la isla, ellos no saben que jamás retornarán a su nave. Efectivamente, la isla ha sido engullida por el mar dejando vía libre al agua que siempre la cubrió, ésta homicida y traidora ha llamado a la muerte a quienes han osado profanarla.

Cuenta la leyenda que muchos hombres nunca regresaron a casa, sus compañeros nunca lo pudieron explicar. Hoy el Capitán del navío da la orden de “todo avante” seca con una guata su frente sudorosa y vuelve a rascarse como si nada hubiera ocurrido.
Pero la isla sigue allí, esperando otro envío.

Mon 12/05/06

El Soldado. De Locomotoro

Serían como las 12 de la noche, una noche jodidamente cerrada. La lluvia caía sin cesar, como un castigo divino, aunque no más castigo que esa maldita guerra. En la trinchera, se pueden ver muchas cosas, pero lo más latente es el miedo. El miedo que te rodea, que se respira, sobre todo cuando pasa mucho tiempo sin el sonido de una bala. Eso significa solo una cosa, que dentro de poco tocarían el toque de “bayoneta”.
Por espacio de media hora, la gente fue recogiendo sus efectos personales, guardándolos en bolsillos, cascos y botas. Al mismo tiempo que sacaban sus capillas personales, las fotos de sus amantes, de sus madres, sus relicarios y amuletos, y cada uno comenzamos a rezar en silencio.
Pero yo ya no creía en nada. Hacía tiempo que los colores de la bandera por la que luchábamos se habían desteñido. Ahora solo era una cuestión de vida o muerte. De nada serviría sentirse mohíno. Era necesario sacudir con fuerza el prepucio de la ira hasta hacerle escupir con furia contenida toda la rabia.
Sonó la corneta y se hizo un silencio que duró unas décimas de segundo. Tiempo más que suficiente para despedirnos con la mirada. Ya no nos decíamos adiós, sino más bien hasta luego, porque después de tantos meses si había algo que habíamos aprendido era que la muerte aguarda detrás de cada línea, en el espacio que queda entre un fusil y un cuerpo.
El espíritu homicida de cada uno apareció de pronto y nos lanzamos como bestias desbocadas al incierto destino.
Llegué hasta la esquina de lo que quedaba de la iglesia, miré hacia atrás, y los vi menguar en la lejanía, ante el sonido de una ametralladora. Giré y entré corriendo por la nave principal, frente al altar. Despejado, allí no había nadie, me encontraba solo. Algo blanco hizo que girara la cabeza y entonces me sentí muerto. Era un pedazo de guata, un pedazo de guata que cubría la cabeza de Ángel, mi compañero de escuela, ahora... mi asesino. En un acto instintivo, cargué el fusil y vi con horror que no tenía munición. Pero él no se inmutó, continuaba allí, apuntándome sin prisa. Era un blanco perfecto. Solté un taco al saberme muerto y al mirarlo vi que él estaba sonriendo.
¿Como va, amigo? No te preocupes... no te quiero mat...—Un sonido seco hizo que no pudiera terminar la frase. Me miró con la muerte en los ojos, y allí se quedó dormido, entre mis brazos, empapado por unas lágrimas que en ese momento no pude soltar. La historia de una guerra puede ser muy larga... pero se puede explicar de una manera muy corta.

Locomotoro 12/05/06

La mirada. De Monelle

Su cabello se alborotaba revolucionado por el rápido caminar. Ese rojo hiriente, impreciso y alegre que lo iluminaba, desprendía reflejos hipnóticos que, en ocasiones, semejaban el fuego que consumía mi corazón, para menguar, otras, al candor de las hojas caídas de los árboles en otoño.
Aún repito una vez y otra... ¿Por qué miras para atrás a cada paso? Sigue flotando en mi interior esa pregunta.
Caminabas con inquietud como si temieras por algo. Si hubiera sabido lo que te abrumaba tal vez todo hubiera sido distinto. Mantenías esa tensa y fugaz mirada al pasado de tu recorrido, escrutando cada rincón medio oculto, moviéndote tan ligera que apenas si reparabas en lo que te rodeaba.
¡La suerte me acompañó aquel día! El azar quiso que te pararas justo enfrente de mí. La tardanza en descargar el carbón para las calderas, quiso que durante al menos dos minutos te quedaras inmóvil, momento que aproveché para perderme en tu rostro. Te diste cuenta de que no te quitaba los ojos de encima, mientras limpiaba guata en mano los coches de caballos estacionados en la calle.
Por un segundo tu mirada se cruzó con la mía. Mi mohíno rostro se transformó, y me sonreíste.
¡Qué rápido sucedió todo! Algo se interpuso en el espacio que compartimos por un instante. Otra mirada, otro reflejo, otra expresión, algunos gritos, tacos malsonantes y amenazas, un zarandeo violento de imprevisibles consecuencias..., y tus ojos implorando clemencia. La mano homicida se introdujo en la carne rompiendo la vida.
Escudriñé el rostro de aquel hombre. Le empujé, pero el daño ya estaba hecho.
Creí ver en sus ojos la mirada perdida que provoca la sangre recorriendo desde el prepucio hasta la nuca, la fijeza del orgasmo, la de la entrega cuando se consiguen conquistar los sentidos, antes de caer a sus pies. Creí ver en mis manos, impregnadas en rojo, el color de tus cabellos. ¡Sonreí!
Mi propia sangre me confundió, pero tu mirada no me la inventé. Aún la siento. Mientras te alejabas de la mano de mi asesino, tus ojos repletos de lágrimas me llenaron de amor.

CRSignes/Monelle 12/05/06

La morada. De Naza

Ahí estaba; majestuosa, solitaria, defensora de su espacio, capaz de aliarse con los dioses para preservar su virginidad terrenal. Le pertenecía a Ellos.
Algunas noches veía como figuras luminosas que terminaban en prepucios incandescentes penetraban en ella de forma repetida y placentera. Sólo a Zeus le estaba permitido tocarla, y Él lo sabía. Receloso de su más postrero y preciado tesoro quería defenderla de infidelidades oníricas. Capaz de protegerla de seres indeseables como yo, haría todo lo posible para que fracasara en mi intento de, simplemente mirarla.
Una bruma permanente sobre su cara me recordaba a la hurí de mis sueños. Buscar su imagen en mi mente significaba un cambio de mi estado de ánimo, entonces la jornada más aciaga, de rostros huraños y gestos mohínos se difuminaban en esbozos de sonrisas, miradas de complacencia y deleite de los sentidos.
La espiritualidad de mi amor por ella fue menguando a la par que crecía mi deseo de poseerla. La obsesión se apoderó de mi razón. La mesura dejó paso a una esquizofrenia homicida. O era mía o moriría en el intento de hacerle llegar mi mensaje de amor carnal.
La obcecación me llevó a abandonar el mundo. Estudié cada uno de sus pliegues, de sus curvas. Se convirtió en mi más deseada meretriz de aquel burdel prohibido. Mis amigos me tildaron de excéntrico, los que no me conocían; de desequilibrado. Pero no me importaba, cuando lucho por algo no hay nada más satisfactorio que darlo todo por conseguir lo que deseo.
Ahora que he regresado todos se quieren fotografiar conmigo. Cuando llegué a la cumbre vi un mundo distinto. Allí sobre una poltrona estaba Él. No me dijo nada, sólo tomó con sus manos una porción de nubes y la aguató a modo de cojín.

-Siéntate aquí. Tenías que venir, ¿verdad? Ya no respetáis ni mi última morada. ¿Qué debo hacer contigo, despeñarte? Eso sólo conseguiría atraer a otros fanáticos como tú.

Acaba de nacer una leyenda. No, no eres tú, te anticipo que tu gesta será efímera, por encima de todo prevalecerá la leyenda de todo aquel que suba a esta montaña perderá la lucidez y vivirá ausente viendo mi rostro de por vida.
La ausencia de oxigeno perturbo mi mente. Ese fue el veredicto final. ¡Nadie creyó mi historia!
Hoy he arrancado otra hoja del calendario de taco, de nuevo su rostro aparece en el nuevo día; imperturbable.

Naza 12/05/06

Carta a Java el Brut. De Suprunaman

9 de Mayo de 2006

Luc CagantBroses
Planeta Naboo
CP. 1001
Ciudad: Kaguera

A la Atención del señor Java el Brut

Muy Señor mío:

Hace varias lunas mientras mis amigos celebraban un guateque espacial, les atacaron sus soldados, que como homicidas, violaron a nuestros droides y tocaron las tetas a todas nuestras amigas con la excusa de una inspección rutinaria.
Estoy un tanto mohíno también con usted señor Brut, pues me han llegado noticias de que a mi amigo Solo, la madre de vuecencia, le ha pegado un taco y le ha cortado el prepucio, no es que me sepa mal, pero al menos podrían haberle puesto Mercromina para curarle, digo yo.
Por otro lado, todos sabemos que a mi hermana Ralla (Snif) CagantBroses, le gusta mucho la fiesta y que sus soldados la encontraron con una guata húmeda en la frente, pasando la resaca en el puticlub “Cuarto menguante”, a mi y a la resistencia nos gustaría que nos la devolviera, pues no sabemos de donde sacar la coca.
Del mismo modo, espero me devuelva los droids violados, pues próximamente tenemos una “rave” gay y una de las principales atracciones es el sexo droid.
Sin otro particular y esperando no tener que penetrar en sus dominios por la FUERZA se despide afectuosamente.

El Julay Luc CagantBroses

Suprunaman 10/05/06

Toda una aventura. De Chajaira

La vergüenza le prohibía mirarla directamente a los ojos, ni levantar la cabeza podía. Su prepucio sangraba después de una alocada noche de pasión.
Se conocieron, en realidad lo que es conocerse no se conocen. Coincidieron en una fiesta organizada a través de un chat en una página de contactos a la que eran asiduos.
Era la primera locura que se atrevía a hacer en toda su vida, pero la conflictiva separación con Carla había menguado tanto su personalidad, que llegó a sentirse tan mohíno y vacío como la misma vida que llegaron a compartir.
Era el momento de hacer algo realmente especial, ¿por qué no?, ¿qué tendría que perder?
Cuando llegó a la casa citada, la puerta estaba abierta, se escuchaba música alta, aunque no ensordecedora, alguien le besó nada más llegar y le preguntó el nombre. —Alberto –dijo, el alguien llevaba un trocito de cartulina con un imperdible que ponía “Luisa”, he hizo lo mismo con él, rotuló otro pedacito con su nombre y se lo trabó por fuera del bolsillo de su camisa.

—Las bebidas están en la cocina, la encontrarás fácilmente, preséntate tu mismo.

Todo el espacio permanecía con la tenue neblina de los fumadores. Se escuchaba Eagles y tarareando Hotel California se dirigió a lo que supuso la cocina. Hola…hola…, de momento nada parecía salir de eso.
Sobre la encimera había varias botellas de diversos licores, se decidió por una de Whisky no demasiado malo, abrió el congelador para servirse hielo.
Se quedó más frío que la escarcha que ahora estaba sobre sus dedos cuando una mano se introdujo por la abertura de su camisa.

No dijo nada, siguió sumiso aquella mano femenina. Era el momento de atreverse a una gran aventura, la adrenalina corría, sólo se dejaba guiar por el sonido de sus tacos al caminar.

Ella encendió la luz de la que parecía una despensa muy amplia donde había un arcón, estanterías con loza y varios electrodomésticos. No dejaba de mirarle directamente a los ojos, se puso de rodillas ante él y bajó su cremallera. De repente todo se le nubló, el pudor lo atrapó si compasión. Dio un fatídico tirón para cerrar su bragueta con la consecuencia de quedarse parte de su piel trillada.

Ahora estaba sentado en un WC, con los pantalones por la rodilla y una hermosa dama con un trozo de guata sanando su herida. Sí, toda una aventura.

Chajaira 09/05/06

La primera mañana. De Suprunaman

No era consciente si era por la mañana, medio día o la noche, lo que sí sabía era que mi tiempo menguaba a pasos agigantados.
Estaba mohíno pues ahora veía el final de mi existencia, un taco de guata húmeda cubría mi afeitada cabeza. El guardia encargado bajó la palanca y una gran descarga me dejó frito.

Abrí los ojos y me palpé la cara, los brazos, el prepucio, al parecer todo estaba en su sitio. Me hallaba en un espacio oscuro, muy oscuro, no podía ver más allá de mis pies, empecé a andar con precaución, el camino era interminable, a cada paso, mis pies se hundían en una masa parecida al lodo, al fin vi a alguien: -¡perdone, perdone! -dije, un rostro cadavérico, con los ojos amarillos y la mandíbula desencajada se dio la vuelta, tal fue el susto que al intentar dar un paso atrás no recordé que estaba hundido en el lodo y caí sentado en la masa viscosa. –Homicida ¿eh? -Dijo el extraño personaje mirándome la cabeza y se acercó a mi cara tanto que pude ver hasta lo más hondo de sus cuencas, -ya verás, ya verás, ya verás -y soltó una carcajada.
Era la primera mañana después de mi muerte.

Suprunaman 08/05/06

Palabras para el "Contemos cuentos 7"

Alcanzamos el séptimo, en el que se llegaron a escribir doce relatos, con las siguientes palabras:

ESPACIO

GUATA

HOMICIDA

MENGUAR

MOHÍNO

PREPUCIO

TACO

Para la segunda semana nos lanzamos a escribir relatos que transcurrieran en un circo. Todo un universo de contraste a nuestro alcance. Un mundo lleno de matices, con un buen resultado.