Categoría: "Lirio"

A mi nono. De Lirio

Amada es imposible sacarte de mis sueños, me persigue un recuerdo de tu extraño mirar…

Cantando esa canción vi a mi abuelo haciendo una combinación de acordes en la guitarra. Decía que con esa canción conoció a su amor, mi abuela.
Él era cantante de boleros y también guarachero, su voz era preciosa, desde su tono, pasando por sus labios delgados y comisuras, modulaba cada palabra con tal excelencia oratoria que aún la escucho por los rincones de su casa.
A la abuela no le gustaba la vida que llevaba. Siempre decía que esas noches donde la luna lunera repuntaba en la esfera estelar, esas noches de bohemia, licor y cigarrillo lo iban a llevar directamente al cajón, más no le hacía caso y seguía amenizando las fiestas de los pobladores del pequeño puerto de Iquique que insaciables bailaban al son de un tango añejo.
Las calles angostas del tiempo de las salitreras, casas hechas de pino oregón y sus terrazas donde las jovencitas sentadas en los bancos de hierro miraban a los chicos con sus uniformes de gala cada domingo; las carrozas vestidas de añoranzas y tertulias donde se iniciaba un romance. Tiempos de gloria, cuando el salitre era mas valioso que el mismo oro y llegaban orquestas de fama mundial al viejo teatro. Gente de alta alcurnia pasaban sus momentos de ocio frente a la playa esperando los botecitos que los llevarían a la Isla Alacrán.
Todo aquello vivió mi querido abuelo, época de sueños realizables en la cuál me hubiera gustado vivir.

Cantado lo vi, haciendo unos acordes en la guitarra, en los rincones de su casa, en las penumbras del más allá.

Lirio 10/07/06

Espectro punzante. De Lirio

Entre el crepúsculo impenetrable, en la insinuación de mis recuerdos y fantasías, me sentía transportada hacia el lugar en que cada noche exhalaba de mi boca un pequeño gemido, una diatriba como si fuera dicha por mil demonios poseídos apunto de lanzar fuera de mi.
Sin poder pedir auxilio, en mi mente casi trastornada no sabía reconocer si era realidad o un sueño. Sólo me observaba solitaria en la nava, casi inerte, perpleja, distraída, desprotegida, a punto de ser devorada por el horrible espectro de ojos centellantes, afilados caninos ensangrentados, un largo y sobrio abrigo, y garras que a la luz de la luna parecían espadas.
Me ataba a su furia, a su fuego asesino, a su insaciable hambre de matar. Se divertía con mi dolor, con mis aullidos casi inhumanos, con mis ojos desorbitados y a cada paso del tiempo desgarraba mi carne.
Ante espantoso acto, al palpar mis heridas profundas, mis pupilas envenenadas de su sonrisa, mi cuerpo maltratado y destrozado, daba cuenta de que aún me quedaba vida.
En una daga clavada en mi lecho de muerte, sentí una intensa punzada, y recordé, recordé, que el día anterior me había puesto el viejo sujetador con un alfiler y me desperté.

Lirio 03/07/06