Categoría: "CONTEMOS CUENTOS 26"

Los elementales: Capítulo cuarenta y uno. La aprendiza. De Monelle

Fuente imagen Internet

Saber que Anna estaba sola me incomodaba. Por suerte, la comunicación fue lo suficientemente fluida y eso me tranquilizó. Mientras tanto, Joan volvió a escaquearse del trabajo. Al regresar encontré a Anna muy decepcionada, su presentimiento no se había cumplido. Intentamos localizar a Joan, pero nada, de nuevo había desaparecido.
No me siento bien Ricard.
Pero ¿qué tienes?
No sé cómo explicarlo.
¿Quieres que nos acerquemos hasta urgencias?
No mi vida, no estoy tan fastidiada. Se me pasará al comer.
Pero no fue así, apenas si pudo tomar bocado. Pasada la media noche, Anna se despertó alterada, había tenido un mal sueño y estaba ardiendo, aunque el termómetro nada marcó.
¿Con qué soñabas?
He estado con Julien.
Le recordé que la noche anterior a la desaparición del viejo, éste había soñado con los elementales. La posibilidad de que la próxima en desaparecer fuera ella me estremeció.
Anna no quiero que te separes de mi lado. ¿Qué sucedía en el sueño?
Me dio instrucciones para hacerlo regresar. Ayúdame, intentémoslo antes de que lo hibernen, podría quedarse para siempre si no le ayudamos.
Estás loca. Lo que vas a hacer es quedarte aquí, caldeando la cama hasta que se te pase la fiebre...
Pero si me encuentro bien.
Quita, hace un momento estabas ardiendo... —le puse la mano en la frente, la fiebre había desaparecido.
Vamos...
Tengo miedo –le dije con ternura. —¿Podría ser una trampa? No soportaría ninguna vicisitud, podrían llevarte a ti también.
A él no se lo llevaron, se marchó por que se lo pidieron.
¿Cómo sabes eso?
Él me lo dijo...
¿En el sueño?
Sí, en el sueño. Tranquilo nada pasará. ¡Ayúdame!
Cubrió su cuerpo casi desnudo y salió disparada del cuarto, había recuperado toda su energía. Se plantó en la cocina justo delante del lugar en el que vi al viejo por última vez y alzando los brazos recitó con ceremoniosa pompa como si fuera poetisa:

Fuerza oculta y misteriosa,
que mueve los elementos de este mundo,
transformando despacio la vida a su antojo.
Devuelve a tu hijo Julien que está en tu seno,
al lugar de dónde lo has sacado.
Deja que regrese
del mundo de la luz y de las sombras
para complacer a tus hijos elementales.
Deja que regrese
el que una vez ya te ayudó
y está dispuesto a volver a hacerlo.

Monelle/CRSignes 11/02/07

Jugando a la Mamá y el Papá. De Crayola

Fuente imagen Internet

La niña se pone el vestido con flores de mamá, usa sus tacones rojos y su collar de perlas. El niño se cuelga al cuello la corbata a rayas de su padre y se dibuja un gran bigote bajo su nariz. Con gran pompa desfilan frente a sus padres pretendiendo ser una pareja; esposo y esposa. Todos festejan la ocurrencia de los pequeños. Después el juego termina y se olvidan de él. El niño regresa con sus padres a casa y la niña se queda en la suya siguiendo con su ficticio juego de ser mamá. Ahora cambia pañales y da biberón a su muñeca Lola. La arrulla entre sus brazos y le promete cuidarla toda la vida.
Un día la niña crece. Su cuerpo se va transformando dando paso a una joven hermosa. La niña quedó hibernando allá en una esquina del olvido. Ahora la quinceañera pinta sus labios con carmín. Sus mejillas se arrebolan y sus cabellos negros ondulan con el viento. Y su olor a hembra nueva inunda su espacio.
Una tarde en la escuela se reencuentra con aquel pequeño que solía ser su compañero de juego. Las nuevas miradas provocan sensaciones desconocidas. Las hormonas empiezan una fiesta sorpresa para los dos. Surgen de sus corazones las nunca dichas frases de amor. Un poeta y su musa. Una poetisa y su amante.
Se han infectado con el virus del amor. ¡El amor lo justifica todo! Los besos y las caricias recién estrenadas caldean sus cuerpos. Sin conciencia se entregan al abismal deseo que les consume su desnudez. Felices retozan horas, y después cada día, y luego quieren mas.
Otro día la joven despierta asustada. Su período despareció de pronto. Su cuerpo le envía señales de que algo está pasando. Algo que nadie espera que pase. Eso le pasa a otros, no a ella.
Dos meses pasan y la joven ahora sabe que está embarazada. El perfecto amante se ha ido. No sabe explicar donde quedó aquella maravillosa fantasía que vivía. La realidad es tan cruel. Enfrentar a sus padres. La escuela sin terminar. Un hijo en su vientre. Sola. El miedo durmiendo cada noche con ella.
Parió la joven. Una hermosa niña de cabellos azabache. Ahora sus noches son cortas. Desvelos entre llanto, pañales y biberones de verdad. Una vicisitud tras otra para una adolescente pretendiendo crecer a prisa, antes de que su pequeña hija le de alcance.

Crayola 07/02/2007

El entierro del abuelo. De Monelle

Fuente imagen Internet

De poder hacerlo lo hubiese parado, por eso le complací.
Aún recuerdo el día en el que a su buena amiga de letras, Eloisa, aquella con la que se debatía entre el amor y el odio, le dieron tierra. Ya entonces Don Pascual, así le gustaba que le llamáramos, “respeto... ¿dónde iremos a parar?”, decía antes de dispensarnos un coscorrón había perdido el juicio. “Cosas de viejo”, comentaba mi padre.
Sucedió un día de invierno, el cielo gris plomizo y la amenaza de lluvia no eran obstáculo para que el cortejo fúnebre, que trasladaría a Eloisa al cementerio, se retrasase. Aún así, Don Pascual aguantó un par de horas extras frente al domicilio de la finada soportando comentarios soeces y algún que otro cotilleo que caldeaba el ambiente.
Toda la vida se las dio de adelantada —decía una.
¡Uy! Eso no es nada, ¿recuerdas cuando pensó que llegaría a ser una gran poetisa? Pero si no sabía hacer la “o” con un canuto...
Don Pascual contuvo su rabia por educación o tal vez por miedo a que su moral fuera la próxima en ser desnudada. Sacaron el féretro y lo dirigieron al vehículo repleto de coronas y ramos.
Pero, ¡qué falta de respeto! —saltó el abuelo. —Ya le decía a mi padre que los caballos estaban próximos a desaparecer, y por esa vicisitud nada seguiría igual.
Pero Don Pascual, ¿qué dice? Venga hombre, tranquilícese.
No hubo forma de calmarlo. Se mostró irascible y descaradamente ofensivo. Mandó a todos los que se le opusieron a tomar viento, y acercándose hasta el ataúd prometió no morirse ni ser enterrado hasta ver tornar aquellos tiempos en los que el buen gusto estaba en consonancia con al categoría del difunto.
A partir de aquel día se le pudo ver vestido como antaño, como si el tiempo hubiese retrocedido o hibernado desde finales del diecinueve. “Cosas de viejo”, sostenía mi padre que seguía bien de cerca los pasos del abuelo.
Un día el corazón de Don Pascual no aguantó más, se detuvo al tiempo que sus recuerdos.
Sus restos aguardaban en el coche mortuorio la partida. Siempre me cayó bien el anciano por eso le complací. Llegué a tiempo de poder cambiar aquella caja de roble con sus despojos al coche de caballos que, engalanado para una pompa fúnebre como de otros tiempos, recorrió el pueblo ante la admiración de todos.

Monelle/CRSignes 06/02/2007

Escapando. De Crayola

El baño, 1989. Fernando Botero

El ánimo en la sala se había caldeado y ella prefirió retirarse sin decir palabra. No pudo evitar estallar en coraje contra todas esas seudo poetisas que la miraban con lástima. Al pretender salir con prisa del recinto, torpemente tropezó con todo provocando un pomposo escándalo. Se atascó en la butaca, tiró sus papeles, un vaso con agua… Ni siquiera se pudo agachar a recoger sus notas y poemas. Fue la burla. Es una burla burda y deforme. Parada frente al espejo, viendo su figura, recuerda las miradas de aquellas que fueron sus compañeras en la facultad de Filosofía, miradas de asombro y desdén. Ese día la realidad se le estrelló en la cara. Su cuerpo era irreconocible para ella. Se desnudó para buscarse. Buscaba sus pequeños pechos redondos y perfectos. Buscaba su talle esbelto y su estrecha cintura que parecía apretar sus costillas. Y sus piernas largas y sus caderas en simétrica armonía. Ya nada estaba ahí, apenas y lo recordaba como en un sueño. Tal vez nunca fue delgada, ya no se recuerda hace unos años atrás. No se dio cuenta como las vicisitudes en su destino la habían marcado. Una gran masa de carne cubre ahora su ser. Una gordura que le ha desfigurado su imagen frente a sus ojos. Hoy con sus más de treinta libras apenas camina. No puede hacer las cosas más simples y cotidianas. Bañarse es toda una odisea. Asearse después de orinar o defecar es agotador. Su sexo no lo ha visto en mucho tiempo. Las llagas mal olientes en su entrepierna no dejan de arder. Pústulas entre los pliegues de su espalda sudan y se infectan. Hay lágrimas rodando en sus mejillas y una sonrisa boba le dice que no se preocupe, ella es la gordita simpática, la que les cae bien a todos. Desde hace tres años que se enorme presencia causa gracia y pena. ¿Dónde estará ella? Parece que se ha ido a hibernar bajo esa mole de grasa y piel. Se pregunta si será capaz de salir de ahí y recuperar su vida. Ahí, detrás de su reflejo, está atrapada su verdadera imagen. Ahí detrás de esa mirada triste, asoma un poco de esperanza para seguir viviendo. Esa noche, decide vivir un días más. Se coloca su bata de dormir y mete al bolsillo su arma. Hoy no la usará, tal vez mañana.

Crayola 06/02/2007

Turbios momentos. De Juancho

©CRSignes1998

“Hibernar desnuda en la torre del castillo. Sí, eso haré. Para que Ruscón me eche de menos. Que se caldee sólo con los recuerdos de la pasión que otrora nos acogió.”
Eso decidió la reina Fiselina. Y se puso a la obra al momento. Convocó a sus consejeros y les engañó diciéndoles que durante dos meses abandonaría sus deberes reales para dedicarse a curar una dolencia para la cual el chamán le había recetado reposo absoluto y renuncia a los asuntos del reino. Durante su ausencia actuaría como regente el conde Sangruelo, su más leal consejero. Lo dispuso todo, habló con los capitanes del ejército, dejó escritas sus instrucciones. Nadie debía molestarla en la torre que le iba servir de reclusión privada. No recibiría ninguna visita, ni se la importunaría con misivas, no acudiría ni a pompas jocosas ni a entierros. Todas estas vicisitudes deberían cumplirse a rajatabla, so pena de muerte. Sólo habría una persona que accedería a ella para suministrarle sus necesidades. Esa persona sería su doncella Iselda, la poetisa, la más gentil, la más bella. Cuando Ruscón acudiese a palacio, debería informársele que la reina había partido de viaje a Samarcanda y que volvería tras dos lunas. Así empezaría a castigar la infidelidad del caballero con una dama desconocida, revelada por uno de sus espías.

Un día, cuando ya llevaba diez recluida en la torre, le pidió a Iselda que le leyera alguno de sus poemas. La hermosa joven bajó a su aposento y volvió con un legajo. Empezó a leerlo, sentada en un taburete, mientras la reina reposaba en su lecho, echada muy cerca. Fiselina se fijó en el amplio escote de su sierva. Con la lectura, sus pechos se erguían, palpitaban como si quisieran salirse. Se percató de un colgante que la joven tenía, cuya cinta se introducía en las curvaturas de los esplendorosos senos. La reina alargó su brazo, estiró su dedo índice y lo enrolló en la cinta, tirando de ella. Iselda se sorprendió, se ruborizó, movió su brazo en ademán de impedir la acción de la reina, pero se detuvo por respeto y la dejó hacer. De entre sus gozosas mamas salió una cruz de madera, motivo del colgante, que la reina reconoció al instante: era la misma cruz que vio tallar a Ruscón hacía un mes. Así supo que Iselda era la enigmática y odiosa amante.

Juancho 04/02/2007

Arremolinada a tu vera. De Juancho

Bill Brandt (3 May 1904 – 20 December 1983)

Para caldear el ambiente, Marina pensó que sería una buena idea desnudarse un poco. A su lado estaba Adrián, dormitando, hibernando, como si con él nada fuesen las vicisitudes que la poetisa estaba tramando. Ella pensó que debía despertar sus sentidos, hacerle ver que estaba allí, a su lado. Empezó por bajarse la cremallera del jersey, con suaves movimientos, sin pompa, ni sobresaltos. Quería desnudarse en silencio, que él no lo notara. Le dio un suave codazo mientras se deshacía de la prenda de lana y él se movió un poco, pero siguió adormilado. El tórax de Marina estaba ahora cubierto sólo por una corta camiseta, sin mangas, que resaltaba sus voluptuosas tetas y marcaban sus pezones erizados, que dejaba ver todo su vientre liso, con su ombligo piercingado. No llevaba sujetador, algo en lo que no había reparado. Esto le hizo dudar de seguir con lo que estaba tramando. La camiseta no solucionaba el pudor que le estaba embriagando por estar ahora casi desnuda ante Adrián, al que acababa de conocer hacía un rato. Pensó que se sorprendería mucho si abriera los ojos y la viera a ella en aquel estado. Cogió el cuello del jersey, buscó las mangas y con rapidez procedió al ponérselo. El brusco movimiento de brazos despertó a Adrián, quien sólo tuvo tiempo de ver fugazmente las axilas levantadas de una joven, un jersey que descendía y cubría la piel desnuda de un abdomen estivalmente dorado.
- ¿Qué haces? – balbuceó.
- Oh... – Marina se puso azorada cuando vio cómo le miraba- verás... me he tenido que quitar el jersey porque... es que... no sé... me...me ha picado... sí, algo me ha picado... tal vez un mosquito.
- ¿Dónde?
- Pues... no sé... aquí, en la cintura, al lado.
- Déjame mirar a ver si te ha dejado alguna señal.
- Ah... no... no hace falta. Creo que no hay nada. Habrá sido la lana.
Pero Adrián insistía:
- Mira, en estos casos es mejor ver si hay alguna ampolla. Se te podía infectar, si no se cura a tiempo. Levántate un poco el jersey y enséñame la zona.
- Está bien.
Marina se levantó un poco la prenda, mostrándole su concavidad lateral. El joven pasó la mano buscando la protuberancia de una señal, que no estaba por ningún lado. Luego sus dedos fueron avanzando hasta dejar la cintura y llegar al abdomen dorado...

Juancho 04/02/2007

El pescador. De Crayola

Fuente imagen Internet

Ha caído la noche sobre el mar. El azul se transformó en un negro profundo con tenues destellos plateados. La luna deja ver un tímido pálido halo, se le ve triste. Sobre esas aguas calmosas y caldeadas, una barca se mece con el vaivén de las olas. Recostado sobre la embarcación, mirando al cielo, un hombre recorre cada espacio del infinito. Escoge estrellas para ella. Cuando encuentra entre todas la mas brillante, estira su mano y la toma delicadamente con sus dedos. Un ligero tirón y se desprende del firmamento, ahora la estrella está en su mano. La mira con detenimiento, tiene que ser perfecta. Pero esa hoy no le ha gustado y la arroja al mar. Y después es otra. Y luego otra. Las aguas se van iluminando con gran pompa de los pequeños astros que flotan entre la espuma. Los peces adornan sus escamas con diminutos puntos de luz, mientras una tortuga atrapa un lucero para meterlo a hibernar bajo su caparazón. Y el hombre sigue buscando la estrella más bella. Le falta una docena de ellas. Teje un collar para su amada, un collar de estrellas. Las une por una de sus puntas con hilos dorados y en cada una escribe un poema. Ella es su musa y él cuál aprendiz de poeta le regala versos que inventa en sus desvaríos de amor. Porque le ama. Le ama como una diosa. Le ama con un amor que le desnuda el corazón. Un amor que lo hace soñar y sufrir y llorar y reír, pero que le ha dejado una gran ilusión. Aún no la ha visto, pero él sabe que vendrá. Seguirán pasando las vicisitudes de la vida y él seguirá esperando en su orilla del mar. Se convirtió en pescador de estrellas para hacerle un collar. La barca se llena de luz, esta noche, el hombre ha encontrado su pieza, una hermosa estrella para ella.

Crayola 02/02/2007

Las vicisitudes de la fortuna. De Suprunaman

Brassaï (pseudonym of Gyula Halász) (9 September 1899–8 July 1984)

Quietos todos, dijo la poetisa con voz masculina. Vivir, morir, hibernar. Un estado de ánimo, si. Cuando a vuestro alrededor veáis caldear el ambiente, no dudéis ni un instante. Quitaros esos harapos y dejad entrever vuestra desnudez.
Don Bartolo, de forma veloz se quitó los pantalones, se bajó los calzoncillos y mostró su culo en pompa. Doña Bartola empezó a sentir el ambiente caldeado y con cierto gesto de desvanecimiento, se quitó el sostén y presentó al grupo sus duros pechos. Doña Engracia imitó su gesto y arrojó su tetamen al viento. Pronto toda la congregación deambulaba en masa con su orgullo al aire. La beata de la primera fila, agarró al padre Benjamín, que también se vio arrastrado por esta abominación esperpéntica. El buen padre tocaba a la amiga de la beata e hicieron un trío amoroso. Dios mío, protégeme la carne es débil, mea culpa, mea culpa, mea culpa. Rezaba golpeándose el pecho.
La reunión había sido un éxito, todos cooperaban animosamente e intentaban ayudarse. La orgía no tenía límite. Sin duda alguna esta era la verdadera paz, la que todos deseaban para el resto de la humanidad; por ello, el padre Benjamín añadió. Sabed hermanos míos que el amor es Dios.

Suprunaman 01/02/2007

Las monedas. De Crayola

Fuente imagen Internet

Hace tiempo, sentada en la cocina de casa, con una humeante taza de café con leche, con deliciosa espuma en el borde que me dejaba unos dulces bigotes, escuchaba atenta las historias que me contaba mi Nana mientras ella amasaba la mezcla de harina y agua para hacer tortillas tratando de eliminar todas las pompas de aire. Contaba que un día cuando tenía unos doce años, trabajaba en casa de una señorona ricachona del pueblo vecino al de ella. Por ahí pasaba todas las tardes para ayudarle con el quehacer y recibía a cambio un par de monedas. Me dijo que un día tuvo que quedarse a escribir una decena de versos en la escuela, su maestra se empeñaba en convertirla en poetisa. Nunca entendió porque tanto aferramiento con esa idea, el caso es que ese día de tarea extra, llegó tarde a su trabajo. La señora un tanto enfadada, con los ánimos caldeados, le ordenó limpiar la parte trasera de la casa. Había un gran patio lleno de maleza que se apresuró a desnudar con un rastrillo. Al tiempo de estar escarbando entre las hierbas, topó con una bolsita que estaba enterrada. Se hincó y la desenterró con sus manos. Al liberar el paquete de su centenario hibernar, lo abrió. Para su sorpresa, encontró que estaba lleno de monedas doradas. Mi Nana en su inocencia de niña, corrió a avisarle a su patrona del hallazgo. La mujer revisó el contenido de la talega que le entregaba la pequeña. Observó y catalogó las monedas y atinó a decir después de un rato que no tenían ningún valor, no servirían para nada. La hizo regresar a su faena sin más explicación y se quedó con el pequeño tesoro. Y si que lo fue. La mujer a los días había vendido las monedas y triplicado su fortuna. Nunca le dio algún reconocimiento a mi Nana, por lo contrario, la despidió. Argumenté a mi Nana que porqué no hizo algo, decirle a todos, ella sonrió y me dijo que se trataba solo de algo material. Al tiempo, por vicisitudes de la vida, aquella mujer murió sola con todo su dinero, en cambio ella, había encontrado el amor y tuvo una gran familia que la hacía feliz. —Eso es lo más valioso en la vida mijita— agregó. Y siguió en lo suyo. Ese día aprendí una gran lección.

Crayola 01/02/2007

Los elementales. Capítulo treinta y ocho: La batalla con las sombras. De Monelle

Fuente imagen Internet

Movimos los muebles y colocamos las velas dibujando un gran círculo en cuyo centro situamos dos recipientes que contenían agua con sal e incienso con carbón. Julien no contestaba a mis preguntas, sin embargo al entrar Anna comenzó a hablar.
Anna colóquese junto a los recipientes.
¿Qué debo hacer?
No moverse del centro. Ricard haga lo posible por situar a Joan junto a usted dentro del círculo.
Creo que deberíamos saber sus intenciones –dije.
Les aseguro que dentro del círculo están a salvo. Yo, como oficiante, deberé permanecer afuera.
De acuerdo. Pero, ¿qué vicisitudes debemos esperar del conjuro?
Las desconozco. Los elementales me indicaron las situaciones de peligro. Por suerte, hasta hoy no tuve que enfrentarme con ninguna, pero éste es el método que me fue trasmitido para derrotar a las larvas.
Julien marcó los puntos cardinales y prendió los cirios. Pudimos verle concentrado, no dejaba de recitar cual poeta, en un idioma extraño. Se movía nervioso rociando todos los rincones de la sala con agua que primero había consagrado. De repente, las sombras parecieron tomar vida. Desde nuestro refugio vimos aparecer efigies deslizándose sigilosas por las paredes, suelo y techo, dibujando a su paso criaturas imposibles de aterradora silueta. Julien seguía con un discurso cada vez más caldeado, y las formas tomaron volumen y el terror se introdujo en mí. Joan seguía paralizado, como hibernando, y Anna no perdía detalle del viejo, parecía confiar más en él que yo. El agua bendecida le servía a Julien como escudo frente al avance de las larvas, y éstas desviaban sus pasos hacia el círculo llameante, alargando sus miembros sin conseguir alcanzarnos.
Anna encienda el carbón.
“Alimentado por las llamas, fruto y poder de las Salamandras,
eleva el humo de este incienso consagrado a los silfos.
De esta unión nace la fuerza que nos liberará
de las desnudas larvas del abismo.”

El humo ascendió perfumándolo todo.
Ahora tome el otro recipiente y esparza con sus dedos la mezcla en todas direcciones.
“El fruto de la tierra, tesoro de los Gnomos,
se alía con el líquido elemento de las Ondinas,
fuerte lazo que hará retroceder
los desencarnados seres que nos amenazan.”

De cada gota surgió una pompa que explotando frente a los invasores, dejaba escapar la fuerza de cien guerreros; y la perfumada columna fue envolviendo unas larvas cada vez más débiles hasta hacerlas desaparecer por dónde habían salido.

Monelle/CRSignes 31/01/07

El lenguaje universal (Serie “Mini cuentos para no dormir”). De Mon

Bill Brandt (3 May 1904 – 20 December 1983)

Allí estaba la poetisa, culo en pompa con las rodillas sobre la alfombra del estudio, abrazada a su Olivetti Lettera46. Parecía cansada, pero su mirada perdida intuía signos de tristeza, reflejaba todas las vicisitudes por las que había pasado estos últimos años.
Me acerque despacio, con sigilo, la habitación estaba helada, María solo vestía un fino camisón que dejaba entrever su curvada espina dorsal. Debía caldear la estancia, unos pocos troncos calentarían el ambiente en pocos minutos.
Su actitud era de ausencia total, como si quisiera hibernar, apenas pestañeó ante mi insistencia. En otra época nuestro fuego pasional hubiese comenzado por desnudar aquella piel, hoy, después de treinta años me preocupaba más su estado que no precisamente su lenguaje corporal, que, por otro lado, aun resultaba ciertamente apetecible.
Mientras el fuego avivaba entre chasquidos producidos por la resina al quemarse, aproveché para buscar una manta, ella permanecía impertérrita, inmóvil, absurdamente tranquila y callada, como si algo o alguien la estuviese arropando.
De pronto oí su voz,
-Hola Andrés, no he sentido tu presencia, creo que me he quedado dormida en esta absurda posición, se me terminó la cinta de doble color de la máquina de escribir y estaba esperando tu regreso para pedirte un favor. ¿Puedes ir a la tienda y traerme una?
-Claro mi amor, no me esperes despierta.

Mon 29/01/2007

La Insensibilidad. De Marola

Bill Brandt (3 de mayo de 1904 - 20 de diciembre de 1983)

Se empezaba a caldear el ambiente, eran las seis de la tarde y algunos de los presentes no aguantaban el sentir de una buena conversación, eran personas superficiales a las que solo les gustaba hablar de si mismos, de temas banales y que solo ellos creían que sabían conversar. Cuando la conversación hacía referencia a algo que ellos no entendían, empezaba a desnudarse el verdadero carácter y la pompa de su sentido, de su personalidad. Empezaban a hibernar como los osos hacen en invierno, pero estos no lo hacían por su supervivencia, lo hacían simplemente porque no quería entrar en aquel mundo de poetisas, de personas que durante unas horas cambiaban las vicisitudes que soportaban durante toda la semana por compartir esas palabras, por desnudar su corazón, por compartir las emociones, para muchos estupideces sin ningún sentido, que sentían al escribir, al relatar las experiencias de la vida, los sueños, las ilusiones. Por que sin aquellas pequeñas reuniones no había nada, el mundo era como un desierto inmenso en el que no ves el final, no sientes el horizonte, pierdes la fe en la vida, porque sabes que si no encuentras agua vas a morir.
Pero ellos, eran o se creían especiales, únicos, los más inteligentes, era tan grande la insensibilidad que sentían que llegaban a flotar en el ambiente unos estímulos de vanagloria y fanfarronería que al final, los delataba a todos como las personas más infelices de la tierra.

Marola 30/01/2007

Pensando sin ti. De Crayola

Lovers in Bistro Brassaï (pseudonym of Gyula Halász) (9 September 1899–8 July 1984)

Te vi un día construyendo sueños azules. A partir de aquel momento, no hubo un solo día en el que un te amo no saliera de tu boca, no había conocido un solo instante en que tus labios no me regalaran el mejor de tus besos, no sabía lo que era pasar unas horas sin sentir que me pensabas. Pero un día decidiste que habías tenido suficiente de mí. Te conocí el corazón y cada pensamiento que guardabas en él, hoy apenas encuentro un latido que sea mío. Te veo ahora tratando de salvar lo que queda de ti mismo, las vicisitudes en nuestro camino pesan mucho. No te culpo por alejarte así, por querer recuperar lo que tú llamas cordura y razón; es tan solo que te extraño tanto! Me acostumbraste a ti, al intercambio de palabras, a nuestras historias y aventuras; a aquellas frases que caldeaban los ánimos hasta quedar con la sangre hirviente de deseo; llenaste mi vida con un aroma que inventé para ti, aroma a verde y viento. No se que contarle a la luna por las noches. Si le pregunto por ti, oculta su rostro de plata y me deja ahí en la ventana con el alma desnuda. Ya no entro en el disfraz aquel de poetisa; ¿recuerdas cuando te escribía versos? El amor puede ser tan frágil, tan volátil…como esas pompas de jabón que te hacen sonreír cuando las sientes posarse en la punta de tu nariz, y al segundo, revientan frente a ti dejando solo el rastro de lo que fue. Te pregunté si te habías cansado de sentir, solo dijiste que tu corazón se ha ido a hibernar en lo profundo de tu ser, que no quiere sentir mas. Saber tu decisión me estremeció, tuve miedo de sentir aquella soledad una vez mas, tengo miedo de saber que estas allá, pero ya no pensando en mi. Tengo temor de saber que los sueños que inventamos se están deshaciendo lento. ¿Tu crees que nos quede alguno? ¿Tu crees que podremos sentarnos juntos a tejer otros? A veces imagino que son como trozos de algodón que puedes hacer jirones y después juntar otra vez…a veces pienso que solo te he imaginado.

Crayola 30/01/2007

Palabras para el "contemos cuentos 26"

Las palabras que se ha recolectaron para el juego esa quincena fueron las siguientes:

CALDEAR

DESNUDAR

HIBERNAR

POETISA

POMPA

VICISITUD