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El aniversario número 5º. De Mong0

Tráeme las papas, rápido —dijo Marcela.
Ya voy tía, no me apure que me caigo —contestó Paulo.
Era una verdadera celebración, con cornetas y serpentinas. Tíos, abuelos, papá y mamá, gente que no conocíamos, y personas que si. Mi padre, con una cerveza en la mano, brindaba por la unión de la familia, estaba ebrio y haciendo el ridículo, pero eso ya no importaba, todos celebraban por el aniversario número 5º de mis padres, y además, fecha inolvidable, ya que por fin habían podido tener el hijo que tanto deseaban.
Recuerdo que ese día, mis primos mayores, me levantaban hasta tocar el techo, me asustaba tanto, que en seguida rompía en llantos, y mi madre llegaba, tan superheroína, como queriendo salvar a su cachorro de las hienas hambrientas, me tomaba, y me apretaba contra su pecho. En ese momento, lo único que quería era que me soltara.
Cerca de las tres de la mañana, la fiesta comenzó a decaer, mis tíos, borrachos en un banco del patio, tirados como si estuvieran muertos. Para que hablar de mis padres, tirados a los pies de la escalera, seguían conversando de no se qué.
Estaba mal, me sentía mareado, la comisura de mis labios me ardía, y tenía mi ropa vomitada. Ha de ser por el trago que mi tío Braulio puso en mi mamila. Me encontraba en un trance profundo, mirando hacia la malla de mi cuna, necesitaba agua, no podía seguir con ese ardor. Tenía sueño, y me largué a llorar.
¡Callen a ese niño!
Gritó mi madre como queriéndose deshacer de mi para seguir bebiendo.
Daniel, el sobrino de mi papi, estaba parado frente a los lookers de la cocina. Creo que trataba de entrar la combinación para poder sacar su mochila. Si no fuera por que mi padre le ofreció un vaso de vozka, se habría ido a su casa a descansar.
Me acorde que estaba llorando, así que lo retomé. Esta vez mi madre se levantó, caminó con la botella de ron en la mano, y me cogió. Fuimos al baño, me sentó en el lavamanos, y me sacó la polera llena de vómito, y se mojó la cara, luego me tomó en brazos, y me llevó hasta mi cuarto. Al pasar por la escalera, vi a mi padre tirado, por un segundo me dio asco, asco de verlo borracho, de no poder levantarse.
Seguimos, hasta que mi madre me sintió el olor a trago en la boca, cómo no sentirlo, era un hedor inconfundible, corrió conmigo en brazos, hasta el baño, y me cepilló bien la boca. Aquel incidente la alteró más de lo que ya estaba, ya que se fue hasta el segundo piso diciendo en voz alta:
Tu padre es un verdadero insaciable, apuesto que él fue quien te lleno la madera con trago.
Siguió repuntando el tema hasta que llegamos a mi habitación, me recostó en la cama y se tiró junto a mí. Lo único que recuerdo de aquella situación, es que el tocadiscos seguía andando, y la música de Carlos Gardel rondaba en el ambiente…

MongO 05/07/06