Categoría: "Pez Burbuja"

El mundo en sus manos – Introducción. De Pez Burbuja

Permítanme que me presente. Mi nombre es Adabob Zeped aunque todos me llaman simplemente Bob, y pertenezco al extraño colectivo de los trashumantes. No tengo hogar en ningún sitio pero cualquier lugar puede ser mi casa. Así soy yo, un loco en busca de aventuras, que deambula por el mundo sin oficio ni beneficio, con el único afán de disfrutar de cada instante.

Entiendo que esto les pueda parecer una forma de vida poco habitual. Sin entrar en detalles, les contaré que mi padre era un malandrín, que se escapó con una camarera cuando yo era pequeño y nunca volvimos a verlo. Mi madre se puso a trabajar limpiando las casas de los vecinos, y aunque dicen que al que madruga, Dios le ayuda, no siempre debe ser así porque murió de tuberculosis cuando yo aún no había cumplido los quince. De pronto me vi en el zaguán de la que había sido mi casa, que había pasado a manos de una multitud de acreedores, sin más fortuna que un pequeño hatillo hecho jirones, y mis manos.

Quisiera, si me lo permiten, hablarles de mis manos. Yo soy un tipo normal, siempre he sido una persona bastante anodina, y paso desapercibido con facilidad, lo que me permite observar a mis anchas a las personas que me rodean. La única cosa que me distingue del resto son mis manos. Cualquier material que cae en ellas se convierte en poco tiempo en un pequeño potrillo, en un dragón, en un duende de orejas puntiagudas… y cobra vida. Es algo que ni siquiera yo sé muy bien cómo ocurre, pero el caso es que ocurre. Y con ello me he ganado la vida durante todos estos años.

Ustedes se preguntarán a qué viene todo esto. Uno ya no es joven, y aunque mis recuerdos siguen intactos, los años no perdonan. Y no quisiera que un día alguien escribiera en mi epitafio “Aquí yace el viajero desconocido”, y que todas las personas, los lugares, las maravillas que contemplé a lo largo de mis viajes quedaran en el olvido. Así que voy a intentar poner un poco de orden en mi cabeza, para contarles mis pequeñas aventuras. Espero de todo corazón que las disfruten.

Continuará...

Pez Burbuja 27/08/06

El último baile. De Pez Burbuja

Había llegado el momento. Después de treinta años de bailarín, ésta iba a ser su última actuación. La noche anterior había tenido una agria discusión con el director, con lo que su forzado retiro se había adelantado. Los años habían pasado con celeridad y aunque joven, era demasiado viejo para seguir bailando. Su cuerpo era una celda de la que no podía salir.

Salió al escenario vestido de época. Su peluca blanca refulgía bajo los focos. Un minué comenzó a sonar cadenciosamente. Bailaba sin descanso, iterando sus pasos con cada bailarina en una danza exquisita. Ponía el alma en cada movimiento y el público contemplaba reverente el espectáculo. Al acabar, un aplauso unánime llenó la sala mientras daba las gracias en la reverencia final.

El camerino aguardaba silencioso. Entró despacio y se sentó frente al espejo. Mientras se desmaquillaba, contempló su mirada cansada, las bolsas bajo los ojos, el mapa de arrugas en su rostro que hablaba de tantos momentos vividos, tantas imágenes guardadas en la memoria y que no volverían a repetirse…

Abrió el cajón y sacó la pistola. Comprobó que el cargador estaba lleno. Acercó despacio el cañón hasta colocarlo suavemente sobre sus labios, en un beso mortal. Luego, lo fue introduciendo en su boca. No sentía nada, ni miedo, ni remordimientos, nada. Nadie le estaría esperando, nadie lloraría por él.

Unos golpes en la puerta le sacaron de su estado. Rápidamente guardó la pistola en el cajón y se dirigió a la puerta. Una mujer le sonreía. Cogida de su mano, una niña le miraba con los ojos incandescentes.

- Perdone, no quisiera molestarle. Mi hija quiere ser bailarina, y ha insistido tanto en venir a conocerle que he tenido que acceder. Espero no haberle interrumpido.

- No se preocupe, no estaba haciendo nada importante.

La niña soltó a su madre y agarró su mano con fuerza.

Pez Burbuja 06/08/06

Atrapado. De Pez Burbuja

Soy lo que la gente suele calificar como un tipo extraño por antonomasia. El miedo a relacionarme me convierte en un ser huraño y hostil. Las mujeres me encuentran atractivo; pin-ups insinuantes, se acercan con cualquier excusa. Pero su alegría inicial da paso a la decepción por mi rechazo.

Los días son cortos, las noches largas y solitarias. Paseo por las calles sin rumbo. Acabo en algún garito inmundo, anestesiado a golpes de bourbon o calmando mis ansias en una cabina, imaginando como sería tener una mujer entre mis brazos.

Otra noche más pago el precio y entro en un diminuto recinto. Introduzco una moneda, y ante mis ojos se dibuja una exuberante pelirroja de espaldas que hace que mi cuerpo reaccione instantáneamente, mis piratas parecen a punto de reventar. La melena acaricia su espalda desnuda, mientras un diminuto tanga muestra unas nalgas perfectamente cinceladas. Una fusta en su mano recorre lasciva su contorno. Me deshace la piel esa forma de moverse. Tan absorto estoy, que mi mano apenas se mueve sobre mi hinchado miembro. Es algo más que un instinto ancestral. La veo darse la vuelta a cámara lenta, mientras mi vista recorre sus piernas, el minúsculo triángulo que apenas tapa su sexo, sus enormes pechos coronados por dos sonrosados pezones, sus labios turgentes…

Aquella ninfa continua moviéndose provocadora, la fusta ha sido reemplazada por su mano. Recorre su cuerpo de tal forma, que me siento dueño de aquellos dedos. Los introduce en su boca para acariciar con ellos sus pezones enhiestos, dibujando una línea después que divide su cuerpo en dos mitades perfectas. Entonces se desprende de aquel tanga dejándome contemplar sus rizos rojizos, coronados por algunas gotas de rocío que me hacen estremecer. Mi mano se mueve ahora más deprisa sobre mi sexo, intentando calmar mi urgencia. Ella se acaricia al unísono, moviendo sus dedos frenéticamente. Ambos sucumbimos en un último espasmo mientras nuestros gritos se confunden en uno. Entonces mira directamente hacia mí. Aquellos ojos verdes me desconciertan. Me hablan en un idioma que conozco, el mismo que leo todas las mañanas en el espejo. Se apaga la luz de la cabina. Me limpio mientras rememoro la experiencia más cercana que he tenido nunca con una mujer.
Camino cabizbajo hacia la salida. Mi mano se dirige hacia mi pecho, justo al lado del corazón.

-Oye, se te olvida la cartera.

Unos ojos verdes me sonríen.

Pez Burbuja 31/07/06

La magia de la noche. De Pez Burbuja

Las últimas luces del atardecer hace tiempo que dieron paso a las sombras. Estás a punto de llegar; más que saberlo, es el instinto el que me hace presentirte mucho antes de que mis ojos puedan contemplar tu silueta. Apareces en medio de la bruma nocturna, y una vez más mi alegría inicial va dando paso a otro sentimiento más ardiente, y yo, tímida por antonomasia durante el día, me convierto en una provocativa pin-up, envuelta en seda y cuero.

Te acercas despacio, tan sólo tu mirada deja entrever la urgencia de tus ganas recorriéndome cada palmo de piel, que reacciona erizándose a su paso. Pero hoy no quiero que seas tú quien tome la iniciativa. Te tumbo en la cama sin miramientos, y me abalanzo sobre ti como una fiera hambrienta.

El roce de tu ropa provoca escalofríos en mi cuerpo, mientras mi boca va siguiendo el camino que abren mis manos al desnudarte. Te siento fluir entre mis dedos como agua, y tu sabor a mar aviva el ansia que me crece en las entrañas. Tu ropa se deshace, te siento estremecer bajo mi lengua que dibuja sobre ti el círculo ancestral de la vida. Y es ahora, cuando estás al borde de sucumbir a la pasión mientras gimes bajo mis labios, cuando me convierto en un pirata a punto de realizar un abordaje. Abrazo tu cintura con mis muslos, danzando al frenético ritmo del deseo. Te siento dentro de mí, y entonces, en el vértice mismo de las ganas, mi cuerpo se arquea para hacernos uno, y entre espasmos el vencedor es vencido. Me dejo caer sobre ti rendida mientras mis labios musitan un te amo. Y nos dormimos.

Las primeras luces del alba apenas han ahuyentado las sombras. Acabas de irte, y otro día me separa de ti hasta que pueda volver a soñarte.

Pez Burbuja 28/07/06

Al filo de la madrugada. De Pez burbuja

Cierro la puerta. Me voy desprendiendo rápidamente de las dos piezas de mi sobrio traje de chaqueta. Tiro sin miramientos los zapatos de tacón al aire, mientras me desabrocho la camisa que cae desmadejada al suelo. Me palpo la espalda buscando el broche del sujetador mientras me dirijo al baño. Acabo de desnudarme y me meto en la ducha. Siento las gotas de agua como pequeños alfileres traspasándome, todo mi cuerpo se queja dolorido, exhausto.

Al filo de la madrugada me siento por fin, después de un arduo día de trabajo. Resulta tan agotadora la retahíla de tareas encadenadas en cada jornada, que a veces me siento como si en vez de caminar hacia delante, fuera caminando hacia atrás como los cangrejos. A lo largo del día, me sitian los problemas cotidianos, las responsabilidades, el trabajo, las diatribas de mi jefe, las tareas pendientes, conformando a mi alrededor una vorágine de la que no puedo salir.

Intento robarle unos minutos al tiempo para sentarme en mi rincón favorito con una taza de chocolate caliente, y ver pasar la vida a través de la ventana. Hasta esta parada me resulta costosa, como si fuera una pelota rodando por una cuesta, al llegar al final sigo rodando por inercia. Debo recurrir a mi instinto de supervivencia para quedarme aquí sentada. Entonces cierro los ojos, y me imagino aún como una muchacha pizpireta, correteando por las navas y sin más problemas que aprobar en el colegio y conseguir que el chico que me gusta me haga caso.

Y me voy a la cama con una sonrisa en los labios, y dispuesta a afrontar otro día con lo mejor de mí.

Pez Burbuja 26/06/06