DE ZARKOV, FLASH GORDON Y BATALLAS ESTELARES. De Monelle
Por monelle elAbr 10, 2014 | EnMonelle, CONTEMOS CUENTOS 34
El alivio llegaba como el día, al abrigo de un sol que perfilaba el azabache nocturno de las montañas en ocre y rojo, resaltando las nubes. Precisamente, ese era el momento en el que dejábamos escapar la imaginación, despertando los sueños con los que disfrazar la realidad. Batallas estelares y conquistas del espacio corrían parejas entre las sombreadas nubes que adquirían la forma original de nuestros caprichos. Poníamos imágenes a la continua lectura de los cuentos y aventuras de unos héroes de tebeo: Flash Gordon o El Hombre Enmascarado que incansable le leía a Rafael. Horas de espera mitigadas haciendo tiempo hasta la llegada de Don Esteban, portador del remedio.
Si el cielo nos era grato, podía disimular mi desespero. A sus nueve años, Rafael, tenía que soportar un lastre que le alejaba por una ruta sin retorno. Él era consciente de su debilidad; sabía que las promesas de ayer se convertían en los juegos de una mañana cada vez más corta, como el día al acercarse el solsticio de invierno.
Don Esteban siempre llegaba con una sonrisa y alguna bagatela entre las manos con la que obsequiarle. Era entonces que descargaba en su cuerpo la pequeña dosis química con la que soportar hasta su próxima visita y que nunca era suficiente. Por ello inventamos los juegos.
Cuando el dolor arreciaba era fácil hacer de los quejidos los gritos de una guerra lejana, o convertirlos en las aclamaciones por la conquista de un espacio misterioso que, dibujado a nuestro antojo, se mostraba en el cielo y en el que las naves de unos enemigos —aquellas nubes que cruzaban el firmamento— luchaban hasta que los dragones o monstruos, que defendían su territorio entre las montañas y la floresta, se disolvían barridos por el viento enemigo capaz de aniquilarlo todo. En ocasiones, la naturaleza nos regalaba con los efectos especiales de rayos, centellas y estrellas fugaces.
—Mañana, Rafael, —le dijo Don Esteban —intentaré venir más pronto para jugar con vosotros. Siempre quise pilotar mientras combato a Mingo como el profesor Zarkov. Estoy convencido de que entre los tres lograremos cazar a esos furtivos que se resisten.
—Será estupendo —comentó entusiasmado.
Por la noche, Rafael se durmió planeando la batalla del día siguiente. Aquella mañana, se disolvió prendido de las naves de sus héroes por última vez.
Monelle/CRSignes 03/06/2007
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