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Paternidad. De Ideliee

Hace tiempo que no bebo agua, ni digiero alimentos. La tierra húmeda se impregna en mi cuerpo y las ampollas empeñadas en lacerar me han doblegado.
Ella no me dio la posibilidad de huir. Aún siento sus manos ásperas cubriendo mi piel de barro. ¡Pensar que me hizo tanto bien! Su cintura se resbalaba hasta hacerse sólida. Era cuestión de concentrarse. Por eso nos fuimos lejos, a un sitio recóndito donde no pudieran molestarnos. Recogí los materiales, agua de manantial y otras herramientas, la puse sobre el platón y me desnudé para atraer la energía. Ella se asustó al verme dar brincos a su alrededor simulando un ritual, exteriorizando mi alegría, la consagración del arte en viva tendencia de la realidad. Se hizo un ovillo. El volumen de sus nalgas resaltaba a la luz de la antorcha.
No puedo negar lo excitante del momento. Pulí los últimos detalles y mi experiencia fue única. Ella se quedó tendida, inmóvil, esperando que yo terminara. Luego la abracé exhausta y medio inconciente para coaccionar su piel con mi temperatura.
Los rayos de sol husmearon en las ranuras de la cueva. Mis articulaciones estaban recias. Desperté y sus manos cubrían mi piel con pedazos de barros arrancados de la suya, humedecidos con agua. Ella en cambio se había vuelto flexible, radiante y algo humana, emitía chillidos faltos de desarrollos. Terminó de cubrirme. Me sentí tieso como una estatua. Cuando se percató que mis ojos estaban mirándola desató su mal humor lanzándome al suelo y me dio con sus pies fuertes golpes hasta dejarme tirado en el pantano.
Ahora yo no importo mucho. Debo alertarla de los peligros que le acecharan sino regresa a buscarme, de lo importante de la paternidad, de lo imprescindible que es mantener la inmovilidad para sobrevivir.
Puede que el dolor la haga regresar cuando sienta que se vuelve placer dentro de sus entrañas. El mundo es tan ubicuo que nos podemos encontrar en cualquier circunstancia, aun dentro del pan…ta...no…

Ideliee 24/10/06