Categoría: "Hechizada"

Aclaratoria. De Hechizada

¡Vaya! Ha llegado la tarde del domingo y no he sido capaz de tener preparado ningún relato. Aunque releí las palabras varias veces no me puse a pensar en ellas y escribir una historia.

Pero hay una explicación: el “finde” pasado me percaté de que sólo me faltaba una semana para regresar al trabajo. Y, ¡ohh, qué nervios! Me di cuenta de que volví a fracasar en esos objetivos que uno concibe cuando sale de vacaciones y no puede viajar: sacar las cosas pendientes, arreglar el armario y los cajones, acomodar y emperifollar el piso, mudar de lugar algunos muebles para cambiar la decoración, organizar la biblioteca, etc., todo con mucho mimo, dedicación y una aséptica misión de que todo quede impoluto y esplendoroso. ¡Pero no! El caso es que no hice nada.

Así que al comenzar la semana me puse como un bólido a intentar hacer todo aquello que no hice en este tiempo, por lo que no me dio chance de ‘crear’ nada, de ponerme a fantasear y redactar un relato. Es más, les cuento algo que me pasó: había abierto el foro para desarrollar lo que Monelle nos había propuesto semanas pasadas sobre nuestros procesos de creación. Así que el miércoles pasado me dispuse a redactar sobre el mío y mover un poco a que otros se animaran a compartir sus propias experiencias. Estaba recreando todo lo que me ha pasado en este poco más de un año que llevo escribiendo relatos; ya lo tenía listo, sólo estaba releyendo y acomodando algunas comas y tal. Y de repente, se me ha colgado la Pc. ¡Joder! Lo perdí todo. Algún complot informático se armó en mí contra, sin duda alguna. Eso me pasa por no escribir antes en Word. Sentía tanta impotencia que la apagué y no escribí nada, ya lo haría más adelante.

No hay relato ni explicación de proceso creativo. Tampoco colaboré con las efemérides ni con las noticias. Y, claro, tampoco me ha dado tiempo de hacer esta semana todo lo que debía hacer en este mes. Y mañana a trabajar sin tiempo para poco más. Me verán poco por acá…

Esto me recuerda los mitos de Nochevieja: hacemos propósitos para el año nuevo, pasan los 365 días, ¿y? Nada, no hemos cumplido ni la mitad, en el mejor de los casos. ¿Cuándo aprenderé que no hay que dejar para mañana lo que se puede hacer hoy?

Hechizada 03/09/2006

Aquellas viejas vacaciones. De Hechizada

Últimamente falla mi memoria, no es tan buena como en otros tiempos que hasta mis padres, tíos, abuelas se asombraban de lo que les hacía recordar. No sé si la complejidad de lo cotidiano o la distancia en el tiempo hacen que mis remembranzas sean jirones de vivencias que a veces logran venir a mi mente luego de grandes esfuerzos.

Intento recordar aquellas vacaciones escolares, en las que año a año, mis padres nos llevaban a mis dos hermanos y a mí a casa de la abuela materna por unos dos meses, mientras ellos seguían trabajando en Caracas. El viaje en coche de ocho horas ya era una aventura en sí misma: la hechura de las maletas, nosotros metiendo cosas y mamá sacándolas, la pesadilla para levantarse de madrugada, las peleas de cuál le tocaría ir sentado en el medio. Discusiones que siempre terminaban dilucidando mis padres y perdiendo yo. Mi venganza era hacerme la dormida y recostarme de mis hermanos hasta fastidiarles y que en la próxima parada me dejaran hastiados la ventana.

Cuando por fin llegábamos estaban todos en el zaguán esperándonos: mi abuela, tíos, primos. Casi un año sin vernos. ¡Cuánta alegría! Vendrían semanas de diversión con la patota de veinticuatro primos y la alcahuetería de mis tíos. Y todos los mimos para los nietos caraqueños, comiendo lo que nunca mamá nos preparaba y haciendo las cosas que nos estaba vedado en una gran metrópolis llena de asfalto y cemento: ir a los ríos, llenarnos de barro hasta los oídos, correr, gritar...

Dos de mis tíos, para apaciguar al colectivo juvenil, todos entre nueve y dieciocho años, organizaban los sábados un concurso de baile. Mi pareja siempre era mi primo Aquiles, nos conocíamos los pasos y siempre nos inventábamos alguno para sorprender; si no ganábamos al menos quedábamos entre los primeros. El premio siempre eran diez bolívares para la pareja ganadora y cinco para la segunda; un tesoro para aquella época. Estaba de moda la música de ‘Fiebre del sábado por la noche’, y todos imitábamos sus pasos. Mi abuela, cuando nos veía mover las caderas comenzaba a gritar: “¡Malandrines, sinvergüenzas, descarados!”, y comenzaba a perseguirnos para darnos un coscorrón. Menos mal que no nos llegó a ver cuando se puso de moda la lambada o ahora el hip hop, su epitafio sería para ella el mejor consejo: “Sean felices, descanso en paz”.

Hechizada 26/08/06

El señor Roberto. De Hechizada

Hoy no era su mejor día. Cuando para otros pudiera serlo, él lo pasaba mal.
Roberto era un conductor de colectivo, con más de 35 años en el oficio a sus espaldas. Ese día sería su última jornada como tal, pues al día siguiente pasaría a retiro. Atrás quedarían sus rutas saludando a todos aquellos que por tantos años hacían de su bus el medio de transporte diario. Ya no asustaría a la Sra. María con los frenazos en seco sólo para oírla maldecir. Echaría de menos los improperios del viejo Anselmo por cerrarle la puerta cada vez que intentaba subirse. Dejaría de escuchar las groserías de Carlitos, el chaval malandrín que ha visto crecer e irse haciendo un hombre mientras iba al cole. Ya no vería las ojeras azules de Verónica cuando regresaba cansada de su trabajo quejándose de tener que madrugar todos los días…

Ese día ni la radio tenía puesta. Todos los que le conocían, al montarse, le notaban distante. En ocasiones casi se pasa los semáforos en rojo, sonando las alarmas entre los usuarios que se miraban extrañados. Algo le pasaba y no sabían qué. No respondía a los comentarios ni se reía de los chistes. A la final, lo dejaban tranquilo pensando que un mal día lo tiene cualquiera.

En la noche, dejó el colectivo en el aparcamiento y se despidió silenciosamente, con lágrimas en los ojos. Se fue directo a su casa. Vivía solo, no tenía familia ni se casó ni tuvo hijos. No quiso entrar donde Juan a comprar leche ni cigarrillos, pues no tenía ganas de escuchar los cotilleos del barrio. Abrió la reja del portal de su casa, la cual hizo un chirrido que ni le inmutó; todos los días se decía que tenía que echarle aceite pero esta vez fue como si no la escuchara. Caminó por el zaguán arrastrando los pies como signo inequívoco del peso de su pena. Miró las pocas plantas que allí tenía y suspiró. Pasó directo a la cocina y se preparó un café. Luego buscó un boli y un papel, garabateó unas palabras y se fue a su habitación.

Fue encontrado por la policía a los pocos días dada las llamadas sin respuesta de sus vecinos. Estaba colgado de una soga yerto, cual jirón humano. A sus pies la nota: “Amigos: no quiero misas, flores, ni epitafio, sólo que me recuerden con cariño, Roberto”.

Hechizada 20/08/06

La historia de Andrés, el ciempiés. De Hechizada

Andrés, un ciempiés, vivía en un bosque. Solía vestir un chaleco gris, pantalón a juego con tirantes a modo de cargador para evitar que se le bajaran cada vez que moviera sus cien patitas, y un sombrero negro. Vivía en un hueco profundo con varias celdas que lo separaban en diferentes ambientes, quedaba al lado de un fuerte abeto que le protegía del viento y la lluvia.

Al salir los primeros rayos del sol ensayaba con su flauta. Todas las mañanas, entonaba su canción. Él quería mucho a su flauta plateada, se la regaló un viejo topo que vivió en el bosque. Llevaba años practicando, iterando la misma melodía, pues realmente le era muy difícil lograr armonizar todos sus pies, y a veces le fallaba la memoria. Al principio, sus amigos soportaban estoicamente sus ensayos con paciencia. Le animaban a perseverar cada vez que lo veían frustrado, desesperado; le decían que necesitaba un buen descanso porque era agotador lo que hacía, pero que algún día vería los frutos de la constancia. Cabizbajo se retiraba a su casa pensando que lo intentaría de nuevo al día siguiente.

Un día se reunieron sus amigos: el gran búho Hugo, la gallina Tina, el saltamontes Cifontes, la coqueta mariposa Rosa, la ardilla Lidia, la liebre Nieves, el colibrí José Luís, la rana Ana y la culebra Petra. Estaban preocupados por Andrés, le veían deprimido y temían que dejara su flauta. Decidieron que cada uno le animaría a ensayar porque le veían talento. Había que hacerlo con celeridad porque pronto habría un concurso de animales de bosques músicos, y sería una gran oportunidad para Andrés. Hugo le regaló un nuevo sombrero. Petra le hizo un nuevo pantalón cuando cambió su piel. Lidia le preparaba su postre favorito: Minué de Nuez. Le aplaudían, le aupaban, le mimaban.

Andrés lo hacía cada vez mejor, sus notas parecían estar vivas. Llegó el día del concurso, sus amigos se pusieron sus mejores ropas. Otros animales eran un poco envidiosos y desconfiados, no creían que fuera tan buen músico. Pero cambiaron de opinión al oírle tocar. Su melodía era tan hermosa que todo el mundo escuchaba con atención. Ganó el concurso y todos le aplaudían entusiasmados. Andrés hizo una gran fiesta en el bosque con todos sus amigos porque sin ellos no lo hubiese logrado. Se hizo famoso pero siguió ensayando nuevas melodías y enseñando a tocar la flauta.

Hechizada 11/08/06

Verano en Santa Cruz de la Palma. De hechizada

Estoy ansioso, desesperado por comenzar mis vacaciones en Santa Cruz de la Palma, como el verano pasado. Aun guardo en mi memoria todo lo que viví ese mes de julio, especialmente el día que la conocí. Fui con mis amigos al Recinto Central de las Fiestas Lustrales, puesto que esa noche se presentaban las dos funciones de El Minué, el cual nos decían que era una costumbre introducida desde 1945 en las celebraciones de la Bajada de la Virgen de las Nieves. Íbamos con celeridad para no quedarnos sin un buen puesto desde donde ver todo el espectáculo, en el cual se rememora todo el ambiente lujoso y de refinamiento de las grandes cortes europeas del siglo XVIII.

Antes de iniciarse la presentación, el animador explicó la historia del baile, y que las veinticuatro personas que bailarían eran jóvenes de la ciudad que habían sido elegidos por concurso, pidiéndonos nuestro mejor aplauso para que entraran en escena. En ese momento las luces del escenario se apagaron y comenzamos a ver sombras que entraban a la tarima. Algunos focos les iluminaron y allí estaban las parejas de baile. Mis ojos las recorrieron todas hasta que la vi, y desde entonces no pude apartar mi mirada de ella.

Estaba vestida con un traje rosado, con orlas blancas, con la peluca blanca a la usanza, sonreída y moviéndose con versallesca gracia. Llevaba unos guantes de encaje blanco que le cubrían los antebrazos y le hacían juego con el abanico de pequeñas celdas bordadas a mano, con el cual coqueteaba siguiendo la melodía. Al final de la presentación, al dar las gracias al público que no paraba de aplaudir, nuestras miradas se cruzaron por primera vez. Todo apasionado le mandé un beso con la mano ganándome a cambio la más bella de sus sonrisas. Decidí que ese era mi momento, así que aproveché el descanso de media hora para acercarme tras bastidores y buscarla. En ese momento poco pudimos hablar, pero me esmeré hasta convencerla de quedar al día siguiente en la Plaza de España. Ese día me concentré en quitarme esta pinta de cargador, quería gustarle, ser su amor de verano. Y lo conseguí. Fueron las vacaciones más apasionadas que recuerdo. Le prometí volver este año, me hizo iterarlo hasta el cansancio y no veo la hora de cumplir con mi palabra y tenerla nuevamente en mis brazos.

Hechizada 06/08/06

Al mismo ritmo. Hechizada

Era la despedida de soltera de su mejor amiga, prometiendo una noche de desenfreno y diversión por antonomasia. La sala estaba abarrotada. Luces, música y humo creaban un ambiente psicodélico para liberar los instintos más ancestrales. Sobre el escenario cinco chicos bailaban sensualmente combinando con algunas poses de físico-culturismo, haciéndolos muy deseables.

Las horas pasaban entre copas y espectáculo. Las mujeres eran invitadas a bailar, y entre risas, lujuria y aplausos el ambiente se caldeaba.

En un momento el más guapo quedó solo y pidió que subiera otra chica. Ella sintió que la agarraban y sin darse cuenta ya estaba en el escenario. Él comenzó a bailar a su alrededor sensualmente con una espléndida sonrisa que lo hacía más atractivo. Las luces se concentraron en ellos. Ella comenzó a moverse al ritmo de la música moviendo sus caderas voluptuosamente, cerrando lo ojos y olvidándose del mundo. Él se puso detrás de Ella, primero manteniendo cierta distancia que poco a poco iba acortando, hasta que sus cuerpos empezaron a rozarse irremediablemente. Ella echó su cabeza hacia atrás sucumbiendo al deseo. Él comenzó a acariciarla dejando las manos en sus caderas para marcar el ritmo. La imagen que daban era espectacular, digna de un posters de pin-up. Él aprovechó para besarle el cuello mientras le decía lo bien que lo estaba haciendo, y empezó a lamer su oreja haciendo que su piel se erizara. El cuerpo de Él se le acoplaba haciéndola sentir como crecía su virilidad, enloqueciéndola de placer. Él comenzó a subir su mano recorriéndole el torso, cual pirata en busca de su tesoro, la posó en su seno y comenzó a acariciárselo por encima de la blusa. Ella le tomó la mano con suavidad, apartándola y girando sensualmente para ponerse a su lado justo con el último compás de la canción, como si hubiese sido un acto ensayado, explotando el público en aplausos y vítores. Ella no quiso verle para que no percibiera su excitación, bajando a su mesa desinhibida y alegre. A Él no le quedó otra que unirse a los aplausos y retirarse rápidamente para ocultar sus atributos al máximo esplendor.

Cuando salió apenas les dio tiempo de cruzar las miradas, pues Ella se retiraba con sus amigas. Fue una mirada de deseo, de promesa, de mutuo hechizo. Ella le dejó sus datos con un mesonero. Él se sintió en la gloria presintiendo lo que vendría.

Hechizada 28/07/06

Sesión de fotos. De Hechizada

—Hola, Pachi, ¡qué temprano has llegado!
—Ya me conoces, me gusta chequear que todo esté a punto, probar luces, preparar las cámaras, etc.
—¡Que si te conozco! Eres un maldito perfeccionista por antonomasia, ayer me fui tarde y te dejé en lo mismo. Por lo que respecta al maquillaje y el vestuario, no te preocupes.
—Me parece bien, Santi. ¿Y la modelo?
—Debe llegar en 20 minutos. ¡Cuántas cámaras! Sí te estas tomando esto en serio. ¿Las usarás todas?
—Claro, es mi gran oportunidad, no todos los días se reciben ofertas tan buenas y bien pagadas como esta para hacer un calendario.
—Joder, yo había entendido que era un par de posters tipo pin-up.
—Y entendiste bien, si les gustan me contratarán para hacer el calendario. Por eso me esmero.
—¿Y de dónde sacaste tantas cámaras?
—Son mías, más que trabajo la fotografía es una afición ancestral en mi familia.
—¿Cómo así? Me doy cuenta de que te conozco poco.
—Mi bisabuelo paterno trabajó con George Eastman.
—¿Y ese quién es?
—El fundador de Eastman Kodak Company.
—¡Joder!
—Mi bisabuelo era un joven químico que lo ayudaba con las soluciones de nitrocelulosa que producían los rollos de película transparente. Fue el comienzo de la fotografía para aficionados y de la cinematografía.
—¡Joder! Cuánto orgullo y alegría para tu familia.
—Pues sí, sólo que con el tiempo eso se ha perdido y ahora sólo estoy yo en este mundillo. Oye, volviendo a lo nuestro, no vi ningún vestuario, ¿y dices que lo tienes listo?
—Te enseño: para las fotos como pirata pensé en un garfio, pero viendo posters viejos lo que más se valora es la mezcla de sensualidad, ternura, delicadeza. Así que basta con el tapaojo.
—Jajajaja ¡qué ingenioso!
—Dependerá de tu creatividad en las poses para que no se eche de menos ropa ni nada.
—¿Y para el posters como Eva?
—Bueno, traje la manzana, infaltable. Y como no conseguí hojas de parra traje de laurel.
—Jajajaja ¡Qué rata eres!
—Eso sí, tendrás que aguantarte y no sucumbir a la tentación de comértela, a la manzana digo, mira que te pueden sacar del Edén.
—Vale, ya entendí, no te preocupes. Pero tarda, eh.
—Dicen que lo bueno se hace esperar…

Hechizada 22/07/06

La oportunidad de su vida. De Hechizada

Hoy era el día que había marcado como el más importante en su calendario. Llegó mucho antes de lo previsto para prever cualquier percance que lo alejara de conseguir su sueño. La emoción y los nervios le delataban con sólo ver el tono rojizo en que se había convertido su blanquísima tez.

Lo primero que vio fue la decoración: una mesa blanca con toldo incorporado de franjas de colores. En ella había unas gafas de sol y una crema bronceadora. Completaban el amueblado una silla plegable y un banco pequeño. Cerca estaba —colgado en una percha— el vestuario que debía usar. Al verlo, vociferó al responsable con mueca de espanto:

¡Yo no me pondré eso! ¡Qué combinación más espantosa! ¡Me dirán hortera!
Pues si no quieres, hay muchos que se sentirían afortunados y pagarían por ponérselo…

El nivel de la discusión repuntaba pero fue interrumpida por un alboroto entre quienes estaban arreglando los últimos detalles, pues hacían entrada cinco espectaculares modelos, ataviadas con minúsculos biquinis. Ante la admiración y embeleso masculino, la temperatura del ambiente se disparó… Fue entonces cuando se sintió bienaventurado por haber sido el elegido entre centenares de candidatos, todos llenos de la insaciable sed de la fama. Con una sonrisa de deleite, se dirigió inmediatamente al lugar destinado para cambiarse de ropa y prepararse para personificar el papel que lo catapultaría al estrellato a nivel nacional. Una vez vestido y maquillado, se situó entre el decorado y tomó la decisión de prolongar la situación todo lo que se pudiera para disfrutar de la compañía de esas sirenas...

Todo estaba a punto: él sentado, relajado y con una tenue sonrisa de satisfacción que torcía un poco la comisura del labio. Ellas a su alrededor, cantando y bailando alegres y sonrientes.

Y se oyó una voz:

¡Acción!

“Hay que ver los guiris que tengan cuidao,
tienen el pellejo blanco y delicao,
con el guiri, guiri, que está quemao
y que nadie entiende lo que ha preguntao.
Hay que ver los guiris que parecen gambas,
coloraos están de tomar el sol,
con el guiri, guiri, que está quemao
y que nadie entiende lo que ha preguntao…”

Y una voz en off que dice:
‘Si tienes la ilusión de hacerte millonario: o compras el cupón de la ONCE o haces la canción del verano.
Sorteo extraordinario del verano de la ONCE: ¡14 millones de euros!’
.

Hechizada 13/07/06

Amores clandestinos. De Hechizada

Le llamé a las 19:25 para saber si tardaría mucho en la oficina. Me dijo que ya estaba por salir. Le dije que se viniera directo al hotel, que le estaba esperando con una sorpresa.

Estábamos en Lisboa. Le habían asignado una inspección en una de las sucursales de su banco y decidimos que sería una muy buena ocasión para volver a coincidir. Él viajaría desde Coruña y yo desde Madrid. Hacía apenas unos tres meses que nos conocíamos, habíamos estado juntos un par de veces en sus viajes a Madrid, y nos hacía mucha ilusión ir a algún lugar donde nadie nos conociera, donde pudiéramos disfrutar libremente de este amor oculto, apasionado, insaciable.

Esa mañana yo había ido al Museu das Marionetas, me apetecía disfrutar de su espectacular colección de muñecos y máscaras portuguesas y de otros países, una magistral combinación de fantasía, colorido, niñez y creatividad. Salí de allí llena de vitalidad con ganas de disfrutar al máximo de cada segundo, con ese ímpetu que nos caracterizaba cuando somos jóvenes. Fui directo al Amoreiras Shopping Center, quería comprar algunas cosas, aprovechar para almorzar algo ligero, así luego tener tiempo de prepararme para él. Sería nuestra última noche después de 4 días maravillosos y quería que fuese realmente inolvidable, pues no sabía cuándo podríamos volver a estar juntos. Me compré un vestido negro, su color favorito, ceñido, por encima de las rodillas, anudado al cuello y con la espalda descubierta; un conjunto de brassiere y bikini negro, y unas sandalias a juego. También compré unas velas aromáticas y pétalos de rosa para esparcirlos en la cama. Al llegar al hotel encargué una botella de champagne y que nos subieran distintos platos fríos y frutas. Luego me sumergí en la bañera y comencé a disponerme para él.

Sentí cuando abrió la puerta y sus exclamaciones de maravilla. Yo le esperaba apoyada en la puerta que da a la terraza y sin dejar de mirarle fijamente, me fui acercando, le quité su maletín y le di un beso en la comisura de sus labios, un beso de ternura entremezclada con apetito. Fue la luz verde para una noche de pasión y lujuria, inolvidable tal y como yo quería regalarle, como ambos deseábamos. Al repuntar el alba teníamos que marchar a nuestras ciudades y cotidianeidad, con las ansias locas de volver a hacer realidad este sueño clandestino.

Hechizada 10/07/06