El rey de la selva. De Naza
Por monelle elAbr 17, 2009 | EnNaza, CONTEMOS CUENTOS 7
El cielo se pintarrajea de caprichosos tonos pastel, las acacias reciben la visita de los leopardos que guardan las presas en sus gruesas ramas. Las cebras inquietas intentan alejarse de las altas hierbas que esconden los instintos homicidas de los grandes depredadores y una vez más, el atardecer reproduce la escena que se viene repitiendo día tras día desde el inicio de los tiempos.
Con aire mohíno observo a mi madre. Yo deseo salir a jugar, me gusta perseguir gacelas, me divierten sus saltos y sus quiebros, pero ella no está dispuesta a dejarme hacer lo que yo quiera. Hoy me está enseñando a menguar mi cuerpo hasta confundirlo con la tierra, dice que es la mejor táctica para comenzar un rápido ataque.
— ¿Y cómo tenemos que hacer ese ataque? —Su pregunta casi me coge por sorpresa.
— Yo lo sé. —Ya está el impertinente de mi hermano.
— Me ha preguntado a mí, tontorrón.
Y entonces comenzamos a pelear y a revolcarnos. Me gusta jugar con mi hermano. Un día, nos dice nuestra madre, seremos los dueños de todo esto. Nadie estará por encima de nosotros. Todo lo que debemos hacer es pasearnos por el amplio espacio de la sabana y orinarnos donde nos plazca. Eso es muy divertido, a mi hermano y a mi nos gusta hacer esas guarrerías y cuando seamos mayores...
No me di cuenta, mi hermano pudo saltar y no lo atraparon por muy poco. Yo sufrí heridas en las patas que me hizo perder mucha sangre y el conocimiento. Cuando desperté me encontraba en una jaula mal oliente sobre un cojín enguatado que me servía de cama. Y ahí sigo, sin saber cuantos tacos tengo.
Un domador presume de ser mi amigo me hace pasar por un aro ardiendo y a cambio me da de comer ese día. Pienso mucho en mi hermano. ¿Qué habrá sido de él? Ojalá sea el rey de ese territorio que íbamos a compartir.
Yo he esperado mucho tiempo que los propios humanos me devolvieran al lugar de donde me secuestraron. Pero los años se suceden, me paso el día entre rejas, mi única satisfacción es lamerme el prepucio; yo, que soñaba con un delicioso harem que me alimentara y me produjera el deleite que alguien como yo se merecía por su condición de rey de la selva.
Esta noche tomaré una decisión. El domador será mi cena.
Naza 18/05/06
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