El día que fui al circo. De Suprunaman
Por monelle elAbr 9, 2009 | EnSuprunaman, CONTEMOS CUENTOS 7
Los carromatos invadieron las calles, la cabalgata mostraba un sinfín de criaturas, payasos, trapecistas todos ellos desfilando alegremente; la gente salió de sus casas para verlos y unirse a la música festiva y a la lluvia de confeti, había llegado el circo.
En un par de horas el circo mostraba un aspecto extraordinario y los primeros visitantes se acercaban con curiosidad.
— Pasen y vean señores el hombre menguante, cada año se reduce más y más. La mujer de cuatro tetas venida del espacio exterior.
— ¿Y que le pasará cuando no pueda empequeñecer más? —preguntó una niña
— ¿Cómo?
— El hombre menguante, ¿que pasará?
— ¿Has venido sola niña? —dijo el presentador
— Si – contestó ella
— Pues… que se convertirá en un prepucio y desaparecerá para siempre, venga niña, ves y compra una entrada —dijo el presentador
Mari se coló por debajo de una tienda y allí observó algo realmente insólito, ¿era una mujer o un pez? Sentada en una pecera cantaba una canción mohína sobre un marinero del cual se enamoró, entonces entró un hombre gordo, llevaba unas guatas que lo hacían más corpulento, vestía de rojo, un sombrero de copa le cubría la testa.
— Te he dicho que no cuentes historias a nadie, ¿crees que te dejaré marchar?, ni en un millón de años, mi tesoro es mío.
La joven sirena se metió en la pecera llorando. Mari se aproximó a la sirena.
— No llores, yo te ayudaré —le dijo
— Este es mi sitio, no hay lugar donde pueda ir, ya no hay sirenas en la tierra.
Y Mari salió de aquella tienda llorando, corría tan sofocada que tropezó, y al alzar la vista se encontró con el hocico de un león homicida que le rugía en su misma cara.
— Quieto Simba, —dijo el domador, — ¿que te pasa niña?
Y entre sollozos le explicó lo que había sucedido.
— Esto es el circo pequeña, cada uno tiene su historia.
La acompañó hasta donde estaban reunidos todos los compañeros, el domador explicó al hombre gordo que la pequeña Mari los había oído, este se acercó a la pequeña y se disculpó, luego la invitó a sentarse con ellos junto a los carromatos donde una fogata crepitaba tacos de madera vieja, los gitanos a su alrededor cantaban y bailaban.
Poco a poco Mari fue cerrando los ojos, al despertar, ya estaba muy lejos del pueblo.
Suprunaman 16/05/06
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