Diez años después. De Crayola
Por monelle elMay 10, 2012 | EnCrayola, CONTEMOS CUENTOS 28
Pasó el tiempo. Ni rápido, ni lento, y llegó el día señalado. Se cumplió la fecha de aquella cita que se prometiera en un arrebato de loca pasión un día tal de su juventud. Pero el destino ya tiene escrito nuestro camino. Ahí llegó él a cumplir con su promesa, con diez años más a cuestas, y más vida sobre sus hombros. El escenario, una plaza bulliciosa con el cantar de los pájaros sobre los naranjos y las ceibas. Un vendedor de fruta en una esquina. Otro mas vendiendo algodones de azúcar rosas y azules. Alejandro acostumbrado a su frío clima, se acongojaba dentro de su chaqueta, el sudor le picaba la piel, pero quería lucir lo mejor posible. Su pelo bien cuidado se alborotaba con el viento caliente y seco. No había su salina brisa tan conocida para que le bañara el rostro. Una banca se convirtió del lugar de encuentro, en su lugar de desconsuelo. Y el tiempo volvió a pasar. Se fueron a las seis de la tarde y con esa hora se fue el último rayo de sol. La noche cayó tras el campanario de la iglesia y la plazuela se iba quedando sola, tan sola como el alma de Alejandro que seguía esperando. Pero tuvo que reconocer al final que no había nada que esperar. ¿Cuánto tiempo había pasado sin hablarse después de aquel juramento? Tanto que ni siquiera notó que todo lo dicho se había olvidado. Inició su andar más lento que antes. Cabizbajo dejó de otear el norte. Se echó al bolsillo del pantalón su desdicha y caminó. Volvería a su querido sur, volvería a la orilla de aquel su mar azul. Su corazón sentía el mismo amor de siempre, la misma rabia de no tenerle. Ahora buscaría un mejor desenlace para su historia. Buscaría el amor más cerca, sin egoísmo, tal vez en la mujer que sigue a su lado, tomando su mano cuando caminan juntos por las calles de su ciudad. No volvería derrotado, ahí enterraría para siempre todo lo que soñó alguna vez. Eso lo haría regresar a su estabilidad emocional, no pensar en ella. Todo al olvido. Una nueva postura ante la vida. Solo que aún no sabía que haría cada vez que mirara al norte. No sabría que hacer cada vez que la luna le hablara de amor. Ya no sabría más que hacer al saberse definitivamente sin ella.
Crayola 06/03/2007
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