La aguja de coser. De Naza
Por monelle elJul 18, 2009 | EnNaza, CONTEMOS CUENTOS 10
¿Somos todos iguales? Rotundamente tengo que decir que no. Si fuese así no estaría ahora encerrado en mi cuarto y con una perpetua que está a punto de caerme encima.
Los padres de Sara están abajo. Han venido a ver a mis padres y a pedirles explicaciones por mi actuación. Yo estoy arrepentido de haber hecho lo que hice. Ahora tengo que documentar mi defensa, es mi última oportunidad para redimirme ante ellos y sobre todo ante mi Sara.
Si algo había en el mundo que me gustara más que todo, eso era estar al lado de mi mejor amiga. Con ella aprendí el concepto de la amistad, indivisibles desde la guardería, nos buscábamos todos los días. Por las mañanas yo me sentaba en el escalón de su portal esperando a que saliera para ir juntos al colegio. Prefería jugar a cosas de niñas en lugar de practicar fútbol con mis compañeros de clase. Soportar las diatribas sobre mi persona fue algo a lo que me acostumbré pronto.
— ¿Te gustan las verduras? —Me preguntó un día la madre de Sara.
— Si señora, me encantan las verduras —le respondí
Aún recuerdo la cara de sorpresa de mi madre ante mi respuesta. Cualquier cosa para estar junto a ella.
Pero un día todo fue distinto. Aquella mañana Sara se plantó frente a mí. Yo estaba sentado en mi escalón y cuando levanté la vista vi que ella ya no era ella. Durante el camino a clase la miraba de refilón. Algo había en ella que la hacía distinta. Ella me sacó de dudas.
— ¿Te gusta?
— El qué.
— ¿No me notas nada?
— Pues no, le respondí.
Entonces ella se paró frente a mí. En su rostro se reflejaba un tenue color rosa y debajo de sus ojos unas leves líneas negras, pero lo más sorprendente fue que su torso ya no era una tierra nava.
— ¿Llevas sujetador?
— Sí —dijo arrebolada de pudor.
Inocente de mí quise palparlo
— ¡No! — Gritó sobresaltada, —no puedes hacer eso. A partir de hoy todo será diferente.
Y bien distinto que fue. Los gustos comenzaron a separarnos y yo la echaba de menos. Todo por culpa de aquellas pequeñas prominencias que la distanciaron de mí.
— ¿Porqué llevas ese alfiler tan grande, Pedro?
Mis padres y los de Sara me observaban mientras yo bajaba las escaleras. Tenían todos un aspecto tan sobrio que daba miedo.
Naza 23/06/06
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