EL ENCUENTRO (La princesa Izel Capítulo 4) De Crayola
Por monelle elOct 30, 2013 | EnCrayola, CONTEMOS CUENTOS 33
Izel miraba el enorme espejo de luz que oscilaba ante ella. Sin vacilar, estiró su mano para tocar el espectro luminoso. La punta de sus dedos se fusionaba en un denso ectoplasma azulino que parecía ir desapareciendo su mano en la luminiscencia, mientras una fuerza potente la atraía hacia el centro mismo del fenómeno. Un segundo después fue embestida violentamente por algo que salía justo del espejo líquido haciendo que la cámara de piedra se llenara de rayos y chispas brillantes.
Izel tardó unos minutos en reponerse y enfocar la habitación que iba recuperando sus sombras. El espejo de luz había desaparecido por completo y en su lugar se erguía una figura desconocida a la que observó detenidamente.
Un niño en posición de ataque. Cuerpo delgado pero de gran fuerza física. El cuerpo desnudo vestía tan solo un taparrabos de cuero que dejaba ver unas largas piernas. Pies descalzos y firmes. Brazos fuertes que terminaban en unas manos que empuñaban decididas una afilada lanza. La piel morena como el chocolate. El rostro ovalado enmaracado con una enmarañada cabellera azabache. Los ojos grandes y negros miraban con curiosidad a los ojos de Izel.
En el instante que se cruzaron las miradas, se fecundó una comunión entre las dos criaturas.
―Mi nombre es Antinanco ―dijo el pequeño sin dejar de apuntar su lanza hacia la niña.
―Mi nombre es Izel.
Se sentaron uno frente al otro y hablaron sobre su odisea. Izel contaba su historia a su nuevo amigo mientras este escuchaba callado sin dejar de observarla. Una niña de su misma edad, tan parecida a él pero de un mundo diferente. Sus ojos amarillos le sorprendían.
Después de un tiempo los dos niños estaban al tanto de sus procedencias y de la increíble coincidencia de haber abierto al mismo tiempo una puerta hacia el universo.
Pero su encuentro fue interrumpido abruptamente por los gritos de una pandilla de guerreros aztecas que buscaban a su princesa; era hora de huir.
El peligro alertó a los niños que se pusieron de pie. La alerta de sus sentidos encendió de pronto los medallones que pendían de sus cuellos. Estos se elevaban entiendo destellos. Los niños se acercaron mas, los medallones quedaron amalgamados de sus centros formando una unidad indivisible. El sol de Antinanco encajaba a la perfección en la luna de Izel creando un eclipse, creando un SAROS.
Crayola 16/05/2007
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