TREN AL SUR de Espantapájaros
Por monelle elOct 25, 2013 | EnEspantapájaros, CONTEMOS CUENTOS 33
―El viernes nos vamos a Mulchén.
Esa fueron palabras mágicas en boca de mi mamá. Cientos de imágenes se fecundaron en mi mente, por supuesto imágenes inventadas pues nunca había ido a ese lugar, solo tenía referencias por los comentarios de mis hermanos mayores. Pero lo que en realidad me alegraba era la odisea de lo que sería mi primer viaje en tren. Ya me imaginaba sentado en esas butacas meciéndome al ritmo ensoñador de los carros; bebiendo un refresco, degustando algún ágape, y disfrutado del paisaje. Recuerdo que ni dormí la noche previa al viaje, y cuando por fin pego mis ojos, aparece mi mamá avisándome que ya era la hora. Una lavada de cara una mirada, al espejo y listo para salir.
Pero algo no encajaba. Me preguntaba para que tantos bolsos con ropas en desuso, si al lugar que íbamos era un pequeño y alejado poblado campesino.
Eran las siete de la mañana de ese día viernes, el sol apenas entibiaba con sus luminiscentes rayos y los dientes castañeaban de frío, cuando a lo lejos escucho un sonido que más se parecía un bramido. Era el tren que anunciaba su llegada. Una enorme bestia de fierro negro que emitiendo una intensa humareda plomiza impregnaba el ambiente con un denso olor a carbón.
A medida que el tren pasaba frente a mí, estiraba mi cuello tratando de ver cual sería el mejor carro para realizar el viaje. Butacas de cuero reclinables, otras eran de madera tallada y tapizada. Los elegantes carros desfilaban uno a uno ante mi vista, donde paseaban estirados mozos que servían desayunos a los pasajeros.
―¡Ya pho mamá que se nos pasan los carros! ―inquieto reclamé.
Sin inmutarse mi mamá esperó hasta que se detuvo el monstruo de hierro.
Agarramos los grandes bolsos de ropa usada y subimos torpemente por unas empinadas escalerillas. La verdad que al estar dentro creí que nos habíamos equivocado de carro, pues de partida las butacas eran sucias bancas de madera en donde la gente como viles pandillas se agolpaba para encontrar un puesto. Gallinas, cerdos y sacos de todo tipo estaban amontonados en los pasillos. Al final supe que no nos habíamos equivocamos cuando mamá tomó un asiento.
Un tanto decepcionado me acomodé a lado de la ventana y me dispuse a disfrutar del viaje,
―Total, ―me decía ―lo importante es que por fin viajaría en tren al sur.
Espantapájaros 16/05/2007
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