LOS ELEMENTALES: Capítulo sesenta. El reencuentro. De Monelle
Por monelle elOct 20, 2013 | EnCONTEMOS CUENTOS, Monelle, CONTEMOS CUENTOS 33
Todo giraba aunque yo permanecía inmóvil. En un impreciso instante mi entorno cambió. Un resplandor, parecido a un rayo continuo, surgió frente a mí. Dejé de ver la superficie espejada que me envolvía. Aquella brillante luminiscencia se acercaba. ¿O era yo el que iba en su dirección?
Quise moverme, pero no pude. Mis pies resbalaban y a punto estuve de caer. Metido en una de las burbujas, que Julien nos mencionó, me trasladaba a una velocidad constante. En mi odisea estaba tan inquieto como emocionado.
Nunca vi nada parecido. Alrededor de mi, como si de un sueño se tratase, miles de pequeños seres, como pandilla de gotas brillantes de colores variados, se agitaban; me dio la impresión de que eran ellos los que me arrastraban. Conforme me aproximaban hacia la luz, los contornos y las formas desvelaban lo extraordinario de mi entorno. No había un objeto o ser que no destellara y el que más aquel que se encontraba en el centro del foco de luz al que me acercaba.
Tan absorto estaba en mi contemplación, que no me di cuenta de que una burbuja, como la mía, chocó contra mí y casi pierdo el equilibrio. El reencuentro con mis amigos fue especial, incluso más emotivo de lo que nunca hubiera imaginado, debía ser por el respeto que todo aquello causaba en mi, el miedo que había fecundado en mis adentros.
Seren se aproximó decidida. En su mano una especie de canutillo que clavó desde el exterior en las dos burbujas uniéndolas. Por la rendija abierta, pude escuchar la voz de Julien, que se alegraba de mi llegada.
―Lo hiciste muchacho.
Seren interrumpió.
―¡Ricard!
―Dime Serén ¿Cómo estáis? ¿Qué pasó?
―Ahora hablamos Ricard –dijo Julien ―Escucha las instrucciones de nuestra pequeña amiga y podremos estar juntos.
―Ricard, introduce los dedos en el canutillo y tira hacia fuera; no temas que no se romperá –la ondina gesticulaba al tiempo que hablaba conmigo. ―Notarás que el canutillo se va agrandando y con él la separación que os une a ambos.
Hice lo que me pedía, no sin cierta preocupación. Al instante, las manos se me quedaron pequeñas, pero el esfuerzo era mínimo y aquella abertura pronto alcanzó un tamaño lo suficientemente grande como para que, o bien yo o Julien, saltáramos al otro lado. ―Muy bien amigo, allá voy.
―No, deje viejo, saltaré yo.
Monelle/CRSignes 13/05/2007
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