Detrás del telón. De Crayola
Por monelle elJul 10, 2011 | EnCrayola, CONTEMOS CUENTOS 27
Rellenar con cuidado mis párpados marchitos de sombra azul. Una fina línea negra delinenado mis ojos al borde de las pestañas postizas; mejillas rosadas, labios rojos encendidos. El cabello suelto, alborotado sobre mis hombros. El mismo ritual cada noche. Baño de cuarenta minutos en la tina. Asientos de agüita de hierbas: romero, lavanda, manzanilla y pachulí, como me aconsejó mi madre, y a esta su madre y así no sé por cuantas generaciones antes, para evitar embarazos no deseados. Supongo que en algún momento esto falla, nací yo, nacieron ellas. Después una crema para untar en mi vagina; según las viejas, esto elimina cualquier contagio. Esos hombres parecen estar podridos por dentro; son un asco. Mi madre al morir me dejó una unidad en el vecinadrio, sus prendas, sus tacones finos de aguja, sus medias de red! Imponderables. Su cajón de maquillaje, su collar de perlas. Unos cuantos trapos y unos pesos como herencia. Pero no imaginaba que también lo puta se heredaba. No imaginaba que llevaría un estigma ecuménico el resto de mi vida, cuando a los doce años mi vieja me rentó con el tendero a muy buen precio, mi virginal cuerpo costó muchas monedas entonces. Todavía recuerdo que fue la última vez que sentí un abrazo de ella…Pero ¡que va! No tengo tiempo para idioteces y cursilerías, en un par de horas dará comienzo mi actuación: la gran Madame, la gran Puta diría yo. La gran inventora de intermitentes orgasmos. La que lame con grima esos miembros hediondos y viscosos. La que grita de placer fingido y con sorna, mientras ellos brincan como ridículos chapulines para terminar con un lastimoso gemido; embarrados, exhaustos y bañados en sudor. Este maldito clima tropical que lo empapa todo. ¡Pobres diablos! Pobres ilusos. Carcamanes, sádicos, libidinosos, puercos…hombres. Si supieran cuanto los desprecio…pero que bien pagan por un par de buenas corridas. Y que lástima me doy yo. Ahí está la actriz de sueños. Es hora de levantar el telón. Es hora de derretir el hielo y cubrir mi cuerpo con calenturas ajenas. Cuánta repugnancia me provoca mi imagen en el espejo. Esa soy yo, la que se vende por un puñado de dinero, la que solo aprendió en la vida a comerciar con besos y caricias….Que mas da…que alguien pague por ellas.
Crayola 17/02/2007
No hay opiniones, todavía
« Los amantes de Valardo. De Monelle | Los elementales: Capítulo cuarenta y dos. El regreso de Julien. De Monelle » |