Santas Marías. De Crayola
Por monelle elOct 19, 2009 | EnCrayola, CONTEMOS CUENTOS 12
Encierro total. Una celda asignada con lo esencial. Un viejo y desvencijado camastro, una mesilla, una vela y una ventana. Su nueva vida comenzaba. María Lucía, resignada, se desnudaba en soledad. Lo último que escuchó de su padre, fue que era una pervertida, mientras su madre se escondía debajo del velo que cubría su rostro. En el convento expurgaría su corrompida alma. Las órdenes superiores fueron determinantes: claustro obligatorio por seis meses; comería en su celda; se asearía allí; rezar todo el día; sanar su cuerpo con flagelación. Esa misma noche, María se revolcaba en sus ansias. Sudaba, se estremecía. Se arrodilló frente a su catre para rezar. La tenue luz de luna ancestral bañaba su translúcida cara. En medio de la plegaria, la puerta de su cárcel se abrió. Era María la criada. Una púbera cubierta con su hábito de inocencia y hastío. Un balde con agua y estropajo servirían para el lavado. En silencio, la criada María pasaba el trapo mojado por debajo del vestido de María Lucía. Recorría sus blancos muslos y rozaba con cuidado su vientre que temblaba. Las dos se miraban calladas. Las dos se necesitaban. María Lucía se despojó de su vestidura quedando completamente desnuda. Convido de su piel a María la criada. María la criada la acariciaba. Deslizaba sus manos por la entrepierna de María Lucía, curioseando, manoseando el pubis rasurado, inundando sus dedos de humedad. María Lucía sentía la alegría del pirata que respira la libertad del mar. Su propia libertad. La calentura de sus cuerpos se desfogó. Sus manos enloquecidas se recorrían enteras. Sus pezones ensalivados endurecían al contacto de sus lenguas alborotadas. De pronto, fueron antonomasia de amazonas guerreras. Las Marías se amaban. Por el día, María Lucía rezaba. Por las noches, sucumbía a sus arrebatos morbosos con María la criada. Seis meses después, María Lucía se alejaba para siempre del monasterio. La primera noche sola, María la criada se masturbaba en aquel camastro, consumida por las ganas del blanco cuerpo de María Lucía. Se conformaba con sus propias manos, soñando en aquellas noches de pin up plasmadas en los rincones de su memoria. Marías amantes, Marías amadas.
Crayola 26/07/06
No hay opiniones, todavía
« ¿Por qué discutir? De Edurne | 400 palabras. De Locomotoro » |