400 palabras. De Locomotoro
Por monelle elOct 17, 2009 | EnLocomotoro, CONTEMOS CUENTOS 12
Es primavera, esa época del año en la que la vida se abre paso a través de la tierra del jardín, al ritmo del sol que revive cada año e ilumina su cara, haciendo nacer un rostro de mujer
Es primavera, y al verla desde mi balcón, recuerdo que mi espacio queda limitado a cuatrocientas palabras.
¿Cómo contar con palabras lo que veo a mí alrededor? Sus piernas parecen nacer del césped del jardín, mientras sus pezones apuntan livianos al eje del universo y una ráfaga de brisa corta el medio ondeando la bandera de su pelo, haciendo traviesos remolinos con el bello de su cuello. Desabrocha un botón de su blusa y siento que necesito estirar las piernas, aunque no deseo moverme de allí. También temo cerrar los ojos por un instante, ya que mi mente es menos sutil que lo que presencio.
En la alegría de su gesto, explota al abandono el deseo. Y yo, como un pirata vencido por olas de pasión trato de atrapar cada detalle, para contar con palabras que quiero ser esa brisa, ese viento que recorre cada curva de su cuerpo.
Cuatrocientas palabras para contar que deseo ser ese sudor que emana de su cuerpo, que define cada rasgo, cada gesto, cada pétalo de jazmín que trepa del averno hacia el cielo.
Alza su mirada y me descubre, y me mata con su sonrisa mientras desliza sus dedos por sus senos y airea su blusa para aliviar la calidez de su piel. Y yo, como un tonto deseo sucumbir a sus encantos, derramar mi cera ancestral al calor de su fuego.
Pasa una nube que no apaga su llama, continúa mirándome mientras la lluvia amiga, revienta en su pelo y se desliza por su ser. De pronto, con una inocente carcajada, se tira en la hierba y se funde con la tierra dejando que ésta la abrace, la atrape y la una a ella. No es consciente de lo que está pasando con su cuerpo, se limita a disfrutar del momento, mientras Vargas, en algún rincón del tiempo, redondea otra pin-up.
Cuatrocientas palabras; La vida por antonomasia que comienza por sus ojos traviesos, se desliza por su cuello, pellizcando la oscuridad de sus senos, aforrando sus muslos con fuerza, para morir en lo más profundo, más íntimo de su placer.
Locomotoro 26/07/09
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