¿Por qué discutir? De Edurne
Por monelle elOct 21, 2009 | EnCONTEMOS CUENTOS 12, Edurne
Esta noche hemos discutido, tantos planes para estar juntos unas horas y por una tontería, nos hemos enfadado. Aquí estoy, sentada en un banco de la plaza, sucumbiendo al embrujo del cuarto menguante y recordando la mirada de reojo que ha dedicado a esa pin-up de la disco y que ha motivado nuestra discusión. Se ha esfumado la alegría de nuestro encuentro. Nos hemos separado en la puerta… él hacia el callejón… yo hacia la plaza, las piernas cruzadas, mirando el firmamento estrellado y pensando en él.
¿Por qué se ha enfadado? Sólo ha sido una mirada y ahora me encuentro en este callejón, apoyado en un portal, pensando en ella. El humo del cigarrillo me recuerda sus movimientos, esos que yo intentaba poseer mientras bailábamos en la pista. El ritmo de sus caderas me emborrachaba de deseo y mis manos pretendían apoderarse de ellas como un pirata de un tesoro. Todo en vano, se escurría entre mis dedos al ritmo de ancestrales danzas y sinuosos espasmos que provocaban la erupción efusiva de mi miembro; luego ese error, esa mirada y… en lo mejor de mi afectada libido, se ha perdido el embrujo…
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He sido una exagerada, todavía siento sus manos retozando mis caderas, embriagándome con su mirada de deseo, había conseguido despertar en él ese Don Juan por antonomasia y lo he estropeado. Su abrazo cálido me transportaba al infinito y su péndulo nervioso se clavaba en mi pelvis mientras nos contoneábamos excitados. La lujuria iba en aumento, mis dedos penetraban en su pelo y mis labios surcaban caminos ya conocidos en su piel. Esa fragancia, que emanaban sus poros junto con el sudor de su cuerpo, conseguía que perdiera el mundo de vista y que me abandonara a sus contoneos, humedeciéndose mi sexo de placer.
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De repente, los dos reaccionan; ella se levanta decidida a ir en su busca…. él apaga el cigarrillo con un movimiento de tacón y se dispone a desandar el camino para reencontrarla. No saben lo que van a decirse. No piensan ya en lo que ha pasado. En su interior sólo despunta el amor y el deseo que se profesan. Siguen andando decididos, en la misma dirección pero en sentidos opuestos, giran la esquina y….. frente a frente, un silencio, una mirada y un abrazo… ¡Qué placer más deseado proporciona la reconciliación!
Edurne 27/07/06
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