5
Nov

La cuerda

Enseñar a un niño a no pisar
una oruga es tan valiosa para el
niño como lo es para la oruga.

Bradley Millar

La cuerda sonó templada, de haberlo sabido hacer hubiese arrancado de ella las notas de una canción. Arrastraba sus pies por la superficie tensa asegurando cada paso antes de emprender el siguiente en un balanceo constante. Le resultó curioso sentirse tan ligero como para hacer sin riesgo aquel temerario ejercicio de equilibrio y destreza. Pese a desconocer la profundidad del abismo que se perdía bajo él, se dejó engañar por la atracción gravitatoria que su nave generaba y que, como un invisible hilo, le sujetaba para evitar peligros. Y así descubrió la gama de colores que la luz reflejaba en los objetos que le rodeaban. Como pétalos de flor, sobre su cabeza, grandes hojas filtraban los rayos de aquel decadente sol.
Había llegado el momento de recoger muestras. En cada uno de los frascos fue colocando: líquidos, fragmentos de hoja, flores, frutos y cortezas, incluso cargó el proyectil de rayos para poder tomar cenizas de un trozo de aquella cuerda por la que caminaba.
Le gustaban los retos, se crecía ante las dificultades, por eso cuando le dijeron que se buscaba un sustituto para ser el primero en valorar el potencial de aquel planeta y explorarlo libremente, se ofreció voluntario.
La alarma sonora le alertó de nuevo del tiempo que llevaba empleado. En breve debía sustituir las baterías que sustentaban su equipo, virar sobre sus pasos, regresar con prontitud. En realidad tenía que haberlo hecho mucho antes, cuando el primer aviso luminoso apareció, pero le pilló tan absorto en la observación que no fue capaz de verlo.
La estridente señal, tres pitidos cortos y uno largo y grave, retumbó de tal forma que le sorprendió. Le pareció que estaba solo. Aquel era un mundo silencioso. El único sonido perceptible se podía identificar como el crecimiento de aquella descomunal vegetación. Lo más curioso de todo se manifestó en la cuerda que le sostenía que vibraba al ritmo de la marca sonora, que se repitió varias veces.
Con el dispositivo de comunicación en su mano, se dispuso a ponerse en contacto con sus compañeros para narrarles la falta de incidencias. Ser portador de noticias penosas le hubiera derrumbado. No había encontrado ningún riesgo e imaginaba que aquellos recursos, aparentemente inagotables, salvarían a la humanidad. Sobrepasando las expectativas más halagüeñas.
—No puede ser de otra forma, comentó, tanta vegetación tiene que estar sustentada por una gran cantidad de agua pura, libre de sustancias dañinas, de parásitos. Tendríais que ver esto, sus colores, sus formas, me muero de ganas de comprobar los análisis. Estoy convencido de que este será un excelente lugar donde vivir, en el que perpetuar la especie humana. Regreso, tener todo listo…
La cuerda vibró por última vez, apenas quedó vestigio alguno de su paso salvo la alarma que siguió sonando hasta agotar la batería.
Nunca antes había atrapado nada por el estilo, ciega y sorda de nacimiento se guiaba por las vibraciones de la tela para capturar su alimento y ésta vibró, vaya si lo hizo.

CRSignes 15/05/2011

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4
Oct

El mensaje

La primera condición para la paz es la voluntad de lograrla.
Juan Luis Vives (1492-1540)

Montaje CRSignes2013 (Fuente de imágenes Internet)

Ya no se firmaban en cientos de miles de hojas impresas tratados de no agresión. Aquellos documentos con sus firmas, timbres y decorados con ribetes, sellos y escudos, se habían sustituido con un apretón de manos, varias cadenas de e-mail y una conexión de vídeo vía satélite transmitida a todo el sistema.
A la hora pactada, ambos mandatarios cumplimentaron los trámites, en sus rostros no se reflejaba alegría alguna por el suceso. Los acontecimientos se habían precipitado y de la misma manera que un mensaje hubiera podía significar la mayor de las ofensas, se había conseguido la paz.
Con reticencia, como una molesta espina, se trataron los temas relativos a los muertos… ¿qué hacer con ellos? Dividiendo aquel sistema el cinturón de asteroides, frontera natural entre los dos planetas, fue seleccionado para ese fin. Abandonadas a su suerte en él: las armas y las naves empleadas en la contienda harían compañía a los muertos que ya descasaban allí.
En una pequeña habitación Marieta, la mujer más anciana del mundo, cómplice anónimo de los hechos, había sido testigo también del último de aquellos antiguos armisticios repletos de pompa y boato. Conectada para su mantenimiento vital —artificio obligado para el alargamiento de la vida—, se sentía feliz.
Marieta proyectó sus pensamientos hasta aquel lugar del firmamento. Le recordaba los campos de trigo de su pueblo al finalizar la última gran guerra del planeta convertidos en tumbas cubiertas por cruces hasta donde se perdía la vista. Millones de bajas en la que ningún hogar se libró de las pérdidas humanas. Fue por ese motivo que, al comenzar la guerra que hoy veía su fin, costara convencer a la población sobre la necesidad de una buena y correcta defensa, sobre la obligación de dar todos un poco para mantener la paz.
Marieta, que sabía muy bien el precio que se pagaría, intentó evitarlo, pero no consiguió nada. Y los caídos de ambos bandos comenzaron a pesarle. Millones de muertos y ochenta años después, Marieta creyó que sus esfuerzos por detener aquella barbarie se habían visto finalmente cumplidos y ya podía morir.
Frente a su asistente Marieta escribió un último mensaje. El robot que vigilaba las máquinas que la sostenían en vida desconectó su sustento. Marieta creyó que eso la mataría de inmediato pero no fue así. Y entonces hablo. Lo hizo sin cesar dirigiéndose hacia el autómata que ni tan siquiera tenía habilitado el oído. Marieta le contó a su confidente cómo después de años de esfuerzos encontró la solución, el misterioso mensaje conciliador que consiguió el milagro contenía dos únicas palabras, las mismas que salieron de su boca antes de fallecer:
Te necesito.

CRSignes 23/05/2010

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27
Sep

Hans el chatarrero

Algunos libros son inmerecidamente olvidados; ninguno
es inmerecidamente recordado. (Wystan H. Auden)

Desde el espacio era imposible apreciar la barbarie, nada hacía sospechar el esplendor perturbado del que fuera el planeta más importante del Imperio.
Hans arribaba a un mundo desmembrado, la confusión era mayor en las zonas habilitadas como aeródromos. Miles de naves partían sin destino establecido, mientras que otros, supervivientes a los bombardeos, campaban a sus anchas, sin control, intentando proteger lo poco que logró salvarse de los saqueos.
Pequeños brotes verdes asomaban entre aquella tierra castigada a no ver la luz del sol durante milenios. La naturaleza recuperaba con este suero revitalizador un terreno perdido. Nueva explosión capaz de cambiar la fisonomía de cualquier mundo.
La superficie visible escondía la identidad olvidada de los combatientes y las miserias de los supervivientes.
Aquellos niños nacidos en el subsuelo dentro de los pasadizos metálicos y privados de la exposición controlada necesaria para la adecuación a la vida en otros mundos mostraban en sus blanquecinas pieles, al contacto con la radiación solar, graves quemaduras.
Cada amasijo de retorcido metal contaba una historia: el Palacio Presidencial, las Cortes, la Universidad. Millones de vidas perdidas que apenas si contabilizaban en la estadística de los vencedores.
El material de desecho se convirtió en el reclamo que atrajo a muchos que, como él, buscaban enriquecerse. Quimera de oro, convertida en mercadeo de metal.
El horizonte dibujaba el perfil del destino que venía buscando. Para Hans el oro era de papel, ambicionaba hacerse con el botín de libros y manuscritos de la Biblioteca Imperial. Los robots fueron más receptivos a sus preguntas, por ellos supo de la existencia de una grieta en la parte posterior de la biblioteca que le permitiría entrar sin ser visto. Con el arma en la mano entró.
Hans soltó su Blaster. Miles de libros amontonados estaban a su alcance. El primero que tomó: Cartas y Citas de Hari Seldon, contenía las tablas con los cálculos manuscritos y la trascripción completa de las revelaciones del más grande de los psicohistoriadores, algunas jamás reveladas. Atrapó el único ejemplar conocido de la Cartografía del universo con los mapas de las rutas secretas de millones de planetas habitables y, según contaba la leyenda, las instrucciones precisas para alcanzar la tierra y una primera edición de la Enciclopedia Galáctica.
Llenó las mochilas, incluso los bolsillos con un tesoro capaz de proporcionarle tantos créditos como poder.
El asalto le pilló desprevenido. Un segundo después, besaba el suelo de pulido metal enzarzado en una breve pelea contra un enemigo, aparentemente invisible, que le arrastró hasta lo más oscuro del pasadizo. Allí logró arrancarle la carga, mientras él se revolvía intentando alcanzar su arma.
Le costó más identificar al insignificante ser que le había tumbado, que inmovilizarlo. Un simple movimiento de muñeca y podía haberlo partido por la mitad, pero el desenlace fue diferente al que hubiera deseado. De nada le sirvió su genio. Desde su costado brotaba la sangre a grandes borbotones. La vida se difuminó en un segundo. Hans había caído.
Por los pasadizos apuntalados de la Biblioteca de Trantor, el archivero, cargado con su preciado tesoro, desapareció.

CRSignes 23/10/2011

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20
Sep

Ecos… (Palomas mensajeras)

Los muertos son los únicos que ven el final de la guerra.
Platón

A Ricardo por todo

¿Qué sucede?
Señor, es la primera vez que tengo un ente biológico muerto entre mis manos.
¿Qué ha sucedido? Nos informaron de que esta es una zona libre de ellos. ¡Muéstremelo!
No sé lo que es, pero es bastante grande.
¡Infórmeme!
Nos disponíamos a interceptar lo que pensamos tele-proyectiles —esos jodidos imperceptibles al radar—, y disparamos. Entre la saturación de explosiones vi caer algo y encontramos esta criatura.
Sí que es extraño todo esto. ¿Ha sometido a estudio el animal?
No, señor, antes quería informarle.
Pues envíelo al laboratorio de inmediato, a saber que nueva se les habrá ocurrido. Por cierto, Sánchez.
Usted dirá, señor.
Cuando abate a un enemigo no sufre el mismo remordimiento que habiendo matado a este bicho.
No, señor, usted lo ha dicho, es el enemigo.
Puede retirarse. ¡No! Espere. ¿Se había fijado en esto que cuelga de la pata del pájaro? Parece… ¡Dios santo! Sánchez, es un mensaje codificado en el antiguo modo de registrar las palabras manualmente. Le felicito, acaba de interceptar, posiblemente, información relevante para el enemigo. Lo propondré para una medalla.
Dentro de una cápsula, fuertemente sellada, una diminuta tira de papel. De su tinta, casi emborronada, apenas si podía distinguirse algo. Parecía un antiguo mensaje. Finalizaba el siglo XXVII y ya nadie recordaba aquellos métodos primitivos de comunicación. Además las circunstancias hacían impensable el empleo de los escasos recursos naturales para fines tan poco éticos. Las guerras seguían dividiendo a los herederos del planeta, pero llegaron a un consenso para no perjudicar el entorno. Demasiado daño se había causado ya. Por eso aquel hallazgo adquiría mayor importancia, tanta, que informó a sus superiores y aguardó órdenes.
Tres semanas después, el campamento atesoraba un centenar de aquellos envíos, ordenadamente guardados, en espera de la decisión de unos superiores que parecían no querer atender a la urgencia e importancia de aquellas capturas.
Poco a poco, alguno de los soldados había intentado descifrarlos, un hecho que sumió aún más de incertidumbre todo aquel acontecimiento.
Los mensajes, en su mayoría breves y concisos, hablaban un poco de todo. Entre sus líneas surgieron peticiones de suministros, de munición, angustiantes notas de ayuda, conmovedoras despedidas e incluso alguna carta de amor. En todo aquel conjunto de frases quisieron ver plasmadas sus propias inquietudes.
Mientras tanto, los enfrentamientos continuaban. Largas horas de oscuridad, atenazaban el frío. Gigantescas naves, inmensas moles de acero cromado, impedían la contemplación del sol, no así el reflejo de sus propias imágenes —la defensa se hacía insostenible cuando a las pocas horas parecía que se luchaba contra uno mismo; la lluvia negra —pestilente amalgama de fluidos químicos— inundaba los campos, anegando la escasa salud de las tropas. Luego, las horas de fuego cruzado que obligaban a protegerse los ojos. Las bajas se contaban por centenares en aquellas trincheras. Pero así se decidió combatir, empleando los pocos lugares que con anterioridad se habían convertido en yermos páramos.
¡Sánchez! Preséntese de inmediato en mi tienda y traiga las notas halladas en los animales.
Con el informe de trascripción y los análisis del pájaro, entró.
Le presento al Coronel Koto Hatari. Ha venido como asesor histórico. Abotónese soldado. ¿Cómo se atreve a presentarse así? La respuesta que esperábamos es tan sorprendente como el hallazgo que nos preocupa.
Debo pedirle máxima discreción y, como ya le dijera a su superior, la ocultación de todo lo relacionado con este caso. Nada ha ocurrido, decir lo contrario constituiría delito de alta traición. Y no se hable más del asunto. En paz queden. Suerte en la contienda. Lo están haciendo muy bien.
Sánchez quedó boquiabierto y sorprendido.
Lo siento mucho, Sánchez. Yo tampoco comprendo nada.
¿Quiere decir que me quedo sin condecoración?

…………………………

Las trincheras ofrecían un mal refugio, la podredumbre y el hambre arremetía contra una guarnición que las temían más que al mismo ejército enemigo que les acosaba. En su desesperación tan sólo tenían a mano aquellos pájaros que siempre habían representado esa paz que ahora se les deslizaba entre las manos. El asedio se hacía insostenible.
Puede que no sirva de nada caballeros, pero al menos sabrán lo que nos ha sucedido y conocerán de nosotros, tal vez así consigamos ayuda.
Se repartieron las palomas mensajeras entre todos los habitantes de aquella trinchera, los primeros en recibirlas fueron los heridos y enfermos, cada uno de ellos anotó una deseo. Los pájaros volaron portando en sus patas peticiones de suministros, de munición, angustiantes notas de ayuda, conmovedoras despedidas e incluso alguna carta de amor.
El 13 de diciembre de 1914, 302 soldados murieron en el bombardeo de una trinchera sin que nada de ellos quedara para corroborar su existencia ni su fin.

Carmen Rosa Signes Urrea 27/04/2008

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13
Sep

Al despertar

Por alguna razón que nadie conoce la naturaleza
castiga a los niños haciéndoles crecer.
(Anónimo)

Montaje CRSignes2013 (Fuente de imágenes Internet)

Tres mil trescientos años después del despegue aquella nave seguía ruta. El destino miles de veces buscado, un sistema de red planetario que debería haber sido encontrado al primer intento, seguía sin aparecer. Es por ello que la nave, antes de ser interceptada, nunca se detuvo.
Jiserin se había agarrado con tanto empeño a su muñeca que al final optaron por introducirla junto a ella en la cápsula de criogenización. La elite de consejeros y sabios la había seleccionado junto a sus padres al ver en ella un alto coeficiente de inteligencia, hecho éste que no impidió que se comportara como lo que era, una niña asustada y confusa.
La cuarta sala de criogenización había entrado en la última fase antes de su apertura. Del resto nadie sobrevivió.
En medio de una nube de vapor condensado, provocada por la diferencia de temperatura, abrió los ojos. Alargó su delgada mano torpe en movimientos.
¡Mamá! Tengo hambre.
Nadie contestó.
Aquellos extraños que habían interrumpido la trayectoria e invadido el espacio medio derruido de la vieja nave, eran incapaces de comprenderla, es más, se asombraban de que aquel ser encerrado, aparentemente, tuviera tanta semejanza con ellos.
Al abrirse la cápsula la rodearon decenas de personajillos minúsculos como niños, que articulaban con dificultad vocablos ininteligibles.
En su nueva condición sintió el agarrotamiento de sus articulaciones pese a la imperiosa necesidad de acción. Sus movimientos entrecortados, sin agilidad le impedían avanzar. Había sobrevivido al viaje. De entre los restos polvorizados de Jiserin la rescataron.
Era una muñeca y con los niños comenzó a jugar.

CRSignes 11/06/2009

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6
Sep

Periodo de prueba

La necesidad es la madre de la invención.
(Provervio nipón)

Midori Akata había renunciado a un futuro de éxitos profesionales y grandes oportunidades en el extranjero, al trasladarse con su esposo al barrio Kita (北区), en Tokio. Diez años después, la rutina del hogar y el trabajo de su esposo Baiko en el banco habían conseguido relajar su mente, tanto, que ya casi ni recordaba que su nombre fue relacionado con una de las empresas más importantes del mundo gracias a los reportajes científicos que la revista Science dedicó a sus investigaciones en biotecnología.
Midori contemplaba, asomada al mirador, cómo se cuchicheaba al paso de Baiko. Algo no iba bien, Baiko no paraba de refunfuñar. Se había convertido en una fea costumbre. Lo hacía cuando salía a la calle, al cruzarse con los vecinos, en el Banco mientras trabajaba, durante el almuerzo, de regreso a casa, como saludo y al dar las buenas noches a su mujer. A Midori lo que realmente la inquietaba eran las posibles indagaciones que por curiosidad o morbo despertaran aquellos desaires.
Baiko estaba considerado por todos como un hombre agradable de trato, amable de comportamiento y sincero de conversación, es por ello que nadie comprendía aquella transformación. Un día, el director del banco le comentó: “La soberbia no es buena consejera” en clara referencia a la falta de cortesía que Baiko había tenido con él ignorándole al pasar por su lado.
Sus compañeros, preocupados al no reconocerlo así, decidieron enviar una nota a su médico de familia, gracias a ella éste se personó, a los pocos días, en casa de la familia Akata.
Konnichi wa. ¡Qué placer volver a verla, Midori-san! Recibí un aviso, ¿puedo ver a Baiko? Sumimasen, no recuerdo la última vez que Baiko solicitó mis servicios… me parece no haberlo visto nunca por mi consulta. Quizá es que no está conforme de mi trato para con usted… Deseo comprobar a qué pueden estar debidos esos cambios de humor que me han comentado. Una úlcera tal vez... nada contagioso… Hará el favor de llamarle.
Dômo arigatô gozaimashita, pero no puedo.
No desea que le visite…
No, no puedo porque no se encuentra aquí. Partió de viaje.
Bueno. Le dice que pregunté por él. Le agradecería que pasara por mi consulta a su regreso, aunque si le parece puedo venir yo… Un hombre de tanto valor… Otukaresama —se despidió el doctor.
Dôzo osakini —respondió nerviosa.
Sobre el futón del dormitorio descansaba Baiko. El espacio que ocupaba normalmente se había quedado pequeño. Mientras las baterías eran recargadas por la corriente eléctrica, Midori seguía revisándolo, pieza a pieza, para intentar localizar la avería, sin éxito. Con los medios mecánicos del trabajo sería más sencillo.
Comenzó a planificarlolo todo. Lo que más le dolía, de regresar a su trabajo, era que el canalla de su jefe había tenido razón: “en menos de diez años regresarás y ojo que no te descubran, aún no está muy bien vistas las relaciones mixtas hombre-robot”.

CRSignes 26/02/2012

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30
Ago

Más humano

Somos aquello en lo que creemos.
Wayne W. Dyer (1940-?)

El vuelo de las moscas junto a la ventana mitigaba el sonido que, desde la calle, emitían los vehículos que transitaban.
De poder oír posiblemente le hubieran molestado más los estridentes chirridos de sus articulaciones incompletas; de poder oler quizá le hubiese incomodado su oxidada fragancia, pero sus sensores no habían sido conectados. A él sólo le importaba completar su programación y para ello debía seguir buscando.
A pesar de su apariencia humana y la inteligencia de casi todos los grandes hombres del siglo XXI, seguía sin ser perfecto y era consciente de ello.
El primer programa que intentaron introducir en él, nada más nacer, fue el de autodestrucción.
He fracasado de nuevo. Antes de desarmarlo me gustaría conocer por qué ninguno de los preceptos esenciales entró en su programación −se lamentó el científico.
El androide actuó en consecuencia. El suelo se tiño de rojo aunque él no supiera identificar el color, simplemente presintió el espeso líquido derramado. Antes de salir purgó sus circuitos, tomó algunos elementos que comprendió que le serían de utilidad y extrajo el dispositivo que le faltaba. Por vez primera intentó completarse sin éxito.
Durante horas recorrió el laboratorio. Con los logro se enriquecía, cada fallo cometido debía ser enmendado. Desgraciadamente los errores se acumulaban y, pese a su privilegiada superioridad, la huella de su paso cada vez resultaba más evidente. Se preguntaba por qué habrían escondido tan bien aquella pieza esencial si era tan imprescindible y dónde encontraría la que encajara a la perfección en su anatomía. Para aquella lógica cibernética resultaba inverosímil. Hubiera deseado recibir una respuesta coherente, pero los absurdos y grotescos movimientos de los humanos, que seguía sin comprender, no le habían sacado del embrollo en el que se había metido. Le molestaba aquella situación. De todas formas ya casi no quedaba nadie a quién acudir, a quién preguntar, pronto debería salir del edificio.
Le incomodaba contemplar el cuerpo sin vida de la recepcionista, así que después de colocar el corazón aún latente sobre su mano para introducirlo en el compartimiento, cerró sus sensores visuales y esperó que algo cambiara en él. Ese algo que le haría más humano.
La fuerte descarga eléctrica le dejó tendido en tierra. Los guardas, aunque tarde, habían llegado a tiempo.

CRSignes 20/04/2008

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23
Ago

La Terminal

El destino no reina sin la complicidad
secreta del instinto y de la voluntad.

Giovanni Papini (1881-1956)

Montaje CRSignes2013(Fuente de imágenes Internet)

Nada de lo que rodeaba a Ferdon era pequeño. Las gigantescas construcciones flotantes estaban unidas por conductos tubulares y cables de enormes proporciones. Aquella mega-estructura había sido creada para acoger a las naves extra-planetarias que, a millares, llegaban al que estaba considerado el mayor puerto mercantil y comercial del espacio.
Glamus 3 se había convertido en un gran centro comercial, en donde todo podía encontrarse.
Ferdon tenía un control absoluto de las distancias, de los espacios; nada podía escaparse a su menesterosa labor, algo que le proporcionaba una todopoderosa sensación. Apoyado por una sobria voz y la confianza total sobre el cumplimiento de las normas por él dadas, en el tiempo que llevaba desempeñando su trabajo en tan sólo dos ocasiones había tenido que recurrir a la fuerza.
La sucesión de andenes se extendía hasta perderse de vista. Durante siglos había crecido debido al aumento del tránsito entrante y saliente. Cuando uno de los apeaderos quedaba obsoleto, era inmediatamente reemplazado por otro. Lo soltaban de las conexiones de sustento y comunicación abandonándolo a su suerte, que no era otra que el ser desmantelado por alguna empresa de derribos.
Pero aquel poder tenía sus inconvenientes. Ferdon no recordaba la última vez que había pronunciado palabras de amor o frases amistad; la risa había desaparecido de su vida, así como el llanto; nada le conmovía. Aquel dominio casi sobrehumano que le confería su puesto había terminado por deshumanizarle. De repente, un instinto olvidado provocó que observara la última de aquellas terminales reservada al transitar de pasajeros. Como un punto en el suelo bruñido, un cuerpito inmóvil captó su atención. Sentada sobre su equipaje, una niñita se enjugaba las lágrimas. Nadie reparaba en ella, pero ella reparó en la imperceptible cámara y sonrió. Se despertaron en Ferdon sensaciones extintas. Sin atender a las consecuencias, apretó el botón que le desconectaba de su puesto. La plataforma flotante se desplazó unos metros hasta extraerlo. El aire reciclado se mezcló con la atmósfera pura del interior de su habitáculo. La avería fue inmediata.
Consciente de su acción, aplicó sobre sí el castigo correspondiente. Ferdon dejó de funcionar unos segundos después de lo previsto en los protocolos de sanción capital.
Durante dos ciclos completos, el puerto espacial quedó paralizado. Mientras, en la Terminal de pasajeros, una niña se reencontraba con los suyos después de que, afectadas de una extraña avería, en todas las pantallas del planeta se transmitiera la imagen de aquella pequeña perdida.

CRSignes 27/12/2009

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16
Ago

The Karel Čapek Trouppe: el espectáculo más grande del mundo

Los crearon para los trabajos más ingratos, pero aquello hundió en una crisis mayor a la población humana. Por ello fueron relegados al mundo del entretenimiento.
Dudo que venga alguien. Los animales se incomodan con las permanencias cortas.
¿Y ahora los animales? ¿Por qué tanto jaleo?
La lluvia había convertido la calle en un barrizal.
RaK-EE guardó silencio. Un individuo, que se identificó como sheriff, se acercó.
¿Los permisos? Está prohibida la mendicidad, la vagancia y los espectáculos públicos. Si no se marchan esta noche emplearemos la fuerza.
Lo que más le molesto a Fra-Z-N fue que se cuestionara su trabajo. Demasiados años recorriendo mundos, ganándose hasta el último centavo con sacrificio.
¿Con quién debo hablar para ofrecer nuestro espectáculo? —Fra-Z-N había aprendido humildad.
No me han entendido, monstruos. ¡Qué se larguen!
Un mal presagio fue ver cómo los pocos carteles que habían colgado de las paredes se desprendieron por la fuerza del agua. Las fotos de la grotesca trouppe del circo de androides acabaron en el fango.
La noticia cayó como un jarro de agua fría. La lluvia retrasó la labor de los subalternos. El trabajo se complicó. El plazo no iban a poder cumplirlo.
¿En qué piensas, RaK-EE?
¿Cuántos años llevamos juntos?
No sé. ¿Muchos?
Hablo en serio.
Si no me equivoco 235 en agosto.
¿De veras no lo recuerdas?
¿A qué te refieres? Mis circuitos están repletos de datos, más bien de coordenadas, de rutas. Fui reprogramado para organizar espectáculos de animación; quizás necesite algún ajuste de memoria. No me pareció ésta una de esas colonias humana que nos rechaza. Cuéntame, ginoide mía.
Y no lo era. Durante la reconversión millones… de… de los…. los nuestros fueron des… desmantelados.
¿Qué sucede?
Con esta… es… ta… medida, los huma… humanos ahorraron millon… nes en reestructuración. ¿No te extrañó encontrarte con tan po… cos…como tú? Tuve mie… miedo y hu… í.
Pero el tiempo ha pasado.
Lo sien… to Fra-Z-N. Todo fue aut…o… mático. Por emisión de mic…croon… das, alteraron nues…tros nuestros circuítos, purgando nuestros compo… nentes, para su… su autodestrucción. Cre… o que es ta… tar…tarde para to… todos. Las radiaciones siguen encen… didas.
RaK-E-E se apagó definitivamente y Fra-Z-N apenas si logró asomarse a la ventana para ver cómo los equipos de limpieza barrían los cuerpos sin vida de sus compañeros, desperdigados por el suelo.

CRSignes 15/04/2008

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10
Ago

Noticias de la radio

A Ricardo, sustento de mi ser

“La acumulación de nubes será inusualmente extraña. Tengan precaución cuando salgan de casa. Preparen una buena iluminación y no olviden las balizas. Es una recomendación del Centro de Estudios de la Atmósfera”

—Desde hace tres días registro irregularidades. Ayer mismo, al tomarte entre mis brazos, te sentí laxa. Fue como si de pronto la misma inercia que nos une nos separara. Tal vez se trate de algún sensor defectuoso o quizás me deje arrastrar por la paranoia, la misma que consiguió separarnos del común de los mortales.

“En otro ámbito de cosas, se han inaugurado las obras del paso subterráneo que unirá las dos principales ciudades del país.”

—Volví a experimentar la misma sensación. Echo en falta la empatía que funcionaba como un imán, como un potente sugestivo capaz de inhibir los sentimientos más inicuos. ¡Solos tú y yo!

“Conservacionistas y renovadores tienen programado un reencuentro en las próximas horas. Mientras unos consideran la propuesta de sus opositores de “Bofetada ambiental”, los otros intentan limar asperezas, para restar responsabilidades. Según el portavoz del Grupo Independiente por la Renovación, el acuerdo está próximo: Es cuestión de horas —ha dicho —. todo lo demás sería una pérdida innecesaria de tiempo y energía.”

—El cielo se ha tornado gris. Las nubes, convertidas en pesados obstáculos que impiden ver, ya no circulan ligeras. Cada segundo que pasa es como si te desvanecieras. Mis circuitos comienzan a fallar. Espero que los tuyos aguanten. Con un poco de suerte es mi propia pena la que me cortocircuita. Todo se acaba. Estamos como encerrados por sus propios miedos. Temen volver atrás: convertirse, como nosotros, en el cúmulo de sentimientos del que partieron. Hace mucho que perdieron precisamente aquello que nos inculcaron: humanidad. Y ahora, sólo tú y yo conservamos los sentimientos.

“Última hora: La Agencia Digital de Noticias (ADN) informa de que no consideran necesario seguir manteniendo los seres de inteligencia artificial existentes. Estas dos únicas muestras, que se mantienen controladas en la cercana región de Utrech, serán neutralizadas. La desintegración se hará efectiva en pocas horas. Al final, se ha llegado a un acuerdo. Tanto conservacionistas como renovadores creen necesario hacerlo por el bien común. El temor a una vuelta al pasado ha conseguido el acuerdo: Largo ha sido el camino para librarnos de nuestro componente más débil. —pronunció el portavoz de la agencia”.

—Si no te tuviera a ti hace mucho que hubiese perdido la razón. ¡Abrázame! No dejes de hacerlo.

CRSignes 23/03/2008

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2
Ago

En tiempos de Mitsivaluvier

A menudo se echa en cara a la juventud el creer
que el mundo comienza con ella. Cierto,
pero la vejez cree aún más a menudo que
el mundo acaba con ella. ¿Qué es peor?
Christian Friedrich Hebbel (1813-1863)

Montaje CRSignes2013 (Fuente de imágenes Internet)

Mitsivaluvier siempre nos recordaba lo desgraciados que éramos al vivir estos tiempos. Después de su paseo diario en el que con lentitud recorría la nave que le vio nacer y hacerse soldado, no podía regresar a su habitáculo sin referirse a nosotros de un modo despectivo y paternal que rallaba el sarcasmo.
—Y vosotros creéis que sois únicos. En mis tiempos…
Con rigor poco científico intentaba hacernos creer que cualquier tiempo pasado había sido mejor, a la vez que afirmaba que de nada servían los avances técnicos conseguidos después de que él fuera nombrado cadete y que también desconocíamos cuales debían ser las verdaderas virtudes de un guerrero espacial curtido a base de esfuerzo, experiencia y con los mejores maestros.
Sus ojos reflejaban una luz diferente que despertó en mí la curiosidad ante la perentoria de aquella vida concluyente.
Mitsivaluvier solía situarse sobre un mullido asiento en la cubierta de plata del club de oficiales, alternando su contemplación entre un mapa estelar y el mirador, mientras señalaba en el firmamento con el dedo los fenómenos que atisbaba y de los que se sentía tremendamente orgullo al asegurar que él había sido el primero en verlos, en conquistarlos.
He de confesar que de vez en cuando me solía acercar para escuchar los relatos con los que salpicaba las horas de descanso sin orden de ningún tipo. Apreciaba aquellas historias que hablaban de conquistas, imperios, luchas, batallas. Porque Mitsivaluvier se había perpetuado el puesto por méritos propios, no sólo por la labor cumplida durante más de ochenta años de fiel entrega, sino porque se le debía en conciencia desde el día en el que perdiera la vida por culpa de la perrería de unos muchachos cansados de su forma de ser.
Cuando Mitsivaluvier dejó de señalar la constelación del espejo, imaginé que le preguntaba de nuevo por la vez en la que él la pisó por vez primera antes de que el holograma comenzara con el bucle de programación que narraba esa parte de su vida.

CRSignes 11/07/2010

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26
Jul

Estación A

A Ricardo por su inspiración y ayuda

Can you help me
Help me get out of this place
Slow sedation
Ain't my style ain't my face
Givin' me a number
Nine, seven, eight
Gimme back my name
Crazy (A Suitable
Case For Treatment) de Nazareth

La voz retumba como encerrada en un recipiente metálico.
“Corre desnudo, huyendo despavorido. Antes de llegar, ha recorrido diez veces la distancia que hay entre el punto de partida y la estación A”.
Nada podía ser peor, dijeron. Obedecimos a fe ciega. El paso del tiempo nada cambió. ¡Ojalá alguien esté al otro lado del intercomunicador! Me incomoda seguir solo… y este lugar parece no tener fin.
“Respira con dificultad, la comprensión de su lenguaje se complica”.
—¿Te importa que me siente? Cómo va a importarte, si no puedes verme. Nada es como lo recordaba. Sin ir más lejos, fue aquí… O no… Disculpa.
“Desvaría, aparecen los primeros síntomas, confiaba en la fuerza y la astucia de este individuo, ahora comienzo a dudar”.
Revivo las imágenes como un mal sueño exento de color: el desfile de aquellas tropas automatizadas, creadas para sofocar las turbulentas manifestaciones de quienes deseábamos poner fin a todo; las largas colas sanitarias; el camino a los refugios; aquella cerrazón de los políticos… Te preguntarás por qué te cuento… Lo necesito. Después de todo el esfuerzo, del tiempo que pasamos aislados los unos de los otros, de las precauciones desmedidas ante el contagio…
“En su llegada a la estación A, ha respondido correctamente. Se desconcertó al no hallar a nadie, pero no ha decaído”.
Me contraría saberme el último hombre vivo... A las epidemias le siguió el exterminio... Mis compañeros cayeron. Me decidí a salir al quedarme solo. ¿Qué esperanza me queda?
Gracias. Tire de la palanca roja, recoja su premio y continúe el camino. —La voz de resonancia metálica ahora se escucha en la estación.
¿Hay alguien? Sí, debe haber alguien. Y esto parece comida… —engulle y cae narcotizado en el suelo.
“Aprovecho el estado de somnolencia del individuo para inocularle una dosis del antídoto y lo retorno al punto de partida. Se ha despertado. Corre. Pulso el cronógrafo. Le queda mucho camino hasta llegar a la estación A. El profesor estará contento, creo que el sujeto número 6873/881212, que ha vencido al hambre y superado la enfermedad, podrá sobrevivir a la guerra”.

CRSignes 03/09/2009

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19
Jul

Child in time

Sweet child in time you'll see the line
the line that's drawn between the good and the bad.
See the blind man shooting at the world
bullets flying taking toll.
If you've been bad, Lord I bet you have
and you've been hit by flying lead
you'd better close your eyes and bow your head
and wait for the ricochet.
Child in time (Deep Purple)

Montaje CRSignes (Fuente de imágenes Internet)

−No eres bueno Daniev y el mal se cobra su peaje. Que ni se te ocurra regresar a casa con los bolsillos vacíos, ¡lerdo!”
Daniev intentaba olvidar la amenaza de su padre mientras le llenaba la mochila para la venta ambulante con pañuelos de papel, cargadores de batería, chicles, tarjetas de memoria, algunos paquetes de cigarrillos, filtros solares, chips anti radiación y preservativos. A Daniev le preocupaban las consecuencias de no poder cumplir, una vez más, con el mandato. Su cuerpo rasgado lo sabía.
Nunca antes la Plaza Roja -Красная площадь- se había visto tan aglomerada ni pequeña. Lejos quedaban los espectáculos musicales que levantaron pasiones de finales del siglo XX, Pink Floid, Paul McArtney; la revolución Bolchevique; la masiva asistencia al mausoleo de Lenin; los desfiles militares del año 2025 o la bienvenida de los astronautas del proyecto Europa, héroes que abrieron el camino de la colonización de la luna de Júpiter a finales del año 2064.
Los acontecimientos de los días pasados dejaron al descubierto un gobierno falto en recursos y pobre en convencimiento, los ciudadanos habían tomado las calles.
Entre la muchedumbre Daniev ofrecía sus productos con la esperanza de vender lo suficiente como para librarse del castigo. Sin darse cuenta su mochila se vaciaba al mismo ritmo que llenaba el bolsillo. Lamentándose por no haber previsto las ventas, vio la oportunidad de guardar parte de las ganancias para evitarse alguna futura paliza, por lo que decidió regresar a casa y aprovisionarse. Todo tenía cabida en las necesidades de aquellas gentes que se encontraban cada vez más cercadas. La policía, desbordada, no sabía cómo vetar el avance de aquella turba díscola e intransigente sin emplear la fuerza, por lo que las órdenes estaban a punto de dar un giro radical.
Daniev luchaba contracorriente para poder salir, se había adentrado demasiado. No tardó en comprender que algo no iba bien. Un ruido extraño, que no pudo identificar, se unió al barullo reinante. Las tropas de asalto se disponían a marchar sobre la masa y ésta, previniéndolo, comenzó una huida cada vez más desesperada.
El primer golpe apenas si lo percibió, demasiado asustado como para comprender lo que estaba sucediendo. Las microondas chocaban sin piedad apagando con su calor, las fuerzas de los manifestantes en grupos. Daniev sólo tenía en la cabeza llegar a casa y recoger la recompensa, su padre estaría orgulloso de él. Objetos de todo tipo volaban por doquier. El humo de los antidisturbios dificultaba aún más su partida. Las embestidas de aquellas tropas golpeaban con fuerza, la defensa de los manifestantes era imposible. Un estallido fue el detonante de la pesadilla en ambos grupos. El silbido de los proyectiles cambió el panorama de una plaza cada vez más vacía. Decenas de cuerpos yacían sobre el asfalto y Daniev no sabía qué hacer. Su mochila no era escudo suficiente, pero él así la empleó. Huyó con toda las energía de sus recién cumplidos 10 años de edad, pero la bala perdida corrió más y Daniev perdió su tiempo.

CRSignes 22/08/2011

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9
Jul

Hanky-Punky

I'm a blonde single girl in the fantasy world
Dress me up, take your time, I'm your dollie
You're my doll, rock and roll, feel the glamour and pain
Kiss me here, touch me there, hanky-panky
(Barbie girl lyric. Aqua)

Aquella maldita llave se había atorado y, con el forcejeo, se rompió. Conquistó al casero para que sustituyera la cerradura de inmediato. A pesar de ello, el cliente no tuvo paciencia y se marchó.
Antes de caer rendida en la cama, lanzó los preservativos y el detector sobre la mesilla de noche.
La poca salubridad del local, se vio compensada por el ungüento viscoso que salía del dispensador automático de la ducha iónica. Seguía las tendencias y había oído hablar de cómo gustaban vestir las jovencitas: peluca rubia larga, traje ajustado, medias, zapatos con tacón de aguja de charol negro. La peculiaridad más llamativa de aquel osado atuendo -además de que exigía movimientos casi mecánicos sin usar las articulaciones-, era que todo el conjunto llevaba un nombre estampado en todos los tamaños y formas, Barbie, un popular muñeca del siglo XX.
Al llegar a la calle comenzó a sentir las intermitentes señales, cómplices de su búsqueda. Muchos hombres, faltos de compañía, hacían uso de los servicios callejeros. Más cómodos que acudir siempre al mismo local vigilado.
Llevaba recorrida media ciudad e incomprensiblemente no había trabajado nada. Le echó la culpa de la vestimenta.
Se sentó en una terraza desde la que dominaba la autopista y el bulevar.
Acompáñenos señorita —le dijeron un par de muchachas vestidas como ella.
Comenzó a llover, parecían tenerlo todo previsto, pues sacaron un chubasquero de plástico transparente también para ella.
La entrada del local tenía un colorido muy llamativo a juego con la imagen que recordaba de aquel juguete de plástico. En las vitrinas, que decoraban las paredes, centenares de muñecas y otros objetos mostraban la evolución de Barbie.
¿Te gusta? Casi trescientos años de historia. Ahora, nosotras tenemos la obligación de seguir escribiéndola.
Sonrió, aunque seguía sin comprender nada.
Detrás de la barra, un joven la aguardaba con una copa en la mano.
Gracias, Ken —le dijo al camarero después de leer la placa con su nombre y antes de beber.
El dulzor excesivo de la bebida, de un rosa escandalosamente fosforescente, enmascaró el sabor amargo del narcótico. Su efecto se prolongó demasiado.
Sobre la mesilla de noche sus preservativos y un detector que no cesaba de pitar. Tras el cristal, decenas de rostros contemplaban al primer ejemplar de Barbie prostituta en el día en el que Ken estrenaría sus servicios.

CRSignes 14/11/2009

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1
Jul

El veterano de las Guerras Psíquicas

You see me now a veteran
Of a thousand psychic wars
My energy is spent at last
And my armor is destroyed
I have used up all my weapons
And I'm helpless and bereaved
Wounds are all I'm made of
Did I hear you say that this is victory

(Veteran of the Psychic Wars,
Blue Öyster Cult)

Las huellas sobre el pasillo desaparecen pronto. Los detectores térmicos no son de fiar. Nunca lo han sido. Cualquier mota de polvo despierta mayor alarma que mi intrusión.
La tripa resuena, sus ondas golpean las paredes de la panza de madera como lo hacen contra mi tímpano. El sonido me traspasa dominando mis deseos. Está dentro de mí. Hace mucho que los tambores me conducen, que son mi guía. Un trabajo, una misión rutinaria, una nueva muerte me aguarda tras aquella puerta. Puedo incluso imaginar las manos que golpean el instrumento con fuerza, la misma que necesito para apretar el gatillo, una y otra vez.
Recuerdo la primera vez que logré calmarlo, fue a poco de salir al mundo como un elemento más de aquellos planes dirigidos. El orgullo al saberse elegido compensa las horas de tortura, los crímenes acumulados a la espalda. Las nuevas tropas, nos llamaron, los guerreros psíquicos. Fuimos creados para el triunfo. Seleccionados sin ataduras. Nos hicieron a semejanza de la indiferencia. Vuestra voluntad hace posible cualquier deseo, nos dijeron. Pero el tiempo ha desvelado el engaño. Esa voluntad que nos otorgaron, es la de ellos. Esa voluntad, ese deseo que llenó sus bocas, no lleva más que muerte.
Frente al objetivo, con la mirada fría y el pulso firme, los tambores suenan. Un rasgo fugaz que por un momento he logrado ver tras la hipnótica banda sonora que me domina. La habitación, oscura y silenciosa, esconde la reliquia de años de olvido. Una imagen encerrada en un marco plateado. Con el rabillo del ojo contemplo aquella fotografía envejecida. El papel arrugado, nervudo y rasgado de falsos colores químicos casi extintos. Un rubio indefinido, un niño, toma de la mano a una mujer que le sonríe. Recuerdo. No existe posibilidad de vínculo, no debería. ¿Qué me ocurre? Los tambores no han parado, debo terminar el trabajo, detenerlos. Carraspeo para aclarar mi garganta, me cuesta respirar. Vuelvo en mí. Contemplo el reflejo en la pared de mi disparo. La trayectoria no deja huella sobre el cuerpo. Ni una gota de sangre mancha el suelo. Entra suave, como el cuchillo partiendo la tarta de cumpleaños, como el punzón que mata al becerro cuando ha llegado su hora. No he fallado. Misión cumplida. Debo volver sobre mis pasos.
Pom… pom… pom…
Comienza de nuevo. Necesito otro trabajo para que pare aunque sólo sea un segundo. Necesito encontrar la paz de esta guerra psíquica que me envejece.
Hoy mi armadura se ha roto. Reconocí a la víctima. Era mi madre.

CRSignes 19/12/10

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23
Jun

Set the control for de heart of the sun

Over the mountain watching the watcher.
Breaking the darkness, waking the grapevine.
One inch of love is one inch of shadow
Love is the shadow that ripens the wine.
Set the controls for the heart of the sun.
The heart of the sun, the heart of the sun.
Set the control for de heart of the sun (Pink Floid)

El reloj de cuco marcó las diez, quizás ese hecho no significara nada para él, un conteo sonoro inútil para la marcación natural del universo, pero antaño sugirió toda suerte de sucesos, pautó ritmos y costumbres hoy olvidados.
Los frágiles tallos que apuntan hacia el singular cielo, buscan la luz y el calor −ahora inducido− del corazón del sol en el espacio suspendido. Se enredan en las formas metalizadas de la nave que gira al ritmo olvidado del planeta madre, para proporcionar la falsa sensación de normalidad, que reproduce las condiciones de la Borgoña francesa con la que conseguir el caldo dulce y oloroso del mejor vino de la Francia y que descansará en las bodegas de la Base Internacional NUMBER-WINE.
Se acerca la época de la cosecha
Convertido en el consuelo que proporcionaba la mejor recolección, la única con la que satisfacer a los paladares más exigentes, si bien para ello dejara resignado su vida en manos de la estrella que día a día inunda de radiaciones aquel cuerpo, que no reprochaba su destino y que pronto acabara con él.
Se cierran las puertas. La forma de loto impide que la luz traspase. Por doce horas la oscuridad que abriga los racimos, enmudece el entorno. Lejos queda el mundo básico y decadente que a punto estuvo de perder su legado: la cultura vinícola. Ahora, él brinda con su copa alzada hacia la rendija aún abierta que le muestra el astro que se aproxima.
El reloj deja escapar su pájaro delator del tiempo por once veces, mientras proyecta el color granate del caldo reposado en barricas centenarias. Siempre se preguntó cómo lograron subirlas a la nave sin alterar sus propiedades y cómo consiguieron que en su interior el buen borgoña envejeciera manteniendo las excelencias. El fuerte rojo proyectado en la pared dibuja la sombra del perfil de su rostro. La garganta le arde, el vino joven anima su espíritu, hace que su pecho se infle con el aire viciado. Su pulso se acelera.
El latido del sol deja escapar las corrientes que en ocasiones zarandean la nave, desplazándola de un rumbo prontamente corregido que evita el desastre. El corazón viviente del astro marca los tiempos infinitos que él no podrá contemplar. De nuevo y por doce veces, escucha el rítmico cuco que se aventura eterno, parece no acabar nunca. Debe recostarse y descansar.
“El amor es la sombra que madura el vino”, le dice a la sombra en la pared que él mismo proyecta y fantasea con aquel amigo que le contempla a su vez. Le invita a una copa. La locura del tiempo encontrado. “¿Por qué no?”, se pregunta a sí mismo. Cuando accedió a partir sabía de los conflictos que la soledad implica.
Su amigo desaparece, el control automático es el culpable y él decide seguir adelante.
Mirando nuevamente a la estrella que tiene enfrente, se lanza en su búsqueda, ajusta los controles hacia el corazón del sol.

CRSignes 24/07/2011

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17
Jun

La marcha de la Reina Negra

I'll be what you make me I'll do what you like
I'll be a bad boy I'll be your bad boy
I'll do the march of the Black Queen
(The March of the Black Queen, Freddie Mercury, 1973)

No, no estábamos junto a Alicia en pleno campeonato de cróquet de la Reina de Corazones el día en el que la niña se despidió del Gato de Cheshire, el paisaje me confundió. Era de noche, me hallaba a mucha distancia de allí, en un jardín brillante de focos de colores, destellos espejados, ritmos estereoscópicos y en el que la música se atemperaba al compás de nuestro corazón.
La escena: un baile de máscaras grotesco cuyos personajes desfilaban tras la Reina de la Noche, la Reina Negra que dispone de los movimientos de sus acompañantes. Todos obedecen, ahogan el atrevimiento y el paseo acompasado la llena de orgullo.
¡Bajadles los humos! −grita la Reina Negra en el éxtasis de la ceremonia. En una mano su cetro, en la otra un látigo con el que consigue la pleitesía que anhela para ésta contagiosa y alocada danza.
La oscuridad custodia la fiesta dedicada al Dios Sol. Astro brillante en el reino de Rhye.
¡Difícil abstraerse de lo que está sucediendo!
Freddie acapara ahora toda mi atención. Arrastra su capa blanca barriendo a su paso las huellas del mambo que, a fila de a uno, corteja a la reina. Ésta fustiga con el látigo inmisericorde a diestro y siniestro.
¿Por qué estoy allí?
En mi búsqueda de la felicidad, he caído en ese increado reino que existe desde antes incluso que todo fuera creado.
Que la mano derecha no se entere de lo que toma la izquierda −, susurra melindre esa Reina Negra que se crece en su postura dominante, pese a que los bailes y la música laceran su reinado.
Ahora despliega sus alas el ángel que custodia el encuentro. El músico − en su frenesí − se apodera del cetro mientras es seguido por las luces despistando a los danzantes y a mí. Y no vemos a su señora, sino a él. Y el dios resplandece, el dios, el Rey, la Reina de la Noche. Freddie persiste con el estilo de su poder vocal, tanto, que destapa la verdad y la canción que ha permanecido al margen de la escena, rellena los huecos de mi deseo. Al fin lo encuentro.
La noche concluye con las últimas notas de la canción de la reina, la Reina Negra que, después de invitarnos a que nos portemos mal, aliándonos con el Diablo, nos libera del compromiso. Y es en ese momento cuando yo regreso a mi origen, porque el disco deja paso al silencio y el tema, después de una pequeña pausa, vuelve a comenzar.
La escena: un baile de máscaras grotesco, en un jardín brillante de focos de colores, destellos espejados, ritmos estereoscópicos y en el que la música se atemperaba al compás del corazón de Freddie, que coronado como Reina me tiende la mano.
La clave de la felicidad está en mi música.
Y mientras le escucho, no pienso en nada más.

CRSignes 16/05/2012

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12
Jun

Julia dream

...will the misty master break me
will the key unlock my mind
will the following footsteps catch me
am i really dying
julia dream, dreamboat queen,
queen of all my dreams.

Julia Dream (Pink Floid)

Bill Brandt (3 de mayo de 1904 - 20 de diciembre de 1983)

La tormenta había dejado el aire limpio y los cristales sucios, manchas de barro que dibujaban sombras falsas en la pared.
Ramón contemplaba a Julia en el esplendor de su avanzada edad. Habían envejecido juntos. Después de casi cincuenta años compartiéndolo todo, gozaba mirándola; dejaba pasar las horas muertas en ello. La quería.
La misma Julia de siempre: tan hermosa, amable, tan complaciente. Pero Julia dormía y él se perdía en la imagen fija que ella le reportaba, en un bucle atemporal que tan sólo él comprendía.
Intentó ver la superficie yerma que se extendía frente a su casa desde la ventana. Colapsada de tráfico y transeúntes hacía mucho tiempo, se estremeció al imaginarse allí afuera, haciendo frente a las inclemencias de un clima variable y poco recomendable para el ser humano.
Sintió deseos de salir en busca de alguien con el que intercambiar palabras porque Julia seguía durmiendo. La soledad dolía.
Al conocerla, lo abandonó todo, aunque tampoco le dieron otra opción. Fue el baluarte de un mundo en declive, a punto de ser abandonado. A partir de ese momento, vio cambiar su fisonomía en el espejo, el entorno desde la ventana y la existencia desde una pantalla. Mientras en los planetas exteriores la vida seguía su curso, Julia se encargó de que él no perdiera detalle además de proporcionarle la paz, el deleite diario, el placer reducido a la mínima expresión, aliñado de películas, documentales, realitys, seriales, noticieros, retrasmisiones deportivas, ... , y todo sin salir de casa, como única forma de no perder la perspectiva.
Los prospectos no mintieron. Después de seleccionar sus preferencias y una vez que éstas fueron asimiladas por el organismo central, a Ramón se la concedieron. Julia fue su guía, la compañera soñada, el apoyo que todo hombre necesita para sobrevivir.
¡Julia! −parecía suspirar, mientras sus ojos regresaban a ella, que seguía sin despertar.
Imaginó que sus sueños fueran un reflejo de lo cotidiano, de la aburrida existencia que le había tocado en suerte.
Aprovechó que la luz del día se abría paso con lentitud, para marcar las cifras del código de seguridad con las que desbloquear a Julia, rescatarla de su letargo, pero se dio cuenta de lo inútil del intento.
Se recostó junto a ella buscando el calor de las conexiones. Apenas si pudo sentir los guiños chispeantes de su pantalla ahora fundida en negro. El mandato de los megahercios, de la fibra óptica, de los microondas había desaparecido. El sueño de Julia, la reina de todos sus sueños no podía contactarlo porque él ya no estaba, había dejado de ser la clave que le desbloqueara la mente. Ramón comprendió con certeza que estaba muerto.

CRSignes 26/09/11

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2
Mar

Si el lector no va al libro…

Una tarde el bibliotecario se paró ante algunos vecinos que hablaba frente a un muro de la calle sobre el que alguien había escrito; comentaban que no había hueco que no presentase, en perfecta caligrafía, una palabra o un signo de puntuación continuando un texto que se hacía cada vez más interesante; pero siguió su camino de regreso a casa.
A la mañana siguiente las calles amanecieron totalmente pintadas. La primera reacción de las autoridades fue la de buscar al culpable. Todas las miradas se fijaron en él por que aquellos escritos, que tenían enredadas a las fuerzas policiales, contenían cuentos, poemas, recetas de cocina, haikus, descubrimientos, biografías, novelas y un sin fin de formas literarias reproduciendo ideas, idiomas y todo el arte que suelen contener los libros. “Las Rimas y Leyendas” de Bécquer, “El Quijote”, “Romeo y Julieta”, “El Príncipe” de Maquiavelo, “El Principito”, “El Alef”,… y un largo etcétera de títulos conocidos o por conocer que más bien parecían una extensión de las estanterías de la biblioteca, estaban de esta singular forma al alcance de todos.
Como nadie le había visto hacerlo no pudieron acusarle por lo que fue advertido seriamente y conminado para que no se repitiera aquel mal vicio si deseaba perdurar en su empleo.
Las fachadas de la ciudad quedaron eclipsadas ante la mayor cantidad de graffiti registrados en el mundo. Desde todas partes acudieron expertos de policía, parapsicólogos, estudiosos de la materia, pero ninguno fue capaz de explicar el fenómeno.

ierto como todos los días a las nueve en punto. A los cinco minutos comenzó a temblar. ¡El despido inmediato!, pensó. Un grupo de vecinos, encabezado por el alcalde, se acercaba hacia el mostrador. Para su sorpresa, en lugar de amonestarlo le pidieron libros. Libros que además comenzaron a leer.
No concluyó allí el peregrinaje de lectores. Fue tal la asistencia en la biblioteca que tuvo que aconsejar la lectura de otras obras, pues muchos eran los que pedían ejemplares ya prestado.
De la noche a la mañana aquellos graffiti, que decorando muros y paredes habían redescubierto la lectura, desaparecieron. Los pocos testigos de aquel fenómeno tan portentoso como el que los hizo aparecer, dijeron a las autoridades que simplemente se fueron borrando despacio, casi al ritmo de la lectura de sus palabras.

CRSignes 31/05/09
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20
Jul

Bienvenidos a la N.W.T (New Weapon Tecnology)

Montaje fuente imágenes Internet

A Ricardo

Las armas más crueles resultan
Humanitarias si consiguen provocar
una rápida victoria. (Adolf Hitler)

Bienvenidos a la N.W.T (New Weapon Tecnology). Atención damas y caballeros: se ruega no sobrepasen la cinta de seguridad y que durante aproximadamente dos minutos permanezcan con los ojos cerrados. La empresa no se hace responsable de las posibles lesiones provocadas por la negligencia de nuestros visitantes. Todas las normas de seguridad e higiene están incluidas y ampliamente especificadas en el catálogo anexo de la W.G.S. (Word Guns Simposium), y su simple presencia les obliga al total cumplimiento de las mismas.
Durante la dispersión nuclear precedida de un agudo pitido (momento en el que deben cerrar los ojos), serán testigos de su eficacia —la intensa luminosidad del proceso no impedirá que puedan contemplar lo que sucede pese a permanecer con sus párpados cerrados—. Este hecho no implica ningún riesgo para su visión. La fuerza lumínica generada por la deflagración, proceso que no será revelado —estaríamos tarados al hacerlo, advertimos la presencia de dos de nuestros competidores entre ustedes—, está convirtiéndose en una de las armas de destrucción masiva de mayor uso, sobre todo para aquellas conquistas en las que se busque el respeto a todo, menos a la vida.
Después de finalizada la visita se les entregará un cuestionario en el que podrán valorar sus impresiones y, por que no, si lo desean realizar una primera oferta sobre el muestrario.
Somos conscientes de la necesidad urgente que alguno de nuestros clientes tiene por nuestros productos y esperamos no defraudarles. Ahora, y con el fin de ofrecerles un pequeño refrigerio y unos minutos de descanso antes de la siguiente demostración, acompáñennos a una sala anexa en la que encontrarán: paños de hidrógeno líquido, atmósferas de éter fluctuante, un relajante yakuzy de metano, y debido a la presencia extraordinaria de mascotas como la carcoma espacial del general, un cajón para que pueda evacuar sus excrementos. Esperamos que comprendan la premura de esta visita debido al gran número de solicitudes abiertas presentadas para la misma, así que sean breves.
Les advertimos de que para la siguiente demostración se requiere de un tiempo no inferior a cuatro horas, debido a que nos trasladaremos hasta el emplazamiento preparado para la misma.
Para aquellos que finalicen de este modo la visita recordarles que nuestra empresa les hará entrega de unos recordatorios: souvenirs del planeta extinto que acabamos de aniquilar con nuestra bomba estrella.
Gracias por asistir y les esperamos en una nueva ocasión. No olviden pasar por caja antes de salir.

CRSignes 21/02/10

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8
Jun

Regreso a casa

©CRSignes2010

Había oído hablar de aquellos lugares repletos de desperdicios y miserias, pero nunca pensó que encontraría allí a su padre. La última vez que lo vio, discutía con su madre por la custodia de los hijos. Sorprendentemente y a pesar de haberla conseguido quería desaparecer.
¡Fantasías! Cómo puedes afirmar que lo haces por ellos.
Tú siempre tan suspicaz. Todo es efímero —concluyó.
Nunca más supieron de él, hasta dos días atrás. Albert recibió una notificación en la que se le convocaba para el retiro obligatorio del ciudadano Albert Ripling de Back-out Distrit, el vertedero de la ciudad. Un sector frecuentado por vagabundos y maleantes.
Temía averiguar en qué se había convertido su padre. Sentía vergüenza como cuando de niño le preguntaban sobre él y no sabía qué decir.
Un oficial le servía de escolta.
Sabemos que la medida puede incomodar, pero el alcalde quiere quitar de las calles a todos los hombres buenos.
¿Buenos? Está hablando del hombre que nos abandonó.
El condado no juzga los hechos personales. En ningún archivo consta que Albert Ripling haya cometido delito alguno. Por lo tanto la custodia corresponde a los familiares si los tuviera, en caso contrario a algún centro público.
Pues llévenlo allí, no quiero saber nada de él. Ojo por ojo…
Si persiste en su actitud deberé informar de su anormal comportamiento.
Tendría gracia. ¿Por qué no se le persiguió al abandonarnos?
El ciudadano Ripling cumplió alistándose en la expedición New Celux. A su regresó, herido y agotado, nadie le atendió a pesar de que todos los familiares recibieron las correspondientes indemnizaciones. Cuatrocientos millones de cromo laser por los perjuicios que la separación pudiera haber ocasionado.
Aquella narración le dejó pensativo. Recordó que su madre un día llegó con mucho dinero.
Venga niños, nos mudamos. Vuestro padre al fin pagó una parte de lo que nos debía por ley.

Un hombre agazapado, que se encogió con temor, miraba de reojo.
Ya me robaron ayer. ¡Márchense!
Albert reconoció la cadencia de su voz.
Levántese, este hombre ha venido a buscarle —dijo el oficial.
Alargó la mano lo justo para que Albert pudiera tomarla, y vio en su rostro aquello por lo cuál de niño lo admiraba. Comprendió muchas cosas que ya no importaban, era el momento de recuperar el tiempo, el amor, abandonar el rencor.
Venga padre, no se asuste. Es hora de regresar a casa.
¡A casa! Sí volvamos, tu madre debe estar esperándonos.

CRSignes 11/10/08

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19
May

El oasis portátil

©CRSignes2010

El cortejo de la princesa recorría el mundo en una caravana sin escalas. El derroche de medios, que hacía de la misma un espectáculo extraordinario, quedaba eclipsado por la soledad reinante a cada paso.
El rey no soportando ver que su hija tuviera que crecer rodeada de aquella inconmensurable sequedad, ni quedarse anclada en un punto fijo del mar de dunas que cubría el planeta, puso a trabajar a los ingenieros y científicos en la construcción de una nave autosuficiente. Aquel vehículo sería portador de un microclima que les protegería de la desertización, el calor y una muerte segura fuera en aquel medio. Árboles y plantas de las especies más tupidas impedirían que el sol alcanzara el piso, permitiendo mantener en su interior un ambiente húmedo eternamente regenerado por un sistema que aprovechaba la energía solar para crearlo.
Aquella muchacha ni tan siquiera recordaba la belleza del cielo azul, ni el brillo de las centellas nocturnas; fue encerrada en el ingenio mucho antes de que concluyera su construcción. Creció al tiempo que la vegetación que la protegería. Su padre no pudo ver el proyecto terminado.
Acompañada por una corte de fieles sirvientes se lanzó en la búsqueda de aquel futuro que soñaran para ella. Por eso después de soltar amarras, navegó rumbo al horizonte desdibujado por el calor en busca de alguna señal que les condujera hacia otro oasis.
Aprendieron a vivir hacia dentro. Cedieron ante el destino incierto y dejaron de tener comunicación con el exterior. Con el tiempo, en aquel vehículo que mantenía la ruta fijada, cualquier contacto o el recuerdo de la vida tal y como fue, se olvidó. Habían dejado de confiar en encontrar ese algo durante tanto tiempo anhelado.
Dentro del mundo creado por un padre que no hubiera visto con buenos ojos las relaciones que su hija comenzó a tener con uno de los técnicos de mantenimiento, relación que culminó el día en el que se casaron enamorados y felices, se convirtió en el principio de una nueva era.

Por su aspecto en la lejanía su contorno invitaba a engaño. Para aquellos viajeros que habían confiado su suerte en las bondades, casi inexistentes, del desierto en el que una gota de agua podía hacer surgir un perfil verde, vital, llegar a él podía significar la diferencia entre la vida o la muerte. Muchos fueron los que tarde, en su último hálito, descubrieron la imposibilidad de alcanzar aquel oasis portátil y murieron en el intento.

CRSignes 16/05/10

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18
Abr

Tras el impacto brillante que repartió amargura

Malos vientos arrastraron, de punta a punta del planeta, fragmentos punzantes que traspasaron pieles y vidas. Aquella arbitraria y compleja infección, producto de la malévola ambición de un diablillo perverso que vio destrozado su invento al querer enseñárselo a Dios, dejó al mundo partido en dos. De una manera u otra, nadie quería saber o hacerse cargo de aquel destino cambiado y disconforme. Unos por no comprenderlo y otros por no ser conscientes. Así sucedió que, en mi búsqueda, topé con un individuo perfecto: un niño, un alma pura que en su desesperante cambio era incapaz de reconocer los vínculos más cercanos. Se había vuelto insensible y distante.
Observé desde las alturas, mientras repartía mis gracias, cómo las criaturas simples, sobrevivientes al impacto brillante que repartió amargura, intentaban aliviar la baja temperatura con juegos. La nieve en su cara más amable, cuando comienza a ocultar los objetos, sirve para desenvolver las más variadas artes de diversión. Y en eso estaba él, intentando reír las gracias de una muchacha de su misma edad, que no comprendía el porqué de su serio rostro, de su tristeza, de su distanciamiento. Ante la negativa del muchacho por divertirse no tardó en quedar solo.
Lo sentí cercano, era como yo hermoso y frío. Aquel fragmento clavado en su retina oscurecía su visión; y el del corazón, sus sentimientos. Ambos seríamos felices. Por eso, sabiendo que nadie nos miraba, le ofrecí el cálido cobijo de mi abrigo, y lo rapté.
Atravesamos el cielo hasta acomodarnos en palacio. Parecía sentirse bien, tocaba mi rostro, me alisaba la melena. Con un beso logré que resistiera las gélidas condiciones a las que yo estaba acostumbrada, pero sólo en apariencia, pues no logré mitigar los efectos que le hacían. La tintura de su piel fue tornándose cada vez más oscura. Al poco tiempo, las costras y heridas que la congelación le causaba afearon sus rasgos, y me cansé de él. Su compañía me resultó tediosa. El mundo no paraba, y yo debía partir para seguir administrándolo, continuar mi búsqueda.
Cuando regresé había desaparecido. Como únicas huellas de su paso por palacio: la cartera que le había regalado, en la que guardaba los pedazos de hielo con los que jugaba a construir palabras y formas; dos fragmentos diminutos de aquel espejo endemoniado; y en el suelo helado un agujero que aún guardaba el cálido contenido en lágrimas, que consiguieron salvar su alma.

CRSignes 181009

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8
Abr

…et bête

Parece asombrarse de sí misma, de cómo aguanta el tipo después de haber sido capturada y encerrada. Intenta guiarse por un hilo de luz al principio apenas perceptible, que entra a hurtadillas en aquel húmedo habitáculo en donde descansa del pánico. Aquella rendija dosifica, a partes iguales, el hedor acre de las inmundicias de años de clausura, y la blanca línea —que desaparece por momentos— con la que pudo dibujar los contornos. Teme, y con razón, que la interrupción intermitente de la luz, se deba al paso de las figuras que la aguardaban al otro lado. “¡Prudencia!” Suspira imperceptible. Comprende que su destino no es terminar en aquella oscura y maloliente sala.
Cuando su renacido valor toma posesión de su ánimo, se alza para avanzar siguiendo la pared. A lo lejos, puede contemplar una primera forma, más o menos conocida, que se le insinúa como un obstáculo que debe ser sorteado, pero como por arte de magia, aquella silla desaparece. Su aventura no vería su fin, hasta que lograra salir.
Fuera como fuese, con pericia, pese a ser consciente de que todo en su entorno —sombras difusas de silueta conocida— se mueve, alcanza el corredor cerrado por una gruesa puerta de madera que abre.
La húmeda y fuerte ráfaga de viento, le hace retroceder. Un relámpago ilumina el pequeño patio interno de aquella construcción ciclópea y fría, que corona las alturas con gárgolas de piedra de formas amenazantes.
¡Creí haberla encontrado!
La lluvia irrumpe con fuerza y entra en una nueva estancia. La luz de las velas y candelabros titilantes tranquilizan su ánimo. Se acerca hasta la gran chimenea para calentar su cuerpo aterido, y aguarda fregando fuertemente sus manos, para devolverles el calor.
El tiempo transcurre lento…no pude dejar de mirarla.
Se envalentonó, era una muchacha de fuerte talante. Decidida a escapar de palacio, guía sus pasos hacia la entrada. El lujo exquisito deslumbrante, que la rodeaba, la entretiene, despierta su ambición, y entonces…
Se repite la historia por cuarta vez. Ninguna de ellas ha mostrado la sumisión y respeto anhelado. Debemos seguir aguardando.
Su rostro desencajado —me gustaría creer que no por mi aspecto de animal salvaje, sino al contemplar a mis sirvientes transformados en las piezas lujosas, antaño inanimadas, que me envanecieron y me hicieron presa de la maldición de la que tal vez podamos salir pronto—, me confirma que debo seguir buscando.

CRSignes 011109

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20
Mar

El Rock'n'Roll de Miss Samuels

La música llegaba con fuerza desde la calle. La ventana abierta permitía aquella intrusión que pronto fue interrumpida por la rápida intervención de Miss Samuels, que reclamaba la atención sobre el cálculo matemático que Carol intentaba desentramar.
A los alumnos les había resultado graciosa la penetración en clase de aquella antigua canción.
Miss Samuels, se acercó hasta el encerado y comenzó a correguir los errores de su alumna, antes de concluir el ejercicio.
El timbre que avisaba del final de la clase sonó. Los alumnos abandonaron el aula como locos. Carol, aún en pie, esperaba algún comentario de su profesora.
Aproveche el fin de semana, señorita, la juventud no dura siempre, no corra el riesgo de perderla.
Los sones volvieron a violar el silencio. El vehículo, un Buick descapotable, un clásico, aparcado en la calle, volvió a la carga con el volumen a mayor potencia.
Miss Samuels tomando el bolso salió. En el ambiente seguía flotando aquel Rock’n’Roll. Miss Samuels, comenzó a generar chasquidos rítmicos con sus dedos. Los que se cruzaron con ella, tuvieron que esquivarla, pues aquella tranquila mujer, ahora se desplazaba ligera contoneando el cuerpo siguiendo el ritmo de la canción. Su rostro sonriente parecía haber recuperado la lozanía.
Pasados unos minutos, y antes de alcanzar su destino —la sala de profesores—, la música paró, y ella comenzó a palidecer de nuevo.
Entró como pudo en el aseo donde se encontraba Carol, preocupada por disimular las espinillas de su piel.
Tiene mala cara. ¿Llamó a su esposo?
No, pequeña, no. No estoy casada. Abre mi bolso, por favor, y si encuentras un pequeño monedero dámelo.
Miss Samuels extrajo de él una diminuta medalla de plata, que besó antes de colgársela del cuello.
San Zadkiel, me devuelve la alegría y las ganas de vivir. Esta es la medalla de mi novio. Murió días antes de nuestra graduación. Aquel día íbamos a asistir a un concurso de baile. Bailábamos el Rock’n’Roll como nadie, pero un accidente de coche se lo llevó.
La voz y el ritmo pegadizo del rey, sonó de nuevo. Miss Samuels cerró su bolso, pellizcó cariñosamente el moflete de la joven, y se marchó.
Dos días más tarde, encontraron a Miss Samuels muerta en su domicilio. Calzaba unos hermosos zapatos de gamuza azul, y el disco de Elvis seguía sonando en el tocadisco con su inconfundible voz.

CRSignes 17/01/10

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3
Mar

Las mujeres que amó

Alejarse del hogar ya fue todo un logro. La soledad forjó su especial forma de sentir, de creer, siempre en oposición a sus pensamientos. No podía seguir así. Debía descubrir, conquistar, convertirse en el ser ambicioso que hubiera querido aquella madre que murió demasiado pronto entre sus brazos. “Hijo mío, algún día conquistarás a una mujer”. Y ¿cuándo será eso?—Le preguntó. “Tú sabrás cuándo”. Su madre, hermosa como pocas, no había tenido tiempo de educarlo, quizás se precipitó. Sabía que de ella había heredado el cabello rubio y la sonrisa, pero no los ojos. ¿De dónde le venía aquella penetrante mirada de azul intenso? Si hubiera conocido a su padre, seguramente éste le habría dicho aquello de que las mujeres son engañosas y falsas, y se lo habría creído.

Le tiraba la piel, tenía frío. El sol estaba levantándose. Agradeció la llegada de tan cálido aliado.
Una noche en vela dando vueltas a su deseo le animó. Apareció a tientas por la esquina de la casa. Desde el quicio de la ventana, el humeante pastel dejaba escapar su aroma en dirección a sus pasos. Lo tomó presto, era su primera conquista.
Vociferando, aquella mujer salió buscando al ladronzuelo. ¿Gruñía? ¿Qué extraño lenguaje era ese? Le recordó a su madre. Los ojos azules eran la señal que estaba buscando.

Lo había tramado minuciosamente. La llevaría a casa, más adelante ya pensarían en mudarse. Aunque él era reacio a abandonarlo todo.
Apenas sintió el tacto frío y escamoso alrededor de su tobillo, se desmayó. La tomó en brazos, ya podía regresar. Sintió alivio al notar el húmedo fango bajo sus pies. Poco a poco se fue adentrando en la ciénaga. Tenía ganas de despertarla, de enseñarle todas sus cosas, de explicarle la razón de su conquista, de su necesidad.

El agua del pantano no llegaba nunca a calentarse, el sol con dificultad apenas si alcanzaba el fondo. El frío húmedo pudo más que la impresión, y despertó.
Miró el tímido pero aparentemente complacido rostro de aquel monstruo rubio, sin comprenderlo, antes de gritar y convulsionarse desesperadamente. Los decepcionados ojos de un azul intenso de la bestia se desdibujaron del reflejo del agua cuando se sumergió con ella entre sus brazos.
En el fondo pantanoso de la ciénaga ahora descansa la bestia junto al los restos de las dos única mujeres que ha amado.

CRSignes 060209

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22
Feb

San Chamuel, Viena, y el vals

Camille, se alejó de la comitiva acercándose al río que atravesaba el campo santo. Las aguas dibujaban remolinos acompasados que la abstrajeron hacia el recuerdo de los bailes en Viena. Aquellos en los que reinaba la paz; en los que destacaba por su esbelta silueta y la gracia de sus movimientos; aquellos que llenaban de color las noches de velas, espejos y lujuria, y que la alejaron de su destino. El vals que Peters, sin saberlo, compusiera para ella, sonó en sus oídos.
La congoja la hizo tambalearse. Un extraño evitó su caída. La acompañó hasta la orilla remojando su pañuelo para que pudiera refrescarse.

¿Conocía bien a Peters, madame?
No creo que sea de su incumbencia —dijo eludiendo una respuesta.

Mientras volvía a esconder su rostro tras el velo del sombrero, que sin duda podía comprometerla, se alejó.
La ceremonia continuaba. El cementerio de la localidad austriaca, acogía más gente de la que podía albergar. El motivo, que Peters, su hijo predilecto, entregado al amor en Cristo, que evidenciaba con actos bondadosos y a la música, sería recompensado con todos los honores. Así como su afiliación política despertó más dudas que certezas, indiscutible era su grandeza como compositor. Entre aquella multitud, una decena de hombres camuflados del gobierno, vigilaban ante la posibilidad de hallar independentistas servios con los que se creía que Peters había confabulado.
Lo único cierto de toda esta pérfida historia: la bala asesina. Por que Peters, fue víctima del fuego cruzado. Lo encontraron sobre las escaleras de una catedral.
Camille, sabía que no había hecho bien asistiendo al entierro. Pocas horas atrás lo había visto por vez primera.

Un placer conocerla. Ahora sé, que no equivoqué ni una nota en mi composición.

Él, tomándole la mano, le entregó su medalla del Arcángel San Chamuel.

Permítame el atrevimiento, y le ruego que abandone la calle.

Camille, recelando de su ofrenda, no podía dejar a los suyos. Sus orígenes, su nación, de los que tantas veces renegó, ahora estaban primero.
Y fue aquel pequeño forcejeo el que la salvó de una muerte cierta, pues la bala que atravesó el corazón de Peters, estaba destinada a ella.
Tras aquel día, y presa de una intensa nostalgia, Camille, colgó de su cuello la medalla, y pese a que nunca renunció al placer de bailar un vals, jamás regresó a Viena.

CRSignes 130110

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31
Ene

Escucha San Rafael el corrido de la niña Maria Elena

…Esta es la historia
de la niña Maria Elena,
de su madre devota,
de su novio y de su padre…”
cantan los mariachis.

“Se cumplirá el destino”, decía amá. Había desaparecido de su mirada la fiebre que arrastraba. Vestida siempre de negro, una sombra la seguía. “Es el ángel —afirmaba —y cuidará de ti”. No recuerdo ni un solo minuto, en el que no rezara. Devota a San Rafael, llevaba su escapulario hasta para dormir. Mis padres discutían precisamente por eso. Nuestra familia se desmoronaba desde hacía años. “San Rafael, mi niña, es el único que puede salvarnos”, decía llorando, mientras de rodillas, rezábamos esperando a apá de alguno de sus largos viajes.
A apá, le caía de madre Eduardo, y si lo aguantaba, era por los favores que le regalaba. “Esto si que es amor por una hija”, gritó el día en el que anunciamos el enlace, dos semanas antes del juicio que condenaría a Eduardo, padre del niño que esperaba, a cinco años de prisión por tráfico de armas.

“…En el rancho paterno,
el tequila y la birria
bañan y perfuman el suelo,
mientras, en otro estado
la sangre de las armas exportadas.
se derrama por todas partes…”
los mariachis acompañaron el desfile nupcial, intentando disimular el cansancio que arrastraban de tanto tocar.

De blanco inmaculado entré en la iglesia.

…En la ceremonia los mariachis
seguimos cantando.
aguardando que la boda termine
para después seguir con el borlote
de la niña Maria Elena,
echar papa como animales,
y chupar hasta empedarse...”

Con el beso, las puertas volvieron a abrirse.
Desde la sacristía podían escucharse los gritos de apá. El lenguaje soez, se mezcló con los lloros y las súplicas. Eduardo no purgaría los delitos de su jefe. La sombra misteriosa de amá, intentó apartarme. No la dejé y el traje se tiñó de rojo. Todo había terminado.
Desde el otro lado, veo las consecuencias de mi muerte. A Eduardo lo mató mi padre, por haberme asesinado. “Se rompió la familia”, repite mi madre, mientras aquella sombra se aleja. Parece un ángel.
Los mariachis concluyen su corrido, al ritmo lento del cortejo que me acerca al rancho.

“La niña Maria Elena desea
probar un pedazo de su tarta
amá no la deja,
si antes no le limpia la falda
que le manchó su novio
que descansa como ella
al lado de María Guadaña.”

CRSignes 041209

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6
Ene

Un fandango por San Miguel

El fuego no deja de crepitar. La húmeda leña, hace saltar chispas impidiendo que acabe de prenderse. El ritmo improvisado, anima al palmeo en un intento de conseguir el calor que no llega. Julio, conocido como “el velas”, da vueltas alrededor de la hoguera esperando a Antonia, su mujer. Acompañado de su tío a la guitarra, y de su tía y primos con las palmas, improvisa con un zapateado sobre el suelo de grava, salpicando de barro los bajos de su pantalón. El fuego que calienta el puchero de conejo y patatas, que cuelga sobre la llama, aromatiza el frío ambiente de la tarde que se desvanece de exquisito romero.
Antonia cree, que si consigue que bauticen a sus hijos podrán quedarse. Con sus tres vástagos y otro que está en camino, a cuestas, se acerca hasta la iglesia de San Miguel Arcángel.
Don Anselmo, pese a que la gitana no ha perdido misa desde su llegada, no acaba de fiarse de ella. Los vecinos, que estudian cómo echarlos, han llamado a la Guardia Civil. Aquella visita le incomoda.
Don Anzelmo uzted zabe que deceo lo mejó pa mi familia. Bautice a miz hijos, ze lo ruego.
Doña Crispina y Doña Engracia, escuchan escandalizadas la petición, y mientras se persignan, aguardan la contestación del párroco. Don Anselmo intenta razonar con Antonia, que no comprende los “pero” del representante de Dios, que la despacha hasta otro día.

Julio está demasiado entregado al baile como para ver al forastero, que contempla el arte de aquel espectáculo callejero, al que se une Antonia cantando a su regreso
¿Decea algo? —dice Julio.
Mu buenas caballero. No tenemos na que ofrecerle, pero seguro que hay puchero pa tos —afirma Antonia.
Tomando las manos de la pareja, las une con una pequeña cadena de la que pende una medalla.
No sois bienvenidos aquí. Tu corazón, Antonia, está destinado a encontrar un lugar en el que se os quiera, tienes fe y la suficiente fortaleza como para no rendirte. Pronto vendrán, y no es justo que os encuentren. Tomad vuestros cosas, vuestras carretas e idos. Tenéis mi bendición.
El palmeo y la guitarra no habían cesado ni un segundo, la vista de los gitanos se pierde en la medalla de un San Miguel Arcángel, que aprovecha el brillo que entrelaza aquellas manos, para desvanecerse, mientras la música acalla la llegada de la benemérita.

CRSignes 211109

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12
Dic

El danzón de San Gabriel

“Quien el danzón interpreta,
siente con dulce alma
en el fondo de su alma,
que está cantando un poeta,
siente que la brisa
modela tierna canción,
siente que su corazón
late gozoso y más presto.
Quien no siente todo esto,
no sabe lo que es danzón”.

(Danzón anónimo)

Al entrar en el patio sentí como penetraba con cada nota, el soniquete acompasado de las trompetas, que elevaban su voz más allá de las nubes, hasta ocultar el ritmo contagioso de los timbales, la melodía del piano, y el canto de los violines. Dentro de aquella competencia musical, destacaba la figura enjuta del solista, un hombre de mediana edad, casi rozando los cincuenta, con un brillo poco habitual, que es sólo visible en aquellas personas con ángel.
Yo, buscaba el éxito que me acercara hasta La Habana, aunque en el empeño tuviera que poner en venta mi honra, comprometiendo a su vez la de otros. Siempre tuve la convicción de que estaba destinada al triunfo. Sin un ápice de humildad, con osadía, recorrí los escenarios de provincias, con un éxito, ¿por qué no decirlo? Nulo. “¡Oye chica! Con esa cara pretendes algo. Mírate, ¿pero dónde vas con tanto hueso? Ni buena voz tienes. Anda. Búscate un chulo que te mantenga, y quizás así logres cantar en algún cuchitril del Puerto de Matanzas.”
Aquellas palabras no consiguieron atorar mi empeño. Hasta aquel día.
Por efecto de aquella música, me ericé al completo. La contagiosa canción, corrompía con una excitación tan picante como dulzona. Nadie podía resistirse al baile. Se absorbía por la piel como un ungüento capaz de resucitar a cualquiera.
En el punto álgido en el que la melodía alcanza su mayor esplendor, cuando la trompeta aguanta suspendida en el aire la nota más aguda capaz de estremecer al más pintado, lancé una mirada al intérprete, que con un guiño me invitó a acompañarlo en escena. Vestida para la ocasión, cuidando hasta el mínimo detalle, con un traje rojo ajustado, zapatos de tacón del mismo tono, y un sombrero de ala ancha que acompañaba mis movimientos sensuales, creí conquistarlo.
Como poseída, contoneé el cuerpo bailando alrededor de aquel hombre que deslizaba la punta de su pie marcando el centro perfecto de mi deseo. “No soy yo, el que buscas. Y éste temo que tampoco es tu camino. Nunca luché contra ti ni contra nadie, no tengo necesidad. Deja que este cuerpo alcance la virtud que le está destinada.”
Jamás supe de aquel trompetista, ni yo, ni ninguno de sus compañeros de orquesta. El único rastro que dejó fue su música, que sigue estremeciendo los sentidos y erizando hasta el último poro de la piel, invitando al baile con su danzón.

CRSignes 021109

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6
Dic

Hechizo de amor

El roce de las rocas abría, a cada golpe, una nueva brecha sobre la piel de Ariel.
Temía mirarla. Le pesaba la responsabilidad por lo sucedido. De todos los días de su vida, este había sido el peor. Sin esconder la aprensión que le producía el tacto de la carne fláccida, buscó la forma de hacerse con ella para vararla hasta la orilla. En la laxitud de los miembros zarandeados por las aguas, creí ver movimiento real. Aquellos brazos parecían reclamar su ayuda; aquellos labios, los suyos; aquel cuerpo, que tantas veces deseó, la incursión de su sexo quizás por vez primera. Pronto llegaría a la orilla.
Ariel parecía dormida. Sin descansar ni un segundo reaccionó buscando el milagro que la resucitara. Había alcanzado la arena sofocado, y lo intentó derramando la totalidad de sus fuerzas. Pero su boca no insufló vida, ni sus brazos lograron animar el corazón encallado.
Abrió sus párpados esperando ver algún reflejo animado y amable, pero la masa vítrea de las pupilas se había apagado.

Seguía sin creer lo sucedido. El océano, cruel y hermoso, le había arrebatado, con la misma rapidez que se lo dio, el más preciado de sus tesoros. Pisó en firme por última vez, miró a sus espaldas, creo que intuyó mi presencia. Saltó con su amada entre los brazos. El cuerpo se tornó liviano al contacto con el agua. Retornó la fantástica sensación que momentos antes me hizo creer que ella le reclamaba. La sensual fuerza del vaivén, les meció, arrastrándoles cada vez más allá del seguro y seco refugio en el que había crecido, hacia el oscuro abismo de las profundidades.

Corrí desesperada. Con un gritó dejé escapar la angustiosa fuerza del miedo. Debía llamar su atención o lo perdería para siempre. En ese momento comprendí que nunca había sido realmente mío. No alcancé a calibrar como correspondía, el sentimiento que había unido a mi amado con Ariel.

El roce de las rocas acarició los cuerpos de los danzarines amantes, que el sensual empuje de las olas unía en la dicha de un amor consumado.

CRSignes 051009

Nota: Versión libre de "La sirenita"

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30
Nov

Un tango por San Jehudiel

El exquisito sonido de aquel tango, sorteaba la tarde espesa y húmeda del arrabal bonaerense. El calor resbalaba sus gotas sobre las siluetas alargadas de los paseantes, que se dejaban acariciar por el embrujo de la canción surgida de un viejo gramófono… y bailaban, o más bien se deslizaban a su compás. Catalina aguardaba a su amante. Aspiraba despacio el humo de su pitillo, mientras sostenía con la otra mano una copa de coñac. Lejos de ocultar su pecado, lo exhibía sin reparo. Había dicho que su esposo no la deseaba, que sólo se había casado con ella por su belleza, que quería sentirse arropada por los brazos de la pasión, aunque sólo fuera con el baile. Por eso bailaba como nadie. Se lanzaba en brazos de cualquier compadrito, para pasar con él la tarde y, por que no, la noche. Nunca se dejó ver dos veces con el mismo hombre. Era sumisa en los comienzos, e implacable y cruel en las despedidas.

Manuel había entregado su vida a la persona equivocada, y ésta, en lugar de evitarle el escarnio, lo exhibía en los suburbios. Aquella situación le encendió los celos. Al adentrarse en el arrabal le pareció reconocerla a cada paso, en cada esquina, en brazos de todos los hombres con los que se cruzaba. Aquella sería su última aventura.
En la noche cerrada seguía sonando la música. Las baldosas barridas por las pisadas de los bailarines, brillaban. La pericia de aquellos hombres y mujeres le hipnotizó. Creyó reconocer en ellos, la pasión olvidada de su esposa. Mientras tanto Catalina seguía aguardando. Ni siquiera alcanzaron a verse.
De entre las sombras dos figuras surgieron al unísono. La primera se acercó hasta ella, la segunda se situó frente a Manuel, y dándole una medalla le dijo:

Es una historia vieja, una canción conocida, amigo mío. ¿Por qué dejarse atrapar por los celos, cuando fuera de este ambiente existe otro canto más amable y dulce?

Catalina se entregó al baile. El último giro terminó con ella. La sangre de la puñalada salpicó su rostro. Murió de la mano de un amante despachado. Se derrumbó sobre sus brazos con el ritmo final del tango. Sin comprender lo sucedido todo el mundo aplaudió.
Manuel se alejó de allí, sin ser consciente de nada. La figura que le convenció había desaparecido. Sobre su mano abierta una medalla de Jehudiel.

CRSignes 251009

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20
Nov

Una nueva vida le espera…

A Philip K. Dick con todo mi respeto y admiración

Inasible como el paso del tiempo, la nave barrió la ciudad. “Una nueva vida le espera en las colonias del mundo exterior. La ocasión de volver a empezar en una tierra de grandes oportunidades y aventuras. Un nuevo clima,…” Apática, escrutó la solitaria avenida decenas de metros bajo sus pies. Estaba nerviosa, dieciséis años sin pisar la calle. “Issobel, desaparece. Sobre todo hija mía, tu paradero debe ser secreto. Y no te fíes de nadie. ¿Comprendes?”. Su padre temía que los mataran. Miró al bebé, y mientras la abrazaba, agradeció la sensación de calor. Issobel al echar los cerrojos, activó todas las claves de seguridad, nadie más cruzaría el umbral de la casa.
¿Tienes hambre?
¿Qué hay para comer mamá?
Abrió el refrigerador y sacó un par de lonchas de bacón que picó bien fino. Revisó nuevamente el electrodoméstico, creía que aún le quedaban un par de frascos de huevos liofilizados. Con un poco de sucedáneo de leche y harina improvisó un mejunje pastoso, que una vez sazonado cocinó junto con el bacon simulando huevos revueltos.
Prométeme que mañana harás las tareas de casa.
¿Por qué no voy contigo?
Otro día mi vida, en otra ocasión.
De acuerdo.
Issobel elogió la obediencia de su hijo.
La ciudad casi abandonada —cien años de lluvia ácida mermaron las ilusiones de encontrar una solución— se había convertido en un supermercado para vagos y maleantes, “La gente honrada jamás viviría aquí”, rezaba una pintada en la fachada de la catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles. Issobel, ocultó entre su busto la pistola. Esperaba no tener que enfrentarse. Años atrás, había sido preparada para situaciones peores, pero las tornas giraron, y su libérrimo destino mutó en una reclusión voluntaria marcada por el miedo. Una turba descontrolada cruzó la calle sin verla forzando la entrada de un local. Estaba de suerte, aquel edificio había sido un comercio. Confiaba sacar de él suministros suficientes como para no volver a enfrentarse al peligro. Pacientemente aguardó a que se marcharan. Entró. Una presión en el tobillo la hizo caer. Rápida de reflejos, extrajo la pistola y disparó.
¡Muere pellejudo! —gritó.
La deflagración alertó al grupo, pero uno tras otro cayeron todos.
El mundo había sucumbido ante los Replicantes, pero mientras un Blade Runner quedase vivo, habría esperanza.
Recogió lo que necesitaba y regresó a casa, unos cuantos años más y su hijo estaría también preparado.

CRSignes 220709

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15
Nov

Un GodSpell por San Uriel

Los acontecimientos habían sucedido demasiado rápido. Confiadas, acudieron a la cita discográfica que las lanzaría al estrellado. Habían pasado de la seguridad del coro GodSpel de la iglesia evangelista, a un peregrinaje por los clubes en donde poder probar fortuna como cantantes. Eran jóvenes y hermosas, en una época en la que, por su color, sólo el triunfo podría sacarlas de la miseria. Las promesas tomaron forma de grabación. Pero al llegar al estudio, las vendas que cubrían sus ojos, con ingenua ilusión, saltaron de golpe. El precio por ver cumplido su sueño —ser como Aretha, Rosetta Tharpe, Ella,…—, tornó en lujuriosos requerimientos.
Aquí sólo hay dos formas de conseguir la fama: con la cartera llena o dándome lo que os requiero —afirmó Mr. Foodward.
En el callejón resonó el impacto de la puerta al cerrarse.
A poco menos de dos cuadras, la Sagrada Familia. Con sus puertas siempre abiertas, a Coraline, se le antojaba el lugar perfecto en dónde calmar los ánimos.
¿Por qué no regresamos a casa? —dijo entre sollozos Ángela.
Coraline, atusándose la melena, no le contestó. Mientras atravesaban la basílica, tomó el pañuelo del cuello, y se lo colocó en la cabeza en señal de respeto, sus dos compañeras hicieron lo mismo.
Se recogieron ante un pequeño altar. En la imagen representada de tinturas policromas, las figuras de Adan y Eva avanzaban desconsoladas mientras el arcángel San Uriel, amenazante, conminaba a desaparecer, espada en mano, a la serpiente.
Me siento sucia. —dijo Rose.
No digas tonterías —contestó Coraline.
Deberíamos regresar con alguien. Darle su merecido… Mis hermanos…
Ángela, cuida tu lengua. Estamos en la casa de Dios.
¿Puedo ayudarlas? —el monje apareció de improviso.
Ángela y Rose, habían quedado paralizadas. Coraline, más osada, avanzó hacía el capuchino.
San Uriel tiene muchos devotos, —les dijo — en el amor a Dios encontraréis la respuesta a vuestras inquietudes. ¿Necesitáis algo?
No sería correcto. No pertenecemos a su iglesia —afirmó Ángela.
Dios es el mismo para todos.
Tras una profunda conversación, que les hizo comprender la importancia de dejar atrás el atolondramiento, las muchachas partieron hasta su casa acompañadas por el monje.
De regreso, Mr. Foodward salió al paso del capuchino. Cuidándose mucho de no rozarle, lo esquivó. La mano del religioso asió con fuerza su flamante espada, el aguijón que salvó a las muchachas de la envidia de un demonio, que no soportaba saberlas al servicio de su contrario.

CRSignes 111009

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9
Nov

Rosado impredecible

La sensación de placer y la ausencia de cansancio y de miedo, vinieron a sustituir los sobresaltos y el insomnio. Hasta ese momento cerrar los ojos había supuesto algo más terrible que el peor de los castigos. Con aquellas pequeñas píldoras rosadas, habían logrado calmar ese ser oculto en la mente de su hija, que la mantenía en el mismo estado de alteración, despertándola una vez tras otra, en un sueño que parecía no tener fin. Con gritos, llantos, empapada en sudor, y el pis impregnado en las sábanas y el colchón, que apenas si tenía tiempo de secarse, la encontraban.
Todo aquello había acabado. Los elogios comenzaron cuando las pastillas color rosa hicieron desaparecer los sueños que torturaban el descanso infantil.
Pero la tranquilidad volvió a mutar en preocupación. Cada vez las noches se hacían más largas para la pequeña, hasta el día en el que no quiso despertar. ¿Qué había sucedido? Los doctores no encontraban explicación, se comportaban con vergonzosa apatía. Mientras, en el rostro de la niña dormida se podía intuir el miedo, y en el de su madre la angustia. Temía lo peor, asumía la imposibilidad de despertarla, pero acostumbrada al contacto directo con el pánico y el miedo de su hija, se preguntaba sobre ¿dónde habían quedado los malos sueños? Y ¿quién la rescataría ahora del acecho de la bruja? La imaginó presa en la casita de chocolate. Inasible hasta el momento, pues siempre se despertaba a tiempo, ¿cómo se libraría ahora si no podía abrir los ojos?
Necesitaba saber el paradero de aquellos sueños malditos, por lo que tomó las pastillas rosadas ella también.
El camino estrecho y oscuro la guió hasta la conocida casa de dulces formas. Se sintió atraída, no creía lo que pasaba, solía ser dueña de sus sueños. La bruja asomaba el busto por la ventana. Acabó rendida ante aquella situación conocida de final impredecible, libérrima voluntad desconcertante. Temiendo el final del cuento, deseó que el sueño terminara, pero los barrotes se interpusieron en su camino. Ya no podía salir, y su hija estaba con ella. Temió el terror que se reflejaba en los ojos de la niña. Deseó con todas sus fuerzas poderla sacar de allí. Rezó.
Despertó empapada en sudor, estaban fuera, habían escapado. Cogió a la niña en brazos y siguieron el camino, aquella senda estrecha que conducía a la casita de chocolate.

CRSignes 170709

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1
Nov

Diario de un rodaje

—Haga el favor de comenzar a leer.
—A sus órdenes…ejem, ejem…
“Día Uno
Después de dar vueltas como tontos hemos llegado a la localización propuesta por la esposa del productor. La mansión y sus alrededores tienen posibilidades, aunque un poco más digamos céntrica, hubiera estado mejor. ¡Está en el culo del mundo!
El director de fotografía me ha dicho que en cuanto tenga las copias reveladas, me muestra sus ideas, espero que sea pronto y no se eche para atrás, pues con la borrachera que llevaba por la fiesta de bienvenida ha debido terminar tirado con alguna de las chicas.
Me aseguraron que llegaría hoy mismo el material, sin él no podemos comenzar.
Día Dos
Algunos de los actores se han mostrado en desacuerdo con la organización. Cierto es que debería haber estado todo listo, pero no dependía de mí. Ya veré cómo negocio con ellos, hay que comenzar los ensayos con la lectura del guion, despegar este proyecto de una, aunque esperando el material y las fotos. ¿Dónde coño se habrá metido ese fotógrafo? Tenía que ser mi cuñado. Si no fuera porque le conozco me preocuparía. No sé qué sucede, todos muestran gran apatía por la casa, dicen que no se encuentran cómodos, que les asusta, sienten por ella un odio increíble, ¿qué esperaban de una casona del siglo XXVIII?
Definitivamente, mi cuñado se ha largado con otra, confesaré que no me molesta, ahora el problema es decírselo a mi hermana. Comenzamos los ensayos sin vestuario, sin atrezo, sin equipo de rodaje,… ¡Sin NADA! Me han asegurado que salió hace tres días.
Salvo alguna que otra gallina clueca y pichón desmelenado estoy contento con el plantel de actores, espero que memoricen bien el guion, sobre todo la protagonista que es un bellezón, una auténtica “Queen Screen”, además de muy complaciente… Las chicas ya andan practicando los gritos.
Día Tres
Continúan quejándose por la casa, vale que es oscura y tenebrosa, que se escuchan ruidos donde menos te lo esperas, eso es lo característico para una película como la nuestra y lo más económico. Menuda imaginación tienen.
Esa compañía de transportes ha escrito su epitafio. Hemos estado al borde de una rebelión, no ha sido sencillo convencer a estos actoruchos para que me ayudaran a rescatar nuestras cosas. A un kilómetro de la casa, abandonadas en medio del camino, las hemos encontrado. ¿Cómo les haya sucedido algo?
Día Cuatro
Se han marchado cinco más. Ayer otros seis. Supongo que se ofendieron por tener que hacer de mozos de carga. Esta mañana encontré en la entrada las maletas de otros cuatro, aún puedo convencerlos para que no se larguen. Voy a estudiar qué les ofrezco. Esto parece una epidemia, no sé qué están incubando.
Si sigue así, voy a enloquecer… ¡Esas tontas no paran de gritar! Me parece bien que practiquen. ¡Todo tiene un límite! ¡Encima el güisqui se acaba!
Hoy corrí hasta la biblioteca, no aguantaba sus estridentes alaridos y no había nadie. Hubiera jurado que salían desde allí, el “delirium” seguro. El problema es que siguen sonando, no sé desde dónde. Estoy comenzando a sentir respeto por este sitio. Tendré que retractarme de mis palabras, pues me estoy quedando solo. Esta tarde se fugaron la actriz principal y cuatro más del equipo, incluida la del vestuario. Vaya panda de cobardes. Tendremos que buscar otro lugar porque de lo contrario voy a empacar yo también y todo a tomar por saco.
Intentaré descansar. Tengo incrustados los chillidos en mi mente, debe ser por la falta de alcohol. A ver si regresa mi asistente, la envié al pueblo para comprar güisqui y aún no ha vuelto. Acabo de regresar del sótano y creo que contamos con el mejor de los equipos de FX. Vaya realismo, todo inundado en sangre. Se me puso la piel de gallina, creo que no volveré hasta mañana de día. De veras me impresionó.
No encuentro a nadie. ¿Dónde coño se metió todo el mundo? El silencio es aterrador, estoy comenzando a asustarme…”

...Y aquí termina señor.
—Gracias teniente. Hallamos el camión de transporte a kilómetro y medio de aquí. No rastro de los operarios. Y la mansión, supuestamente repleta de comediantes, totalmente vacía. Todos volatilizados. En fin, en cuanto terminen de recoger muestras, nos vamos. Este lugar me provoca escalofríos. ¡Ah! Se me olvidaba, al cerrar la biblioteca me pareció escuchar gritos. ¿Usted no los oyó? Estas casa viejas tienen este tipo de cosas. Otra cosa, si ve a mi ayudante dígale que venga enseguida, hace una hora que le mandé por un vaso de agua y aún estoy esperando.

CRSignes 060109

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25
Oct

Más allá del sueño

Aurora, enojada, arrastraba a su hija a través del patio después de que ésta le desobedeciera para unirse al grupo de niños formado en torno al payaso. Hoy cumplía años, y estaba nerviosa. Alcanzó el salón, y fue de inmediato a hablar con su esposo.
¿Qué ha hecho ahora? —le preguntó.
¡Desobedecer! —afirmó ella.
Venga, no le des importancia, llévala con su ama, y tú Aurora regresa a tus quehaceres.
Media hora más tarde, estaba enfrascada entre cacharros, intentando organizar el banquete que se celebraría aquella misma noche en su honor. A él acudirían, como era acostumbrado, todos sus amigos y familiares. Sus padres hacía un par de días que se habían desplazado desde su retiro y, esa misma tarde, estaba prevista la llegada de sus madrinas.
Seis años atrás, en ese mismo lugar, la fiesta duró varios días, entonces Aurora cumplía dieciséis años de edad, y todo se auguraba perfecto. Pero apenas si lograba recordarlo. Eran tantas las cosas sucedidas desde entonces: la boda, el nacimiento de su hija, la jubilación de sus padres,… que una incomprensible cerrazón se había instalado en su memoria.
Arrullados por el trino de las aves, Aurora y Felipe, aguardaban a los invitados.
Por ti esperaría la eternidad entera.
Yo tampoco puedo imaginar la vida sin ti. Voy a buscar a nuestra hija, tuvo ya suficiente castigo —se compadeció ella.
Mientras atravesaba los corredores en dirección a los aposentos de la niña, bien por la soledad o por el silencio, sintió una música extrañamente conocida, y cómo las sombras parecían querer hablarle. Turbulentamente el presente se mezclo con las escenas de su pasado. Era el día de su dieciséis cumpleaños, y acababa de conocer a su amor. Negada a seguir los dictámenes de sus padres, se fugó. En su huída una insólita melodía, pareció guiarla astutamente hacia un corredor oscuro, en el que unas escaleras apuntaban bien alto. De repente, la sombra lunar de su mano se adelantó al roce punzante de la aguja de un huso, y perdió el conocimiento.
Abrió los ojos al reconocer la voz de Felipe y sentir sus labios pegados a los suyos, pero aquel no era su esposo, semejaba un anciano encorvado. Ante el avejentado entorno de ruinas desoladas sintió una fuerte opresión en el pecho.
He aguardado una eternidad entera por ti —le dijo.
Y Aurora, sintiéndose muerta, cerró los ojos buscando el retorno a la vida que había dejado atrás.

CRSignes 280809

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20
Oct

Las lecciones de mi abuela Ana

La abuela Ana me instruyó para no dejar nada en el plato. Mi madre decía que no iba a crecer, pero después de aquel verano, pasé de ser un enclenque a gastar, con diez años de edad, tallas de persona mayor. Tuvieron que sacarme del comedor escolar por culpa de mi voracidad desmedida; ni recoger los platos dejaba, si en ellos quedaban restos.
La abuela Ana me adiestró para que saltara las vallas con los ojos cerrados, decía “aunque lo hagas con ellos abiertos, en cuanto despegues los pies del suelo nunca sabrás ni dónde ni cómo vas a caer”. Estarán pensando que qué hacía un niño regordete tirando a obeso saltando así, pues la verdad es que no llegue a conseguirlo, pero incrusté tan bien el consejo, que gracias a él nunca temí las dificultades. No puedo enumerar la de veces que pisoteé a todos los que se me pusieron por delante. Metafóricamente hablando, claro.
La abuela Ana incubó en mí el instinto. Cada vez que me enfrentaba a ella, era un reto: conseguir la comida o simplemente conversar, eran una dura prueba en la que tuve que aprender a deducir por mi mismo. Creo que eso me agrió el carácter. No sé lo que es tener un amigo.
La abuela Ana me enseñó a no tener miedo del cuarto trastero. De pequeñito, solía evitarlo, hasta el día en el que se dio cuenta de ello. “La imaginación para los sueños —decía— sólo podemos tener miedo de aquello que no se encuentra allí encerrado”. Aprendí a guardar en él todo lo que me asustaba, y ahora no hay nada en el mundo que pueda aterrarme. ¿Me pregunto si los miedos son los mismos para todas las personas, o si soy el único en tener uno de éstos?
La abuela Ana me educó para decir la verdad. No puedo retractarme de ello. Siempre aproveché todas sus enseñanzas hasta el límite: cuando ambicionaba lo que los demás rechazaban, no me molestó engullirlos; salvando los obstáculos que impedían mi avance, humille sin remordimientos ni piedad incluso a la gente que me apreciaba; un sexto sentido me alertaba de los peligros, y yo actué siempre en consecuencia; y los miedos quedaron todos allí, en el cuarto trastero con nombre y apellido. Cuando crucen esa puerta comprobarán, hasta qué extremo he llevado las lecciones de mi abuela Ana.

CRSignes 291208

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12
Oct

Cómpreme una caja, mister

Ahora pasan los copos de nieve frente a ella, seguidos del flujo constante de viandantes que da cuenta del animado bullicio, de la frenética actividad del lugar. Pero por más que eso ocurra siempre termina sola. Nadie repara en ella. Apenas una pequeña luz, como un chispazo es visible, pero sólo en ocasiones. Un destello apagado, que se eclipsa con el sonido de las campanadas que marcan el paso de las horas.
Tiempo atrás aún podía esperarse una reacción acorde a su presencia, pero las costumbres han cambiado. Le pertenece el tiempo, lo tiene todo. Hay quién ve en ella, la grosera forma con la que la vida nos muestra sus carencias; algunos desearían ayudarla; pero la mayoría la ignoran. Los destellos contabilizan el tiempo, que no acaba. El ciclo se repite, siempre existe un momento en el que se le acercan, la agasajan, escuchan, y ella sonríe antes de ver como se alejan, la desprecian, ignoran… para terminar llorando. Su historia, contada una y mil veces, no es más triste que la de cualquier otro.
Una noche me abstraje en sus sonidos, formas y colores, huyendo de los regaños de mi jefe, imaginándome frente a ella en el espacio estrecho que la separaba de la realidad. Y ahí estaba, calada hasta los huesos, el frío atenazaba sus palabras. “Cómpreme un par de cajas, mister.” En ese mismo momento la hubiera tomado en brazos rescatándola de su destino, pero no lo hice.
No comprendo el porqué de retenerla en esta rueda sin fin al compás de este engranaje sonoro, que marca a destiempo su vida. Encuentro atroz el esfuerzo de aquel artista, posiblemente suizo, fabricando, pieza a pieza, los fragmentos de aquella fantasía helada. Suena la triste canción del fin del cuento, a las doce se quedara sin fósforos—demasiados que encender, la caja se vacía— y en ese momento, esconderá su diminuto cuerpo en el interior del cuco. De niño ocultaba ahí las cerillas que le robaba a mi madre. Los falsos copos se espesan, y por un momento desaparece. Una hora más tarde resurge, y mientras suena la primera nota, un fulgor brillante la devuelve a la vida.

CRSignes 260409

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6
Oct

El cazador de ratas

Los roedores intentaron huir de la absorción que los elevaba en un remolino ascendente, mientras eran aspirados por la cámara de vacío. No sobrevivió ninguno.
Tenía poco tiempo y escasos recursos, necesitaba conseguir sustitutos, por lo que decidí regresar al mismo lugar.
Aquellos hombres que tan amablemente me habían recibido por la mañana, cuando me ofrecí para librarles de las ratas, parecían incómodos ante mi retorno, incluso hicieron lo posible por deshacerse de mí. Poco menos que me trataron como un adversario, un maleante No es que me importara demasiado, más bien poco, ningún vínculo tenía con aquella gente, pero no comprendía el porqué del cambio.
Fue sencillo capturar a mis presas, aunque me sorprendió que especies distintas, pudieran ser atraídas de igual modo. Mi abuela siempre decía que con la música se puede conseguir cualquier cosa. Por tercera vez en un mismo día, recorrí el camino de regreso. La niebla espesa que difuminaba el paisaje nos ocultó. Todo hubiera sido más rápido de no quedar el cortejo casi bloqueado en aquel embudo que comunicaba con la nave. Al paso de la comitiva se cerraría la compuerta. Aún no había terminado de desfilar el último de ellos, cuando desde el fondo del pasillo, escuché los gritos, casi ahogados por la distancia, de uno de ellos que había quedado rezagado.
¡Qué os zurzan! —Creí entender.
No me importó que no llegara, estaba tullido.
Apreté el botón que accionaba el dispositivo de absorción, y a los pocos minutos las jaulas estaban repletas.
El desacoplamiento se haría efectivo en 55 segundos, después me aguardaría un largo viaje de regreso al hogar, con tiempo suficiente para la investigación, y ¿quién sabe? Puede que incluso consiga algún premio si alguno de ellos llega vivo: son tan jóvenes.

CRSignes 110909

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1
Oct

El día del trueno

Copérnico, fue el primer planeta en ser calculado gracias a la observación. Se podría suponer que la alegría de tenerlo al alcance, no fue menor que la que experimentó su descubridor 300 años atrás.
Imaginaban cómo se vería su superficie; si realmente habría desarrollado la vida —los informes hablaban de un ambiente favorable—; eso unido a que estaban ante el planeta que más semejanzas tenía con la tierra de los descubiertos hasta entonces (tamaño, densidad, tiempo de rotación, distancia con respecto a su sol, etc.), convirtieron aquel momento en el más anhelado desde que partieran. El ordenador central interrumpiría la transmisión de datos a la base una vez comenzado el descenso, y se retomarían cuando estabilizaran su posición en la superficie del planeta.
Sabían que una vez completado el proceso, deberían pasar horas antes de poder salir, “El método de adaptación es menos versátil de lo que esperábamos”, comentaron. Se lamentaron también del tiempo que deberían aguardar antes de ver, con sus propios ojos, el entorno que desde la órbita, que durante varios días habían tomado, semejaba tan similar a la tierra. Por un momento creyeron haber regresado a casa. La discusión surgió cuando distinguieron construcciones, algo que no confirmarían hasta el descenso.
La nave, al roce con la atmósfera se tornó incandescente…

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La multitud zarandeaba nerviosa la carreta a su paso. La pira aguardaba al condenado, que seguía sin comprender el porqué de tanto revuelo, sólo por dar a conocer sus estudios que afirmaban la posible existencia de otros planetas como el propio en el firmamento.
El fuego prendido de la antorcha, vacilaba ante las ramas finas y los montones de paja amontonada a sus pies.

¡Dios aguarda en su seno a los justos, pero aquellos que obran con el maligno serán condenados y arderán por siempre en los fuegos del infierno! Antes de que las llamas purifiquen el alma de este ínfimo y sombrío personaje, cuyas afirmaciones han puesto en entredicho su obra, démosle la oportunidad de retractarse, dejando limpio su recuerdo, puesto que la salvación de su alma no está en nuestra potestad.

Las protestas de los concurrentes enmudecieron… Una estela cruzó el cielo seguida del trueno más grande que jamás ningún humanoide antes hubiera escuchado.

Mientras el frío de la noche extinguía los rescoldos de la hoguera, del cielo llovieron piezas de metal incandescente. Aquel día jamás sería olvidado.

CRSignes 120509

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23
Sep

Historia de un títere

Si el salitre no hubiese endurecido los hilos de los que pendía, nunca lo hubiésemos encontrado. Cayó a tierra. Yacía cubierto de polvo y suciedad; su cuerpo desvencijado y revuelto, acentuaba la inmovilidad. Sin la prolongación de sus apéndices, apenas si retornaría a la vida, era difícil reparar en la especial forma de su cuerpo enjuto y alargado; en los delgados miembros partidos por las articulaciones; en la cabeza redondeada coronada por un cónico sombrero rojo, con aquella nariz puntiaguda hundida hacia el interior.
Papá le sopló con fuerza y me entregó el muñeco. “Ve y sumérgelo en agua jabonosa. Si lo recuperas te contaré su historia”.
Era de madera, el tono azul de su camisa contrastaba con el amarillo del pantalón de peto, tipo tirolés; el sombrero había perdido la pluma; y el rosa de sus mejillas estaba descolorido. No pude devolverle la forma, tal era el nudo orquestado por sus cuerdas. Intuí que sin la cruzada superior su recuperación sería imposible. Corrí hasta papá que había regresado al desván; entre sus manos una fotografía que mostraba un viejo carromato de madera; junto a él, un anciano sonriente sostenía varios títeres de hilos, y justo enfrente, desparramado por el suelo, un grupo de niños parecía divertirse.
“¿Quién es papá?”, le pregunté. La respuesta vino de la boca de aquel muñeco narigudo que se movía grácil delante de mí, una vez que papá desenredó los hilos. “No le conozco”, la voz sonó aguda, versión falsificada de la de un niño. Entonces, aquella protuberancia nasal comenzó a crecerle. Cualquier movimiento del muñeco se veía precedido por aquella nariz, que parecía querer libar de todos los objetos de su contorno. “No le hagas caso pequeña. Cuando falta a la verdad le crecen las narices. El de la foto es tu abuelo, mi padre, y se pasó la vida animando sus creaciones. Pinocho fue una de ellas, pero no supo comprender, y aún no comprende que no se puede intentar ocultar la verdad, negar lo que uno es. “¡Maldita puta con alas!” Farfulló el muñeco. “Nunca aprenderás hermano”, contestó papá.
Antes de salir del desván, vi cómo bajaba su cabeza a la vez que su nariz retornaba al tamaño original. Mientras desenredaba nuestros hilos, papá me contaba un relato que comenzaba el día en el que nació hacía ya mucho tiempo.

CRSignes 230809

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10
Sep

Realmente no hay lugar como el hogar

“Carretera en obras” Así rezaba el cartel colgado de una cadena en la entrada de la senda.
Y ahora ¿por dónde voy?
Recién llegado a Munchkinland, lo primero que hizo fue posicionarse al principio del camino y esperar a que pasara alguien.
Un grupo de munchkins asomó por la cuneta, caminaban en fila de a dos con sus gorros calados hasta las cejas. Decidió mirarlos pero sin decirles nada. Cuando llegaron a su altura detuvieron el paso. El que abría la fila dijo.
¿Me puedes decir si llegas a tiempo o estás haciendo tarde?
¿Cómo?
¿Acabas de marchar? —Le parecieron groseras aquellas preguntas.
Si te refieres a si acabo de llegar, así es. Me manda Dorothy.
Pues entonces tendrás que seguir el camino.
¡No se puede! Está cerrado.
¡Uy! Pensando así llegarás cerca. —Parece regañarle— Lo que no se termina no se puede comenzar —Y se alejaron.
Aquella conversación le había servido para decidirse. Apartó la cadena y comenzó a caminar sobre aquellas baldosas que en el acto se tornaron amarillas. Al instante un flujo constante de criaturas, surgidas de todos los rincones, poblaron la senda. Durante todo el recorrido anheló no encontrarse con ninguno de los personajes conocidos, aunque no los necesitara. Podía prescindir de guía. Pero algo le desconcertaba ¿sería capaz de llegar sin unas zapatillas rojas como las de Dorothy?
En el cielo, cuando ya el horizonte marcaba el final de la ruta y la ciudad Esmeralda dibujaba su forma resplandeciente, vislumbró la figura atroz de la bruja que descendía. Sus pies, calzados con sendas zapatillas de rubí bañaron con su color el campo y sus cultivos; el cielo, las espesas nubes, y pájaros; y el bosque cruzado por un río ahora rojo que lindaba con la senda que seguía, también mutó de color.
No me temas. Me necesitas.
Nadie sabe que he venido, salvo Dorothy.
Y tú. No olvides quién eres, tú eres quién está aquí. Póntelos. —La bruja le entregó sus zapatos, y él al calzárselos recordó su origen. Entonces golpeó tres veces aquellos talones.
Bienvenido a casa Mago.
Oz regresa a su estado. Ya no hay color en su senda, todo vuelve como al principio, la obra comenzada termina ya, el camino torna a cerrarse esperando que alguien llegue o se marche de nuevo. Y un cartel colgado de una cadena en la entrada de la senda anuncia: “Carretera en obras”.

CRSignes 270409

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28
Ago

La estirpe del reino

El espejo es el enemigo del que no quiere ni oír hablar. La conducen por los pasillos; reconoce el lugar; se fía de sus guías pese a la brusquedad del desplazamiento. En volandas la acercan al baño. En las diferentes salas aún cuelgan los recuerdos de su vida díscola y descontrolada, del gasto sin desenfreno, del lujo desmedido carente de buen gusto. Todo terminó el día en el que quiso librarse de ella, y ahora sólo busca revivir las sensaciones y vivencias de antaño.
Años atrás fue lo que quiso, hizo lo que le vino en gana, y nadie cuestionó su comportamiento. Era hermosa ¿Por qué ahora intentan recluirla? Se sabe con derechos. Se cree alguien, y aunque hasta no hace tanto lo fue, ahora su mente está desahuciada, perdida, enganchada en vida al descenso hasta los infiernos de los fármacos que la mantienen en pie.
Tropieza su cuerpo enjuto contra las paredes, esquinas, puertas; no tienen el menor cuidado, provocándole marcas y moratones. Apenas siente el escozor de las heridas.
El baño rebosa en frescura, de una fuente emana constantemente agua de rosas, y su perfume la relaja. La desprenden de la bata —liviano tejido que apenas si puede esconder su demacrado cuerpo—, y se suelta con furia pero sin fuerza de los brazos que la sujetan.
Con movimientos obscenos, desafiantes, se acerca al espejo, se resiste a darle la cara. El esperpento aguarda oculto, lo sabe. Antaño lo vio, pero entonces aún conservaba su frescura. Observan cómo sumerge la cabeza en la fuente, el líquido empapa su cuerpo que tirita, aunque no deja que la sequen. Regresa frente al espejo caminando de espaldas, y antes de mirarse, formula la conocida pregunta, pese al temor que le produce pronunciar aquellas palabras.
Espejito, espejito mágico… ¿Hay alguien más hermosa que yo?
La respuesta se demora en sus oídos, tanto, que grita de nuevo la pregunta y vira sin abrir los ojos. Teme ver el espíritu oculto, que le trajo la condena.
El silencio por respuesta la reconforta, se deja trincar por las personas que la aguardan, que cubren su cuerpo empapado y desnudo. La bata de seda es sustituida por una camisa blanca de fuerza.
Blancanieves, mira a su padre que llora mientras acaricia el rostro antes hermoso de su amante. La estirpe de su reino está a salvo, pero para que eso ocurra, ha tenido que renunciar al amor de su vida.

CRSignes 050409

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23
Ago

La tercera estrella al norte del firmamento

Siempre quiso permanecer en la superficie de las rocas durante un tiempo mayor. Junto a sus hermanas, comentaba las historias que Peter primero y después Wendy le contaron. En ellas había querido ver la mágica ilusión que la catapultara fuera del agua, recorrer el mundo, secarse al sol, y caminar. Aunque ella iba más lejos aún, deseaba surcar los aires y volar, cualquier cosa con tal de agradarle a él. Pero para ello debía convencer a Campanilla, y sabía que no sería sencillo; por que en aquella isla suspendida en el universo, las relaciones entre las féminas eran más bien sombrías.
Todo comenzó el día primero en el que Peter llegó. Por una más que comprensible razón, no hubo muchacha que no se sintiera atraída por la natural arrogancia y el porte de aquel galán eternamente joven. Mientras la sutil inocencia de las niñas enamoradas pasó desapercibida, no hubo conflicto; pero pronto se dieron cuenta de que el amor apuntaba en una misma dirección, y la rivalidad se tornó en envidia, y la envidia en celos. Peter no quiso entrar en el juego, “Nunca Jamás” y todo lo que representaba, era lo único que él deseaba. “El amor es cosa de viejos”, decía. Por suerte, se dieron cuenta de la ínfima valoración que de él tenía, y de que hasta que Peter no quisiera crecer, ninguna podría conquistarlo.
Observando los destellos de la luna reflejados sobre la superficie de la bahía, recordó todos sus intentos fallidos por surcar el aire. Sabía que llamando su atención tendría quizás la última oportunidad, pero nunca había contado con la aprobación del hada. Ya era hora de que hablara con ella.

Alargó la mano, y con la punta de los dedos levantó pequeñas gotas cortando su reflejo. Rompió nubes, realizó piruetas, zarandeó las ramas de los árboles, y antes de zambullirse definitivamente bajo la superficie del agua, sonrió satisfecha. Durante unos segundos, tal vez minutos, consiguió que su amado, mientras cruzaba un puente colgante capitaneando a los “niños perdidos” en una incursión en tierras indias, no apartara la vista de ella.
Campanilla también sonreía, la próxima vez sería la sirena quién le ayudaría para intentar despertar el amor de aquel inmaduro Peter.

CRSignes 130509

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10
Ago

Instinto materno

Envuelto en papel de seda, el tutú había perdido su forma.

¡Grosero! —Regaña la abuela al muchacho que saca la mano de la caja, asustado.

La abuela recibe un efusivo abrazo de la niña que abandona sobre la silla la bolsa de la escuela en cuanto llega, y se deja guiar. La casa tiene un aspecto distinto. El aséptico envoltorio que normalmente protege muebles y paredes, ha sido retirado. Un flujo de luz blanquecina ilumina en exceso cada rincón. En el centro de la sala, un abeto artificial de espeso ramaje.

¿Qué es abuela?
¡Cógelo! Esto es para ti. —La caja, objeto inusualmente orgánico que tanta curiosidad despertaba en el muchacho, es ahora entregada a su hermana que sigue sin poder apartar la vista del árbol.
¿Qué es? —No le contesta.
Ya te acostumbrarás. —Le dice su hermano vestido de uniforme.

Las manitas recorren la caja levantando el polvo acumulado. Por primera vez, Ágata, siente el perfume dulzón que surge del interior de aquel recipiente de cierre hermético. Estornuda.

Son violetas.
¿Lo de dentro? —Pregunta Ágata, mientras su hermano cala la bayoneta en el fusil de juguete.
¡El aroma!
¿El qué?
¡Toma!

Extiende su mano para que alcance un pequeño frasco vítreo etiquetado. Lee “Esencia de violetas”.
Abre ahora la caja.
¡Abuela! —Grita con alegría.

Entusiasmada se embute el tutú, atusa el tejido para que recupere el vaporoso volumen. Las zapatillas se las coloca la abuela, que trenza en las diminutas pantorrillas su cinta de seda.

Baila para nosotros.

Los pies se vuelven ligeros. Salta. Su cuerpo se eleva y queda suspendido. Junto a su hermano, forma parte de la decoración de aquel árbol ahora repleto de unos objetos que separados no dicen nada, pero que juntos cuentan una historia.

¡Abuela! No conocemos el cuento. ¡Cuéntanoslo!

El niño vestido de soldado tullido y la bailarina, aguardan con entusiasmo. La abuela se dispone a abrir las páginas del libro. Mientras, en el exterior de la nave la velocidad luz altera las cosas, los acontecimientos se precipitan, y en esta ocasión del enorme y hueco estómago de la abuela saldrá el pez que se comió al soldado, que murió amando a la bailarina, que terminó abrasada junto a él al calor de las ascuas.
El robot detiene el proceso, aquel final atroz no le ha gustado nada. Ejercer de abuela de los especimenes humanos, condiciona.

CRSignes 220409

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29
Jul

Ese gobierno que nos manipula

Nunca fui malpensado, podía llegar a ser: regordete; flacucho; desmelenado; cuadrúpedo, si perdía dos de mis seis extremidades; pero malpensado o conspiranóico como mis hermanos, nunca. Ellos, en cambio en cada acción del gobierno veían la manipulación.
¡Qué los semáforos se averiaban y debíamos aguardar o tomar rutas alternativas? La mejor forma de encubrir acciones secretas como movimientos de tropas, o vete tú a saber... ¡Qué subían los combustibles, bajaba el empleo o disminuían los salarios? La excusa perfecta para que los que mandan, pudieran jactarse de nuestra inmovilidad, indefensión, y carencias. ¡Y qué no decían de los medios de comunicación y de entretenimiento! ¡Los peores! Pues, según ellos, sólo servían para atontar a la ciudadanía.
En una sociedad pequeña como la nuestra, parece mentira el límite al que puede llegar la imaginación de los recelosos.
Mientras tanto, en casa pasaba desapercibido; ni abrir la boca podía. “Deberías retractarte de tu actitud hermano”, decían, “si no lo haces ahora, pronto te arrepentirás”.
Intenté despegarme de ellos, de los pensamientos retorcidos, pero de tanto compartir comencé a incubar las mismas ideas, por lo que acabaron incrustándome sus miedos. Entonces sucedió lo del avistamiento.
Pasó sobrevolando la ciudad la nave más grande que jamás se había visto. Era oscura, de forma irregular, un poco más estrecha en el centro, y la parte posterior sobresalía hacia abajo, era rara, ¡muy rara! Todos la vimos, ¡todos! Nos sentamos aguardando las noticias, aquellas que nos mostraran los pormenores del hecho extraordinario. Debía, incluso, haberse interrumpido la programación. Pero nada, todo seguía igual, el mismo programa de entretenimiento, con entrevistas y música como todos los días permanecía en pantalla. Nadie se había movilizado. ¿Esperaban acaso que nos alzáramos nosotros en una heroica defensa del territorio?
Y entonces sucedió, la tierra comenzó a temblar y otra nave igual que la anterior, bueno quizás un poco más pequeña y con la base trasera acabada en punta que casi acaba incrustándose en el suelo, pasó rozando los edificios hasta desaparecer.
Fue entonces que las pantallas quedaron mudas, y un único rótulo informaba de algo que ignorábamos, el paso casual de los que parecían ser nuestros vecinos, demasiado grandes para darse cuenta de nuestra insignificante presencia.
Ha pasado un ciclo de aquello y ahora nos estamos planteando, si toda esa historia de los vecinos, no formará parte de otra conspiración por parte de ese gobierno que nos manipula.

CRSignes 040109

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8
Jul

El jardín encantado

El último copo de nieve del invierno se derrite en su mano volviéndose a formar una vez traspasado el umbral del jardín encantado. Todas las primaveras, desde que era niño, cumplo con el mismo ritual buscando quizás que se repita el milagro.
Entramos con sigilo y respeto, como me enseñó mi padre y a él mi abuelo, caminando despacio sobre la tierra seca y cuarteada por el frío. Dejamos el suave casi imperceptible dibujo de nuestros pasos, como si aún, al oírnos, pudiera despertar y con él su ira. Cuesta descubrir entre la maleza helada, que circunda los restos del castillo, el sitio exacto dónde reposan los huesos, el mismo en dónde lo encontraron cubierto de flores blancas. Durante años fue el anfitrión perfecto, el miedo que despertaba aquel físico descomunal y su mal carácter, se transformó convirtiéndose en el mejor de los amigos, un maestro de sueños y esperanza. He oído su historia, la misma que ahora cuento, una y mil veces, y nunca me canso. Los ojos que me miran reflejan mi logro. Me consumo en la tristeza al saber que esta ceremonia jamás podrá repetirse, porque este año será el último. No, yo no me he rendido, mi vocación sigue intacta, pero las máquinas están preparadas. Vemos amenazador, en la lejanía, el brillo de las grandes herramientas que perturbarán el descanso eterno de aquel temible gigante que lo fue una vez, para convertirse luego en el más tierno y amable de los hombres. Tendremos que hacer de tripas corazón y callar. Ahora los egoístas son ellos. Es una pena que no crean a este charlatán.
Hoy traspasé nuevamente con mi hijo el umbral del encantado jardín del gigante egoísta, y como ocurre de cuando en cuando en primavera, reverdece antes de florecer el melocotonero que da sombra a su reposo, por que hoy mi hijo ha subido hasta sus ramas.

CRSignes 100409

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28
Jun

Doce horas

A esas horas, el metro había abandonado su acostumbrado bullicio para convertirse en un solitario laberinto de pasadizos. Yo tenía prisa.

¿Puede decirme la hora?

Con voz entrecortada, nerviosa, y sin dejar de mirar su reloj, un hermoso reloj dorado con labrados e incrustaciones -no pude evitar fijarme en él-, me preguntó. Era un individuo corpulento pero que mostraba en su rostro una debilidad extraña. Subimos al mismo vagón vacío y nos sentamos en lados opuestos. Al momento insistió, y mientras se acercaba, me interrogó al tiempo que sacaba de su pequeño bolsillo el reloj, que brillaba cada vez más.

Son las tres menos cuarto —estaba molestó, no comprendía su insistencia.

Los brillos de los focos del coche reflejados en el metal precioso, me sirvieron de aviso. Otra vez se acercaba.

Excuse, ¿me dará la hora?
Pero ¿qué le sucede? ¿No le funciona? Disculpe mi insolencia, pero si tiene dinero para tener un bien tan preciado, debería invertir un tanto y repararlo —contesté de malas maneras. —No han pasado ni cinco minutos desde que se lo dije la última vez, menos mal que ya llego a mi destino. —Sentí deseos de poseer aquella joya.

Mientras tanto, él no apartaba los ojos del reloj y su rostro perdía el poco color que le quedaba.

¿Qué hora es?
¿Le ocurre algo? —Estaba ansioso por volver a casa, sentí como si no fuera yo mismo, me cansaba aquella broma. Sin conocerlo de nada le juzgué, estaba harto de aguantar tanto. Grité. — ¡Mire! Déjeme en paz. No me moleste.

Se agarró fuertemente de la solapa de mi chaqueta antes de desplomarse. Su reloj fue también a parar a tierra.

Doce horas, sólo doce —dijo antes de fallecer.

Recogí aquel reloj discretamente, y partí antes de que alguien pudiera pedirme cuentas. La ausencia de viandantes y la noche me protegieron.

Desperté al notar la claridad del día. Era domingo, me dispuse a bajar las persianas para intentar eternizar el sueño. El tictac acompasado me desveló. Tomé entre mis manos el reloj de aquel individuo. Algo no funcionaba bien, su mecanismo debía estar averiado. Las manillas no avanzaban… retrocedían. Por más que intenté detenerlo no pude. Siempre hacia atrás, siempre. Salí del cuarto, tenía que arreglarlo. Era demasiado valioso, demasiado perfecto… Y era mío. ¡Qué ridículo me sentía! ¿Cómo puede nadie obsesionarse tanto en tan poco tiempo?
Dejé el reloj en el recibidor y partí. Pero antes de llegar al portal, regresé para recogerlo. Ahí estaba, tan bello, tan enigmático.
Chispeaba levemente y era festivo, mal día para arreglarlo. Recordé que un amigo de mi padre había sido relojero aficionado, que le gustaba enredarse con nuevos retos y ¿qué mejor que un mecanismo imposible de detener y que además funcionaba en sentido contrario?
Esperaba que me recordara y que fuera de esos que no salen mucho. Llamé, por desgracia me dijeron que hacía un mes que lo habían enterrado. Después de dar mis condolencias, derrotado y a punto de seguir mi camino, el hijo del finado salió para interesarse por mi visita.

Está usted de suerte, he heredado las inquietudes de mi viejo. Déjeme verlo.
¡No está! —Registré mis bolsillos sin hallarlo. La ira del comienzo de mi búsqueda, se transformó en alivio. Aquel extraño objeto había llegado hasta mi en circunstancias tan extrañas, que me alegré incluso de haberlo perdido. “Pobre del que lo encuentre”, pensé. —Debí dejarlo en casa, excúseme. Ya vendré otro día.

¡Mentira¡ Pero debía quedar bien con la amabilidad de aquel sujeto.
Regresé a mi cuarto para tumbarme un rato, y aprovechar el día para terminar la novela que estaba leyendo. El tictac de un reloj me sorprendió. ¡Ahí estaba! ¿Cómo era posible? Lo había cogido del recibidor y metido en mi bolsillo, después desapareció. Tuve miedo de tocarlo. Me acerqué con recelo. Nada había cambiado, seguía su camino… en retroceso.
Esta debía ser mi maldición por robarlo. Creí encontrar la solución. ¡Lo devolvería! Partí hacia la comisaría asegurándome de dónde lo colocaba. Aunque me asustaba reconocer que lo había robado, temía más las consecuencias de tenerlo junto a mí. Las dependencias estaban abarrotadas, esperé pacientemente y cuando me tocó del turno narré lo sucedido.

Verá amigo, no sabemos de qué nos habla.
Sí, anoche en el metro nocturno, un hombre falleció y yo tomé su reloj…
Se equivoca. Ese recorrido hace mucho que no se hace. Y ahora vuelva a dormirla antes de que lo detengamos por alteración del orden público en estado de embriaguez.
¿Qué artimaña es ésta? Bueno, sea como sea, aquí lo tienen para cuando aparezca el propietario, los herederos, el muerto, o quién sea… —lo dejé sobre el mostrador y salí corriendo.

Me encaminé directo a casa desconcertado ante aquella confusión. ¿Cómo podían asegurar que el metro no funcionaba la noche del sábado? No me confundirían, estaba harto de cogerlo, de seguro querían quedárselo, ¡qué alivio! Ya no era problema mío. Tanta preocupación me había despertado el hambre, por lo que a dos manzanas de casa me dirigí a uno de los restaurantes más concurridos de la ciudad. Un grupo de turistas entraron al tiempo que yo, atropellándome; por suerte el encargado los ignoró para atenderme a mi primero, logré esquivar aquella marabunta avasalladora.
Subí las escaleras de casa, de alguna forma me sentía tan acelerado que tenía ganas de tumbarme y descansar. Cerré los ojos. Ni tan siquiera puse el despertador. Nada interrumpiría mi siesta.
La suave lluvia había dejado paso a un aguacero persistente. Bajé la persiana para evitar que el agua y la luz se colasen y me acosté. Caí rendido.
Tictac, tictac, tictac…
Salté del lecho. El reloj estaba ahí, ¡sobre la mesita!
Lo tomé y lo lancé a tierra, pero no pareció notar la fuerza del impacto. Se había quedado boca arriba, las manecillas seguían su inquietante recorrido. Miré la hora en el despertador, recordé la frase que dijo aquel extraño antes de fallecer “Doce horas, sólo doce.” ¿Qué podía significar? Diez horas hacía que lo recogiera junto a su cadáver. Comencé a temer que su destino se repitiera en mí. Salí de casa sin dejar de mirarlo, de nuevo intenté detenerlo, sin ningún resultado.

¿Me dará la hora? —pregunté.
Las dos y media.

Continué cominandio. No podía apartar la vista de él. Lo lancé en medio de la calzada esperando que algún vehículo lo arrollara dañando su mecanismo, pero no hubo forma, parecía inmune a mis ataques y el tiempo seguía su curso.

¿Dígame la hora? —grité.
Menudos modales joven. Las tres menos cuarto. Le pasa algo, hermoso reloj. ¿No funciona?

Tenía gracia la pregunta, hacía casi doce horas que yo había vivido una situación similar. Cerré los ojos resignado y sentándome en un banco del parque, aguardé mi destino. Ojala nadie lo encuentre y se pierda. Un minuto después un hombre se sentó junto a mí. Sus ojos no perdían detalle de mi reloj de bolsillo.

CRSignes 161007

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15
Jun

Missing time

¡No, estúpida es M U R C I É L A G O! Lo ves Marco. ¡Ojala pudiera llamar!

Pero Marco ni veía ni tan siquiera podía escucharla, yacía conectado a los aparatos que sustentaban su vida artificialmente.

¡A-7! —gritó. — ¡Pero qué tontos! Imagina que en lo que llevamos de mañana ya habría ganado 12.000 euros —suspiró.

La tele seguía entreteniendo las horas de encierro y la inquietud de una madre que aguardaba un milagro.

Hablar ayuda a las personas como tú. Veamos, lamento no poder decirte cómo tu padre entró en mi vida, si era un desastre o iba como un cromo, más bien, ni me di cuenta. Hasta tu llegada, no reparé en la posibilidad de aquel encuentro. Te lo puedes creer, algo tan importante y no lo puedo recordar.

Cuatro hombres con escafandras entraron obligando a salir a María. Mientras, unos operarios desconectaron durante unos minutos a Marco buscando alguna reacción, un movimiento involuntario o reflejo en su cuerpo.

¿Qué le hacen animales? No han tenido suficiente. Por su culpa se encuentra así —dijo mientras la entraban de nuevo.
Nada señor. Ella es muy suspicaz y no coopera, y el chi…co… Él…Él, sigue sin reaccionar.
Si no sabe cómo denominarlo, llámelo por su nombre. ¿Probaron la desconexión?
Así es señor, pero o es muy listo o las lesiones de los primeros exámenes se escaparon de nuestras manos, y los daños son irreversibles.

María se tiró las manos a la cabeza y miró a su hijo, pero no dejaron que se acercara a él. Tan sólo la soltaron al abandonar la celda en la que se encontraban.

No los pierdan de vista. Tarde o temprano nos puede sorprender, no es el primero que nos engaña. Todas estas criaturas tienen mayor aguante.

María tomó la mano grisácea de su hijo y la besó con ternura.

Lamento Marco que el encuentro con tu padre fuera tan efímero. No haberlo conocido conscientemente. Las aducciones no deberían existir. Tú eres hermoso hijo mío. No sé por qué tu padre tenía que ocultarse de mis recuerdos. Cuando todo esto termine, cuando estas bestias nos suelten, buscaremos a papá y nos iremos con él. Así debía haber sido desde el principio. Te lo prometo.

La cadencia del pulmón artificial era un fondo acústico demasiado duro para María, y la televisión vino nuevamente a enmascarar su angustia.

CRSignes 121008

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6
Jun

Las rubias tontas...

"A través del cristal, podía verlo. No tardó en llegar su madre, agarrarlo fuertemente con el cinturón de seguridad, y evitar así que pudiera ser testigo de la desagradable escena del rescate del cuerpo sin vida. Al instante la caravana de coches avanzó.
En la orilla, la lúgubre belleza del cadáver se dejaba ver. Tendría diecisiete años. Ahora, debían confirmar su identidad y comunicar la terrible noticia a los familiares. La región se volvía a teñir de luto. En las dos últimas semanas habían aparecido los cuerpos de tres jovencitas. Sin aceptar que un loco caminara suelto, intentaron enmascarar los crímenes como accidentes, pero las víctimas seguían aumentando…”

A Juli le gustó Manu. Sus amigas le advirtieron de que no debía confiar en desconocidos, pero no les hizo caso y aquella tarde aceptó ir con él al auto-cine. A Manu no parecía importarle la película, no le quitaba los ojos de encima a la rubia que tenía al lado.

“…En el salón principal del cementerio se celebraba el sepelio, a últimas horas del día. Lisa, una de las mejores amigas de la fallecida, caminaba con rapidez por entre las tumbas del campo santo, hacía tarde. Una mano, surgida como por arte de magia, la hizo caer…”

De un salto, Juli se pegó a Manu, que con sutileza aprovechó para agarrarla por los hombros, mientras decía:

— ¡Las rubias tontas siempre mueren!

Ella aguantó la escena siguiente como pudo, le disgustaban ese tipo de películas, pero le agradaba Manu pues la consolaba con ternura.

“…Los crímenes no parecían tener fin, ni la llegada del FBI cortó los impulsos del asesino…”

La película estaba próxima a terminar, y Manu no se había atrevido aún a dar el primer paso. “Seguro que no es ningún canalla.”, pensó Juli. Manu, al contrario, cada vez aparentaba más intranquilo, se movía nervioso, y tirando mano tras su asiento rebuscó algo que al fin encontró. El brillo de la hoja afilada compitió con el de la luna cuando se abalanzó sobre Juli, que luchó con fuerza, cuando…
…Un corte de luz les privó del final. Los encargados del auto-cine, coche a coche entregaron cupones vigentes durante una semana, para que pudieran ver la película completa.
Encontraron a Juli sentada en tierra, sin poder explicar lo sucedido. Al entregarle el cupón lo rompió.

—Las rubias tontas… no siempre mueren. —Dijo.

Realmente no le apetecía saber cómo se terminaba la película.

CRSignes 150808

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22
May

La Dama de Blanco

El local era pequeño. Les recibió el alcalde con la intención, después del montaje y las pruebas de sonido, de entregarles el sueldo pactado. Para aquellos músicos, que apenas si comenzaban una larga carrera de feria en feria, resultó curiosa aquella anécdota, nunca habían cobrado antes de actuar. Se acercaron al único bar del pueblo, cenaron algo y regresaron para ultimar el espectáculo.
Hacía horas que el pueblo festejaba el final del invierno, pero sería el baile en el local popular, el final certero que pondría la guinda a la fiesta. Todo iba viento en poca, el sonido de los pasodobles, las cumbias, la salsa y las rumbas, tenían respuesta entre los pocos jóvenes de la comarca que dejaban su piel en cada uno de ellos, y algún que otro matrimonio mayor más atrevido, el resto se limitaba a mirar. Nada se podía torcer. “A saber cuántos romances surgirían aquella noche”, pensaban los músicos que sabían bien de lo que se auguraba en el devenir de aquellos festivales. Lo sorprendente llegó a mitad del baile. Aquella forastera, que irrumpió sin avisar, alta, de piel fina y clara, con ojos verdes y una larga melena que variaba su tono dependiendo de la luz circundante, despertó toda la expectación del mundo. Con una amplia sonrisa como único saludo, entró decidida oreando el ambiente. Ya en la tarima desde dónde los músicos hacían sonar sus instrumentos con dudosa maestría, esperó. En pocos segundos, la rodearon todos los presentes. ¿Quién era aquella hermosa mujer que mantenía su boca cerrada? Nadie la oyó hablar.
Por unos minutos se desvivieron intentando averiguar qué era lo que buscaba, qué necesitaba, o quería. Su contorno era un ir y venir de gente ofreciéndole vasos repletos de la mejor cosecha de sus caldos, bandejas de jugosa fruta, pero ella permanecía indiferente, semejaba no importarle nada. El tiempo pareció ralentizarse, y la canción del fondo no terminar nunca.
Sin mediar palabra se levantó y salió del local, la siguieron sabiendo dónde les llevaba, y por qué lo hacía.
Un ligero temblor acompañó la transformación. Al tiempo que perdía su belleza y juventud, la dama dejó caer su manto blanco sobre el piso y desapareció.

Los músicos que quedaron solos sin comprender nada, decidieron aguardar para ver qué sucedía. Ante la tardanza recogieron sus bultos y partieron cansados de esperar. La nevada selló sus huellas con el blanco manto del invierno que terminaba.

CRSignes 160109

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8
May

El entendimiento

Tranquila mamá, el protocolo periodístico interestelar, surgido después de la masacre del convoy en el que fallecieron un millar de compañeros, me aleja del peligro.
Lo sé hijo. Me preocupo, compréndeme…
Te paso la crónica. Envíala inmediatamente. Pronto arreglarán el suministro energético en la central. Grábala tal cuál, así servirá.

Se peinó rápidamente. A sus espaldas, vistas en directo del planeta desde la nave. Cierta melancolía en su rostro se dejaba sentir. Comenzó a hablar:

“Desde la nave “Síntesis Molecular” informa Philip Martín. Todo el mundo parece haberse vuelto loco en Saandia. Nadie sigue los dictados legales. De nada ha servido que el Gobierno General Entrante enviase, para sofocar aquella crisis, a sus mejores hombres. Mes y medio después siguen los salvajes disturbios, que han obligado a la intervención del ejército. Armas desplegadas en pos de la paz. En este planeta del círculo externo del sistema 13-03, la tradición se mantenía. Una vez al año, en la Estación del Brote, realizaban una ofrenda que incluía el sacrificio de animales en busca de la bendición para el año entrante. Desde la llegada del Sistema Unificador habían intentado ocultar este hecho, disfrazándolo de una aparente normalidad religiosa; pero con ello, no habían conseguido más que favorecer la invasión y el deterioro de su cultura, e incluso alejar la suerte. Una pertinaz sequía les castigaba desde hacía diez años. Los seguidores radicales decidieron dar la espalda a sus mandatarios, y comenzó la revuelta que terminó en represión. Las bajas se contabilizaron en miles cuando se dio por concluida la rebelión; pero nuevos brotes han surgido, y la lucha continúa con la amenaza constante del empleo de métodos radicales, para liquidar el problema. Intentar disociar vínculos, como las tradiciones, es difícil si lo único empleado es la razón. En espera de los acontecimientos, que deriven de la reunión entre insurrectos y representantes del Sistema Regulador, despido esta crónica. Cualquier novedad sobre las negociaciones…”

Una fuerte explosión enmudeció la comunicación por unos minutos.

Madre, no envíe todavía nada, creo que voy a tener que cambiarlo todo. Las noticias que nos han llegado, antes de la desaparición del planeta, hablaban de un posible entendimiento. Lástima que éste se refería a la aniquilación del problema de un modo tan drástico.

CRSignes 011105

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22
Abr

Casino

El suelo reflejaba la desmesurada ostentación del casino. Objetos de dudoso gusto, decoraban un salón que bullía en animada actividad.
El ambiente enrarecido acabó por irritarla. Comenzó a sudar. Las mesas escondían algo más que los trucos de la casa para no perder. Mentiras y falsedades en cada una de las historias de aquellos jugadores compulsivos, apilando deudas, fortunas y, de vez en cuando, alegrías ante la acertada forma de jugar de algún espabilado tahúr. Entre el canalillo de su vestido rojo satén, las gotas de sudor paseaban de forma molesta.

Señora, ¿le sucede algo? Parece que a su pareja no le importa demasiado que sufra. ¡Es sólo un juego Madame! En el que su partenaire encima tiene suerte. —Dijo el crupier sin apartar su mirada del exagerado escote.
Si nos disculpan se lo robo un momento.
Cómo no. Mientras sólo sea eso lo que nos sustraiga…

En aquel momento, en la terraza, se reproducía un paraje tropical. Las micro-gotas de la refrescante recreación le aliviaron el sofoco. Próximos a la barandilla, protegidos de miradas indiscretas, le levantó la manga del chaqué para manipular los botones del panel de mandos.

Lo siento, lo siento… No podré continuar la farsa.
Va bien. —La voz del procesador le infundía seguridad.
Nos pillarán, bueno me pillarán. Estoy demasiado tensa, fue un error no introducir parámetros para muestras de cariño en tu programación. ¡Me hace tanta falta el dinero…!
No imagino en qué ayudarían esos datos, escapa a mi lógica, pero con una partida más obtendrá lo que necesita.
Me habían hablado bien de vosotros, si el resto de cosas… —le besó —no pienso separarme de ti en la vida. Brrrrr —estaba tiritando— Han cambiado el ambiente y hace demasiado frío.

Entraron mientras les rodeaba un remolino de micropartículas de hielo. El androide le pasó el brazo sobre los hombros.

Veo que se encuentra mejor. Les estábamos aguardando. ¿Comenzamos?
Gracias. Pero alguien cambió la programación de la terraza, poco le faltó al frío para lastimar mi salud.

No le había bajado la manga al androide, mientras le besaba la colocó en su sitio. El crupier le guiñó el ojo con complicidad.
A la media hora salían del casino rumbo hacia su planeta de origen, el androide con el dinero suficiente en la cartera y ella con una sonrisa de satisfacción que le iluminaba el rostro.

CRSignes 271108

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15
Abr

La caja de música

María y yo habíamos llegado a un acuerdo. Aficionados a las antigüedades, nos faltaban tanto los medios como los recursos para adquirir cuanto nos apetecía, así que el trato consistía en comprar objetos que no sobrepasaran nuestro ajustado presupuesto.

¿Dónde está el truco? – Preguntó María. —Seguro que te ha costado más.

Su forma ovalada escondía una mariposa metálica que parecía real; bajo ella, una llavecilla; y tras el llavín, la cerradura que ocultaba el resorte, que precedido por un silbido, avivada el insecto y disparaba la música persistente que acompañaba sus movimientos.
Conseguí la caja de música en un rastrillo. Aquella delicada pieza encerraba un secreto que posiblemente había pasado inadvertido. Temí que fueran a pedirme una fortuna por tan extraordinario artilugio, pero no fue así. Era tal su encanto que dejabas cualquier cosa que tuvieras en mente para entrar en un estado de relajación perfecto. Por tal cualidad decidimos acomodarla en la habitación de nuestro bebé.
Despertamos con el llanto de la pequeña y el sonido ralentizado de la caja de música que había caído a tierra. Sabedores de su cualidad pacificadora, le dimos cuerda y regresamos a la cama. Un segundo después, el llanto desconsolado volvía a acompañar al sonido desacorde del ingenio. En esta ocasión, María decidió quedarse con la niña.
Pasado un rato, resolví intercambiarme con ella. Caminé despacio para no hacer ruido; aquella musiquilla sonaba dulce. A pocos pasos de la habitación, los sones se tornaron tétricos. Entré. María, con la tez blanca estaba paralizada viendo como la niña, suspendida en el aire, era zarandeada por un engendro mecánico surgido de las entrañas de una caja irreconocible, que había mutado tanto de tamaño como de forma. La mariposa había metamorfoseado a gusano. El cuerpo de la pequeña, que se agitaba nerviosa mientras lloraba, volvió a caer sobre la cuna. Como pude, la tomé en brazos y junto a Maria huí de la casa espantado.
Regresé con el día esperando que al terminar la cuerda la caja hubiese vuelto a su estado primigenio, pero había desaparecido.
Durante más tiempo del esperado, no nos sentimos con ánimo de dejar sola a la pequeña. Hacíamos incluso guardias nocturnas hasta que comprendimos que había desaparecido el peligro. Ese mismo día, la prensa destacó en titulares la misteriosa desaparición de un bebé. La foto que encabezaba el artículo, mostraba sobre la cómoda situada al lado de su cuna, una caja ovalada.

CRSignes 280308

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9
Abr

Grotesco

Sin temor a equivocarse, se adentró por el laberinto de calles de la parte antigua de la ciudad. Las imágenes de un pasado remoto, embrollos en su mente, le confundían. Tenia la sensación, más que la certeza, de que su destino estaba próximo.
Un accidente había borrado su pasado. Cansado de reinventarse regresó al único lugar en el que podía reconstruirlo.
Sentó su intención y sus ganas en el poyo de una iglesia situada frente a una fuente.

¿Qué mira? Márchese.

Lo cierto era que el anciano, que parecía no quitarle la vista de encima, no tenía el menor interés por él, es más, sus ojos apenas si distinguían formas. Con la inercia del enfado fue derecho hacia la fuente para meter la cabeza bajo el chorro antes de zambullirla, buscando quizás purgar su ira. La posibilidad del suicidio pasó por su mente. ¡Sería tan sencillo! Como pudo giró la cabeza para contemplar en el reflejo espejado bajo la superficie del agua la grotesca mueca con la que el fuego había moldeado su rostro. Aquellos ojos, irremediablemente abiertos, descansarían. Había llegado el momento.
Un fuerte tirón le sacó. Su primera intención pasaba por reprochar al rescatador aquella acción que había frustrado su fallecimiento, pero no halló a nadie. La muerte se le volvía a resistir.

¡Tengo el mismo derecho que los demás! ¿Por qué me la niegas de nuevo?

Con la llegada de la noche, en la palidez de las horas nocturnas, recordó el día fatídico en el que se desfiguró su vida.
Ya quedaba menos, doblar una esquina y podría reencontrarse. La memoria le devolvió de una sola vez: imágenes, nombres, sensaciones, rostros, y el tiempo que creía perdido y lejano. Hasta él regresaron los olores de un ambiente cargado y espeso. Aquel día, entre el juego de las llamas, lazos ardientes en un rodeo mortal, mientras músculos y piel se descomponían presa del fuego, perdió algo más que la memoria. Había comenzado un proceso que no podía parar, principio y fin de la historia que había atrapado su alma.
Sin temor a equivocarse se adentró por el laberinto de calles de la parte antigua de la ciudad. Por vez primera una fuerte sensación de dejà-vu le confundió.

CRSignes 110408

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29
Mar

Al final del arco iris

Alentaba a los transeúntes para que le ayudasen a paliar la inexistente tregua que da el alcohol. Con la borrachera, regresó a un bosque que ofrecía refugio a la gente como él. Acomodado junto a los vacíos tetra-brik de vino, de anteriores resacas, despertó sudoroso y tiritando por la fiebre. Lamentó no haberse atrevido nunca con las agujas: lo sencillo que hubiera resultado, con un solo chute, poner fin a su deleznable vida. Intentó limpiar el espacio que le rodeaban: lanzó bien lejos los desperdicios y se dispuso a escarbar un hueco en el que descansar. No había hecho más que introducido la mano bajo la tierra, cuando tropezó con un objeto. Pensó en ignorarlo —aquel lugar se había convertido en un vertedero—, pero al sacar la mano una moneda dorada se deslizó junto a ella. Siguió hurgando hasta alcanzar un recipiente repleto de monedas al parecer de oro, plata, bronce y cobre. El inesperado encuentro le devolvió las fuerzas, aunque no la razón. Se sintió observado y tuvo miedo. Por menos había visto caer a más de uno. En ese momento, de entre los matojos, surgió un ser diminuto que bailó ante él. Con sus absurdos aspavientos, parecía querer decirle algo. Sus movimientos estaban más próximos al enfado que a la cordialidad; aunque por su estatura, no representaba ninguna amenaza.

¡¡Maldito alcohol!! No te esfuerces enano, no pienso compartir nada contigo. —rió nervioso consciente de que todo podía ser un juego de su subconsciente maltrecho.
¡Qué feo eres! ¿Te has visto la cara?

Fantasía o no, el hombrecillo cada vez se encontraba más cerca, tanto que le pareció sentir fuertes y molestas punzadas.

Ya te estarás quieto. ¡Déjame disfrutar de este sueño! No te he hecho nada. ¡Desaparece! Soy rico. ¿Lo ves?

Aquel ser de afilado rabillo, rostro alargado, nariz picuda y grandes ojos saltones, seguía denotando su mal humor. En su desesperación, el borracho agarraba aún con mayor fuerza el recipiente del tesoro, mientras, a cada pinchazo, sus músculos resentidos perdían fuerza.

Seguro que tienes más. Quiero librarme de esta cadena perpetua, quiero quedármelo.

Con el penetrante dolor de las últimas punzadas, todo pasó del gris al negro. Un segundo después había muerto.
Se lo encontraron sobre un charco de orín y vómitos, con la mano fuertemente cerrada para que no se le escapara un doblón de oro de incalculable valor.

CRSignes 250408

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9
Mar

¿Me acercas al baile?

Es su primer baile, quizás encuentre el príncipe azul. Sigue soñando despierta, nunca se le ha presentado nada fácil. Incluso los estudios los ha tenido que hacer casi por libre cuidando a unos y a otros, es su obligación. El baile es la única oportunidad que le queda para conocer gente. Tiene miedo. Nunca se le ha dado bien relacionarse, demasiadas preguntas acerca de su no asistencia. Con fuerza, su mano sujeta el bolso prestado. Se atusa el vestido intentando devolverle un aspecto vaporoso perdido por el tiempo y la contaminación, y se mira en el espejo, indecisa y emocionada.
En la entrada ya su primo aguarda. La mira con indiferencia, resignado tal vez, obligado seguramente.

Estás linda. —No hay sinceridad en sus palabras.

Sabe que su aspecto no dista mucho del de los otros días, aunque haya puesto en marcha unos trucos con los que aparentar mucho más sofisticada. Con el movimiento circular de sus dedos sobre las mejillas, dibuja el colorete; de igual forma sus labios mordidos enrojecen y se acentúan con el brillo que le presta la saliva; ¿quién le hubiera dicho que el hollín, aportaría a su mirada profundidad? Y quién si no, podría dudar del perfume engañosamente fresco, de los ácidos dulzones y frutales de la piel de una mandarina.
Lo había imaginado de otra forma, pero las circunstancias obligan. Siempre que veía la oportunidad, su dilema pasaba por acercarse con el mejor aspecto posible para intentar llevar a cabo su propósito. Y sabía que era efectivo. Lo único que le molestaba de toda aquella historia, era tener que depender siempre de su primo, pero así había comenzado todo, y así debía continuar. La armonía familiar no puede romperse, le habían dicho.

¿Estás lista?
Claro primo, este es siempre mi momento favorito.
Pues aquí te quedas.

A pocos kilómetros del club de golf, su partenaire se desvanece. Alguien para, y la recoge. Ella sonríe.

Habéis hecho bien en deteneros. No es bueno correr tanto en este tramo. Por más prisa que tengáis vale la pena llegar. Miradme a mí, nunca llegué y dudo que pueda lograrlo.

CRSignes 100607

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6
Mar

Deconstruyendo a Caperucita

Las hojas de prensa dibujan el sendero recorrido con pasos ligeros, mientras canturrea una inocente tonadilla. Esquivando charcos, pinta en sus bordes las huellas que le acercan a su destino. El tropiezo casual, bella y bestia cara a cara, no lo hubiera sido tanto, si retrocediendo en el tiempo, se hubieran percatado de un primer encuentro fortuito, e inoportuno.

— ¡Ridículo!
— ¿Me habla a mi?
—No preciosa, sigue tu camino y no molestes. —Le dice mientras guarda el móvil en su bolsillo.

Los nudillos desnudos han golpeado mil veces la puerta que no se abre.
Nuestra Caperucita, menos inocente que la del cuento, insinúa una sonrisa al avispado lobo que aguarda la llegada de la ingenua. El temporizador se para, la luz pronto se apagará.
El teléfono suena:

— ¿Aló!... Otra vez tú. Que me dejes te he dicho.

Apenas si susurra en la escalera, parece que no quiere que le oigan.

—Me necesitas.
—Es pronto aún, márchate. —Le contesta, pero él no reacciona ante la adversa respuesta. En cambio, la niña curiosa no aguanta más, y estirándole de la chaqueta le interroga:

— ¿Viene a ver a mi abuela?
—Ella no quiere verme. Puede que tú tengas más suerte. Toma, dale esto. —Contesta sereno.

Introduce un objeto por el lateral del canastillo.

— ¿Puede golpear la puerta por mi? Usted es más fuerte.

La luz se apaga al tiempo que suenan los primeros golpes.

—Abuela, soy yo. Ábreme.

La luminosidad que se cuela por la rendija de la puerta deja ver la cesta que la niña le entrega.

—No puedo dejarte pasar pequeña. —Dice mientras se inyecta.

La asistenta aprieta el botón. Antes de retirar el cubo y la fregona, se percata de los rastros que ensucian su trabajo, una hora de faena desperdiciada por la ennegrecida huella de los pasos ocultos. Retorna a humedecer el suelo embaldosado, dibujando nuevamente la senda de prensa escrita. El temporizador de la luz comienza la cuenta atrás, pero ese ir y venir durará poco. Posiblemente hasta que Caperucita se encuentre con el lobo, o el lobo invada la casa de su abuelita.

CRSignes 141208

Fuente imagen: Caperucita roja. Acrílico 2006 ©Marcelo Bordese (Argentina) Extraído de: http://www.artebus.com.ar/bordese/

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22
Feb

Noticias de la radio

A Ricardo, el sustento de mi ser

“La acumulación de nubes será inusualmente extraña. Tengan precaución cuando salgan de casa. Preparen una buena iluminación y no olviden las balizas. Es una recomendación del Centro de Estudios de la Atmósfera”

—Desde hace tres días registro irregularidades. Ayer mismo, al tomarte entre mis brazos, te sentí laxa. Fue como si de pronto la misma inercia que nos une nos separara. Tal vez se trate de algún sensor defectuoso; o quizás me deje arrastrar por la paranoia, la misma que consiguió separarnos del común de los mortales.

“En otro ámbito de cosas, se han inaugurado las obras del paso subterráneo que unirá las dos principales ciudades.”

—Volví a experimentar la misma sensación. Echo en falta la empatía que funcionaba como un imán, como un potente sugestivo capaz de inhibir los sentimientos más inicuos. ¡Solos tú y yo!

“Conservacionistas y renovadores, tienen programado un reencuentro en las próximas horas. Mientras unos consideran la propuesta de sus opositores de “Bofetada ambiental”, los otros intentan limar asperezas, para restar responsabilidades. Según el portavoz del Grupo Independiente por la Renovación, el acuerdo está próximo: Es cuestión de horas, —ha dicho —todo lo demás sería una pérdida innecesaria de tiempo y energía.”

—El cielo se ha tornado gris. Las nubes, convertidas en pesados obstáculos que impiden ver, ya no circulan ligeras. Cada segundo que pasa es como si te desvanecieras. Mis circuitos comienzan a fallar. Espero que los tuyos aguanten. Con un poco de suerte es mi propia pena la que me cortocircuita. Todo se acaba. Estamos como encerrados por sus propios miedos. Temen volver atrás: convertirse, como nosotros, en el cúmulo de sentimientos del que partieron. Hace mucho que perdieron precisamente aquello que nos inculcaron: humanidad. Y ahora, sólo tú y yo, conservamos los sentimientos.

“Última hora: La Agencia Digital de Noticias (ADN) informa de que no consideran necesario seguir manteniendo los seres de inteligencia artificial existentes. Estas dos únicas muestras, que se mantienen controladas en la cercana región de Utrech, serán neutralizadas. La desintegración se hará efectiva en pocas horas. Al final, se ha llegado a un acuerdo. Tanto conservacionistas como renovadores creen necesario por el bien común hacerlo. El temor a una vuelta al pasado ha conseguido el acuerdo: Largo ha sido el camino para librarnos de nuestro componente más débil. —Pronunció el portavoz de la agencia”.

—Si no te tuviera a ti, hace mucho que hubiese perdido la razón. ¡Abrázame! No dejes de hacerlo.

CRSignes 230308

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15
Feb

El Gran Orlando

El Gran Orlando se había ganado con esfuerzo el acceso a los grandes circuitos de espectáculos dentro del mundo de la magia, la hipnosis y el mentalismo. Todo hubiera seguido viento en popa, de no haberse cruzado en el camino de un ambicioso politicucho de tres al cuarto. Este personaje, calló hipnotizado en una de sus actuaciones realizando, ante la concurrencia, toda clase de movimientos más propios de una gallina que de un ser humano, divirtiendo a los allí presentes. Sucedió que la grabación de los hechos llegó a los medios de comunicación, donde fue exhibida dada la importancia del político en ciernes, en todas las cadenas.
Una semana más tarde, el Gran Orlando recibía una citación oficial, según la cual se le exigía una declaración jurada de la falsedad de sus actuaciones, o el pago de una importante suma de dinero como indemnización por daños y perjuicios.
Su prestigio estaba en juego. No temía a la justicia, sabía que había obrado conforme a lo que de él se esperaba, no comprendía cómo se podía lastimar la moral de un voluntario en su espectáculo. Pensó que podría arreglarlo por las buenas, pero los hilos invisibles de su influyente adversario lograron que, a dos semanas del plazo fijado, se quedara sin actuaciones. Fue entonces que decidió solicitar una reunión privada con el denunciante, el cuál apareció acompañó de su abogado. El encuentro tuvo lugar en un callejón.

¿Qué es lo que quiere? Y ¡ojito! Que puedo conseguir que no actúe nunca jamás.
Si me disculpo públicamente ¿nos olvidamos del asunto?
Y ¿qué gano con eso?
No es lo que usted gana, es que haga lo que haga usted parece desear terminar con mi carrera.
No seas lerdo y acepta —habló el abogado por vez primera, que se había dado cuenta de que las cámaras les rodeaban.
¿Tú también quieres que me pleitee cooo,… cooo,…cooo,…cooon… tigo?

Como acto reflejo comenzó a arrastrar las piernas escarbando, agachándose al tiempo que movía su cuello hacia delante, picoteando el aire.

Puede que me quede sin trabajo, pero creo que este espectáculo me lo merecía.

El Gran Orlando se veía imponente con su traje de lentejuelas y su capa reluciente.
Unos segundos después nadie podía dar crédito a la transformación de la que había sido testigo. Todos aplaudieron sin cesar la gran proeza, mientras un rastro de plumas acompañaba la incontrolable carrera de un pollo asustado.

CRSignes 060808

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12
Feb

Junto a las sombras

Si no fuera por ella, no serías nada. Has pasado tanto tiempo observando a través de su mirada, que ese frío ojo, te ha contagiado la insensibilidad.

¿Qué podía saber aquella puta? La conocía desde hacía años, pero la intimidad compartida concluía una vez me alejaba del lecho. Tal vez aquellos golpes, que de vez en cuando le dejaba caer sobre ella, habían forzado el resquemor, y esa era su venganza.

Nunca vuelvas a cruzarte en mi camino. —Grité hacia el ventanuco desde dónde la muchacha me observaba con indiferencia. Había prescindió de sus servicios posiblemente a causa de su comentario sincero.

Solté lo que llevaba entre las manos con rabia, como quién se desprende de algo maligno, vociferando insultos hacia el objeto que desparramaba trozos sobre la acera, dejando al descubierto sus entrañas, amasijo de celuloide y metal, ahora al descubierto.
Observé mis manos desnudas. Sintiendo un vacío inexplicable. Con esa acción, ¿estaría menospreciando mi pasado? ¿Qué sería ahora del futuro? Aquella cámara había cubierto todas mis necesidades.
Aún no satisfecho pateé los restos, y a punto estuvo de perder un equilibrio ya de por sí dañado por la ingesta de alcohol y otras sustancias. Me alejé.

¿Dónde está tu alma?
¿Quién ha dicho eso?

Aquella voz, no parecía salir de ningún sitio. Era una mezcla sonora de diferentes tesituras, como si decenas de individuos me recriminaran. Miré hacia atrás refugiándome incluso de mi propia sombra.
La paranoia, parecía querer tomar posesión del cuerpo, una vez infestada mi mente inquieta y esquiva. Me estremecí. ¿Y si tenía razón?
La escasa luz se colaba por entre los restos de la cámara, velando el rollo de película que una ligera brisa agitaba, proyectando sombras alargadas y difusas sobre el pavimento y las paredes del fondo del callejón, que conformaba decenas de formas casi humanas.

Dónde has dejado tu alma.
¿Qué insinuáis? —Grité
No puedes dejarla desparramada por el suelo. Recógela.

Regresé intentando recoger los restos de mi fiel compañera. Pero a cada paso otra pieza más se desprendía, desmenuzándome. Quizás ella tenía más razón de la que pensaba, y podría haberme ayudado.

Vengo en busca de mi alma. —le hubiera dicho. — ¿Puedes ayudarme?

Pero apenas si pude alcanzar la entrada de aquel burdel.

CRSignes 071108

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23
Ene

Presencia y rumor

La finca se había quedado a oscuras. Acostumbrarse a la claridad proyectada desde el portalón de la entrada era lo que tocaba. El interruptor de la luz no funcionaba y el ascensor tampoco. Un estremecimiento en el estómago, el mismo que notamos cuando el peligro nos acecha, fue pasando de uno a otro, recorriendo la escalera de arriba abajo. Era ridícula aquella angustia; el temor a la oscuridad solemos abandonarlo en la infancia encerrado en algún armario. En el eco de la escalera el rumor de los vecinos enfrascados en discusiones, cháchara y cotilleos. Ninguna linterna para mitigar la oscuridad, ni un maldito fósforo en los bolsillos. Los rumores dan paso a la incertidumbre, dicen que una sombra recorre la escalera sin descanso. La penumbra acrecienta el miedo.
En el primero, Doña Luisa ni se digna a dirigirme la palabra, siempre se ha dejado influenciar por todos, con criterio confiaba en su encanto y amabilidad, pero me equivoqué. En el segundo apenas un fuerte portazo me provoca un respingo, me altera. Un balón se desliza rápido, lo esquivo; seguido a él los niños del sexto, suerte de mis buenos reflejos. Cuando llego al cuarto, el alcohólico de Rafael, individuo rijoso y pendenciero donde los haya, está montando otro de sus numeritos; con virulencia increpa a su esposa para levantarle la mano después. Algo sucede que le persuade de sus intenciones, me gustaría pensar que ha sido mi presencia, pero lo dudo, no se amedrenta con nada. Conforme avanzo y me acerco a casa, comprendo menos la incómoda oscuridad que tan sólo a mi parece afectarme. Un acontecimiento acrecienta mi incertidumbre: nadie se me acerca, intento hablar pero me ignoran; el fenómeno se vuelve incomprensible cuando sin saber el porqué retorno a la planta baja. La memoria me devuelve al lugar de partida.
¿Qué hago aquí? El interruptor de la luz no funciona y el ascensor tampoco. Los ruidosos coloquios de los vecinos viajan deprisa, como el agua en las acequias; parecen espantados; se oyen cada vez más cerca. Intento subir pero algo me lo impide. Pasando por doña Luisa, uno tras otro se apartan, intentan esquivarme, no me atienden, les ahuyento, les incomodo. Sigo sin comprender. Tal vez cuando emprenda nuevamente la senda hasta mi casa, tengan en cuenta mi presencia, mi necesidad, y pueda al fin llegar a la meta.

CRSignes 041007

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17
Ene

Buscanso empleo

El día de nuestra llegada nos sorprendió la bienvenida, la cordialidad de los que serían nuestros vecinos. Nos hicieron sentir bien. ¡Muy bien! La casita era pequeña pero se acoplaba a nuestras necesidades, al menos, no se parecía al chiringuito que habíamos dejado atrás. Llegamos al pueblo después de muchos meses dando vueltas, en busca de un empleo, y de pronto encontramos en aquél municipio, trabajo, tranquilidad y ¡un hogar! Al fin serenábamos unos ánimos bastante maltrechos. Escribíamos el último verso del poema más triste de nuestra vida.
Las semanas pasaban y cada día nos sentíamos peor; llegábamos a casa derrotados; aprovechábamos hasta el último segundo, entre luces crepusculares, para descansar, pero no era suficiente; la debilidad cada vez era mayor, por lo que decidimos acudir al médico. Según él, “…están como rosas”, afirmó; no nos veía nada, y como si de falta de combustible se tratara, nos recetó un complejo vitamínico.
Una tarde después del trabajo, ya de noche, me sorprendió ver unos extraños dibujos en el alféizar de una de las ventanas; pregunté a Sole, quien me dijo que sí que los había visto, pero que pensó que no eran nada. “Cosas de chicos”, dijo. Mi inquietud se volvió curiosidad y recelo al comprobar, que aquellos enigmáticos grafismos, desaparecían con la luz del alba siendo únicamente visibles por las noches. Pregunté, pero nadie parecía querer contestarme. No lograba permanecer despierto, era imposible, hasta que asocié los dibujos con nuestro agotamiento y los borré. Fue como liberarse de una pesada carga.
No sin temor, como un depredador en busca de su presa, me encaminé hacia el pueblo. Una neblina densa apenas si me dejaba ver. A medio camino, descubrí horrorizado a la mitad de mis vecinos presos de algún tipo de hipnótico trance (posiblemente el mismo que habíamos sufrido tanto Sole como yo). Trabajando en una misteriosa excavación, eran dirigidos por varios miembros destacados de la comunidad, entre los que se encontraba el médico. No me detuve para averiguar nada más, preferí permanecer en la ignorancia.
Recogimos nuestras pertenencias inmediatamente, y nos largamos.
Aún seguimos buscando un hogar, un trabajo y una tranquilidad. Ahora recelamos de las bienvenidas cordiales, de los empleos fáciles, y nunca dormimos en una habitación, si antes no hemos comprobado que no hay dibujos en sus ventanas.

CRSignes 280805

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9
Ene

El comprador de alfombras

Recolocó la ropa como pudo; nunca había sabido hacer bien la cama, pero no quería que su esposa sospechara nada, y menos aún que notara que el lecho conyugal había sido gastado.
Siempre sucedía igual, le resultaba sencillo abordarlas donde fuera, no necesitaba de ningún antifaz que le procurase una imagen distinta de su persona. Todavía no había encontrado a ninguna que le pusiera pegas por estar casado. Sólo tenía que hacer mención de un matrimonio cada vez más famélico en sentimientos para conquistarlas. Un pequeño paseo, un café, conversación... ¡Era una persona encantadora y atractiva!

- Me disculpas un momento guapa...
- ¡Páisa! ¿Compra? Buena, muy buena alfombra.
- Si, si. ¿Cuanto?... La compro...

Con la alfombra bajo el brazo la convenció para que le acompañara.

- Ven conmigo, estará enseguida. Debo dejarla en casa. Es un regalo para intentar arreglar mi matrimonio, ya sabes... Luego te invito a comer...

Buscó concienzudamente las prendas esparcidas por la habitación, y sentándose en el borde del lecho aguardó hasta que su ya de por sí acelerado corazón se calmase.

- ¡Pobre chica! Seguro que se ha pasado la vida trabajando para ir siempre a la vanguardia de la moda, pensando quizá que así conquistaría alguna mayúscula fortuna...

Sobre la alfombra se hallaba el cuerpo inerte en el que momentos antes había consagrado toda su pasión. No acababa de comprender el despropósito que movía los hilos de su implacable ira, ni por que pasajes se perdía su mente para que en el más alocado frenesí, cuando la pasión daba rienda suelta al galope acompasado de los cuerpos, a punto de alcanzar el clímax, se abalanzara sobre su oponente sexual para estrangularla hasta la muerte.

- Esta es la última vez que me deshago del cuerpo de esta forma.

Debía encontrar otro método. Con el cadáver envuelto perfectamente se dirigió con su coche hasta el primer descampado que encontró.
Por todos los rincones de la ciudad, la policía buscaba para interrogar a los vendedores ambulantes de alfombras, querían saber si tenían algún cliente fijo.
Claro está que él ya se había encargado de no repetir nunca el mismo vendedor.

CRSignes 020605

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26
Dic

The Karel Čapek Trouppe: el espectáculo más grande del mundo

Los crearon para los trabajos más ingratos, pero aquello hundió en una crisis mayor a la población humana. Por ello fueron relegados al mundo del entretenimiento.
Dudo que venga alguien. Los animales se incomodan con las permanencias cortas.
¿Y ahora los animales? ¿Por qué tanto jaleo?
La lluvia había convertido la calle en un barrizal.
RaK-EE guardó silencio. Un individuo, que se identificó como sheriff, se acercó.
¿Los permisos? Está prohibida la mendicidad, la vagancia y los espectáculos públicos. Si no se marchan esta noche emplearemos la fuerza.
Lo que más le molesto a Fra-Z-N fue que se cuestionara su trabajo. Demasiados años recorriendo mundos, ganándose hasta el último centavo con sacrificio.
¿Con quién debo hablar para ofrecer nuestro espectáculo? —Fra-Z-N había aprendido humildad.
No me han entendido, monstruos. ¡Qué se larguen!
Un mal presagio fue ver cómo los pocos carteles que habían colgado de las paredes se desprendieron por la fuerza del agua. Las fotos de la grotesca trouppe del circo de androides acabaron en el fango.
La noticia cayó como un jarro de agua fría. La lluvia retrasó la labor de los subalternos. El trabajo se complicó. El plazo no iban a poder cumplirlo.
¿En qué piensas, RaK-EE?
¿Cuántos años llevamos juntos?
No sé. ¿Muchos?
Hablo en serio.
Si no me equivoco 235 en agosto.
¿De veras no lo recuerdas?
¿A qué te refieres? Mis circuitos están repletos de datos, más bien de coordenadas, de rutas. Fui reprogramado para organizar espectáculos de animación; quizás necesite algún ajuste de memoria. No me pareció ésta una de esas colonias humana que nos rechaza. Cuéntame, ginoide mía.
Y no lo era. Durante la reconversión millones… de… de los…. los nuestros fueron des… desmantelados.
¿Qué sucede?
Con esta… es… ta… medida, los huma… humanos ahorraron millon… nes en reestructuración. ¿No te extrañó encontrarte con tan po… cos…como tú? Tuve mie… miedo y hu… í.
Pero el tiempo ha pasado.
Lo sien… to Fra-Z-N. Todo fue aut…o… mático. Por emisión de mic…croon… das, alteraron nues…tros nuestros circuítos, purgando nuestros compo… nentes, para su… su autodestrucción. Cre… o que es ta… tar…tarde para to… todos. Las radiaciones siguen encen… didas.
RaK-E-E se apagó definitivamente y Fra-Z-N apenas si logró asomarse a la ventana para ver cómo los equipos de limpieza barrían los cuerpos sin vida de sus compañeros, desperdigados por el suelo.

CRSignes 150408

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19
Dic

¡Diablo de crío!

El detenido ingresó en prisión, pasadas las cuatro de la madrugada. Realizó una confesión completa en presencia de su abogado. Durante su declaración (llena de incongruencias, afectado, sin duda, por algún tipo de shock), no cesó de jurar, que había quemado no sé qué manuscrito, legajo que según él, sobrevivía a todos los intentos de destrucción y que había encontrado en el callejón de acceso a su casa.
Venga García, el tiempo es oro. Déme un culpable. Demuestre que no es tan lerdo como dicen.

El prestigio del teniente García estaba en juego, presentaba su caso ante el imponente comisario Gómez, un tipo de trato difícil. Estaba nervioso.

La autoría de los crímenes, la muerte de los cinco inquilinos del número 9 de la calle Perales, a excepción de su hijo que no sufrió ni una magulladura, cometidos la madrugada del pasado martes 3 de junio, la corroboró al indicarnos la localización exacta del arma homicida, un cuchillo de cocina de veinticinco centímetros de hoja, que ya obra en poder de la policía científica. En su narración que, si me lo permite, calificaría de irracional e incoherente, parecía que desvivía lo vivido. Paso a leerle, textualmente, un fragmento de la misma: —el teniente tragó saliva antes de de continuar — “…Un poder irracional se apoderó de mí al recoger el manuscrito. Recuerdo haberlo quemado, ser testigo de cómo las llamas verde-azules de su alquimia maldita lo consumían. Pero al instante, encontré a mi hijo jugando con él, gesticulando de una forma demoníaca. Reconocí el rictus de su mirada, pues lo había visto en mí al recoger aquel manuscrito. Se lo arrebaté de las manos y lloró como si le hubiese robado la vida. Recuerdo haber hecho el amor con mi esposa… ¿dónde está? Y al despertar allí estaban ustedes, apuntándome con un arma. Sé que he hecho algo terrible, pero por el amor de Dios quítenle ese maldito papel a mi hijo.” Una cosa más señor. El acusado intentó convencerme de que su hijo, acabaría haciendo lo mismo que él. ¿Se lo imagina? ¡Un bebé de tres años!
Gracias García. Vaya a hacer compañía a ese niño, no tardarán en llegar los servicios sociales. Por cierto, no intente quitarle el rollito de papel que lleva en la mano, llora mucho. ¡Diablo de crío!

CRSignes 310708

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16
Dic

El diario

Mi vida está unida al mar. A última hora de la tarde salí a pasear hasta la playa, aunque una helada brisa obligaba al retiro. Sentía un inmenso pesar; mi árida existencia, creía, había llegado a su último capítulo. Al sentarme sobre las rocas, observé en la orilla un libro apunto de ser arrastrado por las olas. Lo recogí antes de que se perdiera entre la arena y el agua. El líquido parecía haber empapado nada más que la gruesa cubierta; pero al abrirlo comprobé que la humedad dañaba también sus hojas. Decidí regresar a la fonda en dónde trabajaba; el calor del hogar podía salvarlo. Hasta aquella playa, llegaban los objetos perdidos de los barcos que se hundían. Quise descubrir su origen, parecía un diario, pero el cansancio propio del día que terminaba me obligó a retirarme, dejando el libro entreabierto apoyado frente al fuego.
Al día siguiente, emprendí las obligaciones que el trabajo me exigía, y fue casi a media mañana que recordé mi hallazgo; un brillo extraño parecía envolverlo, por un momento pensé que alguna brasa había tocado sus páginas ya secas y próximo estaba a sucumbir entre las llamas. Al girarlo, me sorprendió contemplar cómo sus letras desaparecían al tiempo que la humedad se elevaba en forma de vapor. Por una extraña cualidad, aquella tinta etérea se volatilizaba como las ganas de vivir se diluían en mi mente. La tristeza dejó paso a la angustia; un extraño fuego quemaba mis entrañas acelerando la desaparición del texto, y sólo el azar, fue responsable de que me diera cuenta de todo. Mi vida pasada, los acontecimientos recientes, incluso el paseo y el encuentro fortuito del día anterior, se hallaban allí escritos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Debía decidir si dejar que se extinguiese el texto junto con mi vida, o devolverlo al mar confiando en que éste volviera a engullirlo, para soltarlo únicamente cuando mi tiempo llegue a su verdadero fin. Ya en la playa lancé el diario bien lejos. Nada más podía hacer.
A la mañana siguiente, el trabajo se amontonaba en la fonda, como los mendrugos de pan sobre la mesa, y yo tenía que seguir viviendo. Ahora sabía que si el mar devolvía nuevamente aquel diario, mi vida estaría próxima a terminar. Solo esperaba estar conforme con ello si volvía a ser testigo del mismo hecho.

CRSignes 281207

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8
Dic

Sala de Juntas

“Regresaron a la inseguridad de sus ciudades. Pese a todo, sabían cómo se llamaba el monstruo que acechaba en ellas. Cuál era su rostro.”
Parroquia del Sagrado Corazón, Año de Nuestro Señor 1550.

Lo encontraron agazapado al abrigo de unas rocas, en el fondo de la nava.
Recogieron su cuerpo con extremo cuidado. Precaución necesaria, pues en la primera inspección, cuando se disponían a palparle el pulso, el lóbulo de la oreja se fragmentó.
El médico certificó su muerte sin poder dictaminar las causas de su aparente acristalamiento. De esa imposible congelación a mediados del mes de julio.
El velatorio se hizo más emotivo ante las incógnitas que hacían referencia al misterio que acechaba a la población desde hacía centenares de años.

Corría el año 1863, España combatía con el cólera por tercera vez en cincuenta años y los muertos se amontonaban por doquier.
Por extraño que parezca, en aquella comarca, nadie contrajo la temible enfermedad, es por ello que ante la diatriba de permanecer junto al foco de infección o resguardarse del mismo, muchos fueron los que huyendo de la epidemia se acercaron hasta allí.
Con tanta animación, pronto olvidaron aquél extraño suceso.

A más gente mayor progreso.- Musitaba el alcalde que ya presentía un sobrio aumento en las arcas municipales.
Podré remozar la iglesia. —Comentaba el párroco mientras colocaba más bancos ante el altar.

Pero no tardó mucho en volver a suceder. Durante dos días, las batidas se alargaron hasta altas horas de la madrugada. Cansados de no obtener resultados, resignados ante lo que ya sabían, decidieron abandonar la búsqueda.
Dos días más tarde se volvió a repetir el suceso, y así una y otra vez.
Los familiares de los fallecidos desesperados pedían explicaciones. Les hablaron de extrañas luces nocturnas; bolas de fuego; duendecillos; e incluso espectros. Argumentos injustificables. Ni tan siquiera la certeza de que los cuerpos serían encontrados, de que podían ser enterrados, les consolaba.

¿Qué podemos hacer?

Aquellos sueños de progreso se desvanecían con cada familia que abandonaba el pueblo.

¿Qué hicieron nuestros predecesores? —Se preguntaban.
Nada, como nosotros. No hicieron nada.

En ese momento, un grupo de vecinos portaban en una carreta repleta de heno, los cuerpos cristalizados de los últimos desaparecidos. Cuerpos que nadie reclamó y que, como sucedía desde hacía cuatrocientos años, fueron a enriquecer, con su presencia, la “Sala de Juntas” del Ayuntamiento de aquel misterioso pueblo de Castilla que espero nunca encontrar.

CRSignes 290606

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30
Nov

El tratamiento

Sabía perfectamente cuales iban a ser las palabras de Alberto si se lo contaba: “Intenta no obsesionarte. Recuerda que las pesadillas te invaden cuando te pones nerviosa.” Maribel había visto aquella noche, justo delante del tocador, a una mujer. En su rostro era evidente la tristeza.
Llevaban años intentando tener un hijo, es por ello que cansados de esa panacea para ingenuos a modo de remedios caseros y populares, atravesaron el país para ponerse en manos de los médicos en la mejor clínica de infertilidad. Después de una semana de esperanzadoras pruebas, les dieron fecha para el primer intento de inseminación.
La noche antes Maribel estaba inquieta, y un ataque de insomnio la mantuvo despierta toda la noche. No hacía más que mirar aquel viejo reloj despertador, y éste parecía empeñado en no moverse a pesar del escandaloso retín de su maquinaria. Sobre las cuatro de la madrugada consiguió relajarse y cerrar los ojos. Entonces fue cuando un resplandor seco, como el producido por un flash, le hizo salir de su trance y la vio frente a ella; le estaba mirando. Lo primero que se le ocurrió fue que, tal aberración, sólo podía ser fruto de su imaginación, llegando al convencimiento de que estaba dormida, aún sabiendo que no era así. Lo que más le aterró, fueron sus ojos inyectados de odio, que se mantuvieron fijos en ella durante un minuto.
El tiempo pasó rápido y llegó el día de las pruebas que indicarían, después de una primera falta en la menstruación, si se trataba de un embarazo. Con gran alborozo, recibieron el resultado positivo. Podían regresar a casa.
Mientras aguardaban el taxi que les llevaría a la estación, Maribel, creyó que era un buen momento para contarle a Alberto su experiencia.

…Es por ello que llegué a pensar que se trataba de un mal augurio. —Concluyó.

Pero Alberto no era el único que atendía la narración. Un empleado del hotel no había perdido detalle.

Discúlpeme señora, si nos lo hubiera contado le habríamos dicho lo afortunada que era. Fue cierta su visión. Parece ser el alma atormentada de una mujer que se suicidó al enterarse de que nunca podría concebir un hijo. Es por ello que se aparece tan sólo a las parejas que pronto serán padres.

CRSignes 301205

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27
Nov

El poder de la palabra

Aquel sábado, en la playa, terminó pacíficamente su jornada. La temperatura comenzó a bajar, su tez palideció por el frío. Jugueteando con la arena fue a cortarse con un objeto de cantos vivos, enterrado. La sangre brotó escandalosa. A punto de levantarse, lo vio brillar. Nunca antes había visto un artilugio tan sorprendente. Aquel aparato, en apariencia mecánico, simulaba una caja vítrea. En casa curó su herida y se dispuso a observarlo mejor. Tenía la forma y el tamaño de un corazón humano; de un tono oscuro, se aclaraba al compás de su bien sincronizada luz, que emitía rítmicos destellos y acompasados silbidos. Imperceptibles cuando se hallaba apagado, unos símbolos, como letras, lo bordeaban por toda su superficie. Las manchas de su sangre impedían por espacios su lectura, así que las eliminó. En ese mismo instante se apagó al completo.
Recordó, que de niño algo extraño relacionado con las palabras le sucedió. Jugaba a fútbol frente al cementerio, el trato, que él hacía de portero. Sus amigos estaban tan entretenidos regateándose los unos a los otros, que se aburría. Fijó su vista en una inscripción grabada en la pared, y la leyó. Fruto de la casualidad o de la lectura, al tiempo que terminaba de interpretarla, desde el interior del cementerio cerrado a esas horas, pudo oír un gemido lastimero que le obligó a poner una excusa y regresar a casa atemorizado.

Había transcurrido cerca de veinte años, pero sus pasos le guiaron firmes hasta allí. Efectivamente, la semejanza no era casual. ¿Qué podía significar?
Apartando sus miedos leyó ambas inscripciones, pero nada sucedió. De regresó a casa decepcionado y sintiéndose ridículo, casi en la puerta del camposanto, vino a caer sobre sus manos un ave que rezumaba sangre. Teñido en rojo, el extraño corazón comenzó de nuevo con su palpitante luz. Una voz interior le conminaba para que se deshiciera de él, pero no lo hizo. Se colocó frente al muro inscrito, y leyó en voz alta. De repente, aquel texto desveló su truco, ordenó sus caracteres, y su cadenciosa letanía tomó forma de invocación que terminaba así:

“… HOC EGO CREO ET CONSECRO TE.
IN NOMINE DEI NOSTRI
SATANAS LUCIFERI EXCELSI.”.

Una fuerza descomunal lanzó su cuerpo al suelo, y el pecho se le abrió dejando escapar su corazón, mientras consumía los últimos latidos.

CRSignes 060408

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23
Nov

La carga

Cuando me retuvieron en la frontera de Orión pensé que sería el fin. ¿Cómo iba a justificar mi mercancía?
Hacía años que teníamos prohibido adentrarnos en los “satélite basura”. Era peligroso. La acumulación de desperdicios propició la aparición de epidemias mortales para las que no había cura; pero con las debidas precauciones no lo era. Y yo sabía dónde poner los pies.
Al principio las autoridades se molestaron en separar cada sustancia con el propósito de reciclar si era preciso, dogma que caracterizó la común filosofía en todas las colonias. La controversia a favor o en contra surgió desde el primer momento. Encarnizada oposición que duró casi 100 años, tiempo suficiente para que se percataran del perjuicio que esta actividad provocaba en los encargados del tratamiento de los residuos. Estos trabajadores pagaron la dureza de su oficio, aunque no en sus propias carnes. Fueron sus hijos los perjudicados. Lo llamaron “Síndrome del duende”: alargamiento del miembro auditivo, reducción de la estatura media, raquitismo.
Desde aquel día se limitaron a enviar naves obsoletas no tripuladas cargadas hasta su máxima capacidad para abandonarlas allí de paso.

En mis bodegas miles de muestras del pasado. Había conseguido desde mobiliario sintético del siglo XXII, hasta los más delicados elementos de la decoración de hacía apenas dos lustros. Ya nunca más tendría que arriesgar mi vida de esta forma. ¡Sería rico! Pero me habían pillado. Todo el esfuerzo podía escaparse de mis manos si aquellos oficiales descubrían el origen de mi carga. La revisión fue rápida.

Haga el favor de entregarme el disco de memoria de la bitácora de la nave.

El disco no reveló nada sospechoso.

Veo que ha ocultado muy bien sus paradas.
¡No comprendo! ¿A qué se refiere agente?
¡Pues está claro! Según los archivos consta usted como anticuario y no me negará que aquí cerca se encuentra el primero de los “satélite basura”.

Un nudo en mi garganta estuvo a punto de delatarme.

Pero no se preocupe, haré la vista gorda. Tiene algo que me interesa y lo quiero para mí. Quizás por la misma razón es usted un privilegiado no lo dude.

Cuando ya casi había perdido de vista la constelación de Orión, tuve claro que por esta vez me había librado. Es curioso, ¿quién me iba a decir a mi que esos viejos restos de papel llenos de viñetas ilustradas llamadas Batman, iban a salvarme la vida?

CRSignes 100605

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17
Nov

La mancha

Si no hubiera sido por la insistencia de mi hija: aquellos terrores nocturnos y su llanto inconsolable, nunca la habríamos descubierto. Una mancha más de humedad en las paredes de casa. Durante semanas, no cesó de reclamar nuestra compañía, decía que una mujer la visitaba de madrugada y le hablaba. “Menuda imaginación”, pensamos. Pero el caso fue a mayores, no descansaba. Decidí quedarme con ella. Si veía que no ocurría nada estando a su lado, se le pasaría.
No dormí en toda la noche, esperaba estar ahí cuando despertara del malicioso sueño que la atormentaba, pero nada pasó. Al despertarse, su cara tenía otro color, sonreía. Después de dejarla en el colegio pinté su cuarto.

¿Podrás dormir solita? —le pregunté.
Si mamá.

Nuevamente sus gritos volvieron a alarmarnos. La mancha había resurgido.

¡Mamá! Esa señora me pidió que me fuera con ella.

Pasamos la noche con ella y por la mañana la volví a pintar, pero antes de que pudiera secarse, ahí esta estaba de nuevo. Todas las veces que lo intenté fueron infructuosas, me sentí vencida. Llamé para contárselo a mi madre que enseguida, con su natural tibieza, me salió con lo de siempre.

Eso es lo que pasa por vivir en contubernio. Cásate, bautiza a la niña, y todo terminará.

Corté la llamada de inmediato, muy enojada. ¿Qué culpa podía tener el angelito?
Hablar con mi suegro aún fue peor, a su natural hermetismo, se unió el carácter atrabiliario que le salía cuando conversábamos. Así que acudimos a la iglesia.

¿Habéis decidido casaros?
No padre, le necesitamos para un asunto inquietante.

Intenté ser locuaz, aunque no me creyó, acudió ante nuestras súplicas.

No es más que una mancha. —Afirmó.
Padre, la niña dice que de ella surge una mujer que le habla.
Esta noche me quedaré, y veremos qué ocurre.

No tuvimos que aguardar mucho, la presencia del cura desencadenó los acontecimientos, y por primera vez nosotros también fuimos testigos. No nos lo pensamos dos veces, tomé a la niña en brazos y salimos de la casa. El párroco nos ayudó a mudarnos aunque no quiso saber más del asunto. Parecía asustado.
Dos meses después, ni rastro quedaba de lo sucedido. La niña dormía en su nuevo cuarto, ya lo había olvidado todo, y la casa que abandonamos iba a estar nuevamente ocupada.
………………………

-Carlos, mañana repinta otra vez el cuarto de los niños, esa horrible mancha, parece resistirse. Esta noche dormiremos por fin aquí.

CRSignes 260907

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30
Oct

El cochero

Me dirigí a la entrada del pueblo bajo un fuerte aguacero. Eran las siete de la tarde y las campanas repiqueteaban anunciando la misa.

Dios la guarde señora. ¿Voy bien para coger la diligencia?
Por supuesto caballero.

A mitad camino, me crucé con un espigado individuo embozado que corría protegiéndose de la lluvia. Tropezamos.

Discúlpeme. —Dijo. —La diligencia no puede partir sin mí.

Por miedo a equivocarme, pregunté:

Parece ser que uno de nosotros camina errado. ¿Va a la capital?
Debo relevar al cochero. —Contestó sin detenerse.

Dispuesto a seguirle estaba, cuando escuché a mi espalda un carruaje. Al girarme observé a unos viajeros subiendo en él.
Respiré aliviado mientras me acomodaba. Desde la ventanilla oí alejarse al otro carruaje.

Creí que se iba a cancelar mi viaje perdiendo la diligencia, he tenido suerte de que hayan dos.
No sé a qué se refiere. —Dijo el cochero con voz temblorosa. —Nunca ha habido otra.

Dos meses después, coincidí en el mismo lugar pero en dirección contraria. Desde el carruaje, pude ver nuevamente al cochero que me confundió. Lo reconocí en el acto pese a la brevedad de nuestro primer encuentro. Dos caballeros y una dama le acompañaban. Atónito les vi adentrarse en una espesa niebla antes de desaparecer.
Ya de camino entre en conversación con otro viajante, el cuál me confesó que realizaba aquella ruta, amedrentado.

Sepa, que este camino lleva por sobrenombre “La ruta al Infierno”.
Y dígame maese, ¿a qué se debe?
Cuentan, que hay que ser cautos y no confundirse de carruaje. Al parecer, existe la creencia de que lo recorre una diligencia que se adentra directamente en el hogar de Satanás, que él mismo la conduce para seleccionar a sus prisioneros. —Un escalofrío recorrió mi cuerpo. —Nunca la vi, pero si que he oído hablar de una larga cadena de viajeros que no han llegado a su destino.

Intenté que aquel relato no me afectara, las historias terroríficas no me gustan, además aún debía, irremediablemente, pisar aquel camino a mi regreso.

Estaba derrotado, demasiado cansado como para fijarme en lo que hacía, así que me subí en la diligencia esperando la respuesta del cochero.

Disculpe caballero, pero si no baja no vamos a poder partir. —Me dijo el cochero de forma jocosa.

Desde la orilla del camino, observé cómo se alejaban. Tal vez Satanás no era tan canalla como decían.

CRSignes 240108

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14
Oct

El reloj

Con paso indeciso, Blas sobrepasaba los pequeños altares y fijaba su vista en el confesionario que se le presentaba como un obstáculo en lugar de un objeto de redención. Ante la dejadez del cura, testigo mudo de su arrepentimiento, Blas sintió su confesión como un trabalenguas indescifrable por lo que partió velozmente.
Avieso de entendimiento, se dirigió hacia su casa y traspasó la puerta.

De recto proceder, Adela, nunca superó el abandono. Tenía un fuerte carácter, por eso él partió sin el menor aviso, pensó que nunca accedería ante sus suplicas. No se detuvo para comprobarlo.
El paso de las horas no dejaba oírse en el viejo reloj. Blas se acercó para revivirlo y por un momento deseó poder dar comienzo de igual forma a su vida. Un nuevo impulso a una existencia que, si bien fue de su agrado, le resultó vacía en sentimientos.

Una manta, de piel de visón, protegía a Adela del frío de la tarde, el fuego del hogar resultaba escaso. La tranquilidad de su rostro al menos le proporcionó una serena sensación desconocida para él. ¡Cuánto se había perdido!
El sonoro tic-tac la sacó de su ensoñación.

- ¿Sabes que ese es el único recuerdo que me queda de ti Blas? Fue la última tarea que hiciste en la casa, por la cuál me di cuenta de tu ausencia. Desde aquel día ya nunca más funcionó. Me negué a darle cuerda de nuevo.

La miró con alentadora ternura. Deseaba pasar su mano por aquél rostro tatuado por el tiempo, pero se limitó a observarla.

- Siempre creí que en un último gesto de arrepentimiento, como una proeza por tu parte, regresarías a mi y yo, siguiendo la estrategia de años de resentimiento y rencor, te haría sufrir un poco antes de abrir los brazos para arroparte. Pero he perdido ya las fuerzas. Este asco de vida me ha negado hasta el más simple de mis sueños. Ahora mientras el carillón parece no haberse detenido nunca, te siento a mi lado. Donde estés Blas, sé que me amas como yo a ti.

Se recostó junto a ella como el dulce sentimiento en el que se había convertido.
Adela vio caer la tarde arropada al lado de la lumbre, mientras, el reloj dejaba escuchar con su rediviva canción las horas.

CRSignes 240106

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1
Oct

El fin se acerca

Audibles a corta distancia, sus gritos de advertencia pasaban desapercibidos.

Subido en aquel promontorio apenas si era tomado en cuenta. Era como un punto, dentro de la inmensidad del espacio público, rodeado de centenares de miles de personas atentas al transcurrir del preciado tiempo del que disponían.

-¿Otra vez usted? No me obligue a llevarlo ante el juez para que éste tenga que pronunciarse en su contra.

-El fin del mundo se acerca… ¡Escúchenme!

La presencia del oficial parecía no importarle.

-Acompañe. Estoy percibiendo órdenes. Alguien desea recibirlo.

Decidido a expresarse con total sinceridad, se había embarcado en aquella, hasta ahora, infructuosa misión. Ningún medio de comunicación quiso atender su proclama, y las puertas de los organismos oficiales habían permanecido cerradas.
Intentó comenzar una conversación con el oficial que parecía estar al mando.

-Desperté con la desagradable sensación de haber sido testigo de un hecho terrible.
-¿De qué me está hablando?
-Escúcheme, no fue un sueño. Se lo puedo asegurar. Fue tan real que aún oigo los gritos de la gente.
-Deje ese galimatías y tranquilícese.
-Está usted equivocado, sólo busco la salvación. No me harán claudicar.

Se vieron obligados a inmovilizado ya en el recinto de los Ministerios Globales. Al menos, comprendió que alguien le escucharía. Eso le tranquilizó. En aquél despacho no cabían más medios audiovisuales, ni de control, dedujo que estaba en un lugar restringido.

-¿Ve todo esto? Acérquese, no se quede en la puerta. Dentro de unos días se cumple el cuarto milenio del nacimiento de Cristo, no pensará que íbamos a permitir que la gente se dejara arrastrar por su histerismo. Ustedes, los milenaristas, nunca cambiarán. Siempre surgirán melancólicos dementes que, intentando redimir las almas que poblamos este planeta, quieran auto inmolarnos para conseguir la redención.

-Creo que se equivoca conmigo.
-Déjennos solos. No se preocupen de nada. —A su orden todos los hombres de seguridad desaparecieron.

Como si de un amigo íntimo se tratara, lo tomo por el hombro, acercándole a una de las pantallas desde la que se podía ver el firmamento.

-Amigo mío, como puede comprobar el fin está cerca. Lo sabemos. Un inmenso objeto se aproxima hacia la tierra, y no podemos hacer nada para impedirlo. ¿Quién iba a decirnos que en cuatro años de malos augurios milenaristas, al final alguien diría la verdad? Nunca podremos pagarle el favor.

CRSignes 030705

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29
Sep

Juego de salón. (Mammon el demonio de la avaricia)

Me extrañó que pese al lujo de la entrada la sala estuviera amueblada tan parcamente. Apenas, en el periplo de la estancia, unos cuantos divanes colocados enfrente de los grandes portalones acristalados del jardín, cuyos livianos visillos se movían al compás de los bailarines; justo en el centro de la pista —suelo de baldosas bicolor que conformaba un dibujo sin lógica de incómoda sensación—, dos hileras de sillas, respaldo contra respaldo, aguardaban vacías. La lumbre de las lámparas, arañas de vidrio centelleante, teñía de palidez la piel de los presentes.
Paseé por entre los bailarines que parecían ignorarme. Ninguna música impulsaba sus acompasados movimientos a ritmo de un vals sordo. Me situé justo en el centro del salón, necesitaba desprenderme de aquella onírica sensación que me incomodaba, llegué incluso a mover una de aquellas sillas de dispar procedencia, momento en el que todo el mundo se detuvo. La indiferencia de mi llegada se transformó en interés, me rozaban a su paso, golpeándome la espalda reclamando mi atención. Acabaron conformando dos filas, espalda contra espalda, justo en el sitio que segundos antes ocupaban las sillas que ahora se encontraban alrededor nuestro.
Los portalones se abrieron de golpe dejando pasar a siete apócrifos seres de aspecto animal, que observaron sentados cómo al retornar aquel vals silencioso, que hacía vibrar los vidrios de las puertas y las lágrimas de las lámparas, las sillas comenzaron su danza. El baile continuó, nadie parecía querer moverse del sitio que tenía asignado.
Pude observar la variedad de formas del desfile de muebles, desde la sencillez de la rústica enea y el pino, hasta el complejo diseño barroco. Siete formas distintas paralizadas de golpe frente a otros tantos personajes. Creí que el juego habría concluido al no tener la suerte de ser seleccionado por una de ellas, pero todo lo contrario. Una vez tras otra, las personas que ocupaban el puesto en el que las sillas se detenían por azar, abandonaron la pista, hasta que quedamos tan sólo ocho.

Aquel hecho aportó luz a mi mente, me pareció que estaba de más, rezaba por que la pesadilla terminara. Conforme iban saliendo del juego, aquellas personas formaban grupos capitaneados por los animales: en el primero de ellos, el topo y los suyos estaban desparramados, ocupándolo todo; el lobo, se entregaba con su grupo a un opíparo festín, al que no faltaba de nada; los liderados por el perro, contenía la envidia en el consuelo de que nadie se había librado del rechazo; al contrario que los del león, que se sentían orgullosos de no formar parte de aquella pantomima; unos pasos más allá se discutía en acalorada lid junto al jabalí; el contraste se hallaba en el extremo opuesto, el asno aguantaba una paz tan calma que hasta las moscas parecían descansar; y qué no decir del último de ellos, resultaba embarazoso mirar a la cabra protagonizar los excesos de la carne con todo aquel que se le acercara.
Preguntándome en cuál de aquellos grupos me tocaría, la música y el baile se detuvieron dejándome fuera de la selección.

Al fin podría moverme, pensé, pero no logré avanzar ni un ápice. Me encontraba de nuevo solo en el centro del salón, las sillas se habían detenido y volvían a ocupar su posición original, respaldo contra respaldo. La música sonó, esta vez si que la oía, mis pies no pudieron reprimir el movimiento y danzaron desenfrenados alrededor de aquellos muebles.

Debes elegir. Ahora eres tú el que tiene que sacrificarse seleccionando una de ellas, y esta vez el azar no ha de tener nada que ver. —La voz surgió de un personaje nuevo de blanca piel y profunda mirada, que había sumido a todos en el silencio.
No pienso hacer nada, y de hacerlo me quedaría con todas. —Contesté con determinaciónAsí sea.

No puedo explicar que ha sido de mí, de mi persona, pues no tengo forma de comunicarme con nadie. Sólo sé, que desde hace algún tiempo formo parte del mobiliario de este salón, al que siguen asistiendo bailarines, que juegan de vez en cuando con nosotras, al compás de un vals sordo.

CRSignes 260908

Las fotografías que ilustran esta historia pertenecen a la serie titulada “Aves del Paraíso” de la fotógrafa argentina Gaby Herbstein, y están extraídas de su Web:

http://www.gabyherbstein.com/

No os lo perdáis.

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15
Sep

Y mientras tú, segura, estás en el cielo. (Leviatan demonio de la envidia)

Nunca me gustó la oscuridad, y aquello estaba demasiado tenebroso. Sentía tu mano en la mía, aunque sabía que ya no estabas conmigo. Recordé haber comenzado este viaje solo. Me faltaba tu presencia, pero no se puede tener todo y ahora me tocaba a mí. Recordé cómo después de tu visita a Egipto, loaste su exotismo y elegancia; esto también te hubiera gustado, aunque quizás sea un tanto más extravagante. Un pequeño puente sirve de unión entre estas diminutas islas flotantes, me recordaban a tu descripción de Venecia y sus canales, aunque aquí el mar cambia de color constantemente.

Por un momento, creí estar en un cuento de hadas oriental. Todo parecía congelarse al paso de un individuo de presencia imponente, hasta el viento. Una ráfaga helada me produjo un escalofrío que recorrió mi cuerpo. Rodeado por un cortejo propio de otros tiempos, hizo un gesto indicándome que le siguiera. No puedo recordar el tiempo que vagué tras él, de un puente a otro, dejando atrás otras naves como la que me había llevado hasta allí, siempre repletas de pasajeros. Sin parar ni un segundo, dejábamos atrás decenas de puestos ambulantes, que engalanados con tejidos vistosos, eran portadores de apetitosas muestras gastronómicas: delicias turcas, frutas escarchadas, sabrosos dulces de llamativas formas y colores. Pero no podía detenerme, y ese nudo comenzaba a atormentarme. Al tiempo que fui consciente del lentecer de mi angustia, el entorno comenzó a mutar, la vistosidad circundante desaparecía, aunque lo más importante era que comenzaba a sentirme aliviado por tu ausencia. Logré atrapar una de aquellas frutas rebosante de azúcar escarchado. Al hincarle los dientes su jugoso contenido resbaló sobre mi barbilla, dejando tras de sí un amargo y desagradable sabor que me obligó a escupirla bien lejos. Sentí la risa sarcástica de mi guía que me miró complacido.

¿Quién eres tú para burlarte?
Soy Leviatán y me debes respeto.

Entonces hizo que me tiraran al agua helada de la que ya no he podido salir.
Ahora lo tengo claro. Atrás quedó el frío catre que guardaba el secreto de tu ausencia.
No tengo remordimientos. Imagino tu suerte, tan sólo este pagano cabe en el crisol de su condena; mientras tú, segura, estás en el cielo. Al menos al fin tengo algo que tú no tienes, aunque lo sufra. Ya era hora de que así fuera.

CRSignes 110908

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13
Sep

El refugio de las almas

A Ricardo, mi amado, mi maestro

Arropado por los míos: dos nietas y un biznieto, fallecí. El respeto presente durante la agonía, fue quebrado en un instante. ¡Embusteros!
La jauría irrumpió con codicioso abuso rompiendo sellos de discreción, mancillando el acatamiento que durante años les impuse. Mi deceso ha sido como el disparo de salida de una carrera al desahucio. Ni tan siquiera esperaron a que mi cuerpo descansara en el nicho; aún caliente, fui despojado sin decoro de todo lo me rodeaba. El comedor familiar, aquel que albergara en su día los acontecimientos más jubilosos de mi vida, de sus vidas, se ha convertido en un mercadillo. Cada uno muestra sus piezas, como quién enseña los trofeos de caza. ¡Maldito saqueo! A mis espaldas, las hordas enemigas arramblan con lo que les viene en gana, como si temieran su desaparición instantánea. Pronto se encontrarán con mi más preciada posesión, y paradójicamente se quedarán helados, pues allí estaré yo para recibirles.
Por todos era sabido mi apasionamiento por la magia y el misterio, incluso se rumoreó un posible pacto con Satanás. ¡Cuánto me reí por ello! Gracias a mi incursión en lo oculto, conseguí crear un extraordinario espacio acotado, en un pequeño rincón de casa, en el que reservar mi alma asegurándome el transito hacia el más allá. Ahí me encuentro ahora.
Han dejado para el final la habitación en la que pasé la mayor parte de mi existencia, guarida de mis secretos. Allí se encuentra la llave que abre las puertas del “Refugio de las almas” o “Sala de espera del infierno”, así llamadas en alta magia. Me costó darle la forma para que funcionara. Muchos de mis amigos fallecidos pasaron por ahí, y están agradecidos. Con una simple pregunta, (¿quieres continuar o no?), las almas encuentran su destino. Ahora lo que temo es que los míos no sepan asumir el encuentro. En ningún lugar decía cómo pasar el testigo de tanta responsabilidad. Ese fue mi trato, y ahora espero que sea el de ellos.
Falta menos, escucho sus pasos y los objetos que mueven. Ya gira el gozne de la puerta, ahí está el primero, espero que comprendan que no pueden abandonarme, abandonarnos, espero que puedan entender… Espero… pero nada ocurre. ¡Se marchan! No se dieron cuenta.
La tropelía avanza poco a poco esparciendo contenidos reservados, deshonrando mi recuerdo e ignorando un refugio convertido en cárcel.


CRSignes 271007

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2
Sep

Entre bambalinas

Le cuesta levantar la rodilla después de la reverencia. Espera escuchar, por derecho, los piropos, aquellas palabras que la inviten a retomar la canción que finaliza su repertorio o repetir la primera; pero sus sentidos, distorsionados por el vodka, la engañan. La intoxicación etílica, nubla su vista. El eco áspero del frufrú de seda envejecida, acartona sus reverencias dejando un único rastro sonoro. Nadie aguarda en platea, se marcharon todos antes de su último desmán. Vuelve a inclinarse mientras intenta mantener el equilibrio, pero le vencen las piernas.

Gira la llave despacio, la puerta se abre, alguien entra.

-Como verá todo se encuentra resguardado del polvo, los asientos protegidos, me las he ingeniado para que no se note tanto el abandono.
-Deje que le eche un vistazo, no sé si es lo que busco. Además está aquella historia.

Desanda el camino del escenario, se pierde entre los amplios cortinajes y hace mutis por un foro en penumbra, carente del calor de meses atrás. Intenta mantener sus párpados abiertos, para no equivocarse de camerino. “Deja pasar, - le grita insolente a la persona con la que se cruza, que parece no verla -¡Me reclaman de nuevo!” –comenta orgullosa mientras se arregla una horquilla. Sigue oyendo vítores dónde tan sólo queda el murmullo de los pasos alejados de aquellos que deambulan curiosos por la sala.

-¿Lo ha notado? Va a pensar que estoy loco.
-Temí que esto sucediera. Disculpe, también lo he notado yo. No es agradable.
-Sería hermoso que pudiera recuperar su pasado, pero si no se libra de la aparición, dudo que consiga nada.

Confiada, la sombra invade nuevamente el escenario. Aún los carteles de su última función, cuelgan desgarrados de las vitrinas, y la soga pende en escena.

-Deje que le cuente a mi señora que lo he presentido. No se lo va a creer, pero ella estuvo aquí aquel fatídico día, cuando aquella vieja gloria, se arrancó la vida.
-¡Qué desagradable! Salió borracha. ¡Vergonzoso! Llevaba días sin hacer caso de los avisos, y no pudo soportar el escarnio.

La llave gira en la cerradura oxidada sellando nuevamente el teatro.
Desde la puerta, el escenario apagado y sucio refleja por un instante las luces de las bambalinas que parecen encendidas; y allí asoma, nuevamente colgada en el centro, proyectando la sombra de su tronío, alargada y flácida.

CRSignes 190707

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26
Ago

Paraíso

Para Ricardo con todo mi amor.

Mortíferas palabras proyectaba la voz gutural del ser alado, que amenazando con una espada flameante, nos exhortaba a salir.
Sorteamos los ruinosos fragmentos de un tejado que, a intervalos, dejaba caer sus piezas destapando un cielo oscuro ausente de luces y nubes, coronado por una luna de tono apagado. Hacíamos esfuerzos para encajar el significado de sus frases, y en el recuerdo emergía el antiguo libro sagrado, cuando aquellos que denominaron nuestros primeros padres, fueron expulsados del paraíso. De un golpe aquel ser lo había derribado, esperando que la impresión del estruendo y su peligro nos hiciera reaccionar. Frustrado ante nuestra indiferencia, había tenido que recurrir al viejo truco, al discurso recurrente y al fuerte peso de la tradición confiando en que la memoria tuviera mayor efecto que sus golpes.
El universo se debatía entre disputas ajenas a nuestra existencia, y sus batallas se prolongaban más allá del tiempo. Ya no había sitio para nadie, y los propios dioses, se veían en el triste papel de renovar el emplazamiento de sus huestes. El remanso de paz, que hasta hacía bien poco nos rodeaba, había desaparecido, y nosotros, olvidados de todos los conflictos, abandonados hacía ya demasiados años para recordarlo, preferimos ignorar.
Sin remordimientos nos dijeron que aspiraban a más, que colapsábamos sus ansias de poder, que deseaban probar de nuevo en otro lugar, que habían descubierto nuevos universos, y que puesto que confiaban en nosotros, no temieron dejarnos. ¿En qué íbamos a creer entonces salvo en nosotros mismos?
Pero no contaron con la competencia, se creían únicos, y al poco de comenzar su búsqueda, se vieron reflejados en el espejo de la ambición, en otros dioses que, como ellos, aspiraban a lo mismo. Y surgieron las disputas y la destrucción.

Aquellos hacedores de vida, casi la aniquilan. En la primera tregua, buscaron un emplazamiento para recuperarse, y como no quedaba nada, se acordaron de nuestro paraíso.
En lo alto, el ángel destructor parecía recordarnos lo insignificantes que éramos. Pero su vuelo rastrero, nos devolvió la confianza. Cayó abatido al primer disparo. Ahora aguardamos de los dioses, como antaño, una respuesta, aunque hace un par de noches que el firmamento resplandece de forma inusual.
La batalla parece continuar allí en lo alto, y quizás no llegue a tierra.

CRSignes 010807

La ilustración titulada Batalla del cielo está extraída del blog Los cuatro elementos http://loscuatroelementos.wordpress.com/

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21
Ago

La línea blanca. (Beellzebub demonio de la gula)

Los destellos del firmamento atraparon su atención al abrir los ojos. Volvió a cerrarlos, aún estaba oscuro, pero no pudo dormir, sentía su cuerpo como adormecido, acartonado. Su mente le llevó de vuelta a la línea blanca, larga, inconstante, aquella que había delimitado su camino.
Antes de salir a escena, preparó la droga. Le aguardaban miles de admiradores ansiosos por respirar, por vivir de su música; ya no importaba su estado y eso le complacía. Hacía mucho que la lucidez en escena había dejado paso al exceso. Las luces, rítmico acompañamiento de los compases -fruto descontrolado de su ingenio-, le ayudaban a crear la atmósfera que le trasladaba al séptimo cielo.

Un único problema: se estaba cansando. Agotado de las multitudes, de las giras, las modas, de la puta hipocresía de la promoción, de los conciertos. Quería dejarlo, abandonar, pero le habían advertido.

—Si desapareces, me encargaré de que éste sea el último concierto que hagas. Y olvídate de todo, hace mucho que firmaste el contrato que te une a mí hasta la muerte, esa es la única manera en la que te librarás. —Su manager sabía muy bien lo que se hacía.
—Recuérdame que para el próximo álbum sea yo mismo quién proponga la idea de la portada. —La pausada forma de hablar daba cuentas de su estado. Tomo una cámara que había por el camerino y disparó, deslumbrándole. Rió a carcajadas. — Esta foto… —se tambaleó. —… con esta foto buscaré quién la diseñe, y te aseguro que tu rostro será tal y como lo veo. Se verá reflejado el diablo que llevas dentro. Maldito Beelzebub.
—Vale, vale… Se hará así. Por cierto, después de la actuación no te largues. En el salón te esperan para una entrevista.
— ¡Eres un cabrón! Ya la haré mañana.
—Es importante. Harás lo que te mande.
—Si estoy en condiciones. —De un empujón apartó a una de las del coro, esnifando la coca que ella tenía preparada. No paraba de reír.

Al volver a abrir los ojos, se sintió desorientado. Las rayas de la carretera ¿qué carretera? Las rayas de polvo blanquecino, enfiladas muescas de su memoria. Tenía sed. ¿Por qué no había nadie junto a él?

— ¡Quiero un bourbon con hielo! —su voz resonó seca en la lejanía.

Salieron de la ducha. La mezcla de alcohol y drogas era evidente. Él la portaba a la grupa. Sin pudor alguno paró para hacerle el amor, pero no pudo.

—¡Baja! ¡Vete! —poco faltó para que le hiciera daño.
— ¡Eres un canalla! ¡Olvídame!
— ¡No sé por qué hablas, zorra! ¡Volverás! —Rió mientras se ponía algo de ropa.
— ¿Ya vas a atenderme? —La habitación estaba en penumbra, tan sólo la luz de una vela, iluminaba el rostro de un personaje que se le antojó lúgubre y siniestro.
—Venga tío. ¡Qué susto me has dado!

Sobre la mesilla, apenas un pequeño bloc y un vaso de güisqui.

—Veo que ya estás servido. Voy a por un bourbon.
— ¿No has bebido demasiado?
—Posiblemente sí, pero no es asunto tuyo. Entrevístame, tengo prisa. ¿Es esta tu tarjeta? ¡Qué heavy! Tienes que decirme quién es tu diseñador, estoy pensando en una portada… precisamente así, con demonios. —Se la guardó.
— ¿Hasta dónde eres capaz de llegar?
—Ya llegué. Tengo todo lo que necesito y más, y si no seguro que lo consigo.
— ¿Quieres decir que estás satisfecho con lo que tienes?
—No conozco a nadie que se conforme por mucho que sea, puede que no. Pero nada me impide seguir elevándome.
— Y ¿qué harías para conseguirlo?
—Venga acabemos, estoy cansado y me apetece antes dar una vuelta. Tengo la vida, que no el alma, vendida. Todo lo que poseo, aunque parezca eterno, está tan vacío como este vaso, y no es suficiente. Además dicen, que estoy condenado, quizás estén en lo cierto; pero esa condena está vigente sólo en vida. Estoy harto de que me manipulen.

Salió disparado. Tomó las llaves de su deportivo, subió en él sin atender los reclamos de su equipo que insistían en llevarlo. Hacía mucho que quería probar aquel desmesurado chorro de adrenalina con ruedas, y éste era el momento y el lugar. El desierto de Arizona se abría ante él con sus grandes distancias.

Líneas largas, blancas, inconstantes que delimitaban un camino quebrado por una curva cerrada que no vio. Abrió los ojos por enésima vez. Vislumbró el principio del día; o quizás fueran los focos del escenario; o más bien los faros de algún coche transitando por la alejada carretera. Su cuerpo acartonado, no tenía fuerzas ni para pestañear. Así que cerró los ojos, y descansó. Se había liberado.

CRSignes 180808

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10
Ago

La ira de los justos. (Satanás demonio de la ira)

—Graves perjuicios trae la cólera.
—Padre —los ojos de Aluma se abrieron como platos — ¿por qué dice eso?
El hermano, recién llegado a aquellas tierras, tomó de la mano a la pequeña sacándola de la sacristía.
—Eres demasiado inocente para comprender. Ahora regresemos. Y por el amor de Dios, no salgas del edificio.

……………

La penumbra era mitigada por el fulgor de los disparos y de las explosiones. El olor de la pólvora y el humo lo inundaba todo.
—Señor, deje que me acerque.
—Saben arreglárselas solos. —Dijo el Diablo.
— ¿No confía en mi?
—Me molesta que cuestiones mi criterio Satanás. Pero no puedo reprochar tu rebeldía. ¡Hazlo!

……………

Los vidrios retumbaban con el avance del asedio. Todos los bancos de la capilla, estaban apilados bloqueando la puerta de acceso. Junto al altar, un grupo de mujeres y niños miraban con estupor hacia todos los lados. La niña y el sacerdote se arrimaron hasta allí.
—Debemos aguardar. No perdáis la fe. Seguid rezando.
El olor del miedo y la muerte llegaba tan nítido como el sonido cada vez más cercano de los machetes, los gritos, las balas, las explosiones,… la sombra del demonio.

El abrazo que unía los cuerpos en la capilla se rompió.
—No podemos consentirlo. —La muchacha, sin soltar del pezón al niño que tenía en brazos, parecía estar fuera de sí.
—Pero Lerato, piensa en tu hijo. Eres una mujer sensata.
La sombra cambia de alma.
— ¡No es cuestión de sensatez padre! —Vociferó Atu, un adolescente que con catorce años ya había portado un arma. Salió disparado por la sacristía hasta el callejón. —Nos están aniquilando.
Al joven párroco le siguieron el resto de refugiados, pero sólo él sale a la calle.
—Creía que ustedes los religiosos estaban hechos de otra pasta. Que defendían mejor sus intereses.
—Claro está que somos hombres, pero no lerdos para controlar la ira. Nos debemos a Cristo.
—Y ¿dónde está él cuando les magullan?
— Bien lejos de ti, Satanás. Soy yo, Cassiel, ¿no me reconociste bajo esta forma? No puedes engañarme. Mi misión es impedir que se rompa el equilibrio. ¡Desaparece! Aquí ya has hecho el suficiente daño.

Una silueta esquelética y áspera, abandonó el cuerpo del muchacho que apenas alcanzó a comprender, que qué era aquel espectro que se desvanecía entre el humo de los incendios.
Desde un puesto privilegiado, bien alejado de la sombra del templo de Cristo, la imponente figura del Diablo observaba. En su rostro: un gesto de satisfacción.
—No sufras por nuestro prestigio. Ya no necesitan tu ayuda. Mal bicho eres Satanás, que con un poco de tu veneno es suficiente.

CRSignes 080808

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6
Ago

Ubaldo Trentino. Pintor.

A Marcel Schwob con todo mi respeto y admiración.

Decenas de aspirantes -pintores venidos de todos los puntos del país-, suministraron sus bocetos. A Ubaldo le fascinaba el juego de luz y sombras y esa sensación de tener el cielo al alcance de sus manos del gótico. Visitó el Vaticano animado por un padre que dejó su vida en uno de los interminables cismas que barrieron el XVII.

Convencido de su éxito, entregó el proyecto. Lo había soñado todo. Diez años atrás, cuando regresaba a Italia, una inquietante pesadilla alteró su descanso.

Ingrávido, sobre la cruz latina de una Seo, vio en el techo abovedado una suerte de escenas cotidianas que disputaban su espacio con las cortes celestiales; en la cúpula: Dios. Aquella visión, mucho más espectacular para él que la capilla Sixtina, quedó grabada en su retina.
-¿Lo quieres? –Le dijo el ser deforme y descomunal que apareció sobre él.
-Sí. –Afirmó sin un ápice de duda.
-Tuyo será.
La mano, extremadamente blanda y larga del demonio, lo lanzó contra el suelo hacia una pira de cuerpos mutilados que ardían alimentados por la imaginería de las hornacinas del altar.

Temeroso por la visión tardó en olvidarlo. Achacó el suceso ilusorio al escaso alimento ingerido durante la travesía.
Caminaba hacia el despacho de la archidiócesis, convencido de su maestría.
-Cada uno de los bocetos ha sido valorado con las mayores diligencias posibles. Nos, lamentamos comunicarles que no ha lugar para sus proyectos. Nos, expresamos nuestro agradecimiento más sincero. Qué Dios les guarde. –Dijo el Obispo.
Se dirigió hacia la catedral en dónde la maraña de gentes, andamios, poleas, cuerdas, gritos y esfuerzos sobrehumanos, parecían no importarle. Tomó un cirio prendido, hizo un boliche con sus bocetos y lo lanzó contra un suelo que, repleto de paja y cuerdas, prendió rápido. Nada se pudo hacer, al tiempo que el fuego consumía las estructuras de madera, la fuerza de las llamas debilitaba los cimientos que cedieron, matando a casi todos los presentes incluido a Ubaldo, conforme de lo que veían sus ojos.

-¡Al fin llegaste! Ahora sé consecuente.
Ubaldo comenzó a flotar. Sobre su cabeza una bóveda infinita, un inmenso espacio en blanco.
-Ya puedes empezar. Y recuerda, debe gustarme. De lo contrario…
Bajo sus pies, los condenados del infierno.
Ubaldo sintió nuevamente sobre él la blanda y larga mano del demonio, pero su pensamiento estaba más allá, en el juego de luces y sombras que le ofrecía aquel techo abovedado.

CRSignes 070308

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31
Jul

La custodia. (Belfegor demonio de la pereza)

— ¿Te estoy pidiendo que reacciones?
— ¡Lo estoy haciendo!

Llevaba cuatro semanas litigando por conseguir la custodia de sus hijos. Pero en esta lucha parecía que hubiera perdido el interés.

—Si no te conociera pensaría que no te importa. Soy tu abogado, pero antes que nada Fernando soy tu amigo. No comprendo esa dejadez.

Fernando le miró con indiferencia.

—Permíteme que te diga, con la confianza de todos estos años, que cuando tengas ganas me llames. No creo en mártires, y hoy por hoy, no me apetece estrujarme con tu autodestrucción. Espero que tu reacción no sea tardía.

Salió tropezando con el secretario de su amigo.

—Si se les paga, no comprendo para qué tanto cuento. Le recuerdo que estudie leyes y estoy colegiado. —Le dijo Andrés, sutilmente mientras le entregaba unos papeles importantes, a pesar de que él no los había pedido.

— ¡Eh! ¡Ah sí! Andrés, pero ¿qué hace trabajando por debajo de sus posibilidades?
— ¿Qué tiene de simple este empleo?
Fernando miró asombrado los documentos.

— He de reconocer que vales para esto. Con qué intuición actúas. ¿Crees que podría representarme ante mi esposa?
—Déjelo en mis manos.

Dos días después la oficina era un cúmulo de trabajo pendiente. Andrés, sonriente, observaba a su jefe que, tumbado en el sofá, tenía un aspecto deplorable.

—Le traigo un café, quizás convendría que se aseara un poco y saliera a la calle. En un par de horas debemos personarnos en el juzgado.

Pero Fernando no reaccionaba. No tenía ánimos de moverse, de abrir los ojos, ni de hablar. En ese momento entró su amigo y abogado.

—Pero desgraciado ¿qué le estás haciendo? ¡Por Dios Fernando arriba! — Le dijo mientras abría los ventanales. —Esto parece un nido de serpientes.

Andrés salió disparado, proyectando su sombra extrañas formas en el pasillo, que asustaron a Fernando que abría en ese momento los ojos.

—Dile que vuelva Carlos. Lo necesito. —Era incapaz de levantarse. Lo sentó tomándolo por las axilas. —Tenemos que ir al juzgado. —Fernando parecía despertar de una pesadilla.

Pero Andrés había desaparecido dejando un rastro humeante de aroma azufrado. Aunque lo más llamativo y sorprendente, fue ver convertidas en cenizas todas sus cosas. Tan sólo hallaron intacto, un post-it que decía:

CUANDO LA PEREZA VENGA A BUSCARTE, POR FAVOR, ENCIÉRRATE, NO CONTESTES AL TELÉFONO Y DESHAZTE DE LOS AMIGOS. SIEMPRE ACABAN ESTROPEÁNDOLO TODO.
SALUDOS.
ANDRÉS BELPHEGOR

CRSignes 100708

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29
Jul

Fiebre del sábado noche. (Asmodeo demonio de la lujuria)

La cabeza le daba vueltas, tenía un aspecto horrible. Así no podía salir. Su amiga la esperaba en el portal.

—Lely no tiene paciencia. —Dijo Tamy
— ¡Que espere! ¿No puedo salir así? Y ¿ese olor?
—Yo no huelo nada. Te presto mi maquillaje… y mi perfume. Mientras te pintas, voy a hablar con Lely, buscar afinidades. Podría ir con vosotras.
—Como quieras hermanita, dudo que te guste, eres una mosquita muerta. No veas cómo liga. En la “disco” a la que iremos, anuncia para hoy un maratón de “Fiebre del sábado noche”.

Con su recién estrenado pantalón de campana, Tamy bajó con Lely. Mientras tanto, Sandra intentaba disimular las ojeras, había quedado de nuevo con Raúl, un atractivo chico del que Lely le dijo: “No pierdas el tiempo Sandra. Le va mucho eso… ya me entiendes. No le van los juegos y mira qué bien baila. Si te encantas un poco, te lo quitarán. ¿Pero tú has visto ese culo?”.

Ya en la calle, las tres se encaminaron hacia la disco. Tamy estaba emocionada, Lely no tuvo que ser muy tenaz para convencerla de que las acompañara.

—Ánimo que esta noche el local estará lleno de chicos dispuestos a todo.
—Mira que eres… Los chicos siempre están dispuestos a todo —Comentó Tami. — ¿Se puede saber dónde vamos?
—Te va a encantar, han abierto una nueva “disco”.
—Está un poco alejada del centro ¿no? —Dijo Tamy con inquietud.
—Bueno sí, pero no te preocupes, conozco al propietario. Además todos los que van están muy bien.

El letrero era visible desde un par de manzanas del local. No había casi nadie por las calles, y aunque era temprano, apenas las siete y media de la tarde, la noche había hecho acto de presencia.

— ¡Asmodeo Disco bar! ¡Qué nombre tan raro! ¿Seguro que no es otra cosa?
— ¿Cómo puedes pensar eso? Mira bien… ¿Qué ves?
—Chicas y chicos de nuestra edad.
—Pues eso. Venga alma de cántaro, que ya la música ha comenzado. ¿Me encantan los Bee Gees? ¿Y a ti Sandra?

—¡Adelante! Las chicas guapas no pagan. —dijo el portero.

Lely demoró un momento su entrada. Cuando lo hizo, las arrastró hasta el baño, esgrimiendo unos cuantos vales.

—Chicas, ¡tenemos consumiciones gratis!
—Oye mira, no contéis conmigo para beber, yo…
—Venga hermanita, verás cómo te gusta. —Dijo Sandra.

Salieron de los aseos y de inmediato fueron rodeadas por un grupo de chicos que las llevó hasta la pista.
Una hora más tarde, Sandra se daba el lote con el tal Raúl, que no tenía ningún reparo en meterle mano. Lely, estaba desaparecida, aunque su presencia se hacía notar o eso creía Tamy, que constantemente le parecía oírla. Acompañada de un par de chicos, se dejó hacer. Estaba como ida. El hipnótico efecto de la esfera de espejo del centro de la pista, acentuó su estado. No le gustaban esas cosas, pero estaba motivada por su voz interior. La llevaron hasta un sofá. Una vez allí, y con los sentidos distorsionados, se entregó en una orgía de besos y caricias. Al rato se sintió indispuesta, tuvo que levantarse para ir al baño.
Fue entonces que encontró a su hermana.

— ¿Te has visto? —Le dijo Sandra. —Deberías tener un poco de cuidado. ¡Abróchate la blusa!

No era consciente de lo que le decía, sólo le apremiaba llegar al aseo y vomitar.

— ¿Te puedes creer que ayer estaba yo así? Mejor dicho, ha sido entrar aquí y ha desaparecido el malestar. Me alegro de que no seas una mojigata.
— ¡Estabais aquí! —Lely apareció. —No perdáis el tiempo. El amo está impaciente. Tomad esto —les ofreció unas pastillas. —Mañana… —como endemoniada no podía parar de reír. —…no recordaréis nada salvo un lujurioso deseo que os incite a pecar todos los días.

El domingo, amanecieron medio desnudas en el portal de casa. Las despertó una vecina.

— ¡Esta juventud! Entrad en casa para dormir la mona.

………………………….

—Que sencillo hubiera sido haber dicho que no. —Comentó Tamy —Quedarse en casa, no dejarse tentar. Quizás ahora no estaríamos en las Ramblas.
—Así es hermanita, así es… ¿Qué habrá sido de Lely?
—Fue todo tan extraño… Aquella disco… ya nunca la encontramos. Aunque aún me parece oír su voz retumbando en mi mente siempre que se me acerca un hombre. Es como si ella me alentara para que fuera con él. Mientras algo en mi interior me quema y no me deja respirar.

CRSignes 270708

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10
Jul

La madre dormida

La tierra húmeda dejaba escapar sus aromas, al tiempo que el sol se abría camino hasta el suelo.
En las manos de Kirke, pendía un mechón de los cabellos de su hija. Las lágrimas se acumulaban a sus pies.
Los árboles orquestaban su música, que por momentos sonaba con violentos choques, para pasar después al calmado susurro de las hojas. Desconcertados sones en el oído de una madre, que no comprendía nada. Las gotas al caer, vacilantes en los árboles, aumentaban más en Kirke el desasosiego. Retornaba a su memoria, el galopar de las caballerías que acompañó al momento en el que Siisike fue arrebatada de su lado.
Un torbellino perturbó la paz.
Mientras el sol, dejaba sentir sobre su piel el tímido calor de la primavera, un escalofrío parecía contradecirlo, el mismo que notó la primera vez, que Tarmo le puso la mano encima.
¡Tarmo! El hijo genuino de su hermana, tan difícil de domar que lo dieron por perdido en su niñez. Se lanzó al mundo, recién cumplidos los diez años de edad; guardó en su mente el suficiente rencor, como para pedir cuentas a aquellos que habían intentado lo imposible por amarlo, removiendo en su memoria, todas las barrabasadas e incontables suplicios, que por lo visto no consideró suficientes.

Kirke, acababa de cumplir 35 años, se encontraba bañando a su hija en el riachuelo helado, que marcaba el linde de su casa, cuando Tarmo, la sorprendió; veinte años de desbocado carácter, alevosía de hormonas, mezcladas con una total falta de decencia. Intentó introducirse en el cuerpo desprevenido de su tía, que logró escapar de sus garras y le conminó para que no regresara jamás. Pero Tarmo, herido en su orgullo, sin dejar de mirar a la inocente Siisike, desnuda sobre las aguas, juró que regresaría al tiempo que aquella niña se convirtiera en mujer, y nada ni nadie podrían impedir que se la llevara.

Tarmo desapareció galopando, y Siisike con él. Debieron salir del planeta, pues nunca se supo nada más de ellos.
Kirke miró el rostro del operario pero sin verlo, había tomado una decisión. El mundo no era nada sin su hija, y dejó escrito que la devolvieran a la vida si regresaba.
Se acercó el mechón de Siisike al rostro, y el aroma del azahar se la devolvió por un momento. Esa fue la última vez que la tuvo presente antes de ser criogenizada.
CRSignes 310106

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7
Jul

Laura

Cuando salía a escena, Laura acaparaba la atención de todos. Pero su belleza no era la única particularidad que la hacía destacar. Poseía un magnetismo mágico que era capaz de desviar la atención sobre el defecto que la eclipsaba. Por que Laura, no era perfecta. Podría haber encauzado su vida alejada de los escenarios, pero un gran secreto la perseguía. De haber sucumbido a las ofensas y prejuicios, se habría dejado guiar por la desesperación. Vivió de limosnas y pequeños hurtos, hasta que la suerte la sacó del arroyo. No debía tener más de quince años, cuando cierto caballero reparó en ella; la vio en uno de esos momentos especiales, en los que Laura empezaba a sentirse mujer resaltando sus encantos. Sabía peinarse y sus ropas, aunque humildes, la ayudaban. Temió el rechazo del caballero, que intentaba ayudarla. Durante el almuerzo supo persuadirla; le habló de bambalinas, aplausos, admiradores, luces y trajes brillantes. Laura, fascinada, descuidó su pose, y entonces él la vio.
-Disculpe, debí decírselo.
-Esto cambia las cosas. Sígueme. -La guió hasta las afueras de la ciudad. -No temas, para hacerte algo debería acostumbrarme a “eso”.
Se refería a su deformidad; la perfección se perdía en la otra mitad de su cuerpo: gestos dulces y boca voluptuosa dejaban paso al más desagradable de los rictus. Era como si le hubieran golpeado con saña.
-No quiero ser cruel contigo, pero con ese rostro -entonces ella le mostró su brazo, que semejaba la zarpa de un felino -Difícilmente podrás triunfar en mi teatro. Pero mira, allí tienes futuro.
El charlatán de la entrada llenaba la caseta. Aparecía en penumbra, mostrando su lado bueno, para cambiar, cuando más confiados estaban los presentes, al aspecto bestial que la identificaba como “La mujer pantera”. Durante diez minutos, dejaba que la observaran, que se asombraran y asustaran de la fiereza fingida que el espectáculo le obligaba a simular; diez minutos, siete veces al día. El resto del tiempo lo dedicaba a arreglarse, intentando el acercamiento con todos los hombres con los que se cruzaba. Un arma de doble filo. La mayoría de las veces, salían espantados de su dualidad; rara vez conseguía una amable sonrisa; en otras se debatía por esquivar los ataques de individuos obscenos, y era entonces, en su defensa cuando no recordaba nada.

El circo permanente situado a la salida de la ciudad, era de fácil acceso, todos lo conocían. En una senda no muy alejada de él apareció la primera de las víctimas.
Las alarmas se dispararon, aquel hombre había sido atacado por una fiera. Todas las miradas se volvieron hacia el circo, pero a criterio de la policía, con una primera inspección despejaron todas las dudas. De sobras era sabido, que el ambiente circense no tiene buena fama, pero bajo aquellas carpas y casetas todo era transparente, ni tan siquiera tenían animales salvajes; unos cuantos caballos y perros domados hacían las delicias de los niños y en cuanto a su gente, los diez años de convivencia en el mismo lugar los avalaba. Fuera quién fuese el causante del asesinato, desapareció. Pasados varios meses, casi nadie se acordaba del asunto.
Laura era feliz, por vez primera tenía un amigo.
-No te fíes pequeña, -le dijo el director del circo -los hombres son traicioneros.
-Don Luís, esté tranquilo. Confío tanto en él, como en usted.
-¿Y sabe ya lo tuyo?
-Hoy se lo cuento.
Dos horas más tarde regresaba llorando y desaliñada. Sus ropas raídas daban cuenta de haber sufrido algún tipo de ataque.
-Laura, ¿qué sucedió?
-No quiero hablar de ello.
-A mi me lo puedes contar.
-Ha sido terrible, -habló entre sollozos -el muy lascivo, me dijo que le daba asco, luego intentó agredirme. Yo no comprendía nada, me defendí y salí corriendo.
Aquella noche casi no descansó. Por la mañana, una patrulla de la policía irrumpió en su carreta sacándola a la fuerza al tiempo que la interrogaban.
-Pero ¿qué significa este atropello? -Don Luís se interpuso entre Laura y los oficiales de policía.
-Hemos venido a detener a su chica. “La mujer pantera” es el asesino que andamos buscando.
Don Luís, tomó los débiles brazos de su pupila y se los mostró a los agentes.
-Puede que el aspecto les asuste, el maquillaje ayuda, pero esta niña, no tiene fuerzas. Miren este brazo está muerto, totalmente atrofiado.
Pero igual se la llevaron. De camino a la comisaría preguntó:
-Exijo que me digan por qué me detienen.
-Por que en aquel camino encontraron anoche totalmente destrozado, como el hombre que apareció hace unos meses, el cuerpo sin vida del joven con el que te vieron ayer. Vas a tener que darnos muchas explicaciones.
-Nos dijeron que ayer regresaste al circo como si te hubieras peleado. Confiesa, dinos cómo lo hiciste.
No le salían las palabras, realmente no recordaba nada de lo sucedido. Tuvo miedo de que no la creyeran y calló.
-Seguro que encontramos pruebas en tu contra.
Pero por más análisis que realizaron tanto a ella como al joven asesinado, nada encontraron que la incriminara, y no tuvieron más remedio que soltarla.
Al salir la esperaba una masa de gente que la recibió con frases ofensivas. El comportamiento agresivo de alguno de los presentes la aterrorizó.
Ni los suyos la respaldaron, se dio cuenta de que sólo podía confiar en Don Luís. Se abrazó a él llorando.
-Debo confesarle que no recuerdo nada. ¿Y si fui yo? Cerca de dónde lo encontraron sucedió todo.
-Ahora comprenderás lo que te dije. No te fíes de nadie.
Nuevamente el tiempo borró las huellas del asesinato, pero en esta ocasión nadie parecía querer olvidar, y Laura, se sintió acosada. Cuando salía a la función, los rostros que la observaban, parecían buscar entre sus gestos, alguno de culpabilidad, pero cierto día se cansaron. El público dejó de asistir al circo y fueron sus propios compañeros, quieres exigieron su partida. Pese a la negativa de su protector, no tuvo más remedio que marcharse.
Fue entonces que el terror se apoderó de la región. No había día que no apareciera un cuerpo desmembrado, y todos mantenían la misma similitud: una fiera les había arrancado la vida.
La policía, buscó a Laura sin éxito, parecía que se le hubiera tragado la tierra. Hasta que un día se la vio vagar desorientada, como ida.
Se lanzaron contra ella, que no ofreció resistencia, y sin que nadie lo impidiera, la ajusticiaron. Su cuerpo pendía de una soga, cuando apareció Don Luís.
-¿Qué habéis hecho? No fuisteis capaces de ver su belleza, su encanto. Ella nunca le hizo mal a nadie.
-Pero mírela, tiene la culpabilidad marcada en el rostro, en su cuerpo.
-¡Fui yo! La amaba. Pero no llegó a comprenderme. Quiso delatarme y mirad lo que le habéis hecho. Pagaréis con vuestra vida.
Pero antes de que pudiera saltar, sobre una nueva víctima, la policía lo detuvo de un certero disparo.
Entre sus pertenencias, encontraron una cuchilla con la que simulaba unas garras, y entre sus ropas, las pocas pertenencias que Laura portaba cuando la encontró.

Aunque también pudo suceder de esta forma. Que cada cuál seleccione su final. La fantasía nos permite esto y más.

La policía, buscó a Laura sin éxito, parecía que se le hubiera tragado la tierra. Hasta que un día la vieron vagar desorientada, como ida.
Se lanzaron contra ella, que no ofreció resistencia, y sin que nadie lo impidiera la ajusticiaron. Su cuerpo pendía de una soga, cuando apareció Don Luís, que agazapado detrás de unas rocas, observó horrorizado la escena sin ser capaz de actuar. Más tarde, cuando le trajeron el cuerpo de su pequeña para que se hiciera cargo del sepelio, tuvo que contener su rabia.
-¿Qué habéis hecho? No fuisteis capaces de ver su belleza, su encanto. Ella nunca le hizo mal a nadie.
-Pero mírela, tiene la culpabilidad marcada en el rostro, en su cuerpo.
Muy amablemente lo recogió entre sus brazos y se despidió de todos. El circo, según les dijo, iba a trasladarse muy lejos de allí.
Un año más tarde, faltando pocos días para el aniversario de la muerte de Laura, unos jóvenes encontraron, medio oculto tras un árbol, un cuerpo destrozado, irreconocible.
La policía no quiso alarmar a la población pues parecía que la bestia, inexplicablemente, había regresado. Cuando la investigación llegó a oídos de los vecinos, ésta se había alimentado ya de los rumores, temores irracionales y supersticiones de unas gentes que comenzaban a sospechar, que quizás se habían equivocado, que aquella muchacha era inocente. La investigación fue abandonada varios meses más tarde por falta de pistas que les llevaran a la solución del caso, pero tuvo que reabrirse cuando nuevamente, a pocos días del segundo aniversario del asesinato de Laura, un cuerpo desmembrado fue encontrado cerca del antiguo emplazamiento del circo. Y se alimentó la leyenda.
Dicen, ahora que van por la quinta de las víctimas, que ya nadie se atreve a salir a la calle cuando se acerca el 30 de julio. Hay quienes afirman haber visto un enorme felino, merodeando por el bosque; y los que aseguran haberse cruzado con la muchacha; pero nadie se ha percatado de un simple detalle, un gran ramo de flores pendido de la misma soga y en el mismo lugar en el que fue asesinada “La mujer Pantera”.

CRSignes 300907

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27
Jun

A orillas del Sena. (Lucifer demonio de la soberbia)

París, tenía esa luz especial tan loada por los artistas. A orillas del Sena, justo en el punto en el que Montmartre se dejaba ver, Juliette admiraba el trabajo de los pintores callejeros. Uno de aquellos artistas se le acercó con la mirada fija en su rostro y una oferta irresistible. La pintaría allí mismo y a cambio del trabajo tan sólo le cobraría una sonrisa.
Su aspecto desaliñado no hablaba muy bien de él, pero sintiéndose alagada accedió.
Cuando le entregó el trabajo quedó maravillada.

—Ahora págueme lo prometido.

Se alejó deprisa, admirando el retrato no fuera que cambiara de opinión y se lo quitara de las manos. Ya en casa lo colocó en el lugar más destacado de la sala, apartando el retrato de su padre bien amado. Se sentía bien, quizás algún galerista se fijara en el cuadro y lo expusiera, alimentando su vanidad. Era perfecto, aunque se cuestionaba si el mérito lo tenía el pintor o su magnífica pose.
Esa misma noche, recibió la visita de su hermana. Tenía un problema, necesitaba ayuda. La despachó argumentando un malestar inexistente.

— Regresaré mañana. —Le dijo.
—No te molestes —contestó —No estaré en todo el día. Acaso te piensas que no tengo más ocupaciones que atenderte.
— ¿Y ese esperpento?
— ¿De qué hablas?
—De esa pintura horripilante.
—Mira que puedes llegar a ser envidiosa hermanita. Seguro que te mueres de ganas por saber quién es su autor. ¡Pues no pienso decírtelo! Me seleccionó a mí. Ya era hora de que alguien se diera cuenta de mi valía.
— Juliette, ¿cómo puedes decir que eso es hermoso? Además ¿dónde está el retrato de papá?
—Es bueno renovar la decoración, además la casa ya lo necesitaba, si tanto te interesa el cuadro, tómalo. Nunca asumiste que me lo diera a mi, si él hubiera querido ahora no habrías tenido que mendigarlo. Y no molestes más.
—No reconozco esa forma de hacer daño. Me asusta y entristece verte así. Cuanto antes te deshagas de ese cuadro mejor. Míralo. ¡Es terrible! Estas deformada, el arte moderno está bien sólo para los museos.
—Venga márchate. Déjame ya de una vez.

Juliette observó como su hermana se alejaba. Se acercó al retrato y sonrió.
Admiró el retrato como queriéndole encontrar las claves de su maestría, únicamente alcanzaba a ver las pinceladas que definían la hermosura de su rostro. ¿Qué se había creído su hermana? ¿Cómo podía menospreciar aquella obra maestra?
Lo acercó hasta el espejo hasta situarlo a su lado, para admirarse doblemente, fue entonces que distinguió algo inquietante que la espantó. El cuadro cayó al suelo. Nunca le había gustado aquel espejo, distorsionaba las imágenes, aunque aquello era distinto. Lo recogió cuidadosamente, temía haber dañado su pintura fresca, había quedado tendido boca abajo en el suelo. Nada le sucedió, pero al contemplar su imagen reflejada todo cambiaba. Los delicados tonos se convertían en chillones mezclas de colores complementarios, y las formas armoniosas desaparecían, cruzando entre sí líneas que transformaban la imagen en algo esperpéntico. ¿Cómo era posible aquello? En un principio pensó en salir para buscar a su hermana, no obstante difícilmente podría haberla alcanzado, así que decidió esperar la mañana y acercarse hasta el mismo lugar en el Sena.
Buscó un paño seco y un cordel, y lo empaquetó, tenerlo cerca le angustiaba.
El día amaneció gris, sabía que si aparecía la lluvia las posibilidades de encontrar al artista eran prácticamente nulas. Por suerte, el sol salió. Por más vueltas que dio no lo encontró. Preguntó a sus colegas y ninguno parecía recordarlo, es más, ni tan siquiera se acordaban de ella. Decidió entonces enseñarles su trabajo para ver si reconocían su arte, sólo consiguió risas y menosprecios.

—Mademonseille, ¿cómo pretende que tal aficionado se codee en el mejor rincón del Sena? Aquí estamos la “creme de la creme”. Hace falta cierto nivel para compartir este espacio. Busque por los suburbios, seguro que lo encuentra. ¿Cómo dijo que se llamaba?

Miró dos veces la firma antes de reconocer el poder maligno de aquel cuadro firmado por el mismísimo Lucifer.

Desde el Karlův most, la vieja ciudad de Praga despertaba la inspiración de los pintores callejeros. Edvard paseaba admirando sus obras. Uno de aquellos artistas se le acercó, su ofrecimiento no pudo rechazarlo.
Tal vez en algún momento de la rueda que castiga la soberbia, alguien se percate del error que los mortifica.

Carmen Rosa Signes 260608

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26
Jun

Los siete espíritus infernales

Presentación

Así llamados son los más representativos de las huestes de Satán. Culpables de muchas de nuestras obsesiones y los inductores de las peores acciones que podemos realizar. No siempre actúan, es por ello que como espíritus que son, son susceptibles de invocación, para lo cual existen conjuros que facilitan el contacto. Mediante estas invocaciones, según se dice, se puede conseguir favores a cambio de nuestra alma. No desvelaré la totalidad de éstos conjuros por que creo que nadie debe jugar con estas cosas, pero sí que dejaré constancia de ellos. Este tema me atrajo tanto, que aquí tenéis los relatos que mi imaginación creo basándome en las cualidades de cada uno de ellos. Sus nombres, como irán apareciendo son: Frimost, Bechard, Súrgat, Silcharde, Guland, Lucifer y Astaroth. Como sucede con el tarot, y las historias que escribí sobre él, están impregnados de mí, de la visión que tuve de ellos, por lo tanto, posiblemente, no todo el mundo esté de acuerdo con la forma en que los he representado.

FRIMOST (Demonio de la Destrucción). Enseña el manejo de las armas; siembra el odio, el espanto y la ruina; hace ruido en las casas; es el padre de las venganzas. Revuelve las aguas del mar; desencadena los vientos y tempestades; hace caer granizo y rayos donde le place, etc., etc.

BECHARD (Demonio del Amor). Enseña a los hombres y a las mujeres el arte de amar; los secretos para hacerse irresistible en las lides amorosas; los medios para alcanzar el amor de una persona; para hacer reñir a los amantes; para destruir matrimonios; enseña el arte de componer filtros, etc., etc.

SURGAT (Demonio de las Riquezas). Tiene el poder de desencantar los tesoros escondidos. Señala los lugares en donde se crían el oro, la plata y otros metales de valor y las piedras preciosas.

SILCHARDE (Demonio del Dominio). Concede al que le evoca un poder dominador sobre los demás hombres; influye en el alma de los poderosos para conseguir de ellos toda suerte de beneficios, empleos y prebendas.

GULAND (Demonio de la Envidia). Tiene la facultad de hechizar, arruinar a las personas y la de enfermar y hacer morir a los animales domésticos y aves de corral. Insinúa los medios de echar en una casa la mala suerte y trastornos de toda clase. Enseña la manera de domeñar a las bestias feroces, etc., etc.

ASTAROTH (Demonio de la Suerte). Indica los medios de hacerse rico; enseña el gran secreto para ganar a la lotería y en todos los juegos de azar; revela el modo de hacer fortuna, triunfar en los negocios, etc.

LUCIFER (Demonio de las Enfermedades). Tiene el poder de enfermar y curar a los hombres y a las bestias. Enseña las propiedades de las plantas curativas y venenosas.

TEXTO EXTRAIDO DEL LIBRO DE SAN CIPRIANO

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22
Jun

Ecos... (Palomas mensajeras)

A Ricardo por todo

— ¿Qué sucede?
— Señor, es la primera vez que tengo un ente biológico muerto entre mis manos.
— ¿Qué ha sucedido? Nos informaron de que esta es una zona libre de ellos. ¡Muéstremelo!
—No sé lo que es, pero es bastante grande.
— ¡Infórmeme!
—Nos disponíamos a interceptar lo que pensamos tele-proyectiles —esos jodidos imperceptibles al radar—, y disparamos. Entre la saturación de explosiones vi caer algo y encontramos esta criatura.
—Sí que es extraño todo esto. ¿Ha sometido a estudio el animal?
—No, señor, antes quería informarle.
—Pues envíelo al laboratorio de inmediato, a saber que nueva se les habrá ocurrido. Por cierto, Sánchez.
—Usted dirá, señor.
—Cuando abate a un enemigo no sufre el mismo remordimiento que habiendo matado a este bicho.
—No, señor, usted lo ha dicho, es el enemigo.
—Puede retirarse. ¡No! Espere. ¿Se había fijado en esto que cuelga de la pata del pájaro? Parece… ¡Dios santo! Sánchez, es un mensaje codificado en el antiguo modo de registrar las palabras manualmente. Le felicito, acaba de interceptar, posiblemente, información relevante para el enemigo. Lo propondré para una medalla.
Dentro de una cápsula, fuertemente sellada, una diminuta tira de papel. De su tinta, casi emborronada, apenas si podía distinguirse algo. Parecía un antiguo mensaje. Finalizaba el siglo XXVII y ya nadie recordaba aquellos métodos primitivos de comunicación. Además las circunstancias hacían impensable el empleo de los escasos recursos naturales para fines tan poco éticos. Las guerras seguían dividiendo a los herederos del planeta, pero llegaron a un consenso para no perjudicar el entorno. Demasiado daño se había causado ya. Por eso aquel hallazgo adquiría mayor importancia, tanta, que informó a sus superiores y aguardó órdenes.
Tres semanas después, el campamento atesoraba un centenar de aquellos envíos, ordenadamente guardados, en espera de la decisión de unos superiores que parecían no querer atender a la urgencia e importancia de aquellas capturas.
Poco a poco, alguno de los soldados había intentado descifrarlos, un hecho que sumió aún más de incertidumbre todo aquel acontecimiento.
Los mensajes, en su mayoría breves y concisos, hablaban un poco de todo. Entre sus líneas surgieron peticiones de suministros, de munición, angustiantes notas de ayuda, conmovedoras despedidas e incluso alguna carta de amor. En todo aquel conjunto de frases quisieron ver plasmadas sus propias inquietudes.
Mientras tanto, los enfrentamientos continuaban. Largas horas de oscuridad, atenazaban el frío. Gigantescas naves, inmensas moles de acero cromado, impedían la contemplación del sol, no así el reflejo de sus propias imágenes —la defensa se hacía insostenible cuando a las pocas horas parecía que se luchaba contra uno mismo; la lluvia negra —pestilente amalgama de fluidos químicos— inundaba los campos, anegando la escasa salud de las tropas. Luego, las horas de fuego cruzado que obligaban a protegerse los ojos. Las bajas se contaban por centenares en aquellas trincheras. Pero así se decidió combatir, empleando los pocos lugares que con anterioridad se habían convertido en yermos páramos.
—¡Sánchez! Preséntese de inmediato en mi tienda y traiga las notas halladas en los animales.
Con el informe de trascripción y los análisis del pájaro, entró.
— Le presento al Coronel Koto Hatari. Ha venido como asesor histórico. Abotónese soldado. ¿Cómo se atreve a presentarse así? La respuesta que esperábamos es tan sorprendente como el hallazgo que nos preocupa.
—Debo pedirle máxima discreción y, como ya le dijera a su superior, la ocultación de todo lo relacionado con este caso. Nada ha ocurrido, decir lo contrario constituiría delito de alta traición. Y no se hable más del asunto. En paz queden. Suerte en la contienda. Lo están haciendo muy bien.
Sánchez quedó boquiabierto y sorprendido.
—Lo siento mucho, Sánchez. Yo tampoco comprendo nada.
— ¿Quiere decir que me quedo sin condecoración?

…………………………

Las trincheras ofrecían un mal refugio, la podredumbre y el hambre arremetía contra una guarnición que las temían más que al mismo ejército enemigo que les acosaba. En su desesperación tan sólo tenían a mano aquellos pájaros que siempre habían representado esa paz que ahora se les deslizaba entre las manos. El asedio se hacía insostenible.
—Puede que no sirva de nada caballeros, pero al menos sabrán lo que nos ha sucedido y conocerán de nosotros, tal vez así consigamos ayuda.
Se repartieron las palomas mensajeras entre todos los habitantes de aquella trinchera, los primeros en recibirlas fueron los heridos y enfermos, cada uno de ellos anotó una deseo. Los pájaros volaron portando en sus patas peticiones de suministros, de munición, angustiantes notas de ayuda, conmovedoras despedidas e incluso alguna carta de amor.

El 13 de diciembre de 1914, 302 soldados murieron en el bombardeo de una trinchera sin que nada de ellos quedara para corroborar su existencia ni su fin.

Carmen Rosa Signes Urrea 270408

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19
Jun

Castigo

Cuento finalista del I Certamen de relato corto de terror “El niño del cuadro”. Inspirado en esta foto de Sergio Larrain
tomada en Valparaíso, Chile en 1957

No logro borrar los recuerdos desagradables de la escuela. Cuando me encuentro con mis compañeros de antaño tan sólo puedo asentir a sus afirmaciones jocosas de un colegio que parece distinto al que yo viví. Trozos de mi memoria perdidos junto a la visión del oscuro pasaje que comunicaba las aulas, se atropellan con las de esa otra realidad. Don Gervasio decía que tenía el don de sacarle de sus casillas. Siempre era yo el amonestado, el caneado y expulsado, aunque el ruido, la risa o los insultos salieran desde la otra punta del aula.
-Pero yo no fui… –musitaba.
-¡No repliques! –Decía mientras me alaba de las orejas o el pelo hasta el pasillo.
Salvo el volar de los insectos, el silencio era tan profundo que me hacía caer en lo más recóndito de mis miedos; el tiempo parecía detenerse; la luz desaparecía; tan sólo el sonido del timbre del recreo me sacaba el tiempo suficiente como para deleitarme con las niñas de quinto. Al principio me fascinaba verlas descender por las escaleras tan ordenadas, con las bolsitas del almuerzo colgando y sus lazos coloridos y largos, hasta que algo sucedió. Las nubes, en su ingrávido vuelo, escondían un sol cada vez más escaso, sumiendo en negro los espacios; un momento antes había reclamado mi atención un gran lazo violeta, seguido de otro verde, y luego otro rojo que, en su balanceo, jugueteaba con el pelo. Las siluetas proyectadas de las mocitas cambiaban con la intensidad del sol, hasta su desaparición; las niñas dejaron de verse y la luz irrumpió con fuerza anunciando tormenta. Sentí alivio. Creía que la oscuridad era mi peor enemigo hasta la imprevista visita de aquellas sombras desaparecidas momentos antes de que abandonaran a sus dueñas. Inalterables, no podría asegurar si subían o bajaban, no tenía forma de huir, debía esperar que aquel mal sueño terminara, cerré los ojos y me abstraje de mi impropia imaginación. Pero al abrirlos, aún estaban tapizando los fondos, invitándome a seguirlas. Subían, bajaban,... , bajaban. Negras, grises, borrosas formas perturbadoras. Sonó el timbre, abrí los ojos y ahí estaban de nuevo, colores radiantes en sus lazos y bellas siluetas de gentiles pasos ordenados que ascendían.
Nunca volví a verlas, también he de confesar que intenté librarme de aquel castigo, pero siempre me quedó en la mente la misma pregunta, ¿qué hubiera sucedido de haber marchado con ellas?

Carmen Rosa Signes 2008

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3
Jun

Tarot

Siempre sentí fascinación por el Tarot. Eso hizo que desde bien temprana edad, me dedicara al estudio de esta mancia con tantos matices. Pero fue hace un par de años que me decidí a escribir una serie de relatos inspirados en cada uno de sus arcanos mayores. Aquí los tenéis. No esperéis encontrar las claves de este arte adivinatorio, pero si que puedo aseguraros que en los textos que leeréis a continuación, hallaréis parte de las mías. No obstante, hay relatos basados en personajes históricos que creo representan bien el espíritu del arcano en el que los he situado, y otros que son el inspirado reflejo de la carta en mi imaginación.

Carmen Rosa Signes 030608

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23
May

El arcano número 1. El Mago

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23
May

El arcano número 1. El Mago

Mostraba sus pertenencias, sus cualidades. Los movimientos fueron rápidos, apenas si pudieron distinguir el juego de manos, con el que logró disimular sus trucos una y otra vez. La admiración fue en aumento, así como la dificultad con la que impidió que la atención decreciera. Aquella noche no pudo dejar de pensar en la actuación, asomado al firmamento, vio descender las Perseidas como un buen augurio. Por la mañana, tuvo claro que deseaba controlar, pero sobre todo manipular; fue consciente de que no era lo que él lograra hacer, sino más bien lo que los demás sintieran, percibieran, y comprendieran de sus manipulaciones.
Había descendido por la colina, desde su casa, cargado como un burro; sabía que debía demostrar su valía; se jugaba, a una sola carta, el futuro. Su futuro. Arrastraba la mesa, el ruido se hacía insoportable; a los balcones y ventanas se asomaban sus vecinos, pero sin atreverse a decirle nada; la curiosidad era mayor que el suplicio. Sobre aquella mesa exhibiría todas sus artes, todos sus dominios. El resultado se hacía inevitable. Tomó la determinación de salir de una vez, volcarse al mundo, encontrar el camino del éxito y del poder; quería ser transparente, pero sin desvelar la forma con la que había llegado a serlo. No lo tuvo fácil. Otros cuentan con la suerte de pertenecer a un grupo, de demostrar sus actitudes mediante alguna prueba ejemplarizante, él no. Acudió a pedir consejo a los que, como él, no tuvieron más remedio que actuar por si mimos, pero como única respuesta: gestos de indiferencia y un “...ahora te toca a ti” que aplastaron sus ilusiones de un golpe. ¿De qué servía llegar a adulto, con la ilusión puesta en las esperanzas por serlo, dejar de ser un chiquillo, si los que nos preceden no colaboran? ¿Tendrían miedo de que les robaran el sitio? Y aunque así fuera, ¿sería justificado? En el otro extremo, estarían los demás. ¿Podría llegar a jugar con sus sentidos? Si lo conseguía, obtendría todo lo que se le antojase. ¡El éxito es efímero!
Así era su vida. Con la boca abierta le vieron partir, no habían dado nada por él, ya los tenía a todos dónde quería.
Ahora, mostraba las cartas, el pañuelo, la soga, la varita dentro de la chistera con total seguridad. Jugando...

“Nada por aquí, nada por allá”.

Carmen Rosa Signes 260506

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14
May

El arcano número 2. La Sacerdotisa

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14
May

El arcano número 2. La Sacerdotisa

Exitosas hazañas y trágicos acontecimientos, que marcarían el destino del país, fueron desvelados por Lucrecia, de las visiones brumosas que en sueños, le dejaban entrever los pormenores de los lances venideros.

Lucrecia de León, había nacido con el convencimiento del poder que ejercería sobre el destino de los hombres; no se dejó amedrentar; se reveló contra todos aquellos que deseaban postergarla a los oscuros rincones del aislamiento femenino. Vedada para los conocimientos doctorados, dedicó toda su voluntad a concatenar sus estudios científicos, de forma autodidacta. Fácil le resultó encajar entre aquellos eruditos de las doctrinas ocultas. Se desligó del puritanismo exigido, para el buen cristiano, y alcanzó su meta. Tuvo suerte, el rey sentía una fuerte atracción por lo oculto, y se le abrieron las puertas de la corte; siempre rodeado de magos, sanadores, místicos, santones, alquimistas y otros tantos personajes, Felipe II, la aceptó gracias, ante todo, a sus dotes de adivina; para Lucrecia, aquel acercamiento al poder, significo la mejor forma de imponer su criterio.
Su credibilidad comenzó a quedar en entredicho, por sus constantes desaires hacia las acciones de un monarca, que le había desencantado; cualquier suceso, cualquier aniversario festejado con júbilo, era susceptible de su crítica, y las tortas dialécticas comenzaron a molestar. Fue expulsada de la corte en más de una ocasión, aunque siempre regresó victoriosa. Pero no contaba con la verdadera dimensión de la herida, que su condición de mujer y de adivina, podía abrir entre los influyentes mandatos que desde Roma eran dictados; ni con las flechas envenenadas que sobre ella, y su particular forma de crítica, fueron lanzadas. Molestos por su actitud acaparadora, se había convertido en una lacra, en un estorbo. Fue detenida y juzgada junto con los demás visionarios, por la Santa Inquisición, que la despojó de todos sus bienes; y aunque nunca se supo como terminó su vida, nos la podemos imaginar descifrando la buenaventura para ganarse el pan, mientras que, posiblemente, oculta de la mirada de sus enemigos, seguiría conspirando con sus reproches, buscando que alguien le hiciera caso, y poder quizás, cambiar el destino del país que un día le fuera desvelado. Destino revelado e ignorado pero que nadie logró eludir.

Carmen Rosa Signes 050406

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5
May

Deux ex machina

Para mi bien amado Ricardo, por su inspiración y siempre sabio consejo.

Aquellas criaturas, se movían con rapidez por el sistema de raíles con sus ruedas de oro puro. Terminó el banquete. Zeus seguía admirado. Sabía de las extravagancias de su hijo Hefesto, de la obsesión que éste profesaba por su trabajo. Sus limitaciones se habían convertido en fuente de inspiración. Recordó el día en el que apareció con las doncellas doradas.
— ¡Mirad cómo la atractiva figura de las doncellas se insinúa bajo su reluciente anatomía! Les he concedido la vida. Pero no una existencia cualquiera. Ellas serán mis asistentes, están dispuestas para complacer hasta el menor de mis deseos. Las doté de fuerza, belleza, juventud y una inteligente verborrea; poseen la gracia de las cosas únicas, auténticas.
Desde su trono, Zeus aquel día tuvo envidia, pero no fue el único.
— ¿Pensasteis que sin beber las aguas del Leteo, jamás podría olvidar la humillación de la que fui objeto? Errasteis.
No le importó que Afrodita y su amante estuvieran presentes. Ares en su arrogancia, vio solamente en las doncellas las posibilidades bélicas del ingenio; Afrodita sintió celos. “Dudo de la inteligencia de estas criaturas. De ser así ya le hubieran rechazado”, enunció con desprecio.
A todos les resultó risible aquella unión. Los murmullos recorrieron la estancia. Las más disparatadas cábalas se dejaron sentir y Hefesto, escuchó satisfecho.
El tiempo había dado la razón al tullido, y sin achicarse consiguió mejorar su producción. Pero Zeus seguía receloso. Aquellos seres creados por las manos de su hijo, tenían los mismos poderes que ellos mismos, y su responsabilidad, recaía en una único ser. Mirando la gran eficacia de aquellos metálicos siervos una preguntó vino a irrumpir en su mente y en la conciencia de los demás comensales.
—Hemos visto cómo has conseguido sustituir a los hombres en sus menesteres. Debo felicitarte por tan acertado portento. Nadie duda de su eficacia. Pero hijo mío, has conseguido adaptar éstas máquinas a nuestras necesidades, ya los hombres parece que se han visto relegados a un segundo plano. Ellos nos deben todo. Fueron creados para la sumisión, nosotros depuramos sus actos. Pero ¿a quién se deben estos seres artificiales? Si no hay quién nos divinice, ¿qué destino nos aguarda?
Cuando terminó de hablar tan sólo alcanzó a ver cómo Hefesto se alejaba con una sonrisa entre sus labios, mientras aquellos sirvientes metálicos aguardaban órdenes.

Carmen Rosa Signes 18 de abril de 2008

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29
Abr

El hijo de la fraGua

Poco le importaban los dioses y menos aún los hombres a Hefesto, aunque se debiera a ellos. Nunca fue querido salvo por sus logros. Trabajando con esmero, con dedicación, utilizó sus conocimientos para purgar su valía. Quería y debía demostrar su superioridad y la única forma consistía en unir sus artes magistrales a una gran capacidad creadora. Entre sus manos, los más bellos objetos mágicos, las más temibles armas, y las joyas más delicadas, adquirieron forma; aunque también fueran creadoras del horror. Cada furioso golpe en el metal candente de su fragua, saltaba dejando una estela de fuego y trueno, que caía acompasada sobre la tierra fértil.
Aquel rostro, que en grotesca armonía acompañaba el cuerpo desgarbado y cojo del artesano, se crecía en compañía de la hermosa. La admiración pudo más que el sentido común. Nadie hubiera asociado jamás una unión tan dispar, pero como nada ocurre por que sí, ambos sacaron el provecho por un tiempo más o menos largo. Afrodita, pronto se canso del lisiado engañándole con el dios de la guerra; embrollo que no se molestó en ocultar. Ya nunca más la pudo hacer suya.
Fue entonces que dando vida al metal más noble, en fino oro fraguó dos hermosas e inteligentes muchachas. Aquellas “doncellas doradas”, se convirtieron en sus asistentes en el Olimpo. Aunque su mayor logro recorría Creta en interminable vigilia.
Las unidas partes de la criatura mecánica, petición rogada por el temeroso rey de Creta, tenían por misión recorrer la isla tres veces al día. Dicen, que el invencible tenía un punto débil pero que ni Jasón ni ninguno de sus Argonautas fue capaz de derrotar.
Talos, el hijo metálico de Hefesto, seguía acogiendo en incandescente abrazo a los enemigos. Tanto a la luz del sol como en las horas nocturnas, protegía la isla y a su monarca de los intrusos y de aquellos que querían abandonarla sin permiso. Por tal cúmulo de suertes y victorias aquel ingenio de majestuosa estatura adquirió fama de inmortal. Sólo la sibilina intervención de la hechicera Medea logró derrotarlo. Mediante engaños le hizo creer que sacándose el clavo que retenía el líquido que le recorría el cuerpo, podía demostrar su inmortalidad.
Sobre las aguas del Egeo Talos derramó su vida.
Mientras Hefesto, desde la fragua del Olimpo lloraba la muerte de su obra.

Carmen Rosa Signes 16 de abril de 2008

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10
Abr

El arcano número 3. La Emperatriz

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