26
Jun

Los siete espíritus infernales

Presentación

Así llamados son los más representativos de las huestes de Satán. Culpables de muchas de nuestras obsesiones y los inductores de las peores acciones que podemos realizar. No siempre actúan, es por ello que como espíritus que son, son susceptibles de invocación, para lo cual existen conjuros que facilitan el contacto. Mediante estas invocaciones, según se dice, se puede conseguir favores a cambio de nuestra alma. No desvelaré la totalidad de éstos conjuros por que creo que nadie debe jugar con estas cosas, pero sí que dejaré constancia de ellos. Este tema me atrajo tanto, que aquí tenéis los relatos que mi imaginación creo basándome en las cualidades de cada uno de ellos. Sus nombres, como irán apareciendo son: Frimost, Bechard, Súrgat, Silcharde, Guland, Lucifer y Astaroth. Como sucede con el tarot, y las historias que escribí sobre él, están impregnados de mí, de la visión que tuve de ellos, por lo tanto, posiblemente, no todo el mundo esté de acuerdo con la forma en que los he representado.

FRIMOST (Demonio de la Destrucción). Enseña el manejo de las armas; siembra el odio, el espanto y la ruina; hace ruido en las casas; es el padre de las venganzas. Revuelve las aguas del mar; desencadena los vientos y tempestades; hace caer granizo y rayos donde le place, etc., etc.

BECHARD (Demonio del Amor). Enseña a los hombres y a las mujeres el arte de amar; los secretos para hacerse irresistible en las lides amorosas; los medios para alcanzar el amor de una persona; para hacer reñir a los amantes; para destruir matrimonios; enseña el arte de componer filtros, etc., etc.

SURGAT (Demonio de las Riquezas). Tiene el poder de desencantar los tesoros escondidos. Señala los lugares en donde se crían el oro, la plata y otros metales de valor y las piedras preciosas.

SILCHARDE (Demonio del Dominio). Concede al que le evoca un poder dominador sobre los demás hombres; influye en el alma de los poderosos para conseguir de ellos toda suerte de beneficios, empleos y prebendas.

GULAND (Demonio de la Envidia). Tiene la facultad de hechizar, arruinar a las personas y la de enfermar y hacer morir a los animales domésticos y aves de corral. Insinúa los medios de echar en una casa la mala suerte y trastornos de toda clase. Enseña la manera de domeñar a las bestias feroces, etc., etc.

ASTAROTH (Demonio de la Suerte). Indica los medios de hacerse rico; enseña el gran secreto para ganar a la lotería y en todos los juegos de azar; revela el modo de hacer fortuna, triunfar en los negocios, etc.

LUCIFER (Demonio de las Enfermedades). Tiene el poder de enfermar y curar a los hombres y a las bestias. Enseña las propiedades de las plantas curativas y venenosas.

TEXTO EXTRAIDO DEL LIBRO DE SAN CIPRIANO

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10
Oct

Los siete espíritus infernales

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3
Oct

Lucifer

Se despertó nervioso, bañado en sudor.
-Pareces enfermo.- Ella alargó la mano para tomarle la temperatura.
-¡No me toques!
Acostumbrada a los desplantes, se limitó a mirarlo con ternura, a pesar del rechazo.
-He tenido un sueño horrible. La desolación se extendía por todas partes, como en un complot. Miles de cuerpos deambulaban esquivando otros tantos caídos, cuyos rostros desfigurados por las fístulas, conferían un panorama sanguinolento. Por encima de ellos, un ser demoníaco de grandes alas, Lucifer dijo llamarse, sonreía mientras me ofrecía el remedio para aquel mal. Apenas lo recogí, todas las enfermedades me poseyeron, deshaciendo mi cuerpo entre intensos dolores.
-Amor mío, no me extraña que estés aterrado. Algún sabio debería descifrar el propósito de esta pesadilla.
Pasó varias semanas sin descanso. Envuelto en su aséptico mundo, nadie podía acercarse hasta él, pocos creían que existiera remedio para su cura.
Llegado de lejanas tierras, un hombre negro, un hechicero envuelto entre pieles y plumas, que portaba un manuscrito entre sus manos, cruzó como un bólido las calles de la ciudad. El monarca, creyó reconocer el sello del legajo, y lo recibió.
-No te acerques más o morirás.
-Entre vuestras manos deposito el libro del rey Salomón.
-Mentira. Ese libro es un mito.
-Podéis no creerme. Pero los dioses han querido que os lo entregue. Mi camino está hecho.
De pronto, mudando en forma de ave, e impulsado por sus amplias alas, desapareció. La magia del encuentro, sirvió para convencerle. Sucumbiendo a la ambición de poseer el conocimiento, no tardó en extraer la fórmula con la que convocar al demonio de las enfermedades, para dominar la capacidad del hombre de curarse o enfermarse; controlar el bienestar de cada uno de sus súbditos, de sus enemigos, de él mismo. Preparó la invocación, la llevó a cabo y Lucifer tuvo a bien entregarle el don. Con su sola presencia la gente enfermaba. Todos sucumbían a su alrededor, como en el sueño. Eso le aisló mucho más. Sus ministros, la mujer que amaba, incluidos sus hijos, cayeron víctimas de enfermedades, para las que él era inmune. Se quedó solo y la pena lo invadió.
Aquella tristeza derrotó su alma, y como en el sueño, el dolor de la muerte, de su muerte, se hizo insoportable.

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17
Sep

Frimost

Y el odio creció en su interior como la espuma. Sintió dolor, un sufrimiento que sobrepasaba todo el conocido, mezcla de verdadera pena y desesperación. Intentaba asimilar la ausencia de sus brazos y caricias, de sus besos. Lo peor, que comenzaba a ser consciente de la realidad. Desde su razón desdoblada, un resquicio de humanidad luchaba por huir del vendaval de sentimientos nefastos, en el que se había transformado su mente. “¡Frimost!” fue el nombre que escuchó a sus espaldas. Pero, ¿qué significaba?
Había regresado a casa después del armisticio. Nadie le avisó. Llegó hasta allí confiado, y se derrumbó al ver el caos de los bombardeos. En un primer instante de locura, su instinto le llevo a revolver entre los cascotes, con la esperanza de recuperarla, como si ella tuviera que seguir allí, esperándole. Quería estrechar entre sus brazos los restos de su amada. Sentir por última vez el tacto de su cuerpo.

-¿Por qué nadie me avisó?- La rabia le contuvo las lágrimas.

Llegó la noche. Las ruinas iluminadas, por la luna, desenmascaraban su desolación. Junto a él, un hombre parecía querer consolar su pena.

-Siete espíritus infernales velan nuestros días. Frimost es uno de ellos. Sigue estas instrucciones, haz todo tal y cómo se indica, y Frimost te vengará.

Reunidos los elementos necesarios, marcó en el suelo los círculos concéntricos, grabó los símbolos mágicos, y sacrificó un gallo mientras decía:

-Recibe ¡Oh Frimost! Esta sangre.

Sin salir de allí, aguardó que el reloj marcara las once de la noche de aquel martes, y comenzó la advocación latina del conjuro. Con la última palabra apareció el hombre... Frimost. Era el momento de pedirle el favor.

-Por Ischyros, te mando me concedas el poder de sembrar el odio, el espanto y la ruina; perpetuar lo que me han hecho. Haz que se aparte de ellos la paz y el remanso. Desencadena el viento y las tempestades, haz caer granizo y rayos adonde me plazca...

Y Frimost le entregó una piedra rojiza portadora de todo el poder. Pero con ella entre las manos, continuó su desgracia. Sin protección, tocando directamente su piel, aquel talismán absorbió su alma.
Debió haber hecho caso a su clarividencia y rechazar el consejo.

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2
Sep

Silcharde, o la fuerza del poder.

-“¡Silcharde! Por Saday, te ordeno me concedas el poder de dominar a todos cuantos hasta mi se acerquen, para conseguir de ellos lo que les pida.”
-No te daré nada si no me entregas un pergamino firmado con tu propia sangre. –le exigía el ser emergido de las tinieblas.
-Aquí lo tienes.

Antes de que el convocado le arrebatara el escrito, pudo arrojarlo al fuego como le habían indicado. Silcharde, de esa forma engañado, le susurró al oído aquello que tanto anhelaba, con la advertencia de que nadie debía conocer el secreto. Algo rozó su rostro. Sintió una comezón que le hizo reaccionar violentamente. La paloma, huyó desapareciendo por el hueco abierto de un tejado inexistente. El sol salía sin el canto acostumbrado; la bruma enmascaraba la realidad, con un velo difuso y débil. Todo le resultaba absurdo, pero ahí estaban los restos de la compleja invocación. Enfundó la espada de Adonay, y se dirigió hasta el campamento.
En las afueras de la ciudad sitiada, sus hombres aguardaban órdenes, aún excitados por la última batalla. Nada más arribar, mandó a un mensajero con una propuesta para el Emir rebelde. A las pocas horas, las puertas de la población abrían por sorpresa, y sus hombres, capitaneados por él y por las armas, arrasaban salvajemente a aquellos seres confiados. Pero la crueldad glaciar de sus actos, no quedó en la ignominia. Las noticias de la traición, de la masacre, partieron raudas, bajo la protección de las alas de una decena de palomas mensajeras, esparciendo la malandrina infamia en todas direcciones.
Don Alvaro, conseguía el poder con engaños y malas artes. Parecía cosa del demonio. Sus hombres, cabizbajos, rumoreaban la posibilidad de un trato con Satán, tal era la fuerza maléfica de unas acciones, con las que adquiría, migaja tras migaja, tierras, títulos, esclavos, y el poder que no le correspondería ni en centurias de esfuerzo. Así llegó a oídos del Papa, la cruel traición de un hombre, que había abandonado su fe y sólo pensaba en enriquecerse, sin hacer nada por la salvación de Tierra Santa. Como respuesta, a sus investigaciones, tan sólo consiguió el beneplácito de sus emisarios.
Cierto día, las tornas cambiaron. De pronto, todo se le torció, y ya nunca más consiguió doblegar a nadie. Durante la noche anterior, llevado por el alcohol y el desenfreno, sin recordar las advertencias de Silchader, una de las esclavas fue su confidente.

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10
Ago

Guland

¿Cómo descendí por aquella escalera? De veras me gustaría averiguar cómo lo hice.
“Mis pasos eran rápidos pero la percepción se me antojaba en cámara lenta. Me recordaba el visionado de las películas mudas, cuando la manivela se ralentizaba y el camarógrafo tenía que apurar su labor. Lo único que me viene a la memoria es el pandemónium reinante.”
¿Cuánto tiempo estuve allí? Tiempo es lo único que no me falta.
“De entre aquella luz surgían formas confusas, que empujaban mis carnes. Cada vez más excitada, huía de una fiesta, que se había desarrollado como muchas otras, aquí en Beverly Hills: baile, alcohol,... pactos traspasando los umbrales del sexo y las drogas. Sabías a lo que te exponías, no podías negar la realidad ni hacerte la ingenua. Aquellas manos, que correteaban por mi cuerpo, me guiaron hasta un punto, desde el que observé un panorama endiablado.”
Llegué a la ciudad, y es ahora que puedo aseguraros, que ya no temo regresar a casa. Abandoné la mediocridad. Pasé de ser una chica del montón, aquella que se dejaba tocar por cualquiera, a alguien que ya no tenía que justificarse. De chica del coro a gran diva. He sustituido los encuentros sexuales, para conseguir mis propósitos, por el candor de los abrazos efímeros, y las atenciones pasajeras de tantos amantes y admiradores, mitómanos o no, como deseo. Luego, la soledad. Aquella noche me comprometí con Guland para alcanzar el premio.
“Las voces se trasformaron en palabras. Tan desdibujado como mi recuerdo, aquel sótano acabó convirtiéndose en el escenario de un sueño dentro de otro sueño: el suelo garabateado con símbolos y figuras geométricas, embadurnado en sangre; el oficiante haciéndonos jurar secreto eterno; la invocación, que apenas si recuerdo; y la aparición de un personaje, vestido como de opereta, susurrándonos a cada uno, la forma de perpetuar el don solicitado.”
Desconozco si alguien más lo consiguió, ni me importa. Lástima, que el precio fuera tan alto. Todo lo que se me antoja lo consigo mejorado. Demasiado borracha o drogada estaba aquella noche, para tomar una decisión tan importante. Envidiar la compañía para librarme de la soledad, no me ha servido para nada. Deseo restituir mi respuesta pero sin renunciar al premio. No aguantaría si me superasen.
“¡Qué mala es la envidia!”

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1
Ago

Astaroth

Acababa de escabullirse de la partida de cartas más importante de su vida. Todas sus posesiones perdidas a una sola carta. La medianoche marcaría el cambio de año. Se camufló entre la gente que, bañada en confeti, bailaba por las calles brindando por el momento. Al subir al coche, esquivó la bala que le hubiera matado. Apretó a fondo el acelerador, librándose de la muerte, pero... ¿por cuánto tiempo? Tuvo que improvisar un destino, una nueva vida.

Algo le impulsó a detener el vehículo. Lo recogió empapado, cuando casi había perdido las esperanzas de encontrar a alguien, que le acercara hasta casa.
-Gracias.Pensé, que por ser Año Nuevo, nadie pasaría.
-Es usted afortunado. ¿Dónde le acerco?
-Si me deja en casa, le estaré eternamente agradecido. Parece ser que mi suerte ha cambiado.-Aquel hombre se afanaba por secarse para no empapar la tapicería.
-¿Conoce algún motel cercano?
-Quédese en mi casa. ¡Enhorabuena pasó por aquí!
Durante el trayecto, apenas si intercambiaron palabras. La mansión, del autostopista, tenía un aspecto destartalado. Recordó que la vida le pendía de un hilo; era imposible, que tan pronto, le hubieran localizado, pero no podía bajar la guardia. Tenía pensado descansar lo justo, y seguir su ruta, pero no pudo pegar ojo. Dispuesto a huir, salió de su cuarto. Un sonido, como una entonación musical, le alertó. Su anfitrión realizaba, sin cesar, juegos de azar que, por sus aspavientos y alegrías parecía festejar, pues no perdía nunca. Le llamó la atención, que en cada intento, dedicara un momento a dar vueltas a un gran anillo. Supuso que debía ser el desencadenante de tanta suerte. El destino le regalaba la solución de sus problemas. Si se lo sustraía, podría restituir su deuda, recuperarlo todo, tal vez incluso hacerse rico. Aquella era su oportunidad, la casa se encontraba en las afueras, nadie sabía que estaba allí. Estaban solos, no habría testigos. Entró en la sala. Los rasgos del invitado habían variado. El desdichado intento huir, pero un golpe seco acabó con su vida. Se colocó el anillo, abandonando con desdén el cuerpo. Era el momento de dar un giro a su fortuna.
Puede que aquella suerte, que le abandonara la noche anterior, regresara hasta él. Ganó unas cuantas manos de póquer, antes de que repararan en su presencia, pero no fue por mucho tiempo.
El anillo no tenía más que el valor de su origen. Astaroth, tan sólo concede la suerte a quién lo convoca.

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3
Jul

Súrgat

Malandrines, filibusteros y rameras, pasean por el puerto buscando cómo ganarse los cuartos para salir airosos de trifulcas y borracheras. Esquivando proposiciones, Sir James Worsley, camina hacia su cita. Muchas naves permanecen varadas en la dársena de Puerto Príncipe. Hacía años que los ciclones no golpeaban Haití con tanta virulencia. El capitán espera junto al zaguán de la taberna. Con un cruce de miradas descubre el arrojo y la osadía, que anda buscando.

-Ambos sabemos que nos trae hasta aquí. Sobran las monsergas si su determinación tiene el valor de su mirada. Me han hablado muy bien de usted capitán.

Sobre la mesa, Sir James, desliza un gran anillo con sello y un brazalete.

-¡Aquí está el escudo! Ya sabe que el premio debe ser colectivo. No permitiré que traicione a mi tripulación.
-Todos recibirán lo que les corresponda. Le advierto que, el “Súrgat”, es un galeón sin par, el más rápido que surca estos mares. En cuanto a la ruta, capitán, os dará la impresión de que la conoce. No le contradigáis.

Una tripulación hastiada del descanso prolongado, madruga entusiasmada por la proximidad de la partida. Arriban al pie de la nave, y se maravillan de su grandiosidad. El “Súrgat” despliega el velamen, y parte rumbo hacia alta mar.

-Sir James, cierto es que parece conocer el camino. Presiento que pronto avistaremos tierra. -Razón no os falta, mañana arribaremos, pero hoy os suplico que confiéis en mi. Nadie debe molestarme ni tan siquiera vos. Os lo ruego.

Pero el mar curte de forma distinta, y la confianza hecha jirones, del capitán, agudiza el instinto de supervivencia, desdeñando de la lealtad. Extraños ruidos le alarmaron. Abrió la puerta dispuesto a averiguarlo todo, justo en el momento en el que, Sir James, blandiendo una espada, retuvo la aparición de un ser horripilante.

-“Por Adonay, Súrgat, me concedas el poder de hallar tesoros bajo tierra y en otros lugares”.

El capitán observó como la criatura le ofrecía un gran anillo dorado. En el momento en el que éste pasaba a manos de Sir James, el marino, cegado por la ambición se lanza para recogerlo.
El barco es zarandeado violentamente hasta que la fuerza del oleaje lo hace zozobrar.
Sobre un mar calmado, unos signos cabalísticos acompañados por la figura de un gallo, y escritos con sangre sobre un pergamino, sirven de epitafio a la catástrofe del “Súrgat”.

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26
Jun

Bechard

La falsa explosión del vehículo, mitigó el sonido del cañonazo. Subía desorientada por la calle Obispo. Sus pasos, por la adoquinada calle habanera, la llevaban maquinalmente hasta el Floridita. Ya en la puerta dudó. Quedó paralizada al ver la patrulla policial detenida en la esquina, suscitando el recelo de uno de los guardias.

-¿Le ocurre algo?
-¿Podría decirme la hora?
-Las nueve.

Parecía como si algo fuera a suceder entre ambos, pero la dejó tranquila. Su ropa distaba de la elegancia que solía exhibirse en el Floridita. Aún temiendo que la echaran, entró. Soñó que encontraría lo que tanto ansiaba en aquel lugar y a esa hora. Diana nació hermosa. Su cuerpo se había formado voluptuoso y deseable, pero no encontró el amor. Ahora, con casi cuarenta años de edad, se desvivía por dejar atrás aquel vacío. Al no lograr introducirse en las viejas tradiciones orishas de su isla, rumió que si Dios olvidó bendecirla, quizás el demonio lo haría. Y comenzaron los sueños. En la barra, rebuscó en su monedero; con unos pocos centavos no le servirían nada. El camarero le entregó un vermouth.

-Cortesía del caballero. -Le dijo, señalando detrás de ella.

Aquel hombre estaba acompañado por dos mujeres, que pavoneaban sus encantos. Antes de que nadie sospechara de la ilegalidad del encuentro, se aproximó.

-Tengo entendido que le interesa esto. -Sobre la mesa dejó un voluminoso paquete.
De cerca, el color cetrino del traje del caballero se confundía con el tono de su piel, en una extraña mezcla. Intentó alejarse presa del pánico, pero él la sujetó por la muñeca obligándole a sentarse.

-No menosprecie el poder del que le hago entrega. ¡Bechard acudirá! Esta carta contiene las palabras que lo traerán. Sólo debe conseguir un gallo para el sacrificio. El resto: la espada de Adonaii con la que marcar el lugar del conjuro, el carbón vegetal, y el pergamino virgen, lo encontrará aquí dentro.

Bien por la expresión de su rostro, o por la maliciosa forma de manosear a sus acompañantes, no dejó que el extraño alcahuete concluyera su discurso. Salió corriendo.

-Señorita, parece asustada.

De nuevo aquel guardia.

-¿Permite que la acerque hasta su casa?

Por la puerta del Floridita asomó un caballero acompañado por dos mujeres que, entre risas y besos, alborotaban la calle.

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