3
Jul

Súrgat

Malandrines, filibusteros y rameras, pasean por el puerto buscando cómo ganarse los cuartos para salir airosos de trifulcas y borracheras. Esquivando proposiciones, Sir James Worsley, camina hacia su cita. Muchas naves permanecen varadas en la dársena de Puerto Príncipe. Hacía años que los ciclones no golpeaban Haití con tanta virulencia. El capitán espera junto al zaguán de la taberna. Con un cruce de miradas descubre el arrojo y la osadía, que anda buscando.

-Ambos sabemos que nos trae hasta aquí. Sobran las monsergas si su determinación tiene el valor de su mirada. Me han hablado muy bien de usted capitán.

Sobre la mesa, Sir James, desliza un gran anillo con sello y un brazalete.

-¡Aquí está el escudo! Ya sabe que el premio debe ser colectivo. No permitiré que traicione a mi tripulación.
-Todos recibirán lo que les corresponda. Le advierto que, el “Súrgat”, es un galeón sin par, el más rápido que surca estos mares. En cuanto a la ruta, capitán, os dará la impresión de que la conoce. No le contradigáis.

Una tripulación hastiada del descanso prolongado, madruga entusiasmada por la proximidad de la partida. Arriban al pie de la nave, y se maravillan de su grandiosidad. El “Súrgat” despliega el velamen, y parte rumbo hacia alta mar.

-Sir James, cierto es que parece conocer el camino. Presiento que pronto avistaremos tierra. -Razón no os falta, mañana arribaremos, pero hoy os suplico que confiéis en mi. Nadie debe molestarme ni tan siquiera vos. Os lo ruego.

Pero el mar curte de forma distinta, y la confianza hecha jirones, del capitán, agudiza el instinto de supervivencia, desdeñando de la lealtad. Extraños ruidos le alarmaron. Abrió la puerta dispuesto a averiguarlo todo, justo en el momento en el que, Sir James, blandiendo una espada, retuvo la aparición de un ser horripilante.

-“Por Adonay, Súrgat, me concedas el poder de hallar tesoros bajo tierra y en otros lugares”.

El capitán observó como la criatura le ofrecía un gran anillo dorado. En el momento en el que éste pasaba a manos de Sir James, el marino, cegado por la ambición se lanza para recogerlo.
El barco es zarandeado violentamente hasta que la fuerza del oleaje lo hace zozobrar.
Sobre un mar calmado, unos signos cabalísticos acompañados por la figura de un gallo, y escritos con sangre sobre un pergamino, sirven de epitafio a la catástrofe del “Súrgat”.

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