El comprador de alfombras
Recolocó la ropa como pudo; nunca había sabido hacer bien la cama, pero no quería que su esposa sospechara nada, y menos aún que notara que el lecho conyugal había sido gastado.
Siempre sucedía igual, le resultaba sencillo abordarlas donde fuera, no necesitaba de ningún antifaz que le procurase una imagen distinta de su persona. Todavía no había encontrado a ninguna que le pusiera pegas por estar casado. Sólo tenía que hacer mención de un matrimonio cada vez más famélico en sentimientos para conquistarlas. Un pequeño paseo, un café, conversación... ¡Era una persona encantadora y atractiva!
- Me disculpas un momento guapa...
- ¡Páisa! ¿Compra? Buena, muy buena alfombra.
- Si, si. ¿Cuanto?... La compro...
Con la alfombra bajo el brazo la convenció para que le acompañara.
- Ven conmigo, estará enseguida. Debo dejarla en casa. Es un regalo para intentar arreglar mi matrimonio, ya sabes... Luego te invito a comer...
Buscó concienzudamente las prendas esparcidas por la habitación, y sentándose en el borde del lecho aguardó hasta que su ya de por sí acelerado corazón se calmase.
- ¡Pobre chica! Seguro que se ha pasado la vida trabajando para ir siempre a la vanguardia de la moda, pensando quizá que así conquistaría alguna mayúscula fortuna...
Sobre la alfombra se hallaba el cuerpo inerte en el que momentos antes había consagrado toda su pasión. No acababa de comprender el despropósito que movía los hilos de su implacable ira, ni por que pasajes se perdía su mente para que en el más alocado frenesí, cuando la pasión daba rienda suelta al galope acompasado de los cuerpos, a punto de alcanzar el clímax, se abalanzara sobre su oponente sexual para estrangularla hasta la muerte.
- Esta es la última vez que me deshago del cuerpo de esta forma.
Debía encontrar otro método. Con el cadáver envuelto perfectamente se dirigió con su coche hasta el primer descampado que encontró.
Por todos los rincones de la ciudad, la policía buscaba para interrogar a los vendedores ambulantes de alfombras, querían saber si tenían algún cliente fijo.
Claro está que él ya se había encargado de no repetir nunca el mismo vendedor.
CRSignes 020605
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