Paraíso
Para Ricardo con todo mi amor.
Mortíferas palabras proyectaba la voz gutural del ser alado, que amenazando con una espada flameante, nos exhortaba a salir.
Sorteamos los ruinosos fragmentos de un tejado que, a intervalos, dejaba caer sus piezas destapando un cielo oscuro ausente de luces y nubes, coronado por una luna de tono apagado. Hacíamos esfuerzos para encajar el significado de sus frases, y en el recuerdo emergía el antiguo libro sagrado, cuando aquellos que denominaron nuestros primeros padres, fueron expulsados del paraíso. De un golpe aquel ser lo había derribado, esperando que la impresión del estruendo y su peligro nos hiciera reaccionar. Frustrado ante nuestra indiferencia, había tenido que recurrir al viejo truco, al discurso recurrente y al fuerte peso de la tradición confiando en que la memoria tuviera mayor efecto que sus golpes.
El universo se debatía entre disputas ajenas a nuestra existencia, y sus batallas se prolongaban más allá del tiempo. Ya no había sitio para nadie, y los propios dioses, se veían en el triste papel de renovar el emplazamiento de sus huestes. El remanso de paz, que hasta hacía bien poco nos rodeaba, había desaparecido, y nosotros, olvidados de todos los conflictos, abandonados hacía ya demasiados años para recordarlo, preferimos ignorar.
Sin remordimientos nos dijeron que aspiraban a más, que colapsábamos sus ansias de poder, que deseaban probar de nuevo en otro lugar, que habían descubierto nuevos universos, y que puesto que confiaban en nosotros, no temieron dejarnos. ¿En qué íbamos a creer entonces salvo en nosotros mismos?
Pero no contaron con la competencia, se creían únicos, y al poco de comenzar su búsqueda, se vieron reflejados en el espejo de la ambición, en otros dioses que, como ellos, aspiraban a lo mismo. Y surgieron las disputas y la destrucción.
Aquellos hacedores de vida, casi la aniquilan. En la primera tregua, buscaron un emplazamiento para recuperarse, y como no quedaba nada, se acordaron de nuestro paraíso.
En lo alto, el ángel destructor parecía recordarnos lo insignificantes que éramos. Pero su vuelo rastrero, nos devolvió la confianza. Cayó abatido al primer disparo. Ahora aguardamos de los dioses, como antaño, una respuesta, aunque hace un par de noches que el firmamento resplandece de forma inusual.
La batalla parece continuar allí en lo alto, y quizás no llegue a tierra.
CRSignes 010807
La ilustración titulada Batalla del cielo está extraída del blog Los cuatro elementos http://loscuatroelementos.wordpress.com/
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