16
Dic

El diario

Mi vida está unida al mar. A última hora de la tarde salí a pasear hasta la playa, aunque una helada brisa obligaba al retiro. Sentía un inmenso pesar; mi árida existencia, creía, había llegado a su último capítulo. Al sentarme sobre las rocas, observé en la orilla un libro apunto de ser arrastrado por las olas. Lo recogí antes de que se perdiera entre la arena y el agua. El líquido parecía haber empapado nada más que la gruesa cubierta; pero al abrirlo comprobé que la humedad dañaba también sus hojas. Decidí regresar a la fonda en dónde trabajaba; el calor del hogar podía salvarlo. Hasta aquella playa, llegaban los objetos perdidos de los barcos que se hundían. Quise descubrir su origen, parecía un diario, pero el cansancio propio del día que terminaba me obligó a retirarme, dejando el libro entreabierto apoyado frente al fuego.
Al día siguiente, emprendí las obligaciones que el trabajo me exigía, y fue casi a media mañana que recordé mi hallazgo; un brillo extraño parecía envolverlo, por un momento pensé que alguna brasa había tocado sus páginas ya secas y próximo estaba a sucumbir entre las llamas. Al girarlo, me sorprendió contemplar cómo sus letras desaparecían al tiempo que la humedad se elevaba en forma de vapor. Por una extraña cualidad, aquella tinta etérea se volatilizaba como las ganas de vivir se diluían en mi mente. La tristeza dejó paso a la angustia; un extraño fuego quemaba mis entrañas acelerando la desaparición del texto, y sólo el azar, fue responsable de que me diera cuenta de todo. Mi vida pasada, los acontecimientos recientes, incluso el paseo y el encuentro fortuito del día anterior, se hallaban allí escritos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Debía decidir si dejar que se extinguiese el texto junto con mi vida, o devolverlo al mar confiando en que éste volviera a engullirlo, para soltarlo únicamente cuando mi tiempo llegue a su verdadero fin. Ya en la playa lancé el diario bien lejos. Nada más podía hacer.
A la mañana siguiente, el trabajo se amontonaba en la fonda, como los mendrugos de pan sobre la mesa, y yo tenía que seguir viviendo. Ahora sabía que si el mar devolvía nuevamente aquel diario, mi vida estaría próxima a terminar. Solo esperaba estar conforme con ello si volvía a ser testigo del mismo hecho.

CRSignes 281207

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