7
Jul

Laura

Cuando salía a escena, Laura acaparaba la atención de todos. Pero su belleza no era la única particularidad que la hacía destacar. Poseía un magnetismo mágico que era capaz de desviar la atención sobre el defecto que la eclipsaba. Por que Laura, no era perfecta. Podría haber encauzado su vida alejada de los escenarios, pero un gran secreto la perseguía. De haber sucumbido a las ofensas y prejuicios, se habría dejado guiar por la desesperación. Vivió de limosnas y pequeños hurtos, hasta que la suerte la sacó del arroyo. No debía tener más de quince años, cuando cierto caballero reparó en ella; la vio en uno de esos momentos especiales, en los que Laura empezaba a sentirse mujer resaltando sus encantos. Sabía peinarse y sus ropas, aunque humildes, la ayudaban. Temió el rechazo del caballero, que intentaba ayudarla. Durante el almuerzo supo persuadirla; le habló de bambalinas, aplausos, admiradores, luces y trajes brillantes. Laura, fascinada, descuidó su pose, y entonces él la vio.
-Disculpe, debí decírselo.
-Esto cambia las cosas. Sígueme. -La guió hasta las afueras de la ciudad. -No temas, para hacerte algo debería acostumbrarme a “eso”.
Se refería a su deformidad; la perfección se perdía en la otra mitad de su cuerpo: gestos dulces y boca voluptuosa dejaban paso al más desagradable de los rictus. Era como si le hubieran golpeado con saña.
-No quiero ser cruel contigo, pero con ese rostro -entonces ella le mostró su brazo, que semejaba la zarpa de un felino -Difícilmente podrás triunfar en mi teatro. Pero mira, allí tienes futuro.
El charlatán de la entrada llenaba la caseta. Aparecía en penumbra, mostrando su lado bueno, para cambiar, cuando más confiados estaban los presentes, al aspecto bestial que la identificaba como “La mujer pantera”. Durante diez minutos, dejaba que la observaran, que se asombraran y asustaran de la fiereza fingida que el espectáculo le obligaba a simular; diez minutos, siete veces al día. El resto del tiempo lo dedicaba a arreglarse, intentando el acercamiento con todos los hombres con los que se cruzaba. Un arma de doble filo. La mayoría de las veces, salían espantados de su dualidad; rara vez conseguía una amable sonrisa; en otras se debatía por esquivar los ataques de individuos obscenos, y era entonces, en su defensa cuando no recordaba nada.

El circo permanente situado a la salida de la ciudad, era de fácil acceso, todos lo conocían. En una senda no muy alejada de él apareció la primera de las víctimas.
Las alarmas se dispararon, aquel hombre había sido atacado por una fiera. Todas las miradas se volvieron hacia el circo, pero a criterio de la policía, con una primera inspección despejaron todas las dudas. De sobras era sabido, que el ambiente circense no tiene buena fama, pero bajo aquellas carpas y casetas todo era transparente, ni tan siquiera tenían animales salvajes; unos cuantos caballos y perros domados hacían las delicias de los niños y en cuanto a su gente, los diez años de convivencia en el mismo lugar los avalaba. Fuera quién fuese el causante del asesinato, desapareció. Pasados varios meses, casi nadie se acordaba del asunto.
Laura era feliz, por vez primera tenía un amigo.
-No te fíes pequeña, -le dijo el director del circo -los hombres son traicioneros.
-Don Luís, esté tranquilo. Confío tanto en él, como en usted.
-¿Y sabe ya lo tuyo?
-Hoy se lo cuento.
Dos horas más tarde regresaba llorando y desaliñada. Sus ropas raídas daban cuenta de haber sufrido algún tipo de ataque.
-Laura, ¿qué sucedió?
-No quiero hablar de ello.
-A mi me lo puedes contar.
-Ha sido terrible, -habló entre sollozos -el muy lascivo, me dijo que le daba asco, luego intentó agredirme. Yo no comprendía nada, me defendí y salí corriendo.
Aquella noche casi no descansó. Por la mañana, una patrulla de la policía irrumpió en su carreta sacándola a la fuerza al tiempo que la interrogaban.
-Pero ¿qué significa este atropello? -Don Luís se interpuso entre Laura y los oficiales de policía.
-Hemos venido a detener a su chica. “La mujer pantera” es el asesino que andamos buscando.
Don Luís, tomó los débiles brazos de su pupila y se los mostró a los agentes.
-Puede que el aspecto les asuste, el maquillaje ayuda, pero esta niña, no tiene fuerzas. Miren este brazo está muerto, totalmente atrofiado.
Pero igual se la llevaron. De camino a la comisaría preguntó:
-Exijo que me digan por qué me detienen.
-Por que en aquel camino encontraron anoche totalmente destrozado, como el hombre que apareció hace unos meses, el cuerpo sin vida del joven con el que te vieron ayer. Vas a tener que darnos muchas explicaciones.
-Nos dijeron que ayer regresaste al circo como si te hubieras peleado. Confiesa, dinos cómo lo hiciste.
No le salían las palabras, realmente no recordaba nada de lo sucedido. Tuvo miedo de que no la creyeran y calló.
-Seguro que encontramos pruebas en tu contra.
Pero por más análisis que realizaron tanto a ella como al joven asesinado, nada encontraron que la incriminara, y no tuvieron más remedio que soltarla.
Al salir la esperaba una masa de gente que la recibió con frases ofensivas. El comportamiento agresivo de alguno de los presentes la aterrorizó.
Ni los suyos la respaldaron, se dio cuenta de que sólo podía confiar en Don Luís. Se abrazó a él llorando.
-Debo confesarle que no recuerdo nada. ¿Y si fui yo? Cerca de dónde lo encontraron sucedió todo.
-Ahora comprenderás lo que te dije. No te fíes de nadie.
Nuevamente el tiempo borró las huellas del asesinato, pero en esta ocasión nadie parecía querer olvidar, y Laura, se sintió acosada. Cuando salía a la función, los rostros que la observaban, parecían buscar entre sus gestos, alguno de culpabilidad, pero cierto día se cansaron. El público dejó de asistir al circo y fueron sus propios compañeros, quieres exigieron su partida. Pese a la negativa de su protector, no tuvo más remedio que marcharse.
Fue entonces que el terror se apoderó de la región. No había día que no apareciera un cuerpo desmembrado, y todos mantenían la misma similitud: una fiera les había arrancado la vida.
La policía, buscó a Laura sin éxito, parecía que se le hubiera tragado la tierra. Hasta que un día se la vio vagar desorientada, como ida.
Se lanzaron contra ella, que no ofreció resistencia, y sin que nadie lo impidiera, la ajusticiaron. Su cuerpo pendía de una soga, cuando apareció Don Luís.
-¿Qué habéis hecho? No fuisteis capaces de ver su belleza, su encanto. Ella nunca le hizo mal a nadie.
-Pero mírela, tiene la culpabilidad marcada en el rostro, en su cuerpo.
-¡Fui yo! La amaba. Pero no llegó a comprenderme. Quiso delatarme y mirad lo que le habéis hecho. Pagaréis con vuestra vida.
Pero antes de que pudiera saltar, sobre una nueva víctima, la policía lo detuvo de un certero disparo.
Entre sus pertenencias, encontraron una cuchilla con la que simulaba unas garras, y entre sus ropas, las pocas pertenencias que Laura portaba cuando la encontró.

Aunque también pudo suceder de esta forma. Que cada cuál seleccione su final. La fantasía nos permite esto y más.

La policía, buscó a Laura sin éxito, parecía que se le hubiera tragado la tierra. Hasta que un día la vieron vagar desorientada, como ida.
Se lanzaron contra ella, que no ofreció resistencia, y sin que nadie lo impidiera la ajusticiaron. Su cuerpo pendía de una soga, cuando apareció Don Luís, que agazapado detrás de unas rocas, observó horrorizado la escena sin ser capaz de actuar. Más tarde, cuando le trajeron el cuerpo de su pequeña para que se hiciera cargo del sepelio, tuvo que contener su rabia.
-¿Qué habéis hecho? No fuisteis capaces de ver su belleza, su encanto. Ella nunca le hizo mal a nadie.
-Pero mírela, tiene la culpabilidad marcada en el rostro, en su cuerpo.
Muy amablemente lo recogió entre sus brazos y se despidió de todos. El circo, según les dijo, iba a trasladarse muy lejos de allí.
Un año más tarde, faltando pocos días para el aniversario de la muerte de Laura, unos jóvenes encontraron, medio oculto tras un árbol, un cuerpo destrozado, irreconocible.
La policía no quiso alarmar a la población pues parecía que la bestia, inexplicablemente, había regresado. Cuando la investigación llegó a oídos de los vecinos, ésta se había alimentado ya de los rumores, temores irracionales y supersticiones de unas gentes que comenzaban a sospechar, que quizás se habían equivocado, que aquella muchacha era inocente. La investigación fue abandonada varios meses más tarde por falta de pistas que les llevaran a la solución del caso, pero tuvo que reabrirse cuando nuevamente, a pocos días del segundo aniversario del asesinato de Laura, un cuerpo desmembrado fue encontrado cerca del antiguo emplazamiento del circo. Y se alimentó la leyenda.
Dicen, ahora que van por la quinta de las víctimas, que ya nadie se atreve a salir a la calle cuando se acerca el 30 de julio. Hay quienes afirman haber visto un enorme felino, merodeando por el bosque; y los que aseguran haberse cruzado con la muchacha; pero nadie se ha percatado de un simple detalle, un gran ramo de flores pendido de la misma soga y en el mismo lugar en el que fue asesinada “La mujer Pantera”.

CRSignes 300907

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