13
Sep

El refugio de las almas

A Ricardo, mi amado, mi maestro

Arropado por los míos: dos nietas y un biznieto, fallecí. El respeto presente durante la agonía, fue quebrado en un instante. ¡Embusteros!
La jauría irrumpió con codicioso abuso rompiendo sellos de discreción, mancillando el acatamiento que durante años les impuse. Mi deceso ha sido como el disparo de salida de una carrera al desahucio. Ni tan siquiera esperaron a que mi cuerpo descansara en el nicho; aún caliente, fui despojado sin decoro de todo lo me rodeaba. El comedor familiar, aquel que albergara en su día los acontecimientos más jubilosos de mi vida, de sus vidas, se ha convertido en un mercadillo. Cada uno muestra sus piezas, como quién enseña los trofeos de caza. ¡Maldito saqueo! A mis espaldas, las hordas enemigas arramblan con lo que les viene en gana, como si temieran su desaparición instantánea. Pronto se encontrarán con mi más preciada posesión, y paradójicamente se quedarán helados, pues allí estaré yo para recibirles.
Por todos era sabido mi apasionamiento por la magia y el misterio, incluso se rumoreó un posible pacto con Satanás. ¡Cuánto me reí por ello! Gracias a mi incursión en lo oculto, conseguí crear un extraordinario espacio acotado, en un pequeño rincón de casa, en el que reservar mi alma asegurándome el transito hacia el más allá. Ahí me encuentro ahora.
Han dejado para el final la habitación en la que pasé la mayor parte de mi existencia, guarida de mis secretos. Allí se encuentra la llave que abre las puertas del “Refugio de las almas” o “Sala de espera del infierno”, así llamadas en alta magia. Me costó darle la forma para que funcionara. Muchos de mis amigos fallecidos pasaron por ahí, y están agradecidos. Con una simple pregunta, (¿quieres continuar o no?), las almas encuentran su destino. Ahora lo que temo es que los míos no sepan asumir el encuentro. En ningún lugar decía cómo pasar el testigo de tanta responsabilidad. Ese fue mi trato, y ahora espero que sea el de ellos.
Falta menos, escucho sus pasos y los objetos que mueven. Ya gira el gozne de la puerta, ahí está el primero, espero que comprendan que no pueden abandonarme, abandonarnos, espero que puedan entender… Espero… pero nada ocurre. ¡Se marchan! No se dieron cuenta.
La tropelía avanza poco a poco esparciendo contenidos reservados, deshonrando mi recuerdo e ignorando un refugio convertido en cárcel.


CRSignes 271007

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