8
Jun

Regreso a casa

©CRSignes2010

Había oído hablar de aquellos lugares repletos de desperdicios y miserias, pero nunca pensó que encontraría allí a su padre. La última vez que lo vio, discutía con su madre por la custodia de los hijos. Sorprendentemente y a pesar de haberla conseguido quería desaparecer.
¡Fantasías! Cómo puedes afirmar que lo haces por ellos.
Tú siempre tan suspicaz. Todo es efímero —concluyó.
Nunca más supieron de él, hasta dos días atrás. Albert recibió una notificación en la que se le convocaba para el retiro obligatorio del ciudadano Albert Ripling de Back-out Distrit, el vertedero de la ciudad. Un sector frecuentado por vagabundos y maleantes.
Temía averiguar en qué se había convertido su padre. Sentía vergüenza como cuando de niño le preguntaban sobre él y no sabía qué decir.
Un oficial le servía de escolta.
Sabemos que la medida puede incomodar, pero el alcalde quiere quitar de las calles a todos los hombres buenos.
¿Buenos? Está hablando del hombre que nos abandonó.
El condado no juzga los hechos personales. En ningún archivo consta que Albert Ripling haya cometido delito alguno. Por lo tanto la custodia corresponde a los familiares si los tuviera, en caso contrario a algún centro público.
Pues llévenlo allí, no quiero saber nada de él. Ojo por ojo…
Si persiste en su actitud deberé informar de su anormal comportamiento.
Tendría gracia. ¿Por qué no se le persiguió al abandonarnos?
El ciudadano Ripling cumplió alistándose en la expedición New Celux. A su regresó, herido y agotado, nadie le atendió a pesar de que todos los familiares recibieron las correspondientes indemnizaciones. Cuatrocientos millones de cromo laser por los perjuicios que la separación pudiera haber ocasionado.
Aquella narración le dejó pensativo. Recordó que su madre un día llegó con mucho dinero.
Venga niños, nos mudamos. Vuestro padre al fin pagó una parte de lo que nos debía por ley.

Un hombre agazapado, que se encogió con temor, miraba de reojo.
Ya me robaron ayer. ¡Márchense!
Albert reconoció la cadencia de su voz.
Levántese, este hombre ha venido a buscarle —dijo el oficial.
Alargó la mano lo justo para que Albert pudiera tomarla, y vio en su rostro aquello por lo cuál de niño lo admiraba. Comprendió muchas cosas que ya no importaban, era el momento de recuperar el tiempo, el amor, abandonar el rencor.
Venga padre, no se asuste. Es hora de regresar a casa.
¡A casa! Sí volvamos, tu madre debe estar esperándonos.

CRSignes 11/10/08

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