9
Jul

Hanky-Punky

I'm a blonde single girl in the fantasy world
Dress me up, take your time, I'm your dollie
You're my doll, rock and roll, feel the glamour and pain
Kiss me here, touch me there, hanky-panky
(Barbie girl lyric. Aqua)

Aquella maldita llave se había atorado y, con el forcejeo, se rompió. Conquistó al casero para que sustituyera la cerradura de inmediato. A pesar de ello, el cliente no tuvo paciencia y se marchó.
Antes de caer rendida en la cama, lanzó los preservativos y el detector sobre la mesilla de noche.
La poca salubridad del local, se vio compensada por el ungüento viscoso que salía del dispensador automático de la ducha iónica. Seguía las tendencias y había oído hablar de cómo gustaban vestir las jovencitas: peluca rubia larga, traje ajustado, medias, zapatos con tacón de aguja de charol negro. La peculiaridad más llamativa de aquel osado atuendo -además de que exigía movimientos casi mecánicos sin usar las articulaciones-, era que todo el conjunto llevaba un nombre estampado en todos los tamaños y formas, Barbie, un popular muñeca del siglo XX.
Al llegar a la calle comenzó a sentir las intermitentes señales, cómplices de su búsqueda. Muchos hombres, faltos de compañía, hacían uso de los servicios callejeros. Más cómodos que acudir siempre al mismo local vigilado.
Llevaba recorrida media ciudad e incomprensiblemente no había trabajado nada. Le echó la culpa de la vestimenta.
Se sentó en una terraza desde la que dominaba la autopista y el bulevar.
Acompáñenos señorita —le dijeron un par de muchachas vestidas como ella.
Comenzó a llover, parecían tenerlo todo previsto, pues sacaron un chubasquero de plástico transparente también para ella.
La entrada del local tenía un colorido muy llamativo a juego con la imagen que recordaba de aquel juguete de plástico. En las vitrinas, que decoraban las paredes, centenares de muñecas y otros objetos mostraban la evolución de Barbie.
¿Te gusta? Casi trescientos años de historia. Ahora, nosotras tenemos la obligación de seguir escribiéndola.
Sonrió, aunque seguía sin comprender nada.
Detrás de la barra, un joven la aguardaba con una copa en la mano.
Gracias, Ken —le dijo al camarero después de leer la placa con su nombre y antes de beber.
El dulzor excesivo de la bebida, de un rosa escandalosamente fosforescente, enmascaró el sabor amargo del narcótico. Su efecto se prolongó demasiado.
Sobre la mesilla de noche sus preservativos y un detector que no cesaba de pitar. Tras el cristal, decenas de rostros contemplaban al primer ejemplar de Barbie prostituta en el día en el que Ken estrenaría sus servicios.

CRSignes 14/11/2009

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