28
Ago

La estirpe del reino

El espejo es el enemigo del que no quiere ni oír hablar. La conducen por los pasillos; reconoce el lugar; se fía de sus guías pese a la brusquedad del desplazamiento. En volandas la acercan al baño. En las diferentes salas aún cuelgan los recuerdos de su vida díscola y descontrolada, del gasto sin desenfreno, del lujo desmedido carente de buen gusto. Todo terminó el día en el que quiso librarse de ella, y ahora sólo busca revivir las sensaciones y vivencias de antaño.
Años atrás fue lo que quiso, hizo lo que le vino en gana, y nadie cuestionó su comportamiento. Era hermosa ¿Por qué ahora intentan recluirla? Se sabe con derechos. Se cree alguien, y aunque hasta no hace tanto lo fue, ahora su mente está desahuciada, perdida, enganchada en vida al descenso hasta los infiernos de los fármacos que la mantienen en pie.
Tropieza su cuerpo enjuto contra las paredes, esquinas, puertas; no tienen el menor cuidado, provocándole marcas y moratones. Apenas siente el escozor de las heridas.
El baño rebosa en frescura, de una fuente emana constantemente agua de rosas, y su perfume la relaja. La desprenden de la bata —liviano tejido que apenas si puede esconder su demacrado cuerpo—, y se suelta con furia pero sin fuerza de los brazos que la sujetan.
Con movimientos obscenos, desafiantes, se acerca al espejo, se resiste a darle la cara. El esperpento aguarda oculto, lo sabe. Antaño lo vio, pero entonces aún conservaba su frescura. Observan cómo sumerge la cabeza en la fuente, el líquido empapa su cuerpo que tirita, aunque no deja que la sequen. Regresa frente al espejo caminando de espaldas, y antes de mirarse, formula la conocida pregunta, pese al temor que le produce pronunciar aquellas palabras.
Espejito, espejito mágico… ¿Hay alguien más hermosa que yo?
La respuesta se demora en sus oídos, tanto, que grita de nuevo la pregunta y vira sin abrir los ojos. Teme ver el espíritu oculto, que le trajo la condena.
El silencio por respuesta la reconforta, se deja trincar por las personas que la aguardan, que cubren su cuerpo empapado y desnudo. La bata de seda es sustituida por una camisa blanca de fuerza.
Blancanieves, mira a su padre que llora mientras acaricia el rostro antes hermoso de su amante. La estirpe de su reino está a salvo, pero para que eso ocurra, ha tenido que renunciar al amor de su vida.

CRSignes 050409

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