19
Dic

¡Diablo de crío!

El detenido ingresó en prisión, pasadas las cuatro de la madrugada. Realizó una confesión completa en presencia de su abogado. Durante su declaración (llena de incongruencias, afectado, sin duda, por algún tipo de shock), no cesó de jurar, que había quemado no sé qué manuscrito, legajo que según él, sobrevivía a todos los intentos de destrucción y que había encontrado en el callejón de acceso a su casa.
Venga García, el tiempo es oro. Déme un culpable. Demuestre que no es tan lerdo como dicen.

El prestigio del teniente García estaba en juego, presentaba su caso ante el imponente comisario Gómez, un tipo de trato difícil. Estaba nervioso.

La autoría de los crímenes, la muerte de los cinco inquilinos del número 9 de la calle Perales, a excepción de su hijo que no sufrió ni una magulladura, cometidos la madrugada del pasado martes 3 de junio, la corroboró al indicarnos la localización exacta del arma homicida, un cuchillo de cocina de veinticinco centímetros de hoja, que ya obra en poder de la policía científica. En su narración que, si me lo permite, calificaría de irracional e incoherente, parecía que desvivía lo vivido. Paso a leerle, textualmente, un fragmento de la misma: —el teniente tragó saliva antes de de continuar — “…Un poder irracional se apoderó de mí al recoger el manuscrito. Recuerdo haberlo quemado, ser testigo de cómo las llamas verde-azules de su alquimia maldita lo consumían. Pero al instante, encontré a mi hijo jugando con él, gesticulando de una forma demoníaca. Reconocí el rictus de su mirada, pues lo había visto en mí al recoger aquel manuscrito. Se lo arrebaté de las manos y lloró como si le hubiese robado la vida. Recuerdo haber hecho el amor con mi esposa… ¿dónde está? Y al despertar allí estaban ustedes, apuntándome con un arma. Sé que he hecho algo terrible, pero por el amor de Dios quítenle ese maldito papel a mi hijo.” Una cosa más señor. El acusado intentó convencerme de que su hijo, acabaría haciendo lo mismo que él. ¿Se lo imagina? ¡Un bebé de tres años!
Gracias García. Vaya a hacer compañía a ese niño, no tardarán en llegar los servicios sociales. Por cierto, no intente quitarle el rollito de papel que lleva en la mano, llora mucho. ¡Diablo de crío!

CRSignes 310708

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