El veterano de las Guerras Psíquicas
You see me now a veteran
Of a thousand psychic wars
My energy is spent at last
And my armor is destroyed
I have used up all my weapons
And I'm helpless and bereaved
Wounds are all I'm made of
Did I hear you say that this is victory
(Veteran of the Psychic Wars,
Blue Öyster Cult)
Las huellas sobre el pasillo desaparecen pronto. Los detectores térmicos no son de fiar. Nunca lo han sido. Cualquier mota de polvo despierta mayor alarma que mi intrusión.
La tripa resuena, sus ondas golpean las paredes de la panza de madera como lo hacen contra mi tímpano. El sonido me traspasa dominando mis deseos. Está dentro de mí. Hace mucho que los tambores me conducen, que son mi guía. Un trabajo, una misión rutinaria, una nueva muerte me aguarda tras aquella puerta. Puedo incluso imaginar las manos que golpean el instrumento con fuerza, la misma que necesito para apretar el gatillo, una y otra vez.
Recuerdo la primera vez que logré calmarlo, fue a poco de salir al mundo como un elemento más de aquellos planes dirigidos. El orgullo al saberse elegido compensa las horas de tortura, los crímenes acumulados a la espalda. Las nuevas tropas, nos llamaron, los guerreros psíquicos. Fuimos creados para el triunfo. Seleccionados sin ataduras. Nos hicieron a semejanza de la indiferencia. Vuestra voluntad hace posible cualquier deseo, nos dijeron. Pero el tiempo ha desvelado el engaño. Esa voluntad que nos otorgaron, es la de ellos. Esa voluntad, ese deseo que llenó sus bocas, no lleva más que muerte.
Frente al objetivo, con la mirada fría y el pulso firme, los tambores suenan. Un rasgo fugaz que por un momento he logrado ver tras la hipnótica banda sonora que me domina. La habitación, oscura y silenciosa, esconde la reliquia de años de olvido. Una imagen encerrada en un marco plateado. Con el rabillo del ojo contemplo aquella fotografía envejecida. El papel arrugado, nervudo y rasgado de falsos colores químicos casi extintos. Un rubio indefinido, un niño, toma de la mano a una mujer que le sonríe. Recuerdo. No existe posibilidad de vínculo, no debería. ¿Qué me ocurre? Los tambores no han parado, debo terminar el trabajo, detenerlos. Carraspeo para aclarar mi garganta, me cuesta respirar. Vuelvo en mí. Contemplo el reflejo en la pared de mi disparo. La trayectoria no deja huella sobre el cuerpo. Ni una gota de sangre mancha el suelo. Entra suave, como el cuchillo partiendo la tarta de cumpleaños, como el punzón que mata al becerro cuando ha llegado su hora. No he fallado. Misión cumplida. Debo volver sobre mis pasos.
Pom… pom… pom…
Comienza de nuevo. Necesito otro trabajo para que pare aunque sólo sea un segundo. Necesito encontrar la paz de esta guerra psíquica que me envejece.
Hoy mi armadura se ha roto. Reconocí a la víctima. Era mi madre.
CRSignes 19/12/10
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