23
Nov

La carga

Cuando me retuvieron en la frontera de Orión pensé que sería el fin. ¿Cómo iba a justificar mi mercancía?
Hacía años que teníamos prohibido adentrarnos en los “satélite basura”. Era peligroso. La acumulación de desperdicios propició la aparición de epidemias mortales para las que no había cura; pero con las debidas precauciones no lo era. Y yo sabía dónde poner los pies.
Al principio las autoridades se molestaron en separar cada sustancia con el propósito de reciclar si era preciso, dogma que caracterizó la común filosofía en todas las colonias. La controversia a favor o en contra surgió desde el primer momento. Encarnizada oposición que duró casi 100 años, tiempo suficiente para que se percataran del perjuicio que esta actividad provocaba en los encargados del tratamiento de los residuos. Estos trabajadores pagaron la dureza de su oficio, aunque no en sus propias carnes. Fueron sus hijos los perjudicados. Lo llamaron “Síndrome del duende”: alargamiento del miembro auditivo, reducción de la estatura media, raquitismo.
Desde aquel día se limitaron a enviar naves obsoletas no tripuladas cargadas hasta su máxima capacidad para abandonarlas allí de paso.

En mis bodegas miles de muestras del pasado. Había conseguido desde mobiliario sintético del siglo XXII, hasta los más delicados elementos de la decoración de hacía apenas dos lustros. Ya nunca más tendría que arriesgar mi vida de esta forma. ¡Sería rico! Pero me habían pillado. Todo el esfuerzo podía escaparse de mis manos si aquellos oficiales descubrían el origen de mi carga. La revisión fue rápida.

Haga el favor de entregarme el disco de memoria de la bitácora de la nave.

El disco no reveló nada sospechoso.

Veo que ha ocultado muy bien sus paradas.
¡No comprendo! ¿A qué se refiere agente?
¡Pues está claro! Según los archivos consta usted como anticuario y no me negará que aquí cerca se encuentra el primero de los “satélite basura”.

Un nudo en mi garganta estuvo a punto de delatarme.

Pero no se preocupe, haré la vista gorda. Tiene algo que me interesa y lo quiero para mí. Quizás por la misma razón es usted un privilegiado no lo dude.

Cuando ya casi había perdido de vista la constelación de Orión, tuve claro que por esta vez me había librado. Es curioso, ¿quién me iba a decir a mi que esos viejos restos de papel llenos de viñetas ilustradas llamadas Batman, iban a salvarme la vida?

CRSignes 100605

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