8
Abr

…et bête

Parece asombrarse de sí misma, de cómo aguanta el tipo después de haber sido capturada y encerrada. Intenta guiarse por un hilo de luz al principio apenas perceptible, que entra a hurtadillas en aquel húmedo habitáculo en donde descansa del pánico. Aquella rendija dosifica, a partes iguales, el hedor acre de las inmundicias de años de clausura, y la blanca línea —que desaparece por momentos— con la que pudo dibujar los contornos. Teme, y con razón, que la interrupción intermitente de la luz, se deba al paso de las figuras que la aguardaban al otro lado. “¡Prudencia!” Suspira imperceptible. Comprende que su destino no es terminar en aquella oscura y maloliente sala.
Cuando su renacido valor toma posesión de su ánimo, se alza para avanzar siguiendo la pared. A lo lejos, puede contemplar una primera forma, más o menos conocida, que se le insinúa como un obstáculo que debe ser sorteado, pero como por arte de magia, aquella silla desaparece. Su aventura no vería su fin, hasta que lograra salir.
Fuera como fuese, con pericia, pese a ser consciente de que todo en su entorno —sombras difusas de silueta conocida— se mueve, alcanza el corredor cerrado por una gruesa puerta de madera que abre.
La húmeda y fuerte ráfaga de viento, le hace retroceder. Un relámpago ilumina el pequeño patio interno de aquella construcción ciclópea y fría, que corona las alturas con gárgolas de piedra de formas amenazantes.
¡Creí haberla encontrado!
La lluvia irrumpe con fuerza y entra en una nueva estancia. La luz de las velas y candelabros titilantes tranquilizan su ánimo. Se acerca hasta la gran chimenea para calentar su cuerpo aterido, y aguarda fregando fuertemente sus manos, para devolverles el calor.
El tiempo transcurre lento…no pude dejar de mirarla.
Se envalentonó, era una muchacha de fuerte talante. Decidida a escapar de palacio, guía sus pasos hacia la entrada. El lujo exquisito deslumbrante, que la rodeaba, la entretiene, despierta su ambición, y entonces…
Se repite la historia por cuarta vez. Ninguna de ellas ha mostrado la sumisión y respeto anhelado. Debemos seguir aguardando.
Su rostro desencajado —me gustaría creer que no por mi aspecto de animal salvaje, sino al contemplar a mis sirvientes transformados en las piezas lujosas, antaño inanimadas, que me envanecieron y me hicieron presa de la maldición de la que tal vez podamos salir pronto—, me confirma que debo seguir buscando.

CRSignes 011109

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