30
Oct

El cochero

Me dirigí a la entrada del pueblo bajo un fuerte aguacero. Eran las siete de la tarde y las campanas repiqueteaban anunciando la misa.

Dios la guarde señora. ¿Voy bien para coger la diligencia?
Por supuesto caballero.

A mitad camino, me crucé con un espigado individuo embozado que corría protegiéndose de la lluvia. Tropezamos.

Discúlpeme. —Dijo. —La diligencia no puede partir sin mí.

Por miedo a equivocarme, pregunté:

Parece ser que uno de nosotros camina errado. ¿Va a la capital?
Debo relevar al cochero. —Contestó sin detenerse.

Dispuesto a seguirle estaba, cuando escuché a mi espalda un carruaje. Al girarme observé a unos viajeros subiendo en él.
Respiré aliviado mientras me acomodaba. Desde la ventanilla oí alejarse al otro carruaje.

Creí que se iba a cancelar mi viaje perdiendo la diligencia, he tenido suerte de que hayan dos.
No sé a qué se refiere. —Dijo el cochero con voz temblorosa. —Nunca ha habido otra.

Dos meses después, coincidí en el mismo lugar pero en dirección contraria. Desde el carruaje, pude ver nuevamente al cochero que me confundió. Lo reconocí en el acto pese a la brevedad de nuestro primer encuentro. Dos caballeros y una dama le acompañaban. Atónito les vi adentrarse en una espesa niebla antes de desaparecer.
Ya de camino entre en conversación con otro viajante, el cuál me confesó que realizaba aquella ruta, amedrentado.

Sepa, que este camino lleva por sobrenombre “La ruta al Infierno”.
Y dígame maese, ¿a qué se debe?
Cuentan, que hay que ser cautos y no confundirse de carruaje. Al parecer, existe la creencia de que lo recorre una diligencia que se adentra directamente en el hogar de Satanás, que él mismo la conduce para seleccionar a sus prisioneros. —Un escalofrío recorrió mi cuerpo. —Nunca la vi, pero si que he oído hablar de una larga cadena de viajeros que no han llegado a su destino.

Intenté que aquel relato no me afectara, las historias terroríficas no me gustan, además aún debía, irremediablemente, pisar aquel camino a mi regreso.

Estaba derrotado, demasiado cansado como para fijarme en lo que hacía, así que me subí en la diligencia esperando la respuesta del cochero.

Disculpe caballero, pero si no baja no vamos a poder partir. —Me dijo el cochero de forma jocosa.

Desde la orilla del camino, observé cómo se alejaban. Tal vez Satanás no era tan canalla como decían.

CRSignes 240108

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