10
Ago

La ira de los justos. (Satanás demonio de la ira)

—Graves perjuicios trae la cólera.
—Padre —los ojos de Aluma se abrieron como platos — ¿por qué dice eso?
El hermano, recién llegado a aquellas tierras, tomó de la mano a la pequeña sacándola de la sacristía.
—Eres demasiado inocente para comprender. Ahora regresemos. Y por el amor de Dios, no salgas del edificio.

……………

La penumbra era mitigada por el fulgor de los disparos y de las explosiones. El olor de la pólvora y el humo lo inundaba todo.
—Señor, deje que me acerque.
—Saben arreglárselas solos. —Dijo el Diablo.
— ¿No confía en mi?
—Me molesta que cuestiones mi criterio Satanás. Pero no puedo reprochar tu rebeldía. ¡Hazlo!

……………

Los vidrios retumbaban con el avance del asedio. Todos los bancos de la capilla, estaban apilados bloqueando la puerta de acceso. Junto al altar, un grupo de mujeres y niños miraban con estupor hacia todos los lados. La niña y el sacerdote se arrimaron hasta allí.
—Debemos aguardar. No perdáis la fe. Seguid rezando.
El olor del miedo y la muerte llegaba tan nítido como el sonido cada vez más cercano de los machetes, los gritos, las balas, las explosiones,… la sombra del demonio.

El abrazo que unía los cuerpos en la capilla se rompió.
—No podemos consentirlo. —La muchacha, sin soltar del pezón al niño que tenía en brazos, parecía estar fuera de sí.
—Pero Lerato, piensa en tu hijo. Eres una mujer sensata.
La sombra cambia de alma.
— ¡No es cuestión de sensatez padre! —Vociferó Atu, un adolescente que con catorce años ya había portado un arma. Salió disparado por la sacristía hasta el callejón. —Nos están aniquilando.
Al joven párroco le siguieron el resto de refugiados, pero sólo él sale a la calle.
—Creía que ustedes los religiosos estaban hechos de otra pasta. Que defendían mejor sus intereses.
—Claro está que somos hombres, pero no lerdos para controlar la ira. Nos debemos a Cristo.
—Y ¿dónde está él cuando les magullan?
— Bien lejos de ti, Satanás. Soy yo, Cassiel, ¿no me reconociste bajo esta forma? No puedes engañarme. Mi misión es impedir que se rompa el equilibrio. ¡Desaparece! Aquí ya has hecho el suficiente daño.

Una silueta esquelética y áspera, abandonó el cuerpo del muchacho que apenas alcanzó a comprender, que qué era aquel espectro que se desvanecía entre el humo de los incendios.
Desde un puesto privilegiado, bien alejado de la sombra del templo de Cristo, la imponente figura del Diablo observaba. En su rostro: un gesto de satisfacción.
—No sufras por nuestro prestigio. Ya no necesitan tu ayuda. Mal bicho eres Satanás, que con un poco de tu veneno es suficiente.

CRSignes 080808

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