Melodía de media noche. De Crayola

Cuentan que hace mucho tiempo, en un lejano lugar –nadie sabe que tan lejano está- sucedió una historia que cambió para siempre las noches.
En un campo lleno de árboles, flores y un cantador río, vivía junto a una gran roca, Lucho el grillo. Pero no era un grillo cualquiera, no, que va, Lucho era un artista, tocaba la flauta con virtuosismo y cantaba, era admirado por todos los vecinos.
No lejos de ahí, entre unos girasoles vivía una familia de mariquitas. El señor Mariquito y su fina esposa eran muy respetados. Ellos tenían una linda hija que llevaba por nombre, Tita Mariquita. Se sabía bella, pero estaba llena de egoísmo y vanidad, nadie merecía siquiera otearla. Un hermoso cuerpo rojo brillante con perfectos puntos negros, un par de estables antenas que terminaban en una espiral que parecía perderse en el infinito, y un magnífico par de ojos azules enmarcados con unas largas pestañas, eran el martirio para más de un par de enamorados.
Pero nadie se le acercaba, no sólo porque el Señor Mariquito no lo permitía, sino porque ella misma no dejaba acercarse a nadie.
Una tarde, Tita mariquita se alejó de los girasoles y voló hasta el río. Ahí, una suave melodía le enterneció el corazón. Se trataba de Lucho el grillo que tocaba su flauta. Sin percatarse que alguien le observaba, siguió y siguió tocando hasta que la luna apareció. Tita Mariquita, embelesada ante majestuosa acutación, se acercó a Lucho el grillo y le hizo saber de su admiración.
Lucho el grillo dio un salto de la emoción. Tenía tiempo enamorado de Tita Mariquita, pero al saber que no tenía ninguna posibilidad, desistió de intentar llegar a ella y se conformó con inventar las más hermosas notas de amor y regalárselas al tocar su flauta.
Una historia de amor surgió, pero el desenlace fue terrible. El señor Mariquito se enteró de los amores entre Lucho el grillo y su hija, y le mandó desaparecer. Tita Mariquita, cabizbaja, regresó a encerrarse tras los girasoles, su postura fue la de nunca más salir.
Por otro lado, cuentan que desde aquel día, las noches se llenaron de melodías, dulces notas, murmullos y cantos diversos. Algunos aseguran que es Lucho el grillo que sigue vagando por los campos, tocando su flauta, repartiendo su mejor repertorio como una eterna ofrenda de amor.

Crayola 07/03/2007

Diez años después. De Crayola

Pasó el tiempo. Ni rápido, ni lento, y llegó el día señalado. Se cumplió la fecha de aquella cita que se prometiera en un arrebato de loca pasión un día tal de su juventud. Pero el destino ya tiene escrito nuestro camino. Ahí llegó él a cumplir con su promesa, con diez años más a cuestas, y más vida sobre sus hombros. El escenario, una plaza bulliciosa con el cantar de los pájaros sobre los naranjos y las ceibas. Un vendedor de fruta en una esquina. Otro mas vendiendo algodones de azúcar rosas y azules. Alejandro acostumbrado a su frío clima, se acongojaba dentro de su chaqueta, el sudor le picaba la piel, pero quería lucir lo mejor posible. Su pelo bien cuidado se alborotaba con el viento caliente y seco. No había su salina brisa tan conocida para que le bañara el rostro. Una banca se convirtió del lugar de encuentro, en su lugar de desconsuelo. Y el tiempo volvió a pasar. Se fueron a las seis de la tarde y con esa hora se fue el último rayo de sol. La noche cayó tras el campanario de la iglesia y la plazuela se iba quedando sola, tan sola como el alma de Alejandro que seguía esperando. Pero tuvo que reconocer al final que no había nada que esperar. ¿Cuánto tiempo había pasado sin hablarse después de aquel juramento? Tanto que ni siquiera notó que todo lo dicho se había olvidado. Inició su andar más lento que antes. Cabizbajo dejó de otear el norte. Se echó al bolsillo del pantalón su desdicha y caminó. Volvería a su querido sur, volvería a la orilla de aquel su mar azul. Su corazón sentía el mismo amor de siempre, la misma rabia de no tenerle. Ahora buscaría un mejor desenlace para su historia. Buscaría el amor más cerca, sin egoísmo, tal vez en la mujer que sigue a su lado, tomando su mano cuando caminan juntos por las calles de su ciudad. No volvería derrotado, ahí enterraría para siempre todo lo que soñó alguna vez. Eso lo haría regresar a su estabilidad emocional, no pensar en ella. Todo al olvido. Una nueva postura ante la vida. Solo que aún no sabía que haría cada vez que mirara al norte. No sabría que hacer cada vez que la luna le hablara de amor. Ya no sabría más que hacer al saberse definitivamente sin ella.

Crayola 06/03/2007

Los elementales Capítulo cuarenta y siete: El encargo. De Monelle

Tuve miedo de volver a coger aquel objeto. Anna se acercó todo lo que pudo. La reina oteaba desde lo alto al ver sus esfuerzos, hizo que volviese a volar hasta su altura.
Mi querida, creo que usted será la más indicada para custodiarla.
Majestad, será un placer.
Y la regresó hasta el suelo con la urna entre sus manos.
Pero Anna, ¡estás loca! ¿Sabes la responsabilidad que esa postura representa? –Le dije cabizbajo y susurrando, para que nadie nos oyera. Una risa suave y fina se dejó sentir.
He sido yo –las palabras y risitas de la ondina sonaban divertidas; se movía traviesa en su medio acuoso, haciendo volteretas, y chapoteando entre las burbujas de colores que provocaba su juego.
Hola, me llamo Seren, y me alegra que me vayas a custodiar tú –con su movimiento resultaba difícil mantener el recipiente estable. ─No me gusta estar encerrada y en tu mundo podré ser un poco más libre, hasta mi regreso a casa.
Hola Seren, mi nombre... –Julien se acercó.
Lo sé –volvió a reír –tengo instrucciones y le ayudaré a reencontrarse con los míos y con los demás. Y tú –dijo señalándome –no temas, ya me cuido de eso. Ya veréis lo bien que nos lo vamos a pasar. Las corrientes de agua vaporosa de este entorno eran dañinas, pero en su mundo el agua si que se concentra, necesito estar rodeada de mi elemento. Ya les indico. Tenéis hijos ¿no?
¡Seren! No te hagas ilusiones que no podrás conocerlos –le aseguró la reina de los silfos. ─No están preparadas las criaturas. Debes comprenderlo, no seas egoísta, y ustedes discúlpenla es como una niña, le encanta jugar. Por ser traviesa y no hacer nunca caso, está aquí.
Sí, me encanta jugar. ¿Qué tiene de malo?
Nada Seren –dijo Anna, mirándola con dulzura. ─Ojalá pudiera presentártelos, pero comprende son muy pequeños. Quizás en otra ocasión.
Claro –el brillo de sus ojos competía con la luminosidad de su cuerpo, el tono casi lila de su piel cambió al verde, se puso seria para decir ─Lo prometo.
Mi presencia ante ustedes ha llegado a su fin –la reina hablaba mientras seguía columpiándose ─Nos veremos pronto, este es el desenlace de nuestro encuentro.
La bruma espesa lo cubrió todo, la urna brillaba y al instante nuestra casa comenzó a hacerse visible.

Monelle/CRSignes 04/03/2007

Ciego. De Crayola

Siento que sigo parado en medio del camino, esperando. No sé qué espero. Otear el horizonte no me sirvió de nada, nunca le vi pasar. Tal vez pasó a un lado mío y no me di cuenta. Tengo miedo al pensar que así fue, simplemente no lo vi. Es absurdo como se me fue la vida, como el tiempo se me escurrió como agua de mar dejando solo un rastro salado. ¿Tan ciego fui? O tal vez es que nunca le tuve cerca… Pero entonces, por qué me siento llorar por dentro, por qué lamento estar tan solo. Fue egoísmo tal vez, fue que quizás no nací para ello. De qué me sirvió aquella cama donde engañé a tantas, donde sacié mi carne caliente y apasionada. De qué me sirvieron tantos besos robados a aquellos labios que se me ofrecían con candor. Y aquella, la de piel más blanca, la de ojos color miel, aquella que se me clavó en el alma…le dije que se marchara. Y ahora, más solo que ese inmenso mar. Abandonado en esta vida que escogí. No supe cuando me casé con la soledad. Y tengo un bolsillo lleno de monedas y el otro, lleno de amargura. Y tengo todos los años encima que me roban la postura y estabilidad y me hacen caminar cabizbajo y de lado. Y tengo los puños cerrados, me angustia ver que si los abro en mi palma no tengo nada. Soy un pobre viejo dejado por el destino. ¿Cuándo me olvidé de mí? ¿Cuándo me quedé tan tristemente solo? Que desenlace más patético el mío. Ni siquiera el morir es un consuelo. Porque morir sabiendo que no fuiste capaz de amar, morir sabiendo que renegaste del amor…no es morir, es sólo continuar con la agonía después de la muerte. ¿Podría ser que encontraste algo mas allá? Podría ser. El amor pasó a mi lado y no lo reconocí.

Crayola 02/03/2007

El Reloj Sentimental. De Edurne

Allí estaba, en una repisa de la habitación de Jana y Luís, con su cuerpecito redondo y sus tres tornillos incrustados en la espalda. Dos antenas de aluminio sobresalían de su parte superior, rematadas por dos bolitas brillantes de colores, una rosa y otra azul, y las dos manecillas pegadas a su nariz se movían al compás del tiempo.
Su posición era alta y estable para que los niños no llegaran a él. Desde esa postura, oteaba cada rincón de la habitación, era feliz en ese recodo pero necesitaba el cálido abrazo de alguien querido.
No fue su egoísmo el que le incitó a saltar aquella noche… simplemente deseaba acercarse a la mejilla de Jana y notar su calidez, rozar los deditos de Luís y conseguir que su piel de plástico duro se estremeciera al contacto humano.
Adoraba a esos niños… Veía como le observaban todos los días con su barbilla elevada y su expresión de deseo, sí, él lo sabía, deseaban, como él, apretarle entre sus manitas, zarandearle, analizarle detenidamente y descubrir lo que escondía en su interior que hacía tic-tac, ese sonido que oían cuando todo estaba en silencio y que provenía de él.
Esa noche no pudo resistir la tentación y se decidió a dar ese salto estudiado de antemano, debía caer sobre la almohada del niño y, de rebote, ir a parar a los pies de su cama.
El desenlace no se sucedió como estaba previsto, quiso agacharse para darse impulso pero una de sus patitas se desenganchó y la caía fue fatal… cerca de la cabeza de Luisito. En el rebote se dio un trastazo contra el suelo y su barriguita se abrió quedando al descubierto todo su engranaje.
Luís sintió que algo le rozaba la oreja y se despertó asustado, gimoteando y tanteando a su alrededor para llegar hasta su hermana en la oscuridad. Jana abrió la luz y le abrazó al verle cabizbajo y lloroso, creyó que estaba soñando, advirtió que se tocaba la oreja y le apartó la mano para ver. Un simple rasguño, tal vez él mismo durmiendo… Cuando de pronto tocó un objeto frío con su pie y vio al pobrecito reloj espachurrado por el suelo.
Así se cumplieron los deseos de ambos, el reloj pudo sentir la calidez de las manos de los niños mientras le recomponían y ellos descubrieron qué había en su interior que hacía tic-tac.

Edurne 01/03/2007

PARÉNTESIS. De Aquarella

El día amanece gris desesperanza, como el estado de ánimo que pasea cabizbajo por la habitación. Tu mirada se dedica a otear más allá de las cuatro paredes en las que se ha convertido nuestro mundo, más allá de la ventana, incluso más allá de la vida. Salgo de la habitación para escuchar una frase que no quiero oír
-Su situación parece estable, pero no se confíe, las próximas 48 horas son críticas. - Vuelvo con una sonrisa fingida y me acerco a la cama
-¿No estás harto de esa postura? ¿Quieres otra almohada? Estarías más cómodo...
-Te quiero a ti, y quiero que seas feliz... aunque yo no esté.
-No digas tonterías. ¿Es que piensas irte a algún sitio sin mí? Ni se te ocurra, no pienso consentirlo, prohibido escaquearse -el teléfono interrumpe la conversación y la cobardía agradece la llamada que me permitirá huir, que me prestará unos minutos para llorar.
-Toma, es tu madre... voy a por un café a la máquina -antes de salir por la puerta las lágrimas ya corren a sus anchas, la debilidad que oculto frente a ti se hace ahora palpable.
Me siento en la sala de espera para tomar ese asqueroso café al que ya me voy acostumbrando y me dejo envolver por la soledad para iniciar una charla con mis pensamientos. El primero acude a los ojos de la memoria para hablarme del pasado, de nuestra forma de cultivar ilusiones, de mi necesidad de ti, y de pronto me asalta una pregunta que no quiero admitir ¿Se nos está muriendo el tiempo? Me invade ese dolor que sólo puede ser fruto del egoísmo, porque me niego a saber lo que sería echarte de menos.
Me visto nuevamente de aparente alegría para mostrarme serena y jugar contigo a que no pasa nada, a que sólo estamos en un paréntesis
-¿Qué? ¿Ya te ha dado mimitos tu mamá? Pues ahora me toca a mí… - y vuelvo a ser la jardinera que cultiva con ternura los brotes de esperanza, arrancando las malas hierbas de tristeza que no tienen cabida aquí. No me atrevo a pensar en el desenlace, le daría alas a un miedo que no puedo permitirme porque soy incapaz de imaginar lo cotidiano sin ti. No niego la realidad, no necesito consultar ningún oráculo, sé positivamente que esto no puede terminar así.

Aquarella 28/02/2007

El Doctor Flúor y su mascota Caries. De Mon

©CRSignes 2006

Eran las tres de la mañana, la tormenta nuclear había cesado, hoy día de San Ignacio del año 2107 se conmemoraba el centenario del descubrimiento del inhibidor de partículas gamma. El Doctor Rampa, como siempre desvelado y cabizbajo, aprovechaba las últimas y más débiles reminiscencias de radiación para desarrollar un nuevo dentífrico.
El egoísmo de la sociedad no dejaba ver más allá de sus propias narices, era muy alto el coste de vidas humanas que se tuvo que pagar para desarrollar semejante pasta de dientes. Pero todo valía en una sociedad en la que lo más importante era una sonrisa clara, limpia y blanca, a ser posible de brillo cegador.
Rampa siempre había estado interesado por los derivados del Uranio para uso blanqueante, no obstante desenlazar los átomos para conseguir una fórmula estable no era tarea fácil. La solución la encontró en una prueba nuclear que hicieron unos Boy-Scouts en las orillas del Río Mare, allí, después del invierno nuclear, quedaron intactos los pañuelos verdes que portaban en el cuello, todo lo demás resultó arrasado. Pues bien, el material del que estaba confeccionada la tela resultó ser una seda de un gusano ibérico que habitaba en Corea del Norte. El doctor consiguió en pocas semanas aislar la molécula que inhibía las emisiones alfa, beta y gamma, con lo cual pudo desarrollar la confección de unos delantales que protegían a los seres humanos.
Todo esto por una sonrisa, una Tierra sembrada de explosiones nucleares con el único fin de extraer más y más radiación para alimentar los gusanos y así producir cantidades ingentes de fibra protectora a la par que se daban los últimos toques al detergente bucal.
El resultado llegó, resultaba casi imposible otear el horizonte, era tan grande el brillo de los dientes que se confundía con las detonaciones.
Hoy día de San Ignacio la humanidad ha vencido, podemos sonreír…somos mejores.

Mon 27/02/2007

Sueños de amor eterno. De Suprunaman

Rebuscaba en el altillo del armario un delantal horroroso que su madre le había regalado hacía mucho tiempo, cuando aún era soltera. Ya sólo quedaban las mantas del final que tocaban la pared del fondo. Al meter la mano bajo ellas encontró una pequeña caja de metal fría y amarilla. Las bisagras estaban oxidadas. Al abrirla, un pequeño chirrido sonó como si bisbiseara un gran secreto.
Moni-Pony se puso a otear las fotos del estuche, en ellas, se reconoció cabizbaja, con una sonrisa picarona, entretanto Pumpin con un bañador a cuadros verdes hacía posturitas mientras aspiraba las últimas caladas de un cigarrillo. Eran las fotos del 92, el año que se conocieron . Había un rollo de papel, parecía un pergamino antiguo de tan arrugado que estaba. Al desenrollarlo, con una letra estable se podía leer:

TeQuieroTeQuieroTeQuieroTeQuieroTeQuieroTeQuiero
TeQuieroTeQuieroTeQuieroTeQuieroTeQuieroTeQuiero.

También descubrió una carta secreta, olía a papel húmedo. Era una carta de amor, de rosas y de risas.
Pumpin había guardado egoístamente para él estos preciosos recuerdos.
Sonó la llave rodando la cerradura y Pumpin entró, vestido de negro y con su maletín de trabajo.
Pumpin, le dijo ella mostrándole la caja.
Sabes Moni-Poni, ahora te quiero tanto como entonces. Y sus labios se fundieron en un beso apasionado presagiando un desenlace feliz

Suprunaman 27/02/2007

Palabras para el "contemos cuentos 28"

Se seleccionaron las siguientes palabras:


CABIZBAJO

DESENLAZAR

EGOÍSMO

ESTABLE

OTEAR

POSTURA

Las normas se mantienen: relatos de entre 200 a 400 palabras, entre las que deben estar incluidas las seleccionadas, el título es obligatorio y el tema libre.

Los elementales. Capítulo cuarenta y cinco: Entre nubes. De Monelle

Cerré los ojos para sentir aquel momento con mayor intensidad. No puedo precisar cuando cambió el aspecto de todo, cuando dejó de ser un cúmulo de agradables sensaciones, para convertirse en algo imprevisible y bastante aterrador; tampoco puedo hacerlo sobre el tiempo qué duró, pero dejó de sonar la melodía, para convertirse en un gran resoplido, que nos dejó aturdidos y desorientados. Los contornos se desdibujaron, tal era el movimiento de aquellos seres aéreos, que giraban a gran velocidad alrededor nuestro. Intenté abrazar a Anna, pero nos habíamos separado, rompiendo nuestra unidad. Íbamos a la deriva en aquel tembloroso espacio circundante. Al parar, comprobé la solidez del suelo. Estábamos desconcertados. Julien, no decía nada. Poco a poco, pudimos distinguir los contornos. Me recordó a un kinetoscopio, uno de esos viejos aparatos giratorios de imágenes en movimiento. En condiciones normales debíamos habernos mareado. Al despejarse, comprendí la grandeza de lo sucedido. Era un espacio inmenso, no se distinguía su fin; los silfos, que nos trajeron, susurraban palabras que nos costó comprender. Debíamos adecuarnos al medio que nos rodeaba. Tan etéreo como vaporoso, en aquel mundo todo sucedía de forma tan liviana como una caricia, sensación agradable difícil de asimilar. Recordé los relatos de Julien, y tuve verdadera conciencia de ellos; un par de horas atrás, me debatía, con sorna, entre el estigma del escepticismo y del temor, y ahora deseaba más; quería pruebas de que no era una alucinación provocada por nuestro entusiasmo.
Sé lo que están pensando –dijo Julien mientras avanzaba hacia los silfos.
¡Diablos! Es maravilloso...
Sigámosles, estamos seguros.
Bajo nuestros pies apenas una fina capa de nubes nos separaba del espacio vacío. Avanzamos hasta llegar a un cúmulo desde el que pudimos ver un vaporoso edificio formado por nubes violetas, azules y verdes; la frialdad de sus tonos, contrastaba con la calidez de los que lucían los silfos, que parecían guardar la entrada.
-Pasen –tendiéndole una mano a Anna, ella fue la primera en entrar, su cara de felicidad lo decía todo.
Nos dejaron en una sala cubierta por la misma bruma que envolvió nuestra casa en el momento del conjuro, desprendiendo haces de luces de colores intermitentes. Al instante, la nebulosa barrera comenzó a desvanecerse.

Monelle/CRSignes 25/02/2007

Todo cambió. De Crayola

Ayer paseaba por ahí y la luna lloraba desconsolada. Me dijo que ya no hay parejas de enamorados que la quieran contemplar. Ya nadie le cuenta secretos. Su blanca luz se opaca con el psicodélico esplendor de las nuevas y artificiales luces. Las bancas de los parques están solas, tristes. La hierba está seca, no hay jóvenes ansiosos de amarse en el mullido verde. Y los pájaros escondidos en sus nidos, sus mañanas son menos alegres. El amanecer es igualmente hermoso que antaño, pero con tantos edificios no se puede apreciar. Y las azules nubes se tornan grises, se contaminan. Y el viento ya no soporta la indiferencia ante su cantar; el ruido se apoderó de la ciudad y el campo. Y el mismo tiempo se va presuroso, no se detiene a mirar un beso, no se detiene para eternizar una caricia. Hasta el mismo diablo, en intermitentes sollozos, se quejaba de la total soledad que sentía. Nadie le teme más, nadie le aprecia más. No hay dioses ni demonios para estas generaciones de hombres-máquinas. El estigma del pasado se está borrando lentamente. Solo importa el futuro. La velocidad. Llegar primero. Ser el mejor. Ya el corazón es solo un músculo más del organismo y es sustituido sin pena alguna por un pequeño pero eficaz motor de circuitos y cables. Ya la sangre no se entibia con un fuerte abrazo, ahora son tan distantes. La gente no se toca. Las personas no se miran. La unidad se quebró. Todo es apresurado, nada tiene sentido. Ya no hay amantes en los balcones, ni celestinas sonriendo con sorna detrás de las paredes mientras escuchan las promesas de los enamorados. El amor parece haber migrado, o tal vez se durmió en un sueño profundo para no despertar jamás. Desde que todo cambió, las sonrisas se me escaparon por los bolsillos rotos, las monedas que me quedaban, y los anillos aquellos que llenaban de fantasía mis tardes. Todo cambió y me quede ahí parada viendo como se vaciaban mis manos hasta quedar en nada.

Crayola 21/02/2007

Los amantes de Valardo. De Monelle

Nuestro clan había decidido no desplazarse agradeciendo a los dioses tanto lo bueno como lo malo. La caza había disminuido; ya casi no se encontraban animales, los grandes habían migrado en busca de mejores pastos. Por suerte, otros clanes habían seguido el instinto de las bestias desplazándose con sus conocimientos, que pronto adaptamos a nuestras necesidades; así aprendimos sobre la reproducción de algunas plantas, de sabor agradable, que servían para llenar nuestras despensas, reemplazando la falta de carne; y junto con ellos logramos sobrevivir. La intermitencia del tiempo nos era favorable; al largo periodo de frío seguía otro mucho más cálido, que aprovechábamos para realizar batidas de caza en las que cada vez recorríamos mayor territorio. Entonces ya no nos preocupaba la escasez, nuestra inquietud se centraba en defendernos de los ataques de otros hombres, que habían basado su vida en el pillaje. Aprendimos a golpe de sangre.
Se conocieron en una batida. La rescatamos del ataque de una fiera, y ya no hubo forma de separarlos; su corta edad no fue impedimento para el amor, lucharon por que los dioses y los hombres los aceptaran, y pronto lograron sus frutos. La bendición de la vida les había favorecido.
Sin sobresaltos, sin hambrunas ni batallas, la unidad del poblado creció; mirábamos a nuestro alrededor con sorna. Nada podía hacernos mella, hasta que nos alcanzó.
¿Qué circunstancias lograron acercar aquel diabólico estigma de los dioses? ¿Qué mal habíamos hecho?
Comenzaron a caer. Los viejos, las mujeres preñadas y los niños primero. La maldición se extendía, los enterramientos eran constantes; el ritual de la muerte nos bañó de tristeza. Y cuando ya no quedaron débiles a su alcance, fue a por los más fuertes, que sucumbieron mientras la palidez absorbía su resistencia.
Aquella niña, ya mujer, no podía permitir que le arrebataran, además de a su hijo, a su amado, e intentó insuflarle la vida que se le escapaba con cuidados de día y de noche, pero perdió. No hubo forma de separarla de su lado; quiso morir junto a él.
Fui el elegido para tan honroso acto. Colocamos aquellos cuerpos fuertemente abrazados en una fosa. Ella lloraba. Depositamos los elementos necesarios para el largo viaje y sus escasas posesiones, y al tiempo que le clavaba el cuchillo, arrebatándole la vida la besé, tomando con mis labios la última de sus lágrimas.

Monelle/CRSignes 20/02/2007

Detrás del telón. De Crayola

Rellenar con cuidado mis párpados marchitos de sombra azul. Una fina línea negra delinenado mis ojos al borde de las pestañas postizas; mejillas rosadas, labios rojos encendidos. El cabello suelto, alborotado sobre mis hombros. El mismo ritual cada noche. Baño de cuarenta minutos en la tina. Asientos de agüita de hierbas: romero, lavanda, manzanilla y pachulí, como me aconsejó mi madre, y a esta su madre y así no sé por cuantas generaciones antes, para evitar embarazos no deseados. Supongo que en algún momento esto falla, nací yo, nacieron ellas. Después una crema para untar en mi vagina; según las viejas, esto elimina cualquier contagio. Esos hombres parecen estar podridos por dentro; son un asco. Mi madre al morir me dejó una unidad en el vecinadrio, sus prendas, sus tacones finos de aguja, sus medias de red! Imponderables. Su cajón de maquillaje, su collar de perlas. Unos cuantos trapos y unos pesos como herencia. Pero no imaginaba que también lo puta se heredaba. No imaginaba que llevaría un estigma ecuménico el resto de mi vida, cuando a los doce años mi vieja me rentó con el tendero a muy buen precio, mi virginal cuerpo costó muchas monedas entonces. Todavía recuerdo que fue la última vez que sentí un abrazo de ella…Pero ¡que va! No tengo tiempo para idioteces y cursilerías, en un par de horas dará comienzo mi actuación: la gran Madame, la gran Puta diría yo. La gran inventora de intermitentes orgasmos. La que lame con grima esos miembros hediondos y viscosos. La que grita de placer fingido y con sorna, mientras ellos brincan como ridículos chapulines para terminar con un lastimoso gemido; embarrados, exhaustos y bañados en sudor. Este maldito clima tropical que lo empapa todo. ¡Pobres diablos! Pobres ilusos. Carcamanes, sádicos, libidinosos, puercos…hombres. Si supieran cuanto los desprecio…pero que bien pagan por un par de buenas corridas. Y que lástima me doy yo. Ahí está la actriz de sueños. Es hora de levantar el telón. Es hora de derretir el hielo y cubrir mi cuerpo con calenturas ajenas. Cuánta repugnancia me provoca mi imagen en el espejo. Esa soy yo, la que se vende por un puñado de dinero, la que solo aprendió en la vida a comerciar con besos y caricias….Que mas da…que alguien pague por ellas.

Crayola 17/02/2007

Los elementales: Capítulo cuarenta y dos. El regreso de Julien. De Monelle

Miraba a Anna y no la reconocía. Estaba tan segura de sí mientras pronunciaba aquellas palabras. Le tomé la mano. Fue entonces cuando nuevamente surgió la luz cegadora, y una abertura luminosa apareció de la nada. Retrocedí espantado, creyendo que la arrastraba, pero su mano se desvaneció. Ella seguía allí, podía verla pero no me oía. Grité su nombre mientras me acercaba. Intenté sujetar su brazo, pero fue imposible. ¡Qué diablos estaba sucediendo! Su cuerpo, ahora traslúcido, parecía a medio camino entre dos mundos. Sentí rota la unidad de nuestro amor. Estaba aterrado. Ella parecía no darse cuenta de nada, conversaba con alguien, gesticulaba reclamando atención. Su rostro sonriente, serenó mi impotencia. ¿Por qué le había dejado? Debí seguirla en lugar de intentar huir. Aquellos minutos se me antojaron horas. Mi desesperación fue a más cuando el resplandor se tornó intermitente. En un intento desesperado simulé abrazarla, y para mi sorpresa funcionó. Su cuerpo tomó contacto con el mío, fue entonces cuando la empujé. Noté como si algo tirara de nosotros. Era Julien que se aferraba al brazo de Anna para no perder el contacto, y vi algo más. Por el rabillo del ojo observé un mundo envuelto en semipenumbra.

¡Cuánto me he angustiado! –Dije.
Pero si apenas ha durado un segundo Ricard. No comprendo el porqué tuviste que empujarme. Por poco Julien se pierde. ¿Se encuentra bien?
Sí, gracias querida. –Asintió el viejo. –Gracias por todo.

Les expliqué lo que había sucedido, la sorna con la que había transcurrido para mi la escena antes de abalanzarme desesperado al ver los cambios en la puerta de luz.

¡Cuánto lo siento! –Dijo Anna. –Para mi fue maravilloso. Tal y como lo vi en el sueño. Después de recitar el conjuro, llegué a ese mundo extraordinario. Miles de luces de colores lo poblaban, a cada cuál más hermosa. Se desplazaban a gran rapidez dejando, a su paso, estelas que dibujaban líneas rectas, curvas, zigzagueantes,... Me encontraba bien.
¿Pero dónde estabais? ¿Qué mundo era? –pregunté.
Creo que ahora le llaman el astral, por purgatorio lo conozco yo. –Afirmó Julien.
Pensamos que estaba con los elementales. –Julien bajó la cabeza antes de contestarme.
Sé que me enfrento al estigma de mentiroso, y que quizás pierda nuevamente su confianza, pero debo rogarles que no me pregunten más. Pronto lo sabrán todo.

Monelle/CRSignes 15/02/2007

Momentos intensos en una corta existencia. De Suprunaman

Os voy a contar amigos míos la verdadera historia de unos amantes que se abrazaron hasta la muerte.

El amor es un sentimiento intermitente, hoy te quiero, mañana me cansas, te deseo, no tengo ganas…Los que alguna vez habéis amado ya lo deberíais de saber.

Se amaron con locura la primera vez que hicieron el amor, se acoplaron formando el todo, la Unidad. Luego ya no.
El amor había sido intenso, pero fugaz. Tuvieron tantas ganas el uno del otro que su primer momento se convirtió en un estigma que los arrastraría a la muerte.

El quiso envenenarla, ella clavarle un cuchillo, la empujó por las escaleras, contrató a unos asesinos para que lo mataran, le preparó un baño con agua hirviendo, le echó mal de ojo, le metió serpientes en la cama… Al final, pelea cuerpo a cuerpo, él la agarraba por el cuello, ella le golpeó la nuez, hizo un gran esfuerzo por respirar, de aquí no te escapas, dijo él, y volvió a apretarle el cuello hasta que soltó su último aliento, por fin ella había muerto, pero cual fue su sorpresa cuando notó que su nuez se deslizaba por su garganta, sin aire que respirar él también expiró.

¿Y cómo se yo todo esto? Soy el diablo. Qué bonito es el amor, dijo con sorna

Suprunaman 14/02/2007