Joan Garí
Definir a una persona es tarea hartamente dificultosa, si a esto añadimos que además cuenta con unas características que lo convierten en especial, ya resulta casi imposible.
Joan Garí es escritor y como él mismo se define, su oficio es de lector. Colabora con varios medios de comunicación escritos, tanto en papel como en Internet con sus respectivos blogs.
Cuenta con varios premios en su dilatada carrera como escritor y en el mercado ha sembrado un buen campo de libros, algunos de los cuales cuentan con varias ediciones y galardones tan importantes como el Joanot Martorell.
Una coincidencia o no, nos unió profesionalmente hace unos años y desde entonces colaboramos en varios proyectos que nos convierten en consumados viajeros y por extensión, colegas y amigos.
Podéis seguir su obra en los enlaces que a continuación os dejo:
http://oficidelector.blogspot.com/
http://blogs.publico.es/dominiopublico/category/joan-gari/
http://www.escriptors.cat/autors/garij/
http://blogs.publico.es/traduccioninversa
Saludos
A mi nono. De Lirio
Amada es imposible sacarte de mis sueños, me persigue un recuerdo de tu extraño mirar…
Cantando esa canción vi a mi abuelo haciendo una combinación de acordes en la guitarra. Decía que con esa canción conoció a su amor, mi abuela.
Él era cantante de boleros y también guarachero, su voz era preciosa, desde su tono, pasando por sus labios delgados y comisuras, modulaba cada palabra con tal excelencia oratoria que aún la escucho por los rincones de su casa.
A la abuela no le gustaba la vida que llevaba. Siempre decía que esas noches donde la luna lunera repuntaba en la esfera estelar, esas noches de bohemia, licor y cigarrillo lo iban a llevar directamente al cajón, más no le hacía caso y seguía amenizando las fiestas de los pobladores del pequeño puerto de Iquique que insaciables bailaban al son de un tango añejo.
Las calles angostas del tiempo de las salitreras, casas hechas de pino oregón y sus terrazas donde las jovencitas sentadas en los bancos de hierro miraban a los chicos con sus uniformes de gala cada domingo; las carrozas vestidas de añoranzas y tertulias donde se iniciaba un romance. Tiempos de gloria, cuando el salitre era mas valioso que el mismo oro y llegaban orquestas de fama mundial al viejo teatro. Gente de alta alcurnia pasaban sus momentos de ocio frente a la playa esperando los botecitos que los llevarían a la Isla Alacrán.
Todo aquello vivió mi querido abuelo, época de sueños realizables en la cuál me hubiera gustado vivir.
Cantado lo vi, haciendo unos acordes en la guitarra, en los rincones de su casa, en las penumbras del más allá.
Lirio 10/07/06
Seguimos jugando 4. Por Ricardo Acevedo y CRSignes
"Notas para un Storyboard"
En medio de toda la soledad
me hundo en tus recuerdos
que llegan a mi como “Deja Vù” en vivo
voces (como psicofonías) no aterradoras palabras
sino risa y pasión
ya que no te escondes en el éter
y no llegas a través de un médium
no eres ninguno de los Arcanos (mayores o menores)
y los caracoles están mudos
quizás siguiendo la línea (de tus senos)... no la de tus manos
llegaré a tu rincón de ensueños
"¡Pobre, Loco!”. Dicen brujos y chamanes
"Persigues una leyenda", me dijo el anciano de la montaña
mientras me hundía en el desierto de brillantes gemas
ahora que renuncio al oasis y su sombra
que el dátil me es amargo
hasta mí llega tu perfume (que puede diferenciar entre los que contaminan el mercado de especies)
"Sí, paso por aquí", dicen picaras las huríes del sultán
y no apareces ni en pasaportes, ni en los bajos fondos
la INTERPOL desconfía: "Es un hombre enamorado"
conciertos de rock, predicadores de TV (no hay huellas en las telenovelas)
busco entre viejas actrices del pasado
una de ellas (¿la Dietrish?)
me confía de una torre de libros... un refugio para sueños expatriados
ya estoy aquí...
... y voy a abrir la puerta.
A ti mi amor (aunque mereces mucho más)
©Ricardo Acevedo Esplugas 2005
En El Deseo (De Cómo Perderse Entre Murmullos, Sonidos E Imágenes De Las Cosas Que Nos Unen)
Una corriente de aire fresca,
un chirrido penetrante,
un encuentro entre las sombras
como en un viejo film de espionaje o de gansters,
besos silenciados por los disparos repetitivos
de algún reproche oculto,
palabras dulces para sanar la herida.
Luz y sombra, contraste extremo.
Sobre saturados matices,
un flash que no dispara,
sobrillas, carmín rouge,
grandes lazos negros, sobreros de ala ancha,
vuelven los disparos de la Thompsom.
Cambiando de canal
reaparece la sombra de los clásicos
que embelesa en imágenes
de la aventurada infancia,
de los patios del colegio,
de las tardes de temprana noche,
“…ven pronto a casa…”,
de los veranos de calles que no se acaban,
convertidas en escenarios
de todas las batallas.
Imágenes de ídolos perdidos,
selvas falsas, grandes monos amaestrados,
y héroes indiferentes y osados
convertidos en niños acelerados,
“cómete el bocadillo, antes de las diez en casa”.
El golpe seco en la pared desprotegida,
anchura desprovista de decoro,
invasión deseada.
A trompicones se abre camino y busca.
Encuentra su Marlene, su Rita, su Marilyn…,
a golpe de cinematógrafo,
escudriñando en el contraste,
en las bobinas perdidas,
en las escenas cortadas,
recupera escenas censuradas,
“¡Corten! Positiven”,
y a vueltas con la música
del correr de las cintas en la máquina,
se aferran el uno al otro y no paran,
es el juego mal entendido
de las películas de infancia,
subido de tono, agradable,
sensual, disparatado.
Mañana jugarán otro distinto,
la intensidad crece,
tal vez se pierdan entre peplums,
o esquiven a Godzila saliendo del agua,
quizás prefieran acariciarse en el circo de los monstruos
o sentir la angustia en blanco y negro
de una noche con los muertos.
Caricias en los pechos
“no apartes la vista de la pantalla”,
ella agradece como sabe,
sabe lo que es de agradecer,
besos, luego Calígula, La naranja mecánica,
el morbo está servido…
la pasión crece…
ya no aguantan más y allá mismo…
que más dará
no hay nada que les impida ser dueños de si mismos.
Pero se levanta.
Lo deja con la miel en los labios,
se aleja y cuando más desconcertado está él,
cierra esa puerta que aún permanecía abierta,
y regresa al juego…
olvida las instrucciones
no hay quién pueda normalizar el amor.
©CRSignes 2005
Amores clandestinos. De Hechizada
Le llamé a las 19:25 para saber si tardaría mucho en la oficina. Me dijo que ya estaba por salir. Le dije que se viniera directo al hotel, que le estaba esperando con una sorpresa.
Estábamos en Lisboa. Le habían asignado una inspección en una de las sucursales de su banco y decidimos que sería una muy buena ocasión para volver a coincidir. Él viajaría desde Coruña y yo desde Madrid. Hacía apenas unos tres meses que nos conocíamos, habíamos estado juntos un par de veces en sus viajes a Madrid, y nos hacía mucha ilusión ir a algún lugar donde nadie nos conociera, donde pudiéramos disfrutar libremente de este amor oculto, apasionado, insaciable.
Esa mañana yo había ido al Museu das Marionetas, me apetecía disfrutar de su espectacular colección de muñecos y máscaras portuguesas y de otros países, una magistral combinación de fantasía, colorido, niñez y creatividad. Salí de allí llena de vitalidad con ganas de disfrutar al máximo de cada segundo, con ese ímpetu que nos caracterizaba cuando somos jóvenes. Fui directo al Amoreiras Shopping Center, quería comprar algunas cosas, aprovechar para almorzar algo ligero, así luego tener tiempo de prepararme para él. Sería nuestra última noche después de 4 días maravillosos y quería que fuese realmente inolvidable, pues no sabía cuándo podríamos volver a estar juntos. Me compré un vestido negro, su color favorito, ceñido, por encima de las rodillas, anudado al cuello y con la espalda descubierta; un conjunto de brassiere y bikini negro, y unas sandalias a juego. También compré unas velas aromáticas y pétalos de rosa para esparcirlos en la cama. Al llegar al hotel encargué una botella de champagne y que nos subieran distintos platos fríos y frutas. Luego me sumergí en la bañera y comencé a disponerme para él.
Sentí cuando abrió la puerta y sus exclamaciones de maravilla. Yo le esperaba apoyada en la puerta que da a la terraza y sin dejar de mirarle fijamente, me fui acercando, le quité su maletín y le di un beso en la comisura de sus labios, un beso de ternura entremezclada con apetito. Fue la luz verde para una noche de pasión y lujuria, inolvidable tal y como yo quería regalarle, como ambos deseábamos. Al repuntar el alba teníamos que marchar a nuestras ciudades y cotidianeidad, con las ansias locas de volver a hacer realidad este sueño clandestino.
Hechizada 10/07/06
La Habana 355
No es fácil comenzar a describir una estancia en La Habana, así que iré despacio y con tiento al mejor puro estilo cubano. Una mezcla de sensaciones se apodera de las calles, estas me invaden, es casi obligatorio dejarse atrapar por tanto encanto. Plásticamente inmejorable, auténtica pero pobre, enorme y bella como la calidad humana de sus gentes.
Esto es solo el principio.
© Ramon J. Usó 2009 La Habana (Habana vieja)
Mis recuerdos y agradecimiento a la familia Acevedo-Esplugas
El arcano número VIII, La Justicia. De Monelle
Dejas caer tu cuerpo rendido, pero el sueño no llega. Sigues intentando con los ojos cerrados borrar las imágenes que parecen colarse en ti, combinación de mentiras con verdades.
Difícil resulta abstraerse de los acontecimientos.
La comisura de tus ojos, sellada, no impide el enfrentamiento con tu conciencia.
Arrastrado por la inercia de tus temores, has forjado una escalera que se extiende en la inmensidad de tus adentros. La cima está cerca, pero prefieres extraviarte en el abismo oscuro que te exime.
Insaciable, ignoras el desánimo, deseas poner distancia de por medio en un precipitado descenso al que tan sólo tú podrás poner fin. Intuyes que el descanso no llegará si no alcanzas la base.
La escalera grabada, peldaño tras peldaño, se convierte ante tus ojos en el remedio a los pesares que te atormentan, en el banco que acogerá el reposo de tu arrepentimiento.
La hermosa figura, casi desdibujada, que te resistes a mirar agachando la cabeza para ocultar tus ojos delatores, alberga entre sus manos la esperanza que te redimirá. La balanza implacable de la justicia, equilibrada aún, se descompensa en la distancia, amenazante contra el filo delator de la espada del verdugo.
Sin afrontar nada, das por sentado que la huída es la única solución.
¡Cuán fáciles resultan a veces las mentiras cuando no deseamos justificar nuestros actos!
Eres consciente del camino recorrido. Cada escalón es convertido en el olvidadizo receptáculo de otra decepción, de alguna mentira. Miras frente a ti y avanzas alejándote cada vez más. Pero cuando te giras descubres que la cima, por más que bajes, inexplicablemente sigue igual de cerca.
Te has lanzado en picado por aquella cada vez más estrecha y tortuosa escalinata interminable. Un abismo sin fondo oculta la más terrible de las consecuencias, aunque tú, buscas consuelo en la distancia, amante del olvido.
“Despertar con el repuntar el día será la liberación”, piensas. Como si mágicamente los errores no asumidos, la culpa negada, el remordimiento no aceptado, se tuviera que disipar disuelto con la luz del alba.
Y te encuentras, cuando los rayos invasores del sol alcanzan tu rostro, todavía inmerso en el fondo del abismo. Esa distancia protectora de la responsabilidad es menor, y se acerca más a ti, en la medida justa en que tú la creías más alejada.
¿De veras pensaste poder eludir a tan noble dama?
Monelle/CRSignes 09/07/06
Soy agua en tu mar. De Belfas
Se me han caído unas cuantas lágrimas del mismo color del mar azul.
¿Seré bobo? Se me acaba de caer otra, y otra, y otra más. No logro aguantarlas en mis verdes ojos. Las lágrimas tiñen un surco de azul sobre mi rostro, por la comisura de mis labios acaba de pasar una, he sacado la lengua para saborearla y sentir cómo se impregna mi boca de su aroma salino.
Reposado en la arena, he acercado tu imagen insaciable hasta la orilla, me he fusionado contigo y… sí, amor, hemos gozado sobre la blanca arena, desnudos y solos.
Nunca pensé que en algún momento pudiera transformarme en agua, es una sensación extraña y agradable, porque mis fuentes manan en mi interior.
Sigo en esa rara situación, me siento seco a pesar de que soy de agua, y mis lágrimas azules forman un charco que se va licuando en tu ir y venir sobre ese mar dibujado.
Cuando te alejas me miras con las olas dulces de tus ojos azules de mar, y mi corazón se estremece al verte feliz.
Me dejo ondular suavemente por un día de calma, por esa luz tamizada de agua, combinación que me atrae hacia ella. Dentro del agua todo tiene otra dimensión, un misterio al que solamente el amor atiende. Bajo el agua, muevo ligeramente los pies para no salir aún a la superficie, quiero contemplar las maravillas de ese mar azul, donde un banco de peces nada a mi lado, sonrío mientras se alejan azorados. Suelto todo el aire y mi peso me deja hundirme en el fondo.
Desde allí imagino cielos que te envuelven y desde la profundidad del mar repunto y recupero mi punto de partida, mi mundo insípido y seco.
Ahora me voy a la zona de rocas, donde puedo sentarme en silencio y pensar.
Hoy todo está en calma y sin embargo, ¡te echo tanto de menos!
Sí, mi amor, es un sueño del que no consigo despertar.
Belfas 06/07/06
La estirpe del reino
El espejo es el enemigo del que no quiere ni oír hablar. La conducen por los pasillos; reconoce el lugar; se fía de sus guías pese a la brusquedad del desplazamiento. En volandas la acercan al baño. En las diferentes salas aún cuelgan los recuerdos de su vida díscola y descontrolada, del gasto sin desenfreno, del lujo desmedido carente de buen gusto. Todo terminó el día en el que quiso librarse de ella, y ahora sólo busca revivir las sensaciones y vivencias de antaño.
Años atrás fue lo que quiso, hizo lo que le vino en gana, y nadie cuestionó su comportamiento. Era hermosa ¿Por qué ahora intentan recluirla? Se sabe con derechos. Se cree alguien, y aunque hasta no hace tanto lo fue, ahora su mente está desahuciada, perdida, enganchada en vida al descenso hasta los infiernos de los fármacos que la mantienen en pie.
Tropieza su cuerpo enjuto contra las paredes, esquinas, puertas; no tienen el menor cuidado, provocándole marcas y moratones. Apenas siente el escozor de las heridas.
El baño rebosa en frescura, de una fuente emana constantemente agua de rosas, y su perfume la relaja. La desprenden de la bata —liviano tejido que apenas si puede esconder su demacrado cuerpo—, y se suelta con furia pero sin fuerza de los brazos que la sujetan.
Con movimientos obscenos, desafiantes, se acerca al espejo, se resiste a darle la cara. El esperpento aguarda oculto, lo sabe. Antaño lo vio, pero entonces aún conservaba su frescura. Observan cómo sumerge la cabeza en la fuente, el líquido empapa su cuerpo que tirita, aunque no deja que la sequen. Regresa frente al espejo caminando de espaldas, y antes de mirarse, formula la conocida pregunta, pese al temor que le produce pronunciar aquellas palabras.
— Espejito, espejito mágico… ¿Hay alguien más hermosa que yo?
La respuesta se demora en sus oídos, tanto, que grita de nuevo la pregunta y vira sin abrir los ojos. Teme ver el espíritu oculto, que le trajo la condena.
El silencio por respuesta la reconforta, se deja trincar por las personas que la aguardan, que cubren su cuerpo empapado y desnudo. La bata de seda es sustituida por una camisa blanca de fuerza.
Blancanieves, mira a su padre que llora mientras acaricia el rostro antes hermoso de su amante. La estirpe de su reino está a salvo, pero para que eso ocurra, ha tenido que renunciar al amor de su vida.
CRSignes 050409
Conseguido. De Suprunaman
Podía decir que estaba de mierda hasta el cuello. Estaba sentado en un banco, frente a un callejón sin salida. Comía pipas, parecía la única forma de parar aquella insaciable sensación de desánimo. Adiós a su sueño dorado de convertirse en un ídolo. Era un fracaso, fracaso en lo profesional, fracaso en lo familiar, fracaso en lo sexual.
Se quedó transpuesto, todo se volvió rojo. Un joven musculoso, aceitoso y desnudo le dijo:
— Sígame.
— ¿Pero que dice usted?, ni loco. ¿Qué es esto? Estaba sentado en un banco, y de repente aquí estoy ¿Dónde?
— En el infierno.
— Dios mío, no lo puedo creer, estoy al borde del colapso. Se me están quemando hasta las pipas.
Iba siguiendo a aquel hombre sin saber dónde. Al mirar a su alrededor, vio que las paredes estaban repletas de gente, una pared humana que gemía.
— ¿Y toda esta gente, que ha hecho?
— Gente que no cabía en el cielo —dijo el aceitoso.
— Y ¿Qué hago yo aquí?
— Es usted un invitado, es usted un fracaso profesional, familiar y sexual, jugador, vicioso, es usted un ídolo aquí en el infierno.
— Pero bueno, si ni siquiera soy capaz de matar a una mosca, matar, eso si es un auténtico pecado capital. Yo, yo…
— Hemos llegado.
Abrió la puerta. Salió a recibirlo un hombre vestido de color salmón, con una camisa pistacho y una corbata celeste.
— Menuda combinación, ahora ya estoy seguro que estoy en el infierno. ¿Su nombre es? Porque creo que voy a poner una reclamación, me está usted jodiendo la vista
— Lucifer me suelen llamar. Me gusta tu sentido del humor —dijo.
— Quiero una explicación, no será gay.
Lucifer frunció la comisura de las cejas.
— Estas muerto.
— A mi no me tutees.
— Dijiste que estabas jodido, hasta el cuello de mierda literalmente, y te hemos traído aquí, eres un invitado de honor. ¡Bienvenido al paraíso¡ —dijo Lucifer.
— ¿Honor? ¿Y que ventajas voy a tener si me quedo?
— Juergas, mujeres y una habitación con aire acondicionado —le dijo.
— Vaya, creo que estoy empezando a repuntar.
— Tal vez este sea el principio de una buena amistad —dijo Lucifer.
— ¿Sabes Lucifer? Allí arriba serías un excelente vendedor
— Y aquí abajo también —respondió este
Y desaparecieron entre la bruma y el olor a azufre.
Suprunaman 06/07/06
El oro del Mississipi. De Suprunaman
Había despertado cuando repuntaba el amanecer, aún le quedaba en la memoria algunos resquicios de aquel sueño en el que se veía tumbado entre lingotes de oro.
Hacía unos meses que el general se había retirado, le dijeron que ya no tenía edad para ir matando indios, y tenían razón, jugarse el pellejo por una cantidad de dinero irrisible no tenía ningún sentido.
Vagó varios meses por el sur del Mississipi y al fin dio con dos forajidos capaces de matar a su madre por un par de monedas de oro. Al primero lo llamaban “el indio”, indudablemente era un cheroky, carnicero y sangriento, Bill era el otro, bebedor empedernido e insaciable jugador, de hecho, el general y el indio impidieron que lo colgaran en el alamo del ayuntamiento.
El general les explicó la existencia de un banco poco vigilado, porque no albergaba mucho dinero, pero dentro de unas semanas, recibiría un cargamento importante de oro, destinado a la compra de armamento. Sería un golpe rápido, sin posibilidad de ser detectados.
Era la víspera del día señalado, los tres forajidos ya estaban en la ciudad e intentaron pasar desapercibidos. El general subió a su habitación con una de las chicas del salón, necesitaba eliminar tensiones.
Por la mañana, el general y el indio entraban en el banco y con la ayuda de su Colt SAA, obligaban al banquero a que les diera la combinación. Bill les cubría la retaguardia.
Dos días más tarde, Bill fue al lugar de encuentro como estaba planeado, pero ni el general ni el indio acudieron, sus ojos se llenaron de cólera, de la comisura de los labios le emanaba una saliva reseca y blanca. Bill gritó – ¡Malditos hijos de una galga!
El general y el indio se despidieron, habían hecho un buen negocio, no haberse matado en el campo de batalla les había venido bien, al día siguiente ambos se verían tumbados entre abundantes lingotes dorados.
Suprunaman 05/07/06
El aniversario número 5º. De Mong0
— Tráeme las papas, rápido —dijo Marcela.
— Ya voy tía, no me apure que me caigo —contestó Paulo.
Era una verdadera celebración, con cornetas y serpentinas. Tíos, abuelos, papá y mamá, gente que no conocíamos, y personas que si. Mi padre, con una cerveza en la mano, brindaba por la unión de la familia, estaba ebrio y haciendo el ridículo, pero eso ya no importaba, todos celebraban por el aniversario número 5º de mis padres, y además, fecha inolvidable, ya que por fin habían podido tener el hijo que tanto deseaban.
Recuerdo que ese día, mis primos mayores, me levantaban hasta tocar el techo, me asustaba tanto, que en seguida rompía en llantos, y mi madre llegaba, tan superheroína, como queriendo salvar a su cachorro de las hienas hambrientas, me tomaba, y me apretaba contra su pecho. En ese momento, lo único que quería era que me soltara.
Cerca de las tres de la mañana, la fiesta comenzó a decaer, mis tíos, borrachos en un banco del patio, tirados como si estuvieran muertos. Para que hablar de mis padres, tirados a los pies de la escalera, seguían conversando de no se qué.
Estaba mal, me sentía mareado, la comisura de mis labios me ardía, y tenía mi ropa vomitada. Ha de ser por el trago que mi tío Braulio puso en mi mamila. Me encontraba en un trance profundo, mirando hacia la malla de mi cuna, necesitaba agua, no podía seguir con ese ardor. Tenía sueño, y me largué a llorar.
— ¡Callen a ese niño!
Gritó mi madre como queriéndose deshacer de mi para seguir bebiendo.
Daniel, el sobrino de mi papi, estaba parado frente a los lookers de la cocina. Creo que trataba de entrar la combinación para poder sacar su mochila. Si no fuera por que mi padre le ofreció un vaso de vozka, se habría ido a su casa a descansar.
Me acorde que estaba llorando, así que lo retomé. Esta vez mi madre se levantó, caminó con la botella de ron en la mano, y me cogió. Fuimos al baño, me sentó en el lavamanos, y me sacó la polera llena de vómito, y se mojó la cara, luego me tomó en brazos, y me llevó hasta mi cuarto. Al pasar por la escalera, vi a mi padre tirado, por un segundo me dio asco, asco de verlo borracho, de no poder levantarse.
Seguimos, hasta que mi madre me sintió el olor a trago en la boca, cómo no sentirlo, era un hedor inconfundible, corrió conmigo en brazos, hasta el baño, y me cepilló bien la boca. Aquel incidente la alteró más de lo que ya estaba, ya que se fue hasta el segundo piso diciendo en voz alta:
— Tu padre es un verdadero insaciable, apuesto que él fue quien te lleno la madera con trago.
Siguió repuntando el tema hasta que llegamos a mi habitación, me recostó en la cama y se tiró junto a mí. Lo único que recuerdo de aquella situación, es que el tocadiscos seguía andando, y la música de Carlos Gardel rondaba en el ambiente…
MongO 05/07/06
La tercera estrella al norte del firmamento
Siempre quiso permanecer en la superficie de las rocas durante un tiempo mayor. Junto a sus hermanas, comentaba las historias que Peter primero y después Wendy le contaron. En ellas había querido ver la mágica ilusión que la catapultara fuera del agua, recorrer el mundo, secarse al sol, y caminar. Aunque ella iba más lejos aún, deseaba surcar los aires y volar, cualquier cosa con tal de agradarle a él. Pero para ello debía convencer a Campanilla, y sabía que no sería sencillo; por que en aquella isla suspendida en el universo, las relaciones entre las féminas eran más bien sombrías.
Todo comenzó el día primero en el que Peter llegó. Por una más que comprensible razón, no hubo muchacha que no se sintiera atraída por la natural arrogancia y el porte de aquel galán eternamente joven. Mientras la sutil inocencia de las niñas enamoradas pasó desapercibida, no hubo conflicto; pero pronto se dieron cuenta de que el amor apuntaba en una misma dirección, y la rivalidad se tornó en envidia, y la envidia en celos. Peter no quiso entrar en el juego, “Nunca Jamás” y todo lo que representaba, era lo único que él deseaba. “El amor es cosa de viejos”, decía. Por suerte, se dieron cuenta de la ínfima valoración que de él tenía, y de que hasta que Peter no quisiera crecer, ninguna podría conquistarlo.
Observando los destellos de la luna reflejados sobre la superficie de la bahía, recordó todos sus intentos fallidos por surcar el aire. Sabía que llamando su atención tendría quizás la última oportunidad, pero nunca había contado con la aprobación del hada. Ya era hora de que hablara con ella.
Alargó la mano, y con la punta de los dedos levantó pequeñas gotas cortando su reflejo. Rompió nubes, realizó piruetas, zarandeó las ramas de los árboles, y antes de zambullirse definitivamente bajo la superficie del agua, sonrió satisfecha. Durante unos segundos, tal vez minutos, consiguió que su amado, mientras cruzaba un puente colgante capitaneando a los “niños perdidos” en una incursión en tierras indias, no apartara la vista de ella.
Campanilla también sonreía, la próxima vez sería la sirena quién le ayudaría para intentar despertar el amor de aquel inmaduro Peter.
CRSignes 130509