Couture *
A Ricardo
Se unió a la tripulación en Puerto Príncipe. Elegante y fino, muy fino, distaba mucho de la clásica imagen del pirata. Le ofendió que lo asignara para la limpieza de las bodegas. El aire viciado de las entrañas del navío le molestaba, estábamos impacientes de verlo en días de marejada, cuando hasta el más veterano de la tripulación era capaz de echar por la boca tantos exabruptos como despojos de comida., pero nos sorprendió. En batalla surgía su coraje. En aquél preciso momento, todas sus finuras se transformaban lanzándose sin mirar, con certeros toques arrebataba la vida de aquellos que intentaban hacer lo propio con la suya. Era tan diestro con el sable, que pocos eran los que no quedaban rendidos a sus pies solicitando una clemencia que de inmediato él concedía. No le gustaba derramar sangre innecesaria, me confesó.
Dicen que una vez fue capitán, y que a duras penas pudo salvarse de una traicionera tripulación que intentó venderlo al gobernador de las Antillas.
Pese a sus mariposadas me gustó, y quise tenerlo bien cerca. Fue durante el primer reparto del botín que volvió a sorprendernos al no querer ni joyas, ni doblones de oro o monedas plata.
—Pero ¿cómo os honraré?
—No os inquietéis Capitán. Sabré encontrar la recompensa.
Al día siguiente comenzaron los cambios. Habló conmigo sobre la necesidad de mejorar nuestro aspecto, de cuidarnos más, según él eso nos haría ganar respeto. Verle trastear entre los equipajes, intentando convencer a los hombres de aquellas cuestiones, resultó curioso. Se paseaba por cubierta, pidiendo opinión sobre mezcla de colores, largaria de mangas, ancho de perneras, o la ornamentación de sombreros y pelucas. Reconozco que no me molestaba.
Pero sucedió lo inevitable. Un grupo de hombres decidió poner fin a tanta mariconería. Fue en nuestra siguiente parada dónde lo abandonamos a él y a sus innovadoras ideas. Tuve que resignarme.
Años más tarde, cuando el infortunio sustituyó el pañuelo y las chorreras de mi cuello por la soga, me llamó la atención el atuendo de alguna de las damas y de muchos de los caballeros asistentes a mi ejecución, tanto, que pregunté. Como respuesta me hablaron de cierto personaje de oscuros antecedentes, que alcanzó la corte de los delfines de Francia gracias a sus ideas sobre cómo mezclar de colores, la largaría de las mangas, el ancho de la pernera o los abalorios de sombreros y pelucones.
CRSignes 300109
*Couture = Del francés “alta costura”
Un largo trayecto, un corto final. De Mon
Desde las alturas podía adivinar que había dejado de existir, su alma pareció golpearle fuertemente en su dispuesta huida hacia arriba, un ligero hilillo de sangre evadía todo ápice de esperanza, la gente enmudeció, mohína y asustada.
Él, que la conoció cuando contaban apenas 5 años en la cama elástica con esa magia que solo Andrea imprimía al saltar, con sus trenzas acompasando como las alas de un pájaro al viento, no podía resignarse no quería abandonar el espacio de ese trapecio que poco a poco iba perdiendo movilidad entre el silencio del publico.
Miro su propia mano como impotente quedó tendida al vacío, a la nada, a la proyección de su futuro sin sentido. Había perdido a su amada.
Unos meses después el color y el calor del circo volvían a girar como una vieja noria a la que le cuesta arrancar, todos desfilaban pero nadie se atrevía a mirar hacia arriba, los payasos se ajustaban las guatas ocultando su falsa sonrisa pintarrajeada, la música sonaba menguando en cada nota hasta el infinito….aquel lugar ya nunca sería el mismo.
"¡Pasen y vean, la función va a comenzar! ¡En la pista central nuestro magnífico domador de caballos venido de Turquía!¡A la derecha el hombre prepucio!¡Y a la izquierda la mujer barbuda de Sumatra!....la función vaaaa a comenzaaaaarrrr…."
Un minuto, un foco de luz hacia lo alto y la historia se repite, es la actuación estrella, los malabaristas están preparados, el reloj espera homicida y el taco de entradas ya exhausto, inexistente. Suena la música…
Show most go on
(Con el permiso de Freddy Mercuri, q.e.p.d)
Mon 17/05/06
VII Certamen Internacional de Microcuento Fantástico miNatura 2009
VII CERTAMEN INTERNACIONAL DE MINICUENTO FANTÁSTICO miNatura 2009
La Revista digital miNatura convoca el VII Certamen Internacional de Minicuento Fantástico miNatura 2009.
BASES DEL CERTAMEN
1. Podrán concursar todos los interesados, sin límite de edad, posean o no libros
publicados dentro del género.
2. Los trabajos deberán presentarse en castellano y podrán ir acompañados de copia en cualquier idioma (catalán, valenciano, euskera, gallego, francés, portugués, inglés, italiano, rumano, etc.…), versión ésta que deberá enviarse junto al original.
3. La longitud de los textos no podrá ser superior de 25 líneas. Los trabajos se presentarán a doble espacio interlineal, Tipografía Time New Roman, puntaje 12. Las obras inéditas o no, reflejarán temáticas del género fantástico, ciencia ficción y/o terror, pudiendo haber sido publicadas en medios digitales (blogs, webs, etc.). No se admiten trabajos publicados en papel.
4. Se aceptarán hasta dos obras por autor en un único mensaje. Todos los participantes recibirán acuse de recibo.
5. Los trabajos deberán ir firmados. Dicha firma incluirá: nombre, nacionalidad, edad, dirección postal, e-mail y un breve currículum literario en caso de poseerlo. No se aceptaran seudónimos.
6. Deberán entregarse únicamente por vía e-mail a: minaturacu@yahoo.es y decir en el asunto: “VII Concurso Internacional de Minicuento Fantástico miNatura 2009” (no se abrirán los trabajos recibidos con otro asunto).
7. La participación y los datos exigidos, deberán ir integrados en el cuerpo del mensaje. No se admiten adjuntos de ninguna clase.
8. Se otorgará un único primer premio por el jurado consistente en la publicación de la obra ganadora en nuestro revista digital, diploma, y una memoria flash de 4gb (que serán enviados vía postal a la dirección de correo que facilite el ganador). Así mismo se otorgarán las menciones que el jurado estime convenientes que serán igualmente publicadas en el número especial de la Revista Digital miNatura dedicado al concurso recibiendo éstas diploma acreditativo. Si alguno de los autores distinguidos en esta selección no desea que su trabajo sea publicado, deberá comunicarlo en un plazo no superior a 15 días después del fallo del jurado). Los autores publicados en ningún caso perderán los derechos de autor sobre sus obras.
9. Bajo ningún supuesto el primer premio quedará desierto.
10. El jurado estará integrado por miembros de nuestro equipo, y reconocidos escritores del género. El fallo del jurado será inapelable y se dará a conocer el 30 de septiembre por correo electrónico a todos los participantes; así mismo será publicado en diversas y distinguidas páginas web y blogs relacionados con el género.
11. La participación en el concurso supone la total aceptación de sus bases.
12. El plazo de admisión comenzará el 13 de abril y vencerá el día 31 de julio de 2009 a las 12 de la noche hora española.
Ricardo Acevedo E. y Carmen Rosa Signes
Directores de la Revista Digital miNatura
Pulsa aquí para descargar las bases del VII Certamen de Minicuento Fantástico miNatura 2009 en .pdf
Cabecera de cartel. De Monelle
Las voces procedentes del despacho del director eclipsaron las últimas notas de la marcha circense con la que concluía el desfile de cierre de pista. Apagadas las bambalinas todo recuperó la calma. Los animales encerrados recibían su alimento, y los mozos barrían la pista. Gabriel, el payaso más conocido del circo, salió refunfuñando de la caravana dando un portazo. El maquillaje no podía disimular su rostro mohíno. El director asomó por la puerta, soltando tacos a grito pelado. Gabriel caminaba arrastrando los zapatones, mientras con la mano intentaba borrarse el maquillaje. Se cruzó con los malabarista que revolotearon pelotas y aros por delante de sus narices; estuvo a punto de tropezar con el forzudo, mientras éste dejaba resbalar hasta el suelo una de sus pesas; traspasó por entre las piernas de los saltimbanquis en una de sus acrobacias; rozó las patas del elefante y saltó al domador que, tumbado, esperaba el paso del paquidermo. Su maquillaje iba menguando tan lentamente como su enfado.
Se detuvo un instante para limpiar, con una guata, el excremento que acabada de aplastar.
—Algo de suerte parece que si que voy a tener —se repitió para sí. — ¡Es tan difícil no pisar el mundo que con estos zapatones...!
El humor ácido recuperaba el espacio que, momentos atrás, ocupaba el enfado en su mente.
Viró en redondo y aligeró sus pasos. Se desprendió primero de los pensamientos homicidas en contra de su jefe; de la chaqueta a cuadros; de los pantalones a rayas, rojas y verdes; de la camisa morada que, hecha una pelota junto con la corbata amarilla, lanzó hasta la jaula de los monos; los inmensos zapatos acabaron en el abrevadero de los caballos; y los calcetines se los ofreció a la equilibrista que perdió el equilibrio al no poder aguantar la risa y el hedor.
Cuando llegó nuevamente frente a la caravana del director medio en cueros, tan sólo conservaba los calzoncillos, aunque por poco tiempo pues, ante el asombro de todos sus compañeros, se los quitó al tiempo que los lanzaba hasta la ventana del despacho del jefe, que salió ante la algarabía formada.
—Me marcho de aquí. Y se lo digo así, pues con el traje de faena no me toma en serio.
Tapando sus partes con la mano se alejó hasta su caravana. Al día siguiente, su nombre volvía a encabezar el cartel.
Monelle/CRSignes 16/05/06
El abominable
Negó todas las posibilidades, en su mente no cabía ninguna. Su juicio, su sentencia había sido irrevocable. No quiso atender a las razones que los demás estudiosos del tema le intentaban explicar, lo tenía clarísimo. Aquello, según él, había sido una vulgar confusión, un equívoco que había crecido por la mala interpretación de la lengua autóctona.
— La gente durante años lo ha pronunciado mal —aseguraba—“Meti” es como nuestros anfitriones nombran al oso tibetano. Parece ser que alguien no lo comprendió bien, y ahora todo el mundo se cree esa tontería del abominable hombre de las nieves. ¡Cómo se puede llegar a ser tan ingenuo!
Salió del recinto en el que se celebraba el 25º Congreso Internacional sobre Criptozoologia, el aire viciado de aquel espacio reducido le obligó a ello. Estiró los brazos al tiempo que cogía una gran cantidad de aire.
El “Yeti” se alejó de allí portando bajo el brazo a un hombre que en ese momento no sabía como llamar en señal de auxilio.
CRSignes 2003
El hombre de la lluvia
Una tarde gris y fría, una gran tormenta arremete con fuerza sobre un hombre que apenas se cubre bajo un albornoz del aguacero. Por la ventana de una casa cerca del camino, Luis y Carlos, miraban asustados el temporal que parecía tragarse aquel hombre que a su vez también les infundía un inexplicable temor. Los pequeños creían en aquellas viejas historias de espectros y gamusinos que rondaban en el valle. Se retiraron de la ventana, y cerraron las cortinas para no ver más. Se acercaron al fuego de la chimenea junto a su madre y buscaron su cordial abrazo.
Mamá les canturreaba una canción mientras cosía las roídas camisas y calcetines. Los niños preguntaron a mamá acerca de ese hombre que miraron allá afuera, y que también odiaban tanta lluvia. Ella les dijo:
-Escuchen atentos. Les contaré una pequeña historia.- Luis y Carlos, guardaron silencio y ansiosos esperaron el relato de mamá. –Hace mucho tiempo, tanto que nadie recuerda cuanto, existió un hombre que odiaba la lluvia. Un día que llovía mucho en el gran valle, este hombre maldijo al cielo por el agua que caía. Entonces, de repente, la lluvia paró. El hombre feliz, salió dando saltos de alegría porque su deseo se había cumplido. Pero la maldición se extendió por siempre. Desde aquel día, nunca más volvió a llover en aquella tierra. Esta se secó. Murieron las plantas y los árboles. Las últimas gotas de lluvia, habían quedado suspendidas de los techos como estalactitas inmóviles, sin vida. Los colores fueron palideciendo y todo se tornó gris. Los animales huyeron, y las personas migraron. Solo quedó el hombre que odiaba la lluvia, abandonado en su egoísmo que le producía prurito. Entonces éste, arrepentido por menoscabar el agua, pidió perdón al creador y en plena lucidez, prometió nunca mas renegar de la naturaleza.
Y así fue que desde entonces, se pasea por los valles, el hombre de la lluvia; cuida las flores, los ríos y los animalitos. Él aprendió que la madre natura nos regala sus virtudes, para provecho de todos, y que también tenemos que cuidarla.-
Luis y Carlos, entusiasmados, entendieron el mensaje de la historia, y corrieron a la ventana, para disfrutar de la lluvia y para saludar con sus manitas a aquel hombre que ahora les devolvía una gran sonrisa.
Confidencias
Un día cualquiera de mis doce años, una madrugada cualquiera y una ambulancia cualquiera se llevó a mi padre al hospital.
Después de escuchar a mi madre volver cada mañana llorando me dijo:
- Arréglate que vas a ir conmigo.
No hubo más palabras, no me cogió la mano en la guagua ni tampoco al cruzar la calle, ni al entrar por la puerta bulliciosa del cuartel de la enfermedad. La seguía con el terror más grande que nunca había sentido. Aquella imagen de mujer de mediana edad, erguida y de mirada perdida para siempre, se clavaba en mi interior de infante que iba a crecer de golpe.
Atravesamos una sala que ponía en grande y de color rojo “U.V.I., ENTRADA RESTRINGIDA”, al fondo una puerta, un cubículo donde apenas cabía una cama, estaba mi padre conectado a una cantidad innumerables de cables en su pecho y cabeza, sus brazos y manos acribilladas de agujas y mangueras:
- Entra a ver a tu padre.
- No quiero mamá
- Debes hacerlo.
- Pero no quiero verle así, mamá.
- Debes hacerlo ahora, quizás sea la última vez que lo hagas, despídete de él.
Me miró reteniendo toda la angustia que supone a una mujer enamorada y madre entregada. Sabía que si no me obligaba a pasar aquel mal trago, cuando creciera no se lo hubiera perdonado.
- Debes entrar sola, no permiten sino una sola persona y no estarás más de cinco minuto. Papá igual no te contesta bien, ha sufrido una embolia cerebral incluso puede que no te reconozca.
Ni siquiera respiré, comprendí que era algo importante, tenía que hacerlo, ahora pude verle bien entre aquellos artilugios, le di un beso en la mejilla con miedo a hacerle daño al tocar cualquiera de aquellas mangueras:
- Hola papá.
Sus ojos verdes se abrieron como jamás los he vuelto a ver, en todo su esplendor, no llevaba la muerte en ellos sino luz, toda la luz de la inmensidad en aquellos ojos:
- Pilichina (me dijo con un amago de sonrisa, me había reconocido. Intenté contener una lágrima)
No dijimos nada más y si hubo algo más no me acuerdo, fueron los cinco minutos más largos de mi vida, tanto que no pude acabarlos, me levanté de aquella banqueta que se había puesto a su lado como el asiento del adiós, le volví a besar:
- Ya he de irme.
- No te vayas mi niña (con su brazo velludo me agarró con fuerzas la mano).
- No me dejan estar más tiempo, ahora entra mamá.
- Está bien, hasta luego entonces.
Fue la primera vez que sentí que mi padre me quería, no reconoció a nadie más que a mí. Mi padre se escapó de esa y aún sigue luchando a sus ochenta y un años enfrentado otras enfermedades que pueden ser igual de mortales.
Ahora para decirnos que nos queremos no usamos las palabras, solo nos miramos durante unos segundo fijamente. Sus ojos verdes se han empequeñecido y cegado pero miran con el mismo amor de siempre.
Chajaira
Grotesco
Sin temor a equivocarse, se adentró por el laberinto de calles de la parte antigua de la ciudad. Las imágenes de un pasado remoto, embrollos en su mente, le confundían. Tenia la sensación, más que la certeza, de que su destino estaba próximo.
Un accidente había borrado su pasado. Cansado de reinventarse regresó al único lugar en el que podía reconstruirlo.
Sentó su intención y sus ganas en el poyo de una iglesia situada frente a una fuente.
— ¿Qué mira? Márchese.
Lo cierto era que el anciano, que parecía no quitarle la vista de encima, no tenía el menor interés por él, es más, sus ojos apenas si distinguían formas. Con la inercia del enfado fue derecho hacia la fuente para meter la cabeza bajo el chorro antes de zambullirla, buscando quizás purgar su ira. La posibilidad del suicidio pasó por su mente. ¡Sería tan sencillo! Como pudo giró la cabeza para contemplar en el reflejo espejado bajo la superficie del agua la grotesca mueca con la que el fuego había moldeado su rostro. Aquellos ojos, irremediablemente abiertos, descansarían. Había llegado el momento.
Un fuerte tirón le sacó. Su primera intención pasaba por reprochar al rescatador aquella acción que había frustrado su fallecimiento, pero no halló a nadie. La muerte se le volvía a resistir.
— ¡Tengo el mismo derecho que los demás! ¿Por qué me la niegas de nuevo?
Con la llegada de la noche, en la palidez de las horas nocturnas, recordó el día fatídico en el que se desfiguró su vida.
Ya quedaba menos, doblar una esquina y podría reencontrarse. La memoria le devolvió de una sola vez: imágenes, nombres, sensaciones, rostros, y el tiempo que creía perdido y lejano. Hasta él regresaron los olores de un ambiente cargado y espeso. Aquel día, entre el juego de las llamas, lazos ardientes en un rodeo mortal, mientras músculos y piel se descomponían presa del fuego, perdió algo más que la memoria. Había comenzado un proceso que no podía parar, principio y fin de la historia que había atrapado su alma.
Sin temor a equivocarse se adentró por el laberinto de calles de la parte antigua de la ciudad. Por vez primera una fuerte sensación de dejà-vu le confundió.
CRSignes 110408
El día que fui al circo. De Suprunaman
Los carromatos invadieron las calles, la cabalgata mostraba un sinfín de criaturas, payasos, trapecistas todos ellos desfilando alegremente; la gente salió de sus casas para verlos y unirse a la música festiva y a la lluvia de confeti, había llegado el circo.
En un par de horas el circo mostraba un aspecto extraordinario y los primeros visitantes se acercaban con curiosidad.
— Pasen y vean señores el hombre menguante, cada año se reduce más y más. La mujer de cuatro tetas venida del espacio exterior.
— ¿Y que le pasará cuando no pueda empequeñecer más? —preguntó una niña
— ¿Cómo?
— El hombre menguante, ¿que pasará?
— ¿Has venido sola niña? —dijo el presentador
— Si – contestó ella
— Pues… que se convertirá en un prepucio y desaparecerá para siempre, venga niña, ves y compra una entrada —dijo el presentador
Mari se coló por debajo de una tienda y allí observó algo realmente insólito, ¿era una mujer o un pez? Sentada en una pecera cantaba una canción mohína sobre un marinero del cual se enamoró, entonces entró un hombre gordo, llevaba unas guatas que lo hacían más corpulento, vestía de rojo, un sombrero de copa le cubría la testa.
— Te he dicho que no cuentes historias a nadie, ¿crees que te dejaré marchar?, ni en un millón de años, mi tesoro es mío.
La joven sirena se metió en la pecera llorando. Mari se aproximó a la sirena.
— No llores, yo te ayudaré —le dijo
— Este es mi sitio, no hay lugar donde pueda ir, ya no hay sirenas en la tierra.
Y Mari salió de aquella tienda llorando, corría tan sofocada que tropezó, y al alzar la vista se encontró con el hocico de un león homicida que le rugía en su misma cara.
— Quieto Simba, —dijo el domador, — ¿que te pasa niña?
Y entre sollozos le explicó lo que había sucedido.
— Esto es el circo pequeña, cada uno tiene su historia.
La acompañó hasta donde estaban reunidos todos los compañeros, el domador explicó al hombre gordo que la pequeña Mari los había oído, este se acercó a la pequeña y se disculpó, luego la invitó a sentarse con ellos junto a los carromatos donde una fogata crepitaba tacos de madera vieja, los gitanos a su alrededor cantaban y bailaban.
Poco a poco Mari fue cerrando los ojos, al despertar, ya estaba muy lejos del pueblo.
Suprunaman 16/05/06
El plato principal
Pelar, cortar, trinchar, batir, amasar, mantener los fogones encendidos y a plena potencia, preparar los platos y mantenerlos calientes. Ultimaba los detalles, que harían de aquella presentación gastronómica la mejor de su carrera. Empuñando su cuchillo, el chef Roque De Bon Matin, cortaba las cebollas, los champiñones y demás guarnición en finos pedazos a una velocidad pasmosa. Le observaban atónitos sus pinches que buscaban entre sus movimientos o gestos algún truco que les facilitara la labor.
-¡Pero que hacéis gandules! Dejar de mirarme y daros prisa en prepararlo todo como ya os he indicado.
En el exterior desfilaban los invitados a la cena en honor del embajador de Australia recientemente nombrado. No cesaba el trajín, no había lugar para la calma, ni dentro ni fuera.
Llevaban tres días preparando aquel banquete. De nada le valdrían los años de fiel y cumplido servicio, ni tan siquiera los galardones si fallaba. Roque estaba nervioso. Había comenzado como pinche. Tuvo la suerte de sustituir a su jefe un día en que éste enfermó, y las cosas salieron bien. Roque De Bon Matin era consciente de que sus esfuerzos no eran debidamente recompensados. Él tenía un nombre, un prestigio, y a pesar de trabajar en una casa como cocinero jefe, por más importante que esta fuera, se sentía infravalorado. Los veía a todos insolventes e incapaces para valuar debidamente su arte.
Roque De Bon Matin, en claro soliloquio, enumeraba sin descanso el orden de los platos y la lista de ingredientes y tareas, mientras que con la vista acompañaba sus palabras. Nunca antes recayó sobre él tanta responsabilidad, siempre había confiado en su talento, y sobre todo en su intuición. Así que él mismo dedicó las últimas horas a la elaboración del plato principal, la mayor rareza que había cocinado: carne de canguro. Atendiendo al recuerdo vivo de su abuela, que siempre le repetía: “no hay carnes mal preparadas, sino mal acompañadas”, puso su empeño en la salsa que la custodiaría, y que poco a poco, iba condensando la mejor de las sustancias, para hacer de aquel manjar el más destacado de la noche.
Horas más tardes los platos rebañados, pese al feo que representaba en el refinado protocolo, evidenciaban el triunfo que una vez más había conseguido.
CRSignes 151105
La isla del Indico. De Mon
El Capitán Prepucio era un hombre singular, no fumaba pipa y le gustaba rascarse la espalda con cáscaras de coco.
La ruta comercial del Este del Índico llevaba al fracaso a muchos mercantes, faltos de personal con experiencia y medios. El Capitán era un hombre experimentado que no menguaba fácilmente ante cualquier adversidad.
Corrían los años 70 cuando una buena mañana el mar se encontraba algo más grueso de lo habitual, Chester, el contramaestre, había preparado tacos de panza de caribú asado, el cocinero tenia la jornada libre y era el turno del segundo de abordo preparar alguna delicia para los oficiales. La comida transcurrió entre risas y brindis en el limitado espacio del comedor de popa, solo el viejo capitán se encontraba algo mohíno, preocupado. ¿Quizás su experiencia sincronizaba con su intuición o algo extraño iba a ocurrir?
De repente un golpe seco hizo tambalear el mercante que poco a poco iba perdiendo velocidad.
— ¡Paren máquinas, todo atrás! —ordenó Prepucio
Un islote aparecido de la nada fue el motivo de tal incidente, nunca había estado allí. Era el momento de desembarcar y ver que era aquello y sobre todo quien pedía auxilio desde tierra firme.
Una dotación de cinco hombres se dispone a bajar a la isla, ellos no saben que jamás retornarán a su nave. Efectivamente, la isla ha sido engullida por el mar dejando vía libre al agua que siempre la cubrió, ésta homicida y traidora ha llamado a la muerte a quienes han osado profanarla.
Cuenta la leyenda que muchos hombres nunca regresaron a casa, sus compañeros nunca lo pudieron explicar. Hoy el Capitán del navío da la orden de “todo avante” seca con una guata su frente sudorosa y vuelve a rascarse como si nada hubiera ocurrido.
Pero la isla sigue allí, esperando otro envío.
Mon 12/05/06