El hombre de la lluvia


Una tarde gris y fría, una gran tormenta arremete con fuerza sobre un hombre que apenas se cubre bajo un albornoz del aguacero. Por la ventana de una casa cerca del camino, Luis y Carlos, miraban asustados el temporal que parecía tragarse aquel hombre que a su vez también les infundía un inexplicable temor. Los pequeños creían en aquellas viejas historias de espectros y gamusinos que rondaban en el valle. Se retiraron de la ventana, y cerraron las cortinas para no ver más. Se acercaron al fuego de la chimenea junto a su madre y buscaron su cordial abrazo.

Mamá les canturreaba una canción mientras cosía las roídas camisas y calcetines. Los niños preguntaron a mamá acerca de ese hombre que miraron allá afuera, y que también odiaban tanta lluvia. Ella les dijo:
-Escuchen atentos. Les contaré una pequeña historia.- Luis y Carlos, guardaron silencio y ansiosos esperaron el relato de mamá. –Hace mucho tiempo, tanto que nadie recuerda cuanto, existió un hombre que odiaba la lluvia. Un día que llovía mucho en el gran valle, este hombre maldijo al cielo por el agua que caía. Entonces, de repente, la lluvia paró. El hombre feliz, salió dando saltos de alegría porque su deseo se había cumplido. Pero la maldición se extendió por siempre. Desde aquel día, nunca más volvió a llover en aquella tierra. Esta se secó. Murieron las plantas y los árboles. Las últimas gotas de lluvia, habían quedado suspendidas de los techos como estalactitas inmóviles, sin vida. Los colores fueron palideciendo y todo se tornó gris. Los animales huyeron, y las personas migraron. Solo quedó el hombre que odiaba la lluvia, abandonado en su egoísmo que le producía prurito. Entonces éste, arrepentido por menoscabar el agua, pidió perdón al creador y en plena lucidez, prometió nunca mas renegar de la naturaleza.

Y así fue que desde entonces, se pasea por los valles, el hombre de la lluvia; cuida las flores, los ríos y los animalitos. Él aprendió que la madre natura nos regala sus virtudes, para provecho de todos, y que también tenemos que cuidarla.-

Luis y Carlos, entusiasmados, entendieron el mensaje de la historia, y corrieron a la ventana, para disfrutar de la lluvia y para saludar con sus manitas a aquel hombre que ahora les devolvía una gran sonrisa.

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