Un fandango por San Miguel
El fuego no deja de crepitar. La húmeda leña, hace saltar chispas impidiendo que acabe de prenderse. El ritmo improvisado, anima al palmeo en un intento de conseguir el calor que no llega. Julio, conocido como “el velas”, da vueltas alrededor de la hoguera esperando a Antonia, su mujer. Acompañado de su tío a la guitarra, y de su tía y primos con las palmas, improvisa con un zapateado sobre el suelo de grava, salpicando de barro los bajos de su pantalón. El fuego que calienta el puchero de conejo y patatas, que cuelga sobre la llama, aromatiza el frío ambiente de la tarde que se desvanece de exquisito romero.
Antonia cree, que si consigue que bauticen a sus hijos podrán quedarse. Con sus tres vástagos y otro que está en camino, a cuestas, se acerca hasta la iglesia de San Miguel Arcángel.
Don Anselmo, pese a que la gitana no ha perdido misa desde su llegada, no acaba de fiarse de ella. Los vecinos, que estudian cómo echarlos, han llamado a la Guardia Civil. Aquella visita le incomoda.
— Don Anzelmo uzted zabe que deceo lo mejó pa mi familia. Bautice a miz hijos, ze lo ruego.
Doña Crispina y Doña Engracia, escuchan escandalizadas la petición, y mientras se persignan, aguardan la contestación del párroco. Don Anselmo intenta razonar con Antonia, que no comprende los “pero” del representante de Dios, que la despacha hasta otro día.
Julio está demasiado entregado al baile como para ver al forastero, que contempla el arte de aquel espectáculo callejero, al que se une Antonia cantando a su regreso
— ¿Decea algo? —dice Julio.
— Mu buenas caballero. No tenemos na que ofrecerle, pero seguro que hay puchero pa tos —afirma Antonia.
Tomando las manos de la pareja, las une con una pequeña cadena de la que pende una medalla.
— No sois bienvenidos aquí. Tu corazón, Antonia, está destinado a encontrar un lugar en el que se os quiera, tienes fe y la suficiente fortaleza como para no rendirte. Pronto vendrán, y no es justo que os encuentren. Tomad vuestros cosas, vuestras carretas e idos. Tenéis mi bendición.
El palmeo y la guitarra no habían cesado ni un segundo, la vista de los gitanos se pierde en la medalla de un San Miguel Arcángel, que aprovecha el brillo que entrelaza aquellas manos, para desvanecerse, mientras la música acalla la llegada de la benemérita.
CRSignes 211109
Recuerdos. De Locomotoro
Recuerdo; y mira que hay cosas para recordar... pues recuerdo el colegio. Recuerdo aquellos niños de Etiopía pasando hambre, saliendo por la bombilla de un proyector para explotar en la pared desnuda de la clase. Recuerdo al padre Echave, contándonos “nosequé” de que teníamos que dar lo que teníamos... aunque fuera él el único que tenía algo de la clase. Recuerdo aquellas sonrisas gigantescas rozando con el blanco de los ojos, apenas con pellejo entre medio y recuerdo haber aprendido algo muy importante aquél día. Algo que no dijo el padre Echave. Quizás lo había olvidado o quizás no lo había aprendido. Siempre pensé que ante la mirada feliz de un niño que muere de hambre, cualquier palabra o explicación resultan estériles. Siempre pensé que la esencia se encuentra en la imagen, en el hecho... no en la palabra.
Recuerdo nuestro nervio, de hecho a veces lo echo en falta. Esa fuerza necesaria para escupir la primera palabra, el primer pensamiento por poco aséptico que fuera este, aún a riesgo de cualquier vejación. Recuerdo además haber oído que un hombre solo puede dar lo que es... y no lo que tiene. Pero no recuerdo haber visto mucho tiempo a aquél profesor, porque se fue a las misiones.
También puedo recordar una especie de complot contra todos nuestros sueños, nuestra manera de ser niños. Quizás eso nos hizo más niños. Recuerdo a propósito de eso, salir al recreo como bólidos en un desierto de cemento, bañado por la sangre de nuestras rodillas y codos, lavado por la lluvia temprana de Septiembre. Siempre podíamos mudar nuestra inocente apariencia y volar como Superman... pero eso no va contigo, porque entonces pensábamos que tu y tus amigas erais tontas, que os habían cortado el pito y por eso meabais sentadas. Saltar a la cuerda nos parecía algo absurdo. Nuestro mito era Arconada... y nada pasaba cuando cubría la portería del equipo blanquiazul.
Recuerdo haber oído también algo sobre las riquezas del Vaticano y que un hombrecito vestido de blanco, era el representante de Dios. Recuerdo haber odiado a Dios por ello.
En la penumbra de mis recuerdos, continúo viendo esos niños de ojos y dientes brillantes, con sus hinchadas tripas y esqueléticos huesos... mientras el padre Echave, sigue contándonos “nosequé” del Concilio, del Vaticano, del Santo Padre... así, sin hacer nada.
Locomotoro 28/08/2006
Un buen final. De Locomotoro
Había acabado un tanto aburrido de la vida, aunque esta aún no había terminado. Primero la mala vida, (o la buena, según se mire), después el cambio de hábitos, de despedir a Mediometro, y la escuela para los muchachos... la vida seguía ahí, como una almorrana pegada al culo.
Quise templar el nervio y hacer algo más provechoso con mi vida; escribir.
Siempre me gustó el hierro, y así decidí mudar la aséptica Smith & Wesson por la modernísima Underwood.
Me costaría mi tiempo, pero eso era algo que me sobraba, Además, me había hecho el propósito de inmortalizar mi vida, y entre la desidia y el óxido que se iba comiendo el cobre de las balas, nació un taco de 500 hojas a doble cara.
Era una especie de novela para adolescentes cargada de acción, amor... bañada de escenas policíacas, complots, algo de religiosidad, misticismo y malos huyendo en velocísimos bólidos. De alguna manera, me había convertido en un mito viviente, alguien importante.
Ahora me encontraba en la sala de espera de un editor, sucumbiendo a los encantos en el escote pronunciado de una jovencísima secretaria, todo facultades, sin lugar a dudas.
De pronto sonó el telefonillo, y al tiempo que me miraba dedicándome una sonrisa, me dijo con una voz encantadora que podía pasar. Quizás era demasiado joven como para entender lo de la tarjeta y el guiño, quizás esa palmadita en el culo... no sé.
Con eso y con todo, me planté ante el editor. El hecho que me ofreciera un puro y sacara una botella de Jack Daniels y un par de vasos, no presagiaba nada bueno. Comentó que el final era una mierda y un sinfín de barbaridades. Eso hizo que mi puro y el bourbon comenzaran a saberme mal. Miré su máquina de escribir y vi que necesitaba cambiar de cinta. Ante su asombro, me ofrecí amablemente a cambiar el carrete. Me coloqué tras él con el carrete, luego lo tensé fuertemente, para que no cogiera arrugas y apreté todo lo que pude.
De esta manera, con el hierro preparado, encontré el final... bueno, más bien... lo encontró él. Yo solo... lo ejecuté. Tomé unas últimas notas para arreglar el trabajo y salí de allí. Al cruzarme con la joven, preguntó si le había gustado. Se moría de ganas por leerlo.
Locomotoro 28/08/2006
Palabras para el "contemos cuentos 15"
Para este decimoquinto juego, y ya superados los doscientos cuentos, se seleccionaron las siguientes palabras:
ASÉPTICO
BÓLIDO
COMPLOT
MITO
MUDAR
NERVIO
PROPÓSITO
Después del recuento de los votos para el tema a desarrollar durante la segunda semana de la quincena y que fueron:
Acción/suspense
Histórico
Ciencia ficción
Fantasía
Amor/desamor
Se seleccionó ACCIÓN/SUSPENSE con 3 votos, de un total de 8 recibidos.
Sueño caribeño. De Monelle
¡Trescientas setenta y nueve semanas de trabajo continuado! Realmente me merezco vacaciones.
Hubo un tiempo en el que se seguían las estaciones para marcar los descansos colectivos. Pero claro, estamos a mucha distancia de la tierra, y aunque la resistencia del cuerpo sea la misma, los jefes, malandrines ellos, nunca lo tendrán en cuenta.
En fin, ¡ha llegado el momento de partir lejos!
Al menos, durante ciento siete semanas, disfrutaré de alguna de las atmósferas itinerantes que reproducen la añorada Tierra.
Hace cerca de cincuenta y nueve semanas, madrugué en la reserva, compré el “Sueño Caribeño”.
“Abandónate en sus playas. Báñate en su sol, su música y todos los placeres que desees. Nadie te ofrece tanto por tan poco.”
Así rezaba su publicidad. ¡Bonito epitafio! No me importaría acabar allí mis días.
¡Mujeres! ¡Sol!... ¡Más mujeres! Por ello lo escogí.
¡Uhmmmmm! Espero que esté cerca la base imitadora.
Me recogerán en el zaguán de casa y... rumbo hacia la estación espacial Caribean-N3.55, sin escalas.
— Aquí su equipaje. Nos encontramos a veintidós semanas de su meta. Le rogamos tome su dosis somnífera para evitarle incomodidades. Esperamos disfrute del viaje. Nos vemos en su destino. ¡Qué descanse!...
—Pi pi pi pi pi pi pipipipipipipipipiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
— ¡Ahhhhhhhh!
... Las once y tres cuartos...
Parece mentira lo que se asemejan, entre sí, las habitaciones estándar. Es como estar en casa...
Pero... pero si ¡este es mi cuarto!
— ¿Qué es esto?
La luz parpadeante me indica un mensaje en el contestador.
— “Mensaje para el ciudadano 78.990.565. Por un error en nuestro somnífero, lamento comunicarle que se ha pasado todo el tiempo en estado vegetativo, le aseguramos que ha recibido los cuidados oportunos. Le informamos que no devolvemos importe alguno, por lo que, tiene derecho a recuperar lo perdido, más una indemnización, que será efectiva en sus próximo descanso vacacional. Desgraciadamente su empresa nos ha comunicado que usted no tiene derecho de prórroga, por lo que deberá aguardar hasta cumplir con sus obligaciones, antes de disfrutar de nuestros servicios. Lamentamos los trastornos ocasionados. No dude consultarnos cualquier duda.”
— Menudo jirón... Con humor mejor tomarse las cosas. Al menos estoy descansado... Seguro que cuando tenga que partir... no dejo que me duerman. Lástima que aún deba esperar tantas semanas... Sin duda, éstas han sido las vacaciones más descansadas que he tenido. Pensé que el “Sueño caribeño” era otra cosa.
Monelle/CRSignes 270806
Feliz 2010
Un breve comentario para un breve año, acorde a la brevedad de la vida, tan larga en comienzo pero tan enjuta en destino.
Es tan solo un deseo muy sencillo y por poco dinero. Llevamos decenios dándonos la Paz y pidiéndola para los demás con la típica frase "Paz para todos". Como esto parece tarea imposible vamos a cambiar un poco la frase o tan solo una insignificante letra que en este caso es todo un mundo.
¡Pan para todos! y feliz 2010!
Desde Terrateig a pocas horas de las campanadas, un abrazo muy especial a todos aquellos que nos han acompañado y acogido en un año de fotografías, viajes y rock and roll.
No quisiera despedir el año sin agradecer a la familia de los Ricardo (Mi comandante), Daisy, Dagne y Ricky su apoyo y acogida en tierras trans atlánticas, esa familia que siempre será mia dentro de mi pequeño corazón.
El mundo en sus manos – Introducción. De Pez Burbuja
Permítanme que me presente. Mi nombre es Adabob Zeped aunque todos me llaman simplemente Bob, y pertenezco al extraño colectivo de los trashumantes. No tengo hogar en ningún sitio pero cualquier lugar puede ser mi casa. Así soy yo, un loco en busca de aventuras, que deambula por el mundo sin oficio ni beneficio, con el único afán de disfrutar de cada instante.
Entiendo que esto les pueda parecer una forma de vida poco habitual. Sin entrar en detalles, les contaré que mi padre era un malandrín, que se escapó con una camarera cuando yo era pequeño y nunca volvimos a verlo. Mi madre se puso a trabajar limpiando las casas de los vecinos, y aunque dicen que al que madruga, Dios le ayuda, no siempre debe ser así porque murió de tuberculosis cuando yo aún no había cumplido los quince. De pronto me vi en el zaguán de la que había sido mi casa, que había pasado a manos de una multitud de acreedores, sin más fortuna que un pequeño hatillo hecho jirones, y mis manos.
Quisiera, si me lo permiten, hablarles de mis manos. Yo soy un tipo normal, siempre he sido una persona bastante anodina, y paso desapercibido con facilidad, lo que me permite observar a mis anchas a las personas que me rodean. La única cosa que me distingue del resto son mis manos. Cualquier material que cae en ellas se convierte en poco tiempo en un pequeño potrillo, en un dragón, en un duende de orejas puntiagudas… y cobra vida. Es algo que ni siquiera yo sé muy bien cómo ocurre, pero el caso es que ocurre. Y con ello me he ganado la vida durante todos estos años.
Ustedes se preguntarán a qué viene todo esto. Uno ya no es joven, y aunque mis recuerdos siguen intactos, los años no perdonan. Y no quisiera que un día alguien escribiera en mi epitafio “Aquí yace el viajero desconocido”, y que todas las personas, los lugares, las maravillas que contemplé a lo largo de mis viajes quedaran en el olvido. Así que voy a intentar poner un poco de orden en mi cabeza, para contarles mis pequeñas aventuras. Espero de todo corazón que las disfruten.
Continuará...
Pez Burbuja 27/08/06
Aquellas viejas vacaciones. De Hechizada
Últimamente falla mi memoria, no es tan buena como en otros tiempos que hasta mis padres, tíos, abuelas se asombraban de lo que les hacía recordar. No sé si la complejidad de lo cotidiano o la distancia en el tiempo hacen que mis remembranzas sean jirones de vivencias que a veces logran venir a mi mente luego de grandes esfuerzos.
Intento recordar aquellas vacaciones escolares, en las que año a año, mis padres nos llevaban a mis dos hermanos y a mí a casa de la abuela materna por unos dos meses, mientras ellos seguían trabajando en Caracas. El viaje en coche de ocho horas ya era una aventura en sí misma: la hechura de las maletas, nosotros metiendo cosas y mamá sacándolas, la pesadilla para levantarse de madrugada, las peleas de cuál le tocaría ir sentado en el medio. Discusiones que siempre terminaban dilucidando mis padres y perdiendo yo. Mi venganza era hacerme la dormida y recostarme de mis hermanos hasta fastidiarles y que en la próxima parada me dejaran hastiados la ventana.
Cuando por fin llegábamos estaban todos en el zaguán esperándonos: mi abuela, tíos, primos. Casi un año sin vernos. ¡Cuánta alegría! Vendrían semanas de diversión con la patota de veinticuatro primos y la alcahuetería de mis tíos. Y todos los mimos para los nietos caraqueños, comiendo lo que nunca mamá nos preparaba y haciendo las cosas que nos estaba vedado en una gran metrópolis llena de asfalto y cemento: ir a los ríos, llenarnos de barro hasta los oídos, correr, gritar...
Dos de mis tíos, para apaciguar al colectivo juvenil, todos entre nueve y dieciocho años, organizaban los sábados un concurso de baile. Mi pareja siempre era mi primo Aquiles, nos conocíamos los pasos y siempre nos inventábamos alguno para sorprender; si no ganábamos al menos quedábamos entre los primeros. El premio siempre eran diez bolívares para la pareja ganadora y cinco para la segunda; un tesoro para aquella época. Estaba de moda la música de ‘Fiebre del sábado por la noche’, y todos imitábamos sus pasos. Mi abuela, cuando nos veía mover las caderas comenzaba a gritar: “¡Malandrines, sinvergüenzas, descarados!”, y comenzaba a perseguirnos para darnos un coscorrón. Menos mal que no nos llegó a ver cuando se puso de moda la lambada o ahora el hip hop, su epitafio sería para ella el mejor consejo: “Sean felices, descanso en paz”.
Hechizada 26/08/06
Un pensamiento vacacional. De Belfas
CUENTO NÚMERO 200
Estoy en el zaguán de mis próximas vacaciones. Un estado de agitación se va apoderando de mí a medida que pasan las horas, y mi día a día se ve alterado por este nerviosismo. Me alejo de ese colectivo de conductores urbanos, que tras su jornada se refugian en quienes encuentran cercanos, en un intento de hacerse eco de sus avatares diarios, toda una aventura en la jungla de la ciudad, en la cual conviven con multitud de personas distintas, y con un objetivo común, “la prisa”. La urbe es un territorio donde cada vez resulta más complicada la armonía, por hallarse el egoísmo personificado tan enraizado.
Ha llegado mi hora, es el tiempo de alejarme de esa rutina diaria de once meses, viajar, visitar mi Vara y meterme en el mundo del sosiego y la tranquilidad, donde aparco la palabra madrugar y tomo la de complacencia.
Es ese período donde me gustaría convertirme en ese maquiavélico malandrín, y adentrarme en el mundo del desenfreno, para satisfacer una serie de placeres fantasmagóricos, pensados y añorados durante todo el año, y seguro quedaran pendientes para unas próximas vacaciones, por no tener el coraje suficiente para perpetrarlos.
Confío en no regresar con el cuerpo y el alma hechos jirones, lamentándome de haber perdido la oportunidad de disfrutar de algo tan simple como es la vida.
Pasaré horas y horas en mi posición favorita, “la horizontal”, con la mirada perdida, el pensamiento deambulando por mundos utópicos y haciendo gala de ese famoso epitafio que yace sobre la tumba de uno de los más grandes humoristas Groucho Marx: “Perdonen que no me levante”.
Belfas 25/08/06
Flor de caña
A Federico García Lorca, y a aquella mulata anónima de la que se enamoró
El sol cae con aplomo calentando el embaldosado centenario de los callejones habaneros que le llevan hacia su destino. Federico camina, se detiene, contempla, no desdeña conversaciones mundanas, familiares, vulgares formas, ni sonrisas ni peticiones; nunca rechaza un buchito de café o de ron, puede que incluso tolere insultos. Busca el encuentro fortuito, persigue aquello que le obsesiona y pregunta, interroga. Necesita saber.
De vez en cuando descansa los calambres de las caminatas interminables. Algún mango reverdece los patios desvencijados de las cuarterillas. Desde la silla que le ofrece una negrona inmensa se recrea en la vida que se esconde tras sus puertas. Allí sentado, con la taza de café humeante recién molido en la mano, rememora las tardes de verano de su tierra; pero el acento distinto, el calor sofocante, los sonidos,… le sacan del hechizo y sorbe el elixir amargo y oscuro, dulcificado con el azúcar de caña.
— ¡Gallego! Hábleme de la madre patria —le dice la mujer mientras su rostro se ilumina con una gran sonrisa.
Pero Federico tiene las ideas fijas, no desea más que encontrar el objeto de su deseo. Se mueve por los pasadizos de calles buscando los ojos, el cuerpo de una mulata que ha visto en un cuadro.
Desconoce su nombre, sólo puede recrear con palabras el tono de su piel, el brillo de su sonrisa, aquellos ojos claros y las voluptuosas formas con las que consigue ensalzar a la mujer cubana como la más bella del mundo.
Oculta sus sentimientos tal vez por el miedo a ser juzgado. Muy pocos conocen de su ensueño, de aquel amor imposible acorde a su forma de ser. Nada más contemplar su imagen aflora en él el trovador, el poeta infame y desgraciado, que se contenta tan sólo con aspirar a su amada en la distancia. Él, rodeado siempre de mujeres que no se resisten a su encanto, a su inteligencia, a su arte, ve cómo su deseo esconde la fiebre desesperante del amor platónico, de aquel que se busca aún a sabiendas de que no va a ser correspondido. Sabe que antes incluso de que se marche de la tierra que le ha acogido y embrujado, lo único que le quedará será la imagen de aquella mujer hermosa, colgada del muro de sus deseos y que le acompañará siempre.
CRSignes 06/12/09
Afán de aventura. De Chajaira
Nunca fui amante de la aventura, pero Joan insistió en hacer un viaje especial para estas vacaciones. “Tiene que ser algo realmente inolvidable”, dijo. Por una vez quise complacerle y no sentirme como un malandrín, a regañadientes acepté y así me vi casi de madrugada con mochila en la espalda por las Gargantas de Todra.
Nos separamos del colectivo que organizaba el itinerario, hacía más de cuarenta grados mientras caminábamos por las orillas de aquel impresionante desfiladero, fue entonces cuando se me nubló la vista, sólo escuché gritar mi nombre a lo lejos cuando mi cuerpo volaba al abismo, me llamaba el crujir del río que entre ellas se mecía bajando, el estómago pareció subirse, creí estar en una película de ficción, no podría ser, me iba a matar por esos desfiladeros ¿habéis sentido la horrible sensación de caer, de no hallar suelo bajo los pies? Mi tumba carecería de epitafio.
Sentí el golpetazo del agua en mi espalda al chocar con la misma, mi dorsal se quebró pero el pánico rompió el dolor, solo dejó otro jirón para el terror de verme morir. Nunca abro los ojos bajo el agua, pero lo hice, tenía que hacerlo, el inmenso peso del agua aplastaba mi pecho, mis fosas nasales, tragaba agua a medida que gritaba inútilmente en ella, todo era de un azul-gris turbio, necesitaba respirar, no podía ser, quería vivir, quería mi pequeña casa, discutir con Joan, tomar café después de comer, envenenarme con mis cigarrillos.
No, no, no, no, no, no podía ser…
- ¡Carmen! ¿Estás bien?
Estaba echada en el suelo bajo la sombra de un zaguán, empapada por un jarro de agua fría que me habían agraciado para reanimarme de una lipotimia por las altas temperaturas. Aquello pudo haber sido una pesadilla, pero yo cogería el avión de vuelta a casa.
Chajaira 23/08/06
De vacaciones. De Fledermaus
Lo primero que hacíamos al volver a clase con los estuches nuevos y los libros de texto que olían tan bien, era escribir una redacción acerca de las vacaciones. Por suerte aún guardo algunas, y releerlas me atrapa.
Observar hoy las prioridades de aquellos días, las hazañas y los motivos de los terribles enfados, me sumen en un estado nostálgico, agridulce.
Antaño no me agradaba madrugar como hago ahora; entonces tenía todo el tiempo del mundo.
Volver a casa con la camisa que me había regalado la tía hecha jirones era motivo de un juicio familiar muy serio. Era, y es, tan sólo ropa. Y la tía siempre tuvo un pésimo gusto para escoger ropa. ¡Me sigo defendiendo!
De aquellas vacaciones de verano, que en Junio parecían no tener fin pero que tan rápido pasaban, recuerdo que nos reuníamos en el zaguán de casa un colectivo malhechor de vástagos del barrio. Una tribu de malandrines que en verano se veía nutrido por peligrosos especimenes de más allá de las fronteras. Había un par de mellizas, “las suecas”, que en realidad eran de Córcega. E Ibrahim, que se hacía llamar “Amunike” por uno que jugaba en el Barça y que era casi tan malo como él, y también era negro. Y uno que llamábamos “Artapalo”, que nos sonaba muy a pirata, porqué el chico era un poco cojo.
Recuerdo y sonrío. ¿Qué habrá sido de toda esa gente?
Cuando en uno de esos veranos, me duele no recordar el año con exactitud, falleció mi abuelo paterno, mi familia optó por suavizar el asunto y decirme que, simplemente, se había ido de vacaciones.
En las peregrinaciones dominicales al cementerio, a no hacer nada divertido allí, siempre me pregunté por qué toda aquella gente que estaba ausente no ponían un cartel que lo dejase claro, como el de las tiendas: DE VACACIONES. En lugar de esos epitafios aburridos acerca de la gloria de Dios y otras mentiras como listados de familiares que les querían -pero que, a diferencia de nosotros, no estaban nunca allí, ni iban a cambiarles las flores secas, ni a limpiar esas ventanitas detrás de las cuales no había más que nombres, cifras y una fotografía de un rostro, como de muerto.
Como de muerto, leo. Lo escribí en una redacción que hoy me asombra.
Fledermaus 23/08/06
García el pirata. De Mon
Fue García el pirata quien un día de aciago calor, tarde bochornosa e insoportable, me dijo: “no desees las vacaciones, malandrín, al menos las vacaciones donde todo el mundo coincide, verás que pronto entiendes lo que te digo si te paras un momento a reflexionar…”
Razón no le faltó al pirata, después de comprobar en mis propias carnes el sin sabor de las aglomeraciones, el amontonamiento del colectivo Benidormense*, la refrescante brisa de sudor y bronceador que suavemente se apelmazaban sobre todo mi cuerpo, la arena que cientos de niños se empeñaban en depositar en mis ojos, por no decir los madrugones que debía meterme para conseguir un metro de toalla a doscientos metros de la orilla. Menos mal que pronto estaría de vuelta y solo las colas quilométricas se encargarían de recordarme la sonrisa que perdí en la playa.
Así me suenan hoy las vacaciones, lo más parecido a un jirón de piel. No hay nada mejor que ir descompasado del resto, de forma que cuando tu estás trabajando puedas incluso insultar* a los que sufren en la playa. Pronto llega la hora de la venganza, de tomar esas vacaciones hechas solo para mí, en octubre, cuando no hay ni Dios. Solo sentado en el zaguán mecido por el levante a 20º y mirando hacia la calle, oliva va, cerveza viene, mientras insulto* a todos los demás que van como locos recuperándose y maldiciendo el término de unas vacaciones que no han servido para nada.
Razón de pirata o reflexión de borrego, pero así es la vida en un sistema que decide paralizarse porque tocan vacaciones.
Mon 22/08/06
*Benidormense = Usuario de las playas de Benidorm en el Levante español. Un día fue un paraje precioso y virgen, hoy es una colmena súper explotada, máquina perfecta de generar basura.
*Insular = Modo de solidarizarse con el pringado, de forma socarrona pero grácil.