De vacaciones. De Fledermaus
Por monelle elDic 22, 2009 | EnCONTEMOS CUENTOS 14, Fledermaus
Lo primero que hacíamos al volver a clase con los estuches nuevos y los libros de texto que olían tan bien, era escribir una redacción acerca de las vacaciones. Por suerte aún guardo algunas, y releerlas me atrapa.
Observar hoy las prioridades de aquellos días, las hazañas y los motivos de los terribles enfados, me sumen en un estado nostálgico, agridulce.
Antaño no me agradaba madrugar como hago ahora; entonces tenía todo el tiempo del mundo.
Volver a casa con la camisa que me había regalado la tía hecha jirones era motivo de un juicio familiar muy serio. Era, y es, tan sólo ropa. Y la tía siempre tuvo un pésimo gusto para escoger ropa. ¡Me sigo defendiendo!
De aquellas vacaciones de verano, que en Junio parecían no tener fin pero que tan rápido pasaban, recuerdo que nos reuníamos en el zaguán de casa un colectivo malhechor de vástagos del barrio. Una tribu de malandrines que en verano se veía nutrido por peligrosos especimenes de más allá de las fronteras. Había un par de mellizas, “las suecas”, que en realidad eran de Córcega. E Ibrahim, que se hacía llamar “Amunike” por uno que jugaba en el Barça y que era casi tan malo como él, y también era negro. Y uno que llamábamos “Artapalo”, que nos sonaba muy a pirata, porqué el chico era un poco cojo.
Recuerdo y sonrío. ¿Qué habrá sido de toda esa gente?
Cuando en uno de esos veranos, me duele no recordar el año con exactitud, falleció mi abuelo paterno, mi familia optó por suavizar el asunto y decirme que, simplemente, se había ido de vacaciones.
En las peregrinaciones dominicales al cementerio, a no hacer nada divertido allí, siempre me pregunté por qué toda aquella gente que estaba ausente no ponían un cartel que lo dejase claro, como el de las tiendas: DE VACACIONES. En lugar de esos epitafios aburridos acerca de la gloria de Dios y otras mentiras como listados de familiares que les querían -pero que, a diferencia de nosotros, no estaban nunca allí, ni iban a cambiarles las flores secas, ni a limpiar esas ventanitas detrás de las cuales no había más que nombres, cifras y una fotografía de un rostro, como de muerto.
Como de muerto, leo. Lo escribí en una redacción que hoy me asombra.
Fledermaus 23/08/06
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