Bloggers de La Gran Calabaza

Ese pequeño diablillo. De Marola

  20.05.09 13:42, por , Categorías: CONTEMOS CUENTOS 8, Marola

Ese endiablado crió de tan solo tres años nos llevaba de cabeza, sus ráfagas de rabia, mala leche y su maléfico pensamiento nos hacia ir a todos de boli detrás de esa especie de calamar que se escurría, resbalaba y alcanzaba con sus pequeños tentáculos todo aquello que le ponía por delante. Todos los día Fredo su abuelo pedía toda clase de preces a su Dios particular para que realizara un milagro y sustrajera ese aire de desdén de esa personilla, aunque en el fondo su abuelo se reía a solas a carcajadas cuando se paraba un momento a pensar todas las barbaridades que había hecho su nieto, en el fondo lo halagaba, lo admiraba por la extraordinaria imaginación que desarrollaba con tan solo tres años, por la alegría que daba en aquella casa que desde hacía dos años y medio había quedado transformada en un lugar silencioso y triste a causa de la muerte de la madre de Chiqui que era ese diablillo que corría por todos los pasillos de aquella mansión. La única realidad era que gracias a esas travesuras a esas acciones endiabladas cada día la luz del día y del sol brillaba con más fuerza cada amanecer.

Marola 02/06/06

El biombo

  20.05.09 12:47, por , Categorías: Mis textos

De grandes bigotes engominados y calva a medio tapar; de sudor empapado con el aroma a tabaco; de brillos centelleantes correteando sobre las bailarinas y coristas; de comentarios fuera de tono;… De eso están impregnados mis recuerdos.

Aquella noche, Daniel, quiso homenajear a su abuelo de 87 años. Pero el tiempo había disfrazado los café-teatro, con otro envoltorio.

Mira eso, ¡qué descaradas! Ya no hay decoro.

Le sorprendió aquel ataque de vesania en su abuelo.

Ese tipo de muchachas, antes tenía otro nombre. –Por un momento, el silencio se hizo entre los dos. —Entonces, se dejaba un margen para el misterio, todo era más,... morboso. “La Gelu”, siempre era recibida con vítores. Grandes señores perdieron fuertes sumas de dinero, jugándose con otros caballeros el privilegio de su compañía después del espectáculo. Caterva de admiradores, que la agasajaban con lujosos regalos, que luego ella vendía para poder sufragar sus caprichos. Sus encantos nunca fueron superados. Evolucionaba por el escenario tan ligera de ropa, que en ocasiones tenías que volverla a mirar para cerciorarte de que no estaba desnuda. Jugaba con las luces, con las sombras. Mientras cantaba, se contoneaba voluptuosa traveseando con lo primero que agarraba, bien fuera un abanico o un sombrero lanzado por algún espectador, de una forma tan precisa que jamás nadie pudo decir que le vio desnuda. Salvo yo.

Le tenía atrapado con su relato, tanto, que las bailarinas que balanceaban sus pechos a escasos centímetros, parecían haber desaparecido. El abuelo, levantó su cabeza, y afiló su bien conservado bigote novecentista, para acabar su narración.

“La Gelu”, sabía lo que quería. Nunca más conocí persona más retorcida. ¿Que era una exhibicionista? Nadie lo dudó. Pero ese gusto se extendía hasta límites insospechados. Gustaba que la mirasen mientras hacía el amor; y escondido, tuve el privilegio de hacerlo, siempre. El inconveniente es que aún no me he podido quitar el vicio. Tu abuela decía que no tenía conciencia, que era un majadero y un cobarde por no afrontar mi perversión, pero ¿qué quieres que le haga? A ella no le disgustaba tampoco. Venga, marchémonos. Si al menos hubieran puesto un biombo para ver a esas marranas; así a cara descubierta no puedo. ¡Un voyeur! Me llamarían ahora –seguía estirándose el bigote. — ¿Por qué si no crees, que nuestra vida social, siempre fue tan animada? ¿Por los recitales de clavicordio de tu abuela? ¡No hijo, no!

CRSignes 260407

Serie "Primavera" nº 36

  19.05.09 07:48, por , Categorías: Mis imágenes

El otro yo. De Mario Benedetti

  18.05.09 17:36, por , Categorías: Mis autores favoritos

Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la naríz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.

El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse imcómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.

Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañama siguiente se habia suicidado.

Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.

Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la calle con el proposito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas . Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando.Y pensar que parecía tan fuerte y saludable».

El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.

"El otro yo" de Mario Benedetti Cuento extraído del libro "La muerte y otras sorpresas"

Cambio de hábitos. De Locomotoro

  18.05.09 10:59, por , Categorías: CONTEMOS CUENTOS, Locomotoro, CONTEMOS CUENTOS 8

Veinte años de oficio y diez en la trena son más que suficientes para que cualquiera cambie de hábitos, sobre todo cuando el fiscal hace un trato para que “largues” y te quiten esos cincuenta que pretendían colgarte de la condena.
Así que cayó todo Dios. Luego vinieron las medallas para la policía... y con las medallas vino lo de la protección de testigos, no sé, esa expresión siempre me sonó a “coquillera”.
Después de cargarme a todo dios, habían decidido reconciliarme con él, por eso era que estaba en un convento de franciscanos. Cambio de hábitos que dicen
Mientras mi hierro, una Veretta del 9, se oxidaba en los cajones de pruebas, una ráfaga de hierros nuevos se movían por todo el condado para darme “matarile”.
Una tarde de agosto, a eso de las 6 de la tarde recibí una visita inesperada. El individuo en cuestión, era como un endiablado calamar de metro ochenta, y traje escotado que no me quitaba ojo desde el momento que entró.
Después de fingir que oraba... que hacía preces, o como coño se diga... me pidió que lo confesara. Así que me metí en el confesionario y comenzó a declarar... perdón a confesar.

Padre, confieso que he matado, —comenzó a recitar...— que mato —y comenzó a sacar el hierro, — y que volveré a matar.

Me apuntó a la cabeza discretamente con aquel chisme maléfico, pero no me inmuté. Salí del confesionario porque sabía que no me dispararía cara a cara, lo empujé con discreción y ya en el suelo, busqué algo con lo que acabar con el asunto. Mi mano chocó con el rosario, curiosos los senderos de Dios... a veces te da la vida, otras te la quita. A lo que iba, le metí el rosario hasta la garganta, al tiempo que gritaba pidiendo una ambulancia.
Las viejas salieron a todo correr de la iglesia y yo terminé la faena. Al cabo de un rato, apareció la policía científica. Uno de los agentes vio unas babas en mi rosario, y dirigiéndose a mí me preguntó.

¿Son suyas esas babas?
Hice lo que pude. —Respondí sin dejarme halagar— Al final le di la absolución y antes de morir besó la cruz.

Entonces apostillé con aire de desdén.

Se ve que el pobre, babeaba de la emoción de reencontrarse con el señor.

Locomotoro 02/06/06

Chasquidos. De Locomotoro

  16.05.09 07:53, por , Categorías: Locomotoro, CONTEMOS CUENTOS 8

Un chasquido fue lo último que pudo oír. Hay muchos tipos de chasquidos, pero en un barrio en el que el hombre más adinerado no pasa de ser un capataz, es prácticamente imposible escuchar el chasquido de unos zapatos de claque, o el suave chasquido del bourbon al caer contra los hielos de una copa.
Por un módico precio, cualquiera puede escuchar el chasquido del percutor de un Smith & Wesson, o de los dedos de algún capo o policía malpagado dando una orden asesina.
El caso es que, refugiado de la lluvia, Raimond descansaba en lo que él llamaba la sala de visitas. Se asomó con desdén a la ventana, para contemplar las ráfagas de gotas de agua estallando contra las aceras, emitiendo mil tipos de chasquidos diferentes.
Abrió la ventana y asomó la cabeza dejando que las gotas reventaran en su cabeza calva. Así quedó largo rato, hasta quedar empapado como un calamar. Después volvió al sofá y sacó de debajo de un cojín un arma endiablada y una nota de ella.
Ella a la que tanto había amado y que ahora pretendía abandonarlo, dejarlo tirado, sustituirlo por un ingeniero que había conocido no se sabe como o por qué especie de maleficio.
Se lo quiso dar con jabón, pensaba que si lo podía halagar, engatusar de alguna manera, hacerle comprender... él la dejaría marchar.
Pero Raimond tenía demasiadas cosas que comprender y demasiado poco tiempo para hacerlo así que dejó a un lado las comprensiones para centrarse en las acciones.
Allí se encontraban los dos ahora, ella tirada sobre un charco de sangre, y él mirando al cielo rebuscando en su cabeza unas últimas preces que recitar antes de marcharse.
Dejó de oírse el chasquido de la lluvia contra las calles, de los dedos de los policías malpagados, incluso del ron barato contra la taza de aluminio. Se hizo el silencio, cerró los ojos al apoyar el hierro en su sien, y entonces sonrió a su perra vida.
Un último chasquido, quizás el más claro de todos, lo volvió a unir con su amada.

Locomotoro 01/06/06

Serie "Primavera" nº 35

  15.05.09 07:31, por , Categorías: Mis imágenes

Amor fallido

  14.05.09 11:27, por , Categorías: Mis textos, Micro cuentos

A Ricardo

El lobo solitario aúlla a la luna en la noche en la que todos sus hermanos renuncian ante la triste voz del viento.
La bestia perdona a su rival al comprender que, aquel canto, es fruto de su fallido intento de enamorar a la nube que rápidamente cruza el firmamento.

CRSignes 2003

Saliendo del infierno. De Marola

  14.05.09 10:09, por , Categorías: CONTEMOS CUENTOS 8, Marola

Una gran ráfaga de aire rozó aquella noche mi piel, había salido de aquella habitación temblando, con los nervios de punta por ver aquel maléfico cuerpo tirado entre las sabanas, sin rostro, sin expresión, sin alma.
Aquella endiablada noche me había transformado después de dieciséis años en una asesina, una persona odiosa, peligrosa, pero en mi interior halagaba con todo mi alma la valentía de haber cometido aquella acción terrible sin desdén que llevaba viviendo dentro de mi durante tanto tiempo. Durante tantas noches, sufriendo, padeciendo, haciendo todo aquello que no deseaba, pero obligada por aquel pedazo de animal, que solo sabía vivir para él. Yo cada día sola en mi oscura habitación rezaba mis preces y pedía y rogaba que el Señor se lo llevara, pero no me escucho, no sintió mi misericordia, fue egoísta e inhumano y dejo que mi mente se volviera terriblemente impura y destructora, y durante dos semanas prepare lo que suplica, era ese hilo que pende tan sumamente frágil que en cualquier momento se suelta, era el fin de mi vida, pero antes me llevaría por delante a ese ser que era todavía peor que yo.
Cuando Salí de aquella habitación me fui al restaurante de la esquina, el dueño amigo desde hace quince años, me vio entrar con el rostro desencajado, algo se notaba pero no me dijo nada, simplemente me sirvió un bocadillo de calamares, que era lo que más me gustaba, y una cerveza. Lo dejó encima de la mesa y se sentó a mi lado, solo me dijo:

¿Lo has hecho, verdad?...
¿Qué es lo que he hecho?, no te entiendo…
Bueno, no quiero que te siente mal el bocadillo, cómetelo y hablamos después. – dijo Jaime, prácticamente sin mirarme
Vale, cuando acabe con esto, llama a la policía, no me preguntes, simplemente haz lo que te he dicho.

Aquella noche trato de librarse de aquella pesadilla que durante tantos años le había hecho una cicatriz tan grande que ya no se le notaba, aquella noche se libro de su peor enemigo, aunque perdiera la libertad, su libertad…

Marola 01/06/06

Carta a un maltratador.

  13.05.09 12:23, por , Categorías: Reflexiones, Relatos y poesía , Etiquetas: actualidad, cartas, marola77, relatos

Te voy a llamar por llamarte de alguna forma, Roberto, está carta va dirigida a todas esas personas que no tienen una brizna de sentimiento interno, de amor, de sensibilidad. Te escribo porque creo que esas actitudes descontroladas vienen por alguna razón, unos por dificiles vivencias de infancia que tienen grabadas en el inconsciente y que jamás saldrá a la luz, otras he llagado a pensar por odio a algo o alguien, o por problemas de autoestima.

Hoy solo vale, la violencia, la autoridad, el egocentrismo, la envidia, la rabia, y todo eso en un momento dado salta, explota como una bomba. Hace que personas que jamás hubieras imaginado saquen ese demonio dormido que llevan dentro. ¿Crees que por pegar, eres más hombre?, no, eres un insignificante ser, que cada día que pasa te vuelves más mezquino, más odiado, más pequeño. Deberías sentir en tu propio ser que es lo que siente una persona cuando después de haber cocinado un buen plato, le dices que es un asco, que está soso, asqueroso. Cuando se le cae un vaso sin querer, con un terror escondido, pero que intenta disimular, en vez de hacer como si nada, la coges por los pelos y le das una paliza.

Deberías saber que una persona que siente eso, se va empequeñeciendo, va dejando de lado su estima hasta convertirse en alguien que llega a creerse que la culpa es de ella, deja de mirarse en el espejo porque no se ve, ve un monstruo, ve alguien que no vale para nada, se ve fea, se ve odiosa. Deberías sentir en tu piel que el daño que haces queda impregnado en el cuerpo, que el sentido de culpa se apodera de tu ser, y entonces desapareces.¿Crees que vale la pena decir “conmigo o con nadie”, “tu eres solo mía”…., nadie pertenece a nadie, en el momento que nacemos somo personas individuales que creceremos y que tenemos el derecho a ser libres, a elegir, a respetar, a vivir la vida que queramos, pero no a ser prisioneros de nadie y menos de la persona que “de hecho” tenía que ser el amor de tú vida. Esa que siempre muere y se deshace por hacerte las mejores cosas que sabe.

Sueño con que un día todos como tú, pudieran tan solo vivir algunos de esos tristes y dolorosos días en que esas mujeres sienten.

Espero que esta carta te haga reflexionar sobre algo que no debería existir, porque si esto es permitido, quiere decir que hay personas que no tienen dignidad, no tienen la esencia de la vida, no sienten nada por nadie, y eso es la muerte del ser humano

Suplicantoté que no vuelvas a hacerlo, una de todas esas miles de mujeres que cada día en silencio se esconden en algún rincón de casa a llorar el sufrimiento de ser despreciadas.

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Serie "Primavera" nº 34

  13.05.09 08:57, por , Categorías: Mis imágenes

Muerte heroica de Charles Baudelaire

  12.05.09 10:31, por , Categorías: Mis autores favoritos

Fanciullo era un admirable bufón, casi un amigo del príncipe. Mas, para las personas consagradas a lo cómico por profesión, lo serio tiene atractivos fatales, y por raro que pueda parecer que las ideas de patria y de libertad se apoderen despóticamente del cerebro de un histrión, un día Fanciullo tomó parte en cierta conspiración tramada por algunos señores descontentos.
En todas partes hay hombres de bien que denuncian al Poder los individuos de humor atrabiliario, que quieren desposeer a los príncipes y operar, sin consultarla, la mudanza de una sociedad. Los señores en cuestión fueron detenidos, y con ellos Fanciullo, y condenados a muerte cierta.
Gustoso creería yo que al príncipe llegó a enfadarlo aquello de encontrar entre los rebeldes a su comediante favorito. El príncipe no era ni mejor ni peor que los demás; pero una sensibilidad excesiva le hacía en muchos casos más cruel y más déspota que todos sus semejantes. Apasionado por las bellas artes, y además entendido en ellas como pocos, mostrábase verdaderamente insaciable de placeres. Harto indiferente con relación a los hombres y a la moral, artista verdadero en persona, no conocía enemigo más peligroso que el aburrimiento, y los esfuerzos raros que hacía para huir de este tirano del mundo o vencerle le hubieran atraído ciertamente, por parte de un historiador severo, el epíteto de monstruo, si hubiera dejado que en sus dominios se escribiese algo que no tendiera únicamente al placer o al asombro, que es una de las más delicadas formas del placer. La gran desdicha de aquel príncipe fue no tener nunca un teatro suficientemente vasto para su genio. Hay Nerones jóvenes que se ahogan en límites sobrado estrechos; los siglos por venir han de ignorar siempre su nombre y su buena voluntad. La Providencia, imprevisora, había dado a aquél facultades mayores de sus estados.
Corrió de repente la voz de que el soberano quería otorgar gracia a todos los conjurados; y origen de tal rumor fue el anuncio de un gran espectáculo en que Fanciullo había de representar uno de sus papeles principales y mejores, y al que asistirían también, según informes, los caballeros condenados; signo evidente, agregaban los espíritus superficiales, de las tendencias generosas del príncipe ofendido.
Por parte de un hombre tan natural y voluntariamente excéntrico, todo era posible, hasta la virtud, hasta la clemencia, sobre todo si pensaba encontrar en ella placeres inesperados. Mas para los que, como yo, habían podido penetrar más adentro en las profundidades de aquella alma curiosa y enferma, era infinitamente más probable que el príncipe quisiera juzgar del valor de los talentos escénicos de un hombre condenado a muerte. Quería aprovechar la ocasión para hacer un experimento fisiológico de interés capital, y comprobar hasta qué punto las facultades habituales de un artista podían alterarse o modificarse ante la situación extraordinaria en que él se encontraba; después de esto, ¿existía en su alma una intención más o menos resuelta de clemencia? Punto es éste que jamás ha podido aclararse.
Llegó, al cabo, el gran día, y la reducida corte desplegó todas sus pompas; difícil sería concebir, sin haberlo visto, cuántos esplendores puede ostentar la clase privilegiada de un Estado con recursos restringidos en una verdadera solemnidad. Aquélla era doblemente verdadera; lo primero, por la magia del lujo desplegado, y después, por el interés moral y misterioso que llevaba consigo.
Maese Fanciullo sobresalía, ante todo, en los papeles mudos, o poco cargados de palabras, que suelen ser los principales en esos dramas de magia, cuyo objeto es representar simbólicamente el misterio de la vida. Entró en escena con ligereza y con perfecta soltura, y ello contribuyó a fortalecer en el noble auditorio la idea de benignidad y de perdón.
Cuando de un comediante se dice: «Ese es un buen comediante», se echa mano de una fórmula que implica que, tras el personaje, se deja adivinar el cómico, es decir, el arte, el esfuerzo, la voluntad. Pues si un comediante llega a ser, con relación al personaje que está encargado de expresar, lo que las mejores estatuas antiguas, milagrosamente animadas, vivas, andantes, videntes, podrían ser, con respecto a la idea general y confusa de belleza, ése sería, a no dudar, caso singular y totalmente improvisto. Fanciullo fue aquella noche una perfecta idealización, que era imposible no suponer viva, posible, real. El bufón iba, venía, reía, lloraba, entraba en convulsión, con una indestructible aureola en derredor de la cabeza, aureola invisible para todos, pero visible para mí, que unía en extraña amalgama los rayos del arte con la gloria del martirio. Fanciullo introducía, por no sé qué gracia especial suya, lo divino y lo sobrenatural, hasta en las bufonadas más extravagantes. Tiembla mi pluma, y lágrimas de emoción siempre presente se me suben a los ojos cuando intento describiros aquella inolvidable velada. Demostrábame Fanciullo, de manera perentoria, irrefutable, que la embriaguez del arte es más apta que otra cualquiera para velar los terrores del abismo; que el genio puede representar la comedia al borde de la tumba con una alegría que no le deje ver la tumba, perdido como está en un paraíso que excluye toda idea de tumba y destrucción.
Todo aquel público, por estragado y frívolo que fuese, pronto sintió el omnipotente dominio del artista. Nadie soñó ya en muerte, luto o suplicio. Cada cual se abandonó, sin inquietud, a los placeres múltiples que da la vista de una obra maestra de arte vivo. Las explosiones de gozo y admiración sacudieron varias veces las bóvedas del edificio con la energía de un trueno continuo. Hasta el príncipe, embriagado, mezcló su aplauso al de su corte.
Sin embargo, para los ojos clarividentes, su embriaguez no carecía de mezcla. ¿Sentíase vencido en su poderío de déspota? ¿Humillado en su arte de atemorizar corazones y embotar ánimos? ¿Frustrado en sus esperanzas y afrentado en sus previsiones? Tales supuestos, no exactamente justificados, pero no en absoluto injustificables, cruzaron por mi mente mientras contemplaba yo el rostro del príncipe, en el que una palidez nueva iba a juntarse sin cesar con su habitual palidez, como nieve sobre nieve. Apretábanse cada vez con más fuerza sus labios, y sus ojos se iluminaban con fuego interior, semejante al de los celos y al del odio, hasta cuando aplaudía ostensiblemente los talentos de su antiguo amigo, el extraño bufón, que tan bien bufoneaba con la muerte. En determinado momento vi a su alteza inclinarse hacia un pajecillo, colocado detrás de él, y hablarle al oído. La cara traviesa del lindo muchacho se iluminó con una sonrisa, y salió vivamente después del palco principesco, cual si fuera a cumplir un encargo urgente.
Pocos minutos más tarde, un silbido agudo, prolongado, interrumpió a Fanciullo en uno de sus mejores momentos, y desgarró a la vez oídos y corazón del artista. Del sitio de donde había brotado aquella inesperada desaprobación, un muchacho se precipitaba al pasillo ahogando la risa.
Fanciullo, sacudido, despertando de su sueño, cerró primero los ojos, los volvió a abrir casi enseguida, agrandados desmesuradamente, abrió luego la boca como para respirar convulso, vaciló un poco hacia adelante, otro poco hacia atrás, y cayó después muerto de repente en las tablas.
El silbido, rápido como el acero, ¿había frustrado en realidad al verdugo? ¿Había el príncipe mismo advertido toda la homicida eficacia de su treta? Permitida está la duda. ¿Tuvo sentimiento por su querido e inimitable Fanciullo? Dulce y legítimo es creerlo.
Los caballeros culpables habían gozado por última vez del espectáculo de la comedia. Aquella misma noche fueron borrados de la vida.
Desde entonces acá, varios mimos, justamente apreciados en diferentes países, han venido a representar ante la corte de ***, pero ninguno de ellos ha podido reanimar los maravillosos talentos de Fanciullo ni levantarse hasta el mismo favor.

*Muerte heroica Extraído del libro de Charles Baudelaire El Spleen de París

Tinta para morir. De Aquarella

  12.05.09 09:51, por , Categorías: Aquarella, CONTEMOS CUENTOS 8

¿Libertad? ¡Menuda falacia! Un lujo que los que vivimos en esta parte de la ciudad no nos podemos permitir. Mi barrio está marcado por un maleficio que divide a sus habitantes en dos bandos - los matones y los fiambres - aunque lo habitual es que pases del primero al segundo tras una ráfaga de disparos. El destino se encarga de ponerte en uno o en otro, decide por ti sin que puedas decir nada.

Voy a presentarme: Me llamo Enzo, pero sé que cuando no estoy delante todos me llaman “El calamar” desde que a una puta barata que pretendía halagarme se le ocurrió dirigirse a mí como “mi dulce calamarcito”... unos cuantos puñetazos acabaron con las risas que inundaban el local y algunos dientes por el suelo, pero no he podido quitarme el mote.

Las malas lenguas hablarán de mi carácter endiablado, de las muertes que llevo a mis espaldas — muchas — de mi desdén por la vida ajena. No tenéis derecho a juzgarme, es... era mi trabajo. Es fácil opinar desde fuera. ¡Aquí os quería ver yo! Os estaréis preguntado por qué os cuento todo esto… ya no puedo moverme, pero la última frase que he oído, que oiré en mi vida, lo ha dejado claro

¡Mira! Al calamar se le escapa su tinta roja — y las carcajadas se han ido perdiendo en la distancia.

Encima los cabrones me dejan frente a un enorme anuncio de congelados. Me estoy desangrando... el bando de los fiambres me espera y no tardaré en llegar. No recuerdo las preces necesarias para que Dios me saque de ésta, aunque si no me ha hecho ni puto caso en cuarenta años no creo que me lo hiciera ahora. No, no recuerdo como se reza, pero me asusta morir solo, me arrepiento de todo lo que he hecho. Eso sí, como me entere de que alguien se atreve a llamarme calamar vuelvo y me lo cargo ¿Está claro? Un respeto a los muertos.

Aquarella 31/05/06

Relato en Taradurias.blog

  11.05.09 18:40, por , Categorías: Reflexiones, Relatos y poesía, vivencias , Etiquetas: blogs, concursos, escritores, estrevistas, marola77, relatos


Empezamos la semana de mayo con alegría, flores, buen tiempo y sobre todo ilusiones.

A mi nunca me faltan, al contrario, creo que me deben de sobrar. Las noticias está mañana, no son alegres ni nada positivas, pero intento no leerlas con esa sebera creencia de que nada se va a arreglar. Se que muchas personas sufren cada día, por un motivo u otro, pero hay que levantarse cada día intentando reír un poco, intentando ser más positivos. Como dice una frase que la llevo muy escrita en mi agenda de la esperanza “Dios aprieta , pero no ahoga”.

Estoy contenta, porque está semana estoy de vuelta en el blog Taradurias http://lacomunidad.elpais.com/taradurias/posts han convocado un certamen en el que se debe escribir un pequeño relato con la frase “sabría que vendrías”. Yo como participante os dejo el enlace para leáis el mio, y de paso dar las gracias a estos amigos por poner en el pie de mi relato la referencia a mi entrevista, la entrevista que la semana pasada se publicó en la pagina “Libros Gratis” http://www.librosgratis.org/entrevista-a-marola-autora-del-cuento-dafnis-el-hada-del-lago.html de la que me emocionó tanto.

Gracias a todas estas personas que están haciendo que cada día mi ilusión por lo que hago se fortalezca, se me haga un nudo a veces en el corazón por la emoción que se siente cuando lees estos pequeño detalles, o referencias a lo que hago. Así, voy viendo que no cae en vano, no se pierde en el universo, sino que se distribuye por un largo y inmenso mundo donde muchos tienen la oportunidad de leerme.

Este es el enlace del relato en Taradurias, que he escrito, espero vuestras criticas, comentarios, consejos y buena letra….

http://lacomunidad.elpais.com/taradurias/2009/5/10/recordando-xexu-la-radio-

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Serie "Primavera" nº 33

  11.05.09 09:24, por , Categorías: Mis imágenes

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