Un buen final. De Locomotoro

Había acabado un tanto aburrido de la vida, aunque esta aún no había terminado. Primero la mala vida, (o la buena, según se mire), después el cambio de hábitos, de despedir a Mediometro, y la escuela para los muchachos... la vida seguía ahí, como una almorrana pegada al culo.
Quise templar el nervio y hacer algo más provechoso con mi vida; escribir.
Siempre me gustó el hierro, y así decidí mudar la aséptica Smith & Wesson por la modernísima Underwood.
Me costaría mi tiempo, pero eso era algo que me sobraba, Además, me había hecho el propósito de inmortalizar mi vida, y entre la desidia y el óxido que se iba comiendo el cobre de las balas, nació un taco de 500 hojas a doble cara.
Era una especie de novela para adolescentes cargada de acción, amor... bañada de escenas policíacas, complots, algo de religiosidad, misticismo y malos huyendo en velocísimos bólidos. De alguna manera, me había convertido en un mito viviente, alguien importante.
Ahora me encontraba en la sala de espera de un editor, sucumbiendo a los encantos en el escote pronunciado de una jovencísima secretaria, todo facultades, sin lugar a dudas.
De pronto sonó el telefonillo, y al tiempo que me miraba dedicándome una sonrisa, me dijo con una voz encantadora que podía pasar. Quizás era demasiado joven como para entender lo de la tarjeta y el guiño, quizás esa palmadita en el culo... no sé.
Con eso y con todo, me planté ante el editor. El hecho que me ofreciera un puro y sacara una botella de Jack Daniels y un par de vasos, no presagiaba nada bueno. Comentó que el final era una mierda y un sinfín de barbaridades. Eso hizo que mi puro y el bourbon comenzaran a saberme mal. Miré su máquina de escribir y vi que necesitaba cambiar de cinta. Ante su asombro, me ofrecí amablemente a cambiar el carrete. Me coloqué tras él con el carrete, luego lo tensé fuertemente, para que no cogiera arrugas y apreté todo lo que pude.
De esta manera, con el hierro preparado, encontré el final... bueno, más bien... lo encontró él. Yo solo... lo ejecuté. Tomé unas últimas notas para arreglar el trabajo y salí de allí. Al cruzarme con la joven, preguntó si le había gustado. Se moría de ganas por leerlo.

Locomotoro 28/08/2006

Palabras para el "contemos cuentos 15"

Para este decimoquinto juego, y ya superados los doscientos cuentos, se seleccionaron las siguientes palabras:

ASÉPTICO

BÓLIDO

COMPLOT

MITO

MUDAR

NERVIO

PROPÓSITO

Después del recuento de los votos para el tema a desarrollar durante la segunda semana de la quincena y que fueron:

Acción/suspense
Histórico
Ciencia ficción
Fantasía
Amor/desamor

Se seleccionó ACCIÓN/SUSPENSE con 3 votos, de un total de 8 recibidos.

Sueño caribeño. De Monelle

¡Trescientas setenta y nueve semanas de trabajo continuado! Realmente me merezco vacaciones.
Hubo un tiempo en el que se seguían las estaciones para marcar los descansos colectivos. Pero claro, estamos a mucha distancia de la tierra, y aunque la resistencia del cuerpo sea la misma, los jefes, malandrines ellos, nunca lo tendrán en cuenta.
En fin, ¡ha llegado el momento de partir lejos!
Al menos, durante ciento siete semanas, disfrutaré de alguna de las atmósferas itinerantes que reproducen la añorada Tierra.
Hace cerca de cincuenta y nueve semanas, madrugué en la reserva, compré el “Sueño Caribeño”.

“Abandónate en sus playas. Báñate en su sol, su música y todos los placeres que desees. Nadie te ofrece tanto por tan poco.”

Así rezaba su publicidad. ¡Bonito epitafio! No me importaría acabar allí mis días.
¡Mujeres! ¡Sol!... ¡Más mujeres! Por ello lo escogí.
¡Uhmmmmm! Espero que esté cerca la base imitadora.

Me recogerán en el zaguán de casa y... rumbo hacia la estación espacial Caribean-N3.55, sin escalas.

Aquí su equipaje. Nos encontramos a veintidós semanas de su meta. Le rogamos tome su dosis somnífera para evitarle incomodidades. Esperamos disfrute del viaje. Nos vemos en su destino. ¡Qué descanse!...
—Pi pi pi pi pi pi pipipipipipipipipiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
— ¡Ahhhhhhhh!

... Las once y tres cuartos...
Parece mentira lo que se asemejan, entre sí, las habitaciones estándar. Es como estar en casa...
Pero... pero si ¡este es mi cuarto!

¿Qué es esto?

La luz parpadeante me indica un mensaje en el contestador.

“Mensaje para el ciudadano 78.990.565. Por un error en nuestro somnífero, lamento comunicarle que se ha pasado todo el tiempo en estado vegetativo, le aseguramos que ha recibido los cuidados oportunos. Le informamos que no devolvemos importe alguno, por lo que, tiene derecho a recuperar lo perdido, más una indemnización, que será efectiva en sus próximo descanso vacacional. Desgraciadamente su empresa nos ha comunicado que usted no tiene derecho de prórroga, por lo que deberá aguardar hasta cumplir con sus obligaciones, antes de disfrutar de nuestros servicios. Lamentamos los trastornos ocasionados. No dude consultarnos cualquier duda.”

Menudo jirón... Con humor mejor tomarse las cosas. Al menos estoy descansado... Seguro que cuando tenga que partir... no dejo que me duerman. Lástima que aún deba esperar tantas semanas... Sin duda, éstas han sido las vacaciones más descansadas que he tenido. Pensé que el “Sueño caribeño” era otra cosa.

Monelle/CRSignes 270806

El mundo en sus manos – Introducción. De Pez Burbuja

Permítanme que me presente. Mi nombre es Adabob Zeped aunque todos me llaman simplemente Bob, y pertenezco al extraño colectivo de los trashumantes. No tengo hogar en ningún sitio pero cualquier lugar puede ser mi casa. Así soy yo, un loco en busca de aventuras, que deambula por el mundo sin oficio ni beneficio, con el único afán de disfrutar de cada instante.

Entiendo que esto les pueda parecer una forma de vida poco habitual. Sin entrar en detalles, les contaré que mi padre era un malandrín, que se escapó con una camarera cuando yo era pequeño y nunca volvimos a verlo. Mi madre se puso a trabajar limpiando las casas de los vecinos, y aunque dicen que al que madruga, Dios le ayuda, no siempre debe ser así porque murió de tuberculosis cuando yo aún no había cumplido los quince. De pronto me vi en el zaguán de la que había sido mi casa, que había pasado a manos de una multitud de acreedores, sin más fortuna que un pequeño hatillo hecho jirones, y mis manos.

Quisiera, si me lo permiten, hablarles de mis manos. Yo soy un tipo normal, siempre he sido una persona bastante anodina, y paso desapercibido con facilidad, lo que me permite observar a mis anchas a las personas que me rodean. La única cosa que me distingue del resto son mis manos. Cualquier material que cae en ellas se convierte en poco tiempo en un pequeño potrillo, en un dragón, en un duende de orejas puntiagudas… y cobra vida. Es algo que ni siquiera yo sé muy bien cómo ocurre, pero el caso es que ocurre. Y con ello me he ganado la vida durante todos estos años.

Ustedes se preguntarán a qué viene todo esto. Uno ya no es joven, y aunque mis recuerdos siguen intactos, los años no perdonan. Y no quisiera que un día alguien escribiera en mi epitafio “Aquí yace el viajero desconocido”, y que todas las personas, los lugares, las maravillas que contemplé a lo largo de mis viajes quedaran en el olvido. Así que voy a intentar poner un poco de orden en mi cabeza, para contarles mis pequeñas aventuras. Espero de todo corazón que las disfruten.

Continuará...

Pez Burbuja 27/08/06

Aquellas viejas vacaciones. De Hechizada

Últimamente falla mi memoria, no es tan buena como en otros tiempos que hasta mis padres, tíos, abuelas se asombraban de lo que les hacía recordar. No sé si la complejidad de lo cotidiano o la distancia en el tiempo hacen que mis remembranzas sean jirones de vivencias que a veces logran venir a mi mente luego de grandes esfuerzos.

Intento recordar aquellas vacaciones escolares, en las que año a año, mis padres nos llevaban a mis dos hermanos y a mí a casa de la abuela materna por unos dos meses, mientras ellos seguían trabajando en Caracas. El viaje en coche de ocho horas ya era una aventura en sí misma: la hechura de las maletas, nosotros metiendo cosas y mamá sacándolas, la pesadilla para levantarse de madrugada, las peleas de cuál le tocaría ir sentado en el medio. Discusiones que siempre terminaban dilucidando mis padres y perdiendo yo. Mi venganza era hacerme la dormida y recostarme de mis hermanos hasta fastidiarles y que en la próxima parada me dejaran hastiados la ventana.

Cuando por fin llegábamos estaban todos en el zaguán esperándonos: mi abuela, tíos, primos. Casi un año sin vernos. ¡Cuánta alegría! Vendrían semanas de diversión con la patota de veinticuatro primos y la alcahuetería de mis tíos. Y todos los mimos para los nietos caraqueños, comiendo lo que nunca mamá nos preparaba y haciendo las cosas que nos estaba vedado en una gran metrópolis llena de asfalto y cemento: ir a los ríos, llenarnos de barro hasta los oídos, correr, gritar...

Dos de mis tíos, para apaciguar al colectivo juvenil, todos entre nueve y dieciocho años, organizaban los sábados un concurso de baile. Mi pareja siempre era mi primo Aquiles, nos conocíamos los pasos y siempre nos inventábamos alguno para sorprender; si no ganábamos al menos quedábamos entre los primeros. El premio siempre eran diez bolívares para la pareja ganadora y cinco para la segunda; un tesoro para aquella época. Estaba de moda la música de ‘Fiebre del sábado por la noche’, y todos imitábamos sus pasos. Mi abuela, cuando nos veía mover las caderas comenzaba a gritar: “¡Malandrines, sinvergüenzas, descarados!”, y comenzaba a perseguirnos para darnos un coscorrón. Menos mal que no nos llegó a ver cuando se puso de moda la lambada o ahora el hip hop, su epitafio sería para ella el mejor consejo: “Sean felices, descanso en paz”.

Hechizada 26/08/06

Un pensamiento vacacional. De Belfas

CUENTO NÚMERO 200

Estoy en el zaguán de mis próximas vacaciones. Un estado de agitación se va apoderando de mí a medida que pasan las horas, y mi día a día se ve alterado por este nerviosismo. Me alejo de ese colectivo de conductores urbanos, que tras su jornada se refugian en quienes encuentran cercanos, en un intento de hacerse eco de sus avatares diarios, toda una aventura en la jungla de la ciudad, en la cual conviven con multitud de personas distintas, y con un objetivo común, “la prisa”. La urbe es un territorio donde cada vez resulta más complicada la armonía, por hallarse el egoísmo personificado tan enraizado.
Ha llegado mi hora, es el tiempo de alejarme de esa rutina diaria de once meses, viajar, visitar mi Vara y meterme en el mundo del sosiego y la tranquilidad, donde aparco la palabra madrugar y tomo la de complacencia.
Es ese período donde me gustaría convertirme en ese maquiavélico malandrín, y adentrarme en el mundo del desenfreno, para satisfacer una serie de placeres fantasmagóricos, pensados y añorados durante todo el año, y seguro quedaran pendientes para unas próximas vacaciones, por no tener el coraje suficiente para perpetrarlos.
Confío en no regresar con el cuerpo y el alma hechos jirones, lamentándome de haber perdido la oportunidad de disfrutar de algo tan simple como es la vida.
Pasaré horas y horas en mi posición favorita, “la horizontal”, con la mirada perdida, el pensamiento deambulando por mundos utópicos y haciendo gala de ese famoso epitafio que yace sobre la tumba de uno de los más grandes humoristas Groucho Marx: “Perdonen que no me levante”.

Belfas 25/08/06

Afán de aventura. De Chajaira

Nunca fui amante de la aventura, pero Joan insistió en hacer un viaje especial para estas vacaciones. “Tiene que ser algo realmente inolvidable”, dijo. Por una vez quise complacerle y no sentirme como un malandrín, a regañadientes acepté y así me vi casi de madrugada con mochila en la espalda por las Gargantas de Todra.
Nos separamos del colectivo que organizaba el itinerario, hacía más de cuarenta grados mientras caminábamos por las orillas de aquel impresionante desfiladero, fue entonces cuando se me nubló la vista, sólo escuché gritar mi nombre a lo lejos cuando mi cuerpo volaba al abismo, me llamaba el crujir del río que entre ellas se mecía bajando, el estómago pareció subirse, creí estar en una película de ficción, no podría ser, me iba a matar por esos desfiladeros ¿habéis sentido la horrible sensación de caer, de no hallar suelo bajo los pies? Mi tumba carecería de epitafio.
Sentí el golpetazo del agua en mi espalda al chocar con la misma, mi dorsal se quebró pero el pánico rompió el dolor, solo dejó otro jirón para el terror de verme morir. Nunca abro los ojos bajo el agua, pero lo hice, tenía que hacerlo, el inmenso peso del agua aplastaba mi pecho, mis fosas nasales, tragaba agua a medida que gritaba inútilmente en ella, todo era de un azul-gris turbio, necesitaba respirar, no podía ser, quería vivir, quería mi pequeña casa, discutir con Joan, tomar café después de comer, envenenarme con mis cigarrillos.
No, no, no, no, no, no podía ser…
- ¡Carmen! ¿Estás bien?
Estaba echada en el suelo bajo la sombra de un zaguán, empapada por un jarro de agua fría que me habían agraciado para reanimarme de una lipotimia por las altas temperaturas. Aquello pudo haber sido una pesadilla, pero yo cogería el avión de vuelta a casa.

Chajaira 23/08/06

De vacaciones. De Fledermaus

Lo primero que hacíamos al volver a clase con los estuches nuevos y los libros de texto que olían tan bien, era escribir una redacción acerca de las vacaciones. Por suerte aún guardo algunas, y releerlas me atrapa.
Observar hoy las prioridades de aquellos días, las hazañas y los motivos de los terribles enfados, me sumen en un estado nostálgico, agridulce.

Antaño no me agradaba madrugar como hago ahora; entonces tenía todo el tiempo del mundo.
Volver a casa con la camisa que me había regalado la tía hecha jirones era motivo de un juicio familiar muy serio. Era, y es, tan sólo ropa. Y la tía siempre tuvo un pésimo gusto para escoger ropa. ¡Me sigo defendiendo!

De aquellas vacaciones de verano, que en Junio parecían no tener fin pero que tan rápido pasaban, recuerdo que nos reuníamos en el zaguán de casa un colectivo malhechor de vástagos del barrio. Una tribu de malandrines que en verano se veía nutrido por peligrosos especimenes de más allá de las fronteras. Había un par de mellizas, “las suecas”, que en realidad eran de Córcega. E Ibrahim, que se hacía llamar “Amunike” por uno que jugaba en el Barça y que era casi tan malo como él, y también era negro. Y uno que llamábamos “Artapalo”, que nos sonaba muy a pirata, porqué el chico era un poco cojo.
Recuerdo y sonrío. ¿Qué habrá sido de toda esa gente?

Cuando en uno de esos veranos, me duele no recordar el año con exactitud, falleció mi abuelo paterno, mi familia optó por suavizar el asunto y decirme que, simplemente, se había ido de vacaciones.
En las peregrinaciones dominicales al cementerio, a no hacer nada divertido allí, siempre me pregunté por qué toda aquella gente que estaba ausente no ponían un cartel que lo dejase claro, como el de las tiendas: DE VACACIONES. En lugar de esos epitafios aburridos acerca de la gloria de Dios y otras mentiras como listados de familiares que les querían -pero que, a diferencia de nosotros, no estaban nunca allí, ni iban a cambiarles las flores secas, ni a limpiar esas ventanitas detrás de las cuales no había más que nombres, cifras y una fotografía de un rostro, como de muerto.

Como de muerto, leo. Lo escribí en una redacción que hoy me asombra.

Fledermaus 23/08/06

García el pirata. De Mon

Fue García el pirata quien un día de aciago calor, tarde bochornosa e insoportable, me dijo: “no desees las vacaciones, malandrín, al menos las vacaciones donde todo el mundo coincide, verás que pronto entiendes lo que te digo si te paras un momento a reflexionar…”
Razón no le faltó al pirata, después de comprobar en mis propias carnes el sin sabor de las aglomeraciones, el amontonamiento del colectivo Benidormense*, la refrescante brisa de sudor y bronceador que suavemente se apelmazaban sobre todo mi cuerpo, la arena que cientos de niños se empeñaban en depositar en mis ojos, por no decir los madrugones que debía meterme para conseguir un metro de toalla a doscientos metros de la orilla. Menos mal que pronto estaría de vuelta y solo las colas quilométricas se encargarían de recordarme la sonrisa que perdí en la playa.
Así me suenan hoy las vacaciones, lo más parecido a un jirón de piel. No hay nada mejor que ir descompasado del resto, de forma que cuando tu estás trabajando puedas incluso insultar* a los que sufren en la playa. Pronto llega la hora de la venganza, de tomar esas vacaciones hechas solo para mí, en octubre, cuando no hay ni Dios. Solo sentado en el zaguán mecido por el levante a 20º y mirando hacia la calle, oliva va, cerveza viene, mientras insulto* a todos los demás que van como locos recuperándose y maldiciendo el término de unas vacaciones que no han servido para nada.
Razón de pirata o reflexión de borrego, pero así es la vida en un sistema que decide paralizarse porque tocan vacaciones.

Mon 22/08/06

*Benidormense = Usuario de las playas de Benidorm en el Levante español. Un día fue un paraje precioso y virgen, hoy es una colmena súper explotada, máquina perfecta de generar basura.
*Insular = Modo de solidarizarse con el pringado, de forma socarrona pero grácil.

¿Veraqué? De Aquarella

Hace sol, no sopla viento y tenemos cuarenta grados; la trilogía confirma que ha llegado el tiempo de vacaciones. Esa maravillosa época del año en la que no es necesario madrugar, pero con una temperatura tan elevada que los sueños derretidos terminan convirtiéndose en aguas estancadas. ¡Mierda de verano!

Desde que al colectivo de comerciantes le dio por avisarnos con suficiente antelación de la llegada de las nuevas estaciones, en marzo empiezan con los anuncios de productos milagrosos para estilizar la silueta, imprescindibles para meterse en los diminutos trajes de baño que luego se llevarán, potingues diversos para lucir un estupendo moreno y viajes a los lugares más recónditos del mundo. Ahí precisamente empieza el problema, te pillan con la neurona atrofiada por la hipotermia sufrida durante el invierno y llegas a creértelo. “La felicidad llega con el verano” parece ser la consigna y decides hacer jirones tu presupuesto para lograrlo.

Después de un par de meses comiendo cereales con sabor a cartón y dándote cada día religiosamente cremas antitodo, te atreves a intentar la ardua tarea de meterte en eso que llaman bikini. ¡Por lo menos en invierno hay tela suficiente para esconder las miserias! Decidida a no dejarte vencer por el desánimo, haces un auténtico ejercicio de autoestima para sonreírle a las dificultades y tomártelo con buen humor… la duquesa de Alba está muchísimo peor y no tiene ningún problema en salir así en la tele.

¡Por fin llega el día! Inmersa en la famosa operación salida y, después de diez horas de insufrible atasco, llegas a una playa más abarrotada que la Gran Vía en hora punta (la playa que te permite tu paupérrima economía) y descubres con horror que te quedan por delante quince días de dura pelea por un trozo de arena para poner la toalla… y todo el tiempo del mundo para “disfrutar” de tu costilla (ese proyecto de príncipe azul convertido en malandrín por arte de magia). Pues aún así, lo peor es la vuelta: El agua de la zona debía tener mucha cal porque la ropa ha encogido, has descansado poco y regresas al trabajo con el síndrome postvacacional; lo que se traduce en unas ganas increíbles de convertirte en un fantasma de esos que se pasean por el zaguán de las casas antiguas arrastrando sus penas.

Advertencia, si veo un anuncio de turrones antes de diciembre empiezo a escribir epitafios.

Aquarella 22/08/06

Las cartas de la baraja. De Edurne

He madrugado para ir de vacaciones hacia un mundo desconocido, lleno de fantasía e ilusión.
Algún que otro gnomo malandrín ha intentado vetarme el paso, pero una vez atravesado el zaguán de los sueños, he virado la nave de mi fantasía hacia babor, donde crece la espuma de los mares, allá lejos en el confín de las aterciopeladas y cálidas noches de verano, sin epitafio posible, rumbo a lo desconocido hasta tocar con mis yemas la ilusión.
Busco los cuatro reinos, un colectivo que, según el Libro de las Hadas, habita en el bosque. Uno es famoso por sus viñas, otro por sus bosques, el tercero por sus guerreros valerosos y el cuarto por sus minas de oro. En sus escudos blanden orgullosos los símbolos de su reino y en sus estandartes vemos la copa, el basto, la espada y el oro.
Cada rey tiene su caballero y su paje, y un ciudadano de honor que ha sido un as en cualquier hazaña. Encontramos al as de copas, el de bastos, el de espadas y el de oros.
Todos los ciudadanos se distribuyen en categorías. Los Nuevecitos, ataviados con sus mejores vestimentas; los Tochos son los más catetos. Los Siente son los que se dedican a las artes, los Seises se inclinan por el ocultismo y la brujería. Los Cinto muestran alrededor de su cinturón, cinco hermosas plumas de avestruz, mientras que a los Cuatreros no puede uno llevarles la contraria debido a su mal carácter, dejan al contrario hecho jirones. Los Treses dictan, juzgan y castigan las faltas, tres funciones muy necesarias. Los Doses sólo gandulean, pues les falta muy poquito para ser dioses, sólo la “i”.
A menudo, se mandaban cartas para citarse. Jugaban a la veintiuna, con diez miembros por equipo más el árbitro, o también al siete y medio, sólo en el caso de que jugara un rey que valía por uno y medio, claro, con los cuatro caballeros y dos porteros.
Al final, los Treses decidieron prohibir los juegos violentos y crearon los juegos de mesa.
Sigo buscando estos reinos, veo una luz en la proa de mi navío, es de mi habitación, pero mi sueño era tan maravilloso,…serían unas vacaciones de fantasía. Durante unos minutos sigo recordando a los personajes de mi sueño, todos jugaban, principalmente a las cartas, de manera que estos reinos podrían haber sido los precursores de nuestra actual baraja española.

Edurne 22/08/06

Malditos ciruelos. De Suprunaman

Estaba un día de vacaciones, acostado en la cama, más feliz que el Guerra, cuando un terrible retortijón me hizo madrugar. Yo quería continuar en la cama pero entonces, otro terrible pellizco en los intestinos me dejó sin respiración. Me sentía morir, imaginé mi epitafio: “Cagado hasta las anginas, nos dejaste huella”. El colectivo familiar venía a recoger mi ataúd y me llevaban a hombros hasta el cementerio. El primo Manolo es más bajito que el resto, así que el ataúd estaba descompensado e iba cojeando, mientras yo allí dentro, más mareado que un ajoaceite.
¡No lo voy a permitir!, y como un relámpago me levanté y corrí sin descanso por el largo pasillo, ¡vamos Indurain! Me animaba yo mismo. ¡Fuera ropaaaaa! Y me senté en el retrete, un último jirón en el estomago, estertor, uuuuaaaaaagggggggg grité, sonó a caverna, parecía que estaba expulsando de mí un diablo malandrín; bonito día para un exorcismo. Uuuuaaaaaagggggggg, abandona este cuerpo demonio, abandona este cuerpo. Follatelo Carrac, follatelo. Al fin sonaron las trompetas, priiiiiiiiii-priiiiiiiiii, potlop, potlop, las almorranas me bailaban sevillanas y desde el zaguán se podía oler el pestilente olor a azufre.
Como pude me arrastré hasta la cama de nuevo, estaba orgulloso, era como si hubiese salvado al soldado Ryan.

Suprunaman 21/08/06

El señor Roberto. De Hechizada

Hoy no era su mejor día. Cuando para otros pudiera serlo, él lo pasaba mal.
Roberto era un conductor de colectivo, con más de 35 años en el oficio a sus espaldas. Ese día sería su última jornada como tal, pues al día siguiente pasaría a retiro. Atrás quedarían sus rutas saludando a todos aquellos que por tantos años hacían de su bus el medio de transporte diario. Ya no asustaría a la Sra. María con los frenazos en seco sólo para oírla maldecir. Echaría de menos los improperios del viejo Anselmo por cerrarle la puerta cada vez que intentaba subirse. Dejaría de escuchar las groserías de Carlitos, el chaval malandrín que ha visto crecer e irse haciendo un hombre mientras iba al cole. Ya no vería las ojeras azules de Verónica cuando regresaba cansada de su trabajo quejándose de tener que madrugar todos los días…

Ese día ni la radio tenía puesta. Todos los que le conocían, al montarse, le notaban distante. En ocasiones casi se pasa los semáforos en rojo, sonando las alarmas entre los usuarios que se miraban extrañados. Algo le pasaba y no sabían qué. No respondía a los comentarios ni se reía de los chistes. A la final, lo dejaban tranquilo pensando que un mal día lo tiene cualquiera.

En la noche, dejó el colectivo en el aparcamiento y se despidió silenciosamente, con lágrimas en los ojos. Se fue directo a su casa. Vivía solo, no tenía familia ni se casó ni tuvo hijos. No quiso entrar donde Juan a comprar leche ni cigarrillos, pues no tenía ganas de escuchar los cotilleos del barrio. Abrió la reja del portal de su casa, la cual hizo un chirrido que ni le inmutó; todos los días se decía que tenía que echarle aceite pero esta vez fue como si no la escuchara. Caminó por el zaguán arrastrando los pies como signo inequívoco del peso de su pena. Miró las pocas plantas que allí tenía y suspiró. Pasó directo a la cocina y se preparó un café. Luego buscó un boli y un papel, garabateó unas palabras y se fue a su habitación.

Fue encontrado por la policía a los pocos días dada las llamadas sin respuesta de sus vecinos. Estaba colgado de una soga yerto, cual jirón humano. A sus pies la nota: “Amigos: no quiero misas, flores, ni epitafio, sólo que me recuerden con cariño, Roberto”.

Hechizada 20/08/06

Súrgat. De Monelle

Malandrines, filibusteros y rameras, pasean por el puerto buscando cómo ganarse los cuartos para salir airosos de trifulcas y borracheras.
Esquivando proposiciones, Sir James Worsley, camina hacia su cita.
Muchas naves permanecen varadas en la dársena de Puerto Príncipe. Hacía años que los ciclones no golpeaban Haití con tanta virulencia.
El capitán espera junto al zaguán de la taberna.
Con un cruce de miradas, descubre el arrojo y la osadía que anda buscando.

Ambos sabemos qué nos trae hasta aquí. Sobran las monsergas, si su determinación tiene el valor de su mirada. Me han hablado muy bien de usted capitán.

Sobre la mesa, Sir James desliza un gran anillo con sello y un brazalete.

¡Aquí está el escudo! Ya sabe que el premio debe ser colectivo. No permitiré que traicione a mi tripulación.
Todos recibirán lo que les corresponda. Le advierto que, el “Súrgat”, es un galeón sin par, el más rápido que surca estos mares. En cuanto a la ruta, capitán, os dará la impresión de que la conoce. No le contradigáis.

Una tripulación hastiada del descanso prolongado, madruga entusiasmada por la proximidad de la partida. Arriban al pie de la nave y se maravillan de su grandiosidad. El “Súrgat” despliega el velamen, y parte rumbo hacia alta mar.

Sir James, cierto es, parece conocer el camino. Presiento que pronto avistaremos tierra.
Razón no os falta, mañana arribaremos pero, hoy, os pido confiéis en mí. Nadie debe molestarme ni tan siquiera vos. Os lo ruego.

Pero el mar curte de forma distinta, y la confianza hecha jirones del capitán, agudiza el instinto de supervivencia desdeñando de la lealtad.
Extraños ruidos le alarmaron. Abrió la puerta dispuesto a averiguarlo todo, justo en el momento en el que, Sir James blandiendo una espada, retuvo la aparición de un ser horripilante.

“Por Adonay, Súrgat, me concedas el poder de hallar tesoros bajo tierra y en otros lugares”.

El capitán observó cómo la criatura le ofrecía un gran anillo dorado.
En el momento en el que éste pasaba a manos de Sir James, el capitán, cegado por la ambición, se lanza para recogerlo.

El barco es zarandeado violentamente hasta que la fuerza del oleaje lo hace zozobrar.
Sobre un mar calmado, unos signos cabalísticos acompañados por la figura de un gallo, y escritos con sangre sobre un pergamino, sirven de epitafio a la catástrofe del “Súrgat”.

Monelle/CRSignes 20/08/06

Antonio García Sánchez, muerto. De Fledermaus

Bu bostezó con la libertad que se hace a los cinco años. La tía Lola le pellizcó en el hombro.
- ¡Ay!
- A callar.
El colectivo de negras figuras reunidas alrededor del féretro de Antonio, despertó de su murmullo aletargado con el grito del chico. Lo miraron sintiendo verdadera pena por el ahora huérfano. Era la segunda vez en la vida que a Bu, como le llamaban los familiares, le tocaba madrugar. La primera vez ocurrió cuando su madre se fue hacía abajo. Ahora era el padre quien había reunido en el zaguán de la destartalada casa, a los vecinos y familiares. ¡Y qué extraño era verle con el traje! Le vistieron con el único que tenía, el de la boda. Y era la segunda ocasión que se lo ponía.

Los vecinos allí reunidos daban a la familia el pésame de rigor:
- No somos nada.
- Tal como llegamos, nos vamos…
- No era malo del todo, la vida que le trató mal.
- En el fondo tenía su corazoncito.
¡Chorradas! ¡Palabrería hipócrita de rigor!

Antonio había sido un mal hermano, un peor hijo, un marido terrible y un desastre de padre. Nadie se alegraba de su fallecimiento, no abiertamente.
Cuando Eva falleció, Antonio pareció recuperar la razón durante unos días. Fue durante aquella semana que no piso un bar. Darle la culpa al alcohol sería una excusa falsa. El alcohol está por todas partes sí, pero él bien que se lo bebía.

Empezó cuando del malandrín de barrio, chulillo y metido en líos, se transformó en un tipo peligroso al que acudían los líos primero y la policía después.
Pasó por prisión en varias ocasiones. Altercados pequeños. Acudía a casa con el mono del taller ensangrentado del cuello, y con las mangas en jirones. Un ojo morado y un par de dedos rotos. El otro solía quedar peor. Quebró el taller y la tienda de reparaciones. Antonio era un agujero negro de problemas: Eva ya no podía darle dinero; sus hermanos no le hablaban, y la madre… siempre se ha dicho que la vieja Lola murió de pena.
Y Eva… bueno, nadie podía afirmar exactamente de qué murió, lo cual, ya daba pie a muchas especulaciones.

El sentir de la familia se resume en el epitafio que su hermana Lola designó para la tumba:
Antonio García Sánchez, muerto.

Fledermaus 18/08/06